Lola Burgos
La soberbia
es un nombre del narcisismo. Y la soberbia también es el nombre de un pecado, y
no de un pecado cualquiera. Según la doctrina cristiana, es uno de los siete
pecados capitales.
En la Etica de Spinoza se dice que “la soberbia consiste en
estimarse a uno mismo, por amor propio, en más de lo justo”; y añade: “...del
contento de si mismo brota la soberbia, de la humildad (brota) la abyección”.
Para acotar
cuales son las posibles relaciones entre soberbia y perversión, circunscribo a
la soberbia en el marco de la perversidad o psicopatía, entendiendo éstas como
aquellos comportamientos basados en transgresiones morales o sociales, y a la
perversión en el marco de las conductas sexuales que suponen una desviación
respecto al “acto sexual normal”. En un
primer acercamiento intuitivo y popular, podemos decir que la palabra
perversión tiene que ver con la conversión del bien en el mal. Popularmente su
uso manifiesta un juicio moral. El acercamiento histórico-clínico, está
representado por Krafft-Ebing y su obra Psychopathia Sexualis, dedicada a las
perversiones sexuales, y Kurt Schneider, que con su obra “Las personalidades
psicopáticas” establece diez grupos de este tipo de personalidades, de los
cuales “los fanáticos”, “los necesitados de estimación” y “los desalmados” van
a aludir al campo semántico relacionado con la soberbia. Es Freud
quien formaliza conceptos capaces de perfilar una teoría explicativa
consistente entre sexualidad y psicopatología. Pero inconsciente y sexualidad
no son ámbitos desconectados, sino que mantienen un estrecho lazo. La
desvinculación de la sexualidad con la genitalidad y la inclusión en las
pulsiones sexuales de las manifestaciones amistosas, cariñosas y amorosas,
amplían notablemente la noción de sexualidad, hecho éste que lamentablemente ha
sido entendido por algunos como un panegírico pansexualista. Sobre este tema se
pronunció el propio Freud en su artículo de 1923 “Psicoanálisis y teoría de la
libido”: “Al psicoanálisis... jamás se le ha ocurrido querer explicarlo todo y
ni siquiera ha derivado la neurosis exclusivamente de la sexualidad, sino del
conflicto entre las tendencias sexuales y el Yo”. Y es aquí donde encontramos
uno de los puntos de cruce entre la perversión y la soberbia: la perversión del
lado de las tendencias sexuales y la soberbia del lado del Yo. Otro punto
de cruce: Freud en su ensayo “Introducción al Narcisismo” y Lacan con su teoría del Estadio del Espejo,
nos muestran que el narcisismo es constitutivo del sujeto hablante para
sobrevivir y por ello es necesario investir al propio cuerpo de libido,
tratándolo como objeto sexual. Como tal
el narcisismo es parte de la pulsión de vida.
Lacan, en
su seminario “Los escritos técnicos de Freud” al preguntarse qué es la
perversión, nos dice que no es solamente una aberración respecto a los
criterios sociales, ni una anomalía contraria a las buenas costumbres, ni es
sólo algo que menosprecie la función reproductora de la unión sexual...”La
perversión es una experiencia que permite profundizar en... la pasión humana,
para emplear una expresión de Spinoza, es decir, aquello por lo cual el hombre
está abierto a esta división consigo mismo que estructura lo imaginario”. Aquí
nos aparece otro punto de cruce entre los aspectos sexuales de la perversión y
los aspectos yoicos, narcisistas, de la soberbia; y es cuando Lacan nos trae a
colación el registro de lo imaginario. Y la elección de objeto en el perverso
es una elección más destinada a
preservar la completud narcisista, imaginaria, del Yo.
Como
ejemplo del perverso como antonomasia, en “La ética del psicoanálisis”, Lacan
nos habla de la vida y obra del Marqués de Sade. . Pero en su vida, Sade más
que un sádico triunfante, fue una víctima, un sujeto dividido, encarcelado y
perseguido durante su vida.
Por tanto, tenemos dos vertientes: una en la que el perverso
es un supuesto sabio sobre el goce, y por consiguiente muestra a las claras,
descarnadamente, lo que el neurótico reprime y como tal estima que sabe de sobra
cómo gozar y cómo angustiar, y así podríamos decir que estamos aludiendo a la
“soberbia” del perverso. Y la otra vertiente, que nos puede sugerir que en
realidad el perverso puede llegar a ser un estúpido, incluso ridículo,
entendiendo por estúpido aquel que ocasiona daño a otras personas, o a un grupo
de ellas, sin conseguir ventajas para él mismo, o incluso, resultando él mismo
dañado.
El “éxito
del perverso” es un fantasma neurótico. Es decir, en su propio fantasma, el
propio sujeto neurótico actuando como perverso hace que tenga éxito la escena.
En cambio, el fantasma del perverso está más bien relacionado con presentarse
en su escena como objeto de goce del Otro (de Dios) y él a su vez buscar la
víctima en la que se realice eso. Pero al perverso también le falla la escena
porque subestima la inconsistencia del Otro, es decir, el perverso cree que el
Otro no tiene falta, pero como sí la tiene, acaba por sucumbir también como
víctima.
De otra
forma dicho, ningún hombre es más orgulloso, más soberbio, que aquel que se
cree inmune a los peligros del mundo. Con esta idea estaríamos rozando el
concepto de canalla. El paso de la soberbia a lo canalla, se produciría cuando
el soberbio cree que puede hacer de todo con todos, cuando le interese. Y el punto
de cruce entre la soberbia y el perverso es que el perverso como instrumento de
goce del Otro está en el lugar de objeto a; pero en relación a los
otros, ese objeto a se convierte en el YO omnipotente, cuya tarea es
provocar la angustia en el otro, hacer el mal al otro, y en este punto conecta
con lo canalla.
Por ese
“supuesto saber gozar” de la estructura perversa, no es habitual que un sujeto
con dicha estructura acuda al diván. Pero sí es más habitual que sujetos
neuróticos sufran por el fantasma perverso que les habita. Surge así la
distinción entre la estructura perversa que define una particular posición
subjetiva caracterizada por el mecanismo del desmentido frente a la castración,
y el rasgo perverso que puede adquirir determinado síntoma merced al goce que
le acompaña y a la insistencia con la que el sujeto repite dicho comportamiento
sintomático.
Lo Imaginario de Eva
Eva es una
mujer profesional, madre de un hijo y esposa de Lucas. Acude a consulta porque se siente confusa y angustiada. En otras
épocas de su vida habia tenido amantes esporádicamente; en el momento actual,
cuando su marido pasa más tiempo fuera de casa a causa de viajes laborales, se
encuentra con que está con dos amantes a la vez, y se siente culpable por
disfrutar acostándose un día con un amante y otro día con el otro. No se
planteó en ningún momento de su vida separarse de su marido. Habían alcanzado
un status-quo vital en el que su hijo, ya mayorcito, su trabajo y el amor que
sentía que daba y recibía de su marido la compensaban. Eva resumía su situación
diciendo: “ Me siento culpable por no sentirme culpable”.
En su
juventud, aunque tenía un novio oficial, cuando se acostaba con algún otro
chico, este siempre era de su círculo de amigos. De esa manera sentía que no
traicionaba a su novio, ya que para ella acostarse con un amigo era una forma
más de mostrar el cariño, la afinidad y la conexión. La diferencia era que con
su novio ese amor, esa afinidad, esa conexión eran mucho más profundos. Después
de casarse y sobre todo cuando se quedó embarazada de su hijo, dejó de tener
amantes.
Eva declara: “siempre he sentido dentro de mi que con los
hombres lo tenía “todo controlado”, que sabía cómo hacer con ellos, sentimiento
que no tengo tan claro, por ejemplo, con respecto a ser profesional, cómo
desenvolverme en el trabajo, o cómo ser madre de mi hijo.”
Dice
Eva que eso de saber hacer con los hombres se le descubrió con 12 años, cuando
en la boda de un primo suyo a la que fue junto a sus padres, estuvo también el
hijo de un familiar lejano de su padre que tenía más o menos su edad. Este
chico era “muy guapo y cuando acabó el banquete, estuve con él correteando por
los jardines y dados de la mano nos dimos un beso en la boca, mi primer beso
con un chico, dulce y cálido“. Continúa Eva: “Esto me hizo sentirme exultante y
feliz, porque hasta ese momento yo me sentía más bien como un “patito feo"
porque era desgarbada, tenía gafas y ortodoncia. No era de las populares de la
clase, más bien en la adolescencia creía pasar desapercibida en mi grupo de
amigas, nunca creaba conflictos y era simpática y agradable, pero un poco
tontusa, como me decía mi madre. En el verano, después de esa boda, en un
cumpleaños de una amiga, al que también iban a asistir chicos, en el que
teníamos que ir disfrazadas, me puse un traje de noche amarillo de mi hermana
mayor y junto con el maquillaje causé tal sensación que saqué a bailar al chico
más guapo de la fiesta y estuvo bailando conmigo toda la tarde”.
No
se le escapa a Eva que es una situación anómala lo que ella siente respecto a
tener amantes y no sentir culpa, sobre todo teniendo en cuenta la familia de
dónde viene. El análisis mostró su particular triángulo edípico y la forma en
la cual en Eva se manifestaba el goce y el deseo sexual en la relación con su
padre y con su madre. El trabajo de Eva, que se desarrollaba en el mundo del marketing
político, se basaba en una identificación evidente con el padre, que primero
había sido un hombre de letras y luego se había volcado en la política. Era un
hombre adusto, serio, responsable, venía de una clase social media-baja, pero
gracias a su esfuerzo y trabajo había conseguido escalar posiciones sociales.
Para él el mostrar excesiva alegría, el hablar alto o vestir de forma
estridente era ser de clase baja, ser una arrabalera. Cuando Eva mostraba su
alegría y su seducción infantil, ella notaba confusión, ambigüedad, porque por
una parte notaba el brillo de los ojos de su padre cuando la miraba, pero con
las palabras y los gestos de la boca, le decía que dejara de hacer esas
payasadas y vulgaridades. “En cuanto a mi madre”, dice Eva ,“era oriunda de una
familia de terratenientes venida a menos; no quiso tenerme, pero es verdad que
siempre me decía cuando me vestía que parecía una niña rica porque cualquier
vestido que me ponía me quedaba bien. Mi madre era muy católica, apostólica y
romana y esa era su máxima, junto con la atención, cuidado y preocupación de mi hermano mayor”. Recuerda
que de pequeña, sus padres, pero sobre todo su padre, cuando no conseguía lo que
quería y lloraba rabiosa, la decían que era una soberbia. Y esa palabra,
soberbia, siempre le pareció muy llamativa, le afectó.
Ahora
en análisis, Eva puede reconstruir que quizá su soberbia, consiste en desafiar
a sus padres, porque ella se apaña mejor que el resto, o que la mayoría de las
mujeres, por no sentirse culpable por follar. Y a la vez también siente que se
lo monta mejor que los hombres porque a la hora de acostarse con uno de ellos
escoge a quien realmente siente que es en cierta medida “amigo” suyo, ya que
tampoco se puede acostar con uno que acaba de conocer, necesita que algo del
amor o por lo menos del cariño esté ahí presente. La búsqueda del orgasmo de
Eva se lo dedica a su madre, para demostrarle que el deseo y el placer y
disfrute sexual es algo digno, vivificante y bueno, no algo indecente, impúdico
o inmoral, es decir, de putas. Pero si
ser una puta significaba disfrutar con el sexo, pues sí, ella era una
puta. Y de cara a su padre, quizá ese pasar desapercibida, callada, de pocas
palabras, como tontusa, esconde su idea de sentirse superior a su padre, porque
las miradas de reproches y reprobación de su padre a Eva eran la forma que
tenía el padre de no admitir su propio deseo sexual, y Eva se sentía superior
porque así mostraba que el deseo no era aburrido, porque su padre era aburrido.
Eva
cuenta extrañada que una de sus primeras
fantasías sexuales allá cuando tenía no más de 9 años de edad, era ésta: “Después de actuar en un escenario, de forma
erótica, yo junto a otras compañeras, salimos vestidas muy sofisticadas y
elegantes, y dejamos en el escenario a un hombre, desnudo y atado, con el pene
erecto en el cual alguien le está exprimiendo un limón, y nosotras lo miramos y
nos reimos.”
En
cuanto a Lucas, el marido de Eva, en su ámbito de trabajo, de mayoría
masculina, era un líder reconocido. Eva se quedó muy sorprendida un día, en una
salida nocturna de copas, cuando se encontraron con un compañero de trabajo de
Lucas. Eva siempre tenía la fantasía de ligarse a los compañeros de trabajo de
su marido, no tanto para llegar a acostarse con ellos, pero sí sentir que la
miraban con deseo. Pero con ese hombre, que además era muy apuesto, cuando su
marido se lo presentó, ella vio que absolutamente toda la mirada de él se
posaba en Lucas y además mientras hablaban de temas de trabajo, su mirada
seguía trasluciendo una admiración que rallaba el deseo, y sobre todo percibió
cómo Lucas disfrutaba con ello. Además Lucas, últimamente, iba hacer deporte
con un amigo que le llamaba a todas horas, y muchos fines de semana salía con
amigos en bicicleta.
Lucas tenía cierto parecido al hermano
de Eva, aquel que era la ocupación y preocupación de su madre. Este hermano era
homosexual, pero lo mantenía en secreto para sus padres, no así para Eva. El
hermano de Eva era muy alto, de hombros anchos y pelo rizado y rubicundo, no
era del tipo amanerado, por eso podía disimular su orientación sexual.
Lucas
sabía escuchar, era tierno y le gustaba bailar,
aspecto este último que no difundía mucho, mas que a sus más allegados.
Después de un largo tiempo en análisis, Eva pudo vislumbrar que Lucas, aunque
en su trabajo tenía fama de firme y serio, en la intimidad mostraba su lado más
sensible; ella llegó a expresar: “ese es el lado femenino de Lucas, y en la
cama le gustaba que yo fuera la activa, él se dejaba hacer. Caí en la cuenta de
todo esto cuando leí un libro de José Luis Sampedro que se titula “El amante
lesbiano”, y a mi me parece un poco eso, que Lucas tiene su lado femenino que
tapa con vestiduras de macho, pero tiene mucha conexión con su cuerpo, lo cuida
y lo conoce y además también tiene sus orgasmos conmigo”.
Parecería que Eva no siente culpa al
follar con otros porque de alguna manera ella pasa al acto la fantasía
homosexual que cree Eva que tiene Lucas, que es ocupar un lugar de puta de un
sujeto en posición masculina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario