Juan Carlos Muñoz Bojalil
Quizá la tarea del que
ama a los hombres consista en lograr que éstos se rían
de la verdad, lograr que la verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión
por la verdad.
U. Eco, "El nombre de la rosa" pp463.
1988, Edit Lumen, barcelona,
España..
Poder
hablar de algo tan común como sorprendente a la vez, fue lo que más me llamó la
atención de la diversión; que dicho sea de paso, puede parecer tan banal que
poca importancia tiene para el discurso científico, ya que todavía es tomada
como distracción o pasatiempo, pero aún nada serio como objeto de
discurso, y en esa dirección quiero
iniciar este texto citando a Blaise Pascal (1623-1662) desde sus Pensamientos, cuando queda escrito que
ésta es (el) "medio del que se sirve el hombre para sustraerse al conocimiento
de la propia desdicha y, por lo tanto incluyó en la diversión, a los trabajos y
a las ocupaciones habituales". l
Creo que la diversión puede ser
leída desde varias perspectivas, y de estas la que particularmente me interesa
problematizar, es esa que se produce a partir de la fractura de la aparente
continuidad del tiempo, apareciendo repentina como fugazmente en el discurso,
generado por Las Gracias que salen a
relucir para sorprendernos con todo su esplendor, es decir, no hay quien quede
incólume de tal acto, quizá por esa sea una de las razones, que es difícil
divertirnos de manera constante o intermitentemente; amén de al menos
una mínima alternancia; para que la diferencia opere como inspiración y
expiración... expresión ésta, donde no hizo falta ningún juego de palabras,
pues la di-versión estaría a partir de la lectura, como de cada lector.
La diversión podría ocurrir, a pesar
de que existan condiciones para su producción digámoslo artificialmente, pues la diversión que nos importaría aquí, no
sería esa que se produce necesariamente por designación, como puede acontecer
por ejemplo, con el teatro de comedia, cabarets o burlesque, como algunos
performances de especularidad social, pues parece que nos divertimos de maneras
tan establecidas o reguladas por el Otro, que sólo falta detenernos un poco
para inspirar y preguntar(se) si esa mostración regulada sólo es una forma de
expirar tensión y/o podría detenerse al menos un momento como nos relata Albert
Camus respecto a Sísifo, para problematizarse antes de que su piedra rodante
retorne a su supuesto origen, pendiente abajo, para preguntarse cómo soltar-se
de ésa, su carga repetitiva como insulsa, y poder por fin entonces esbozar una
sonrisa, que no podría no llevar un tinte de ironía, pero sonrisa al fin, y
así, al menos cierta diversión, regulada por su inspiración, su pregunta y su
deseo, y así poder volver a subir entonces desde otra posición, la subjetiva,
con otra piedra, la suya, no la que el Otro le designó, sino que ésa otra piedra bien podría ser su cuerpo,
su yo-piel o ego, como eso que no podemos dejar sin problematizar de nuestra
existencia e identidad, desde cada quien.
Y con tal acto espectral, la
mostración en acto de que algo o alguien cargue consigo y que patentiza que
nunca ha habido, ni habrá Otro que se encargue de esa carga, pues ni siquiera ése se encarga de sí, pues esa es su
condición en tanto Otro con mayúscula, es decir sólo es semblante de que tiene,
puede y de que es eso que dice ser, y de esa manera pone en acto la potencia de
sí, en ese acto que no cesa de no escribirse nunca, eternización de
cumplimiento de deseo para una próxima vez, como la mejor de todas, cuando ya
sabemos que es una pe(é)rdida. Pero como queda proferida la idea de satisfacción,
queda también la oportunidad fantástica de alcanzar eso prometido, y además, no
puede soslayarse la producción del enigma constitutivo de tal acto.
Tal invitación está diseñada tanto
para Homero, como para cualquier ansioso por tener eso que le falta, o bien
saberse arrobado(a) por no saberse divertir desde su saber como de su
ignorancia, ya que por su precipitación (es decir, con la cabeza por delante
como nos lo recuerda Pascal Quignard en su Butes),
ya por sostener la insatisfacción de la ignorancia como la sabiduría, pasada
como esa categoría de identidad, y no de subversión. Por eso, creo que es
importante señalar aquí, la advertencia de la imposibilidad de acceso a lo
inefable y no sin costos falaces, gozosos o mortíferos. Por eso, supongo que la
diversión es dar cuenta de ese tiempo anterior, de ese status quo pro ante. Sencillo es pero da cuenta en su ejercicio de
la posición del sujeto ante sí, ante la falta, como ante el Otro.
Sin embargo, parece que aparece otra
lección, que dictaría así: el Otro, no está dispuesto a engañar por su voluntad sino que apuesta exclusivamente por hacer
cumplir con esa promesa atemporal de satisfacción garantizada, donde sin
embargo se escucha ése tono como un relicto con evidentes tintes comerciales de
compra-venta, herencia de nuestra cultura construida para producir esas
oportunidades, que se encargan de esa satisfacción como factible, pero a ese
mismo tiempo, se muestra con la faz de un enigma que solicita su desvelamiento,
pero sin invitación expresa, cuando la cuestión in situ es el anuncio del juego. Es decir, desde la apuesta
perversa, si es que me lo permiten decirlo así, es que éste en tanto está
advertido de su castración, lo posee un afán por alcanzar ése objeto inefable,
que supone que el otro, en tanto semblante de sujeto debiera tener para ser
poseído como objeto, por lo que lo conduce con rigor matemático a ese lugar
como a esa función, donde es proyectado como objeto de su goce, para así
obtener la categoría de objeto perdido como de desecho.
Y si con tal acto, el perverso,
pareciera que se divierte, es desde mi lectura, un acto de poder, replicando
por una parte, su frustración, por no alcanzar tal satisfacción y prometer
alcanzarla en la siguiente oportunidad, y por otra, la mostración de su atrevimiento
insistente como incesante por adquirir ése lugar innombrable del deseo, dado
que se sostendría como perverso en el andamiaje en el que se arrojó para
conseguir tal exquisitez innombrable como monstruosa del deseo, su
satisfacción.
Aunque cabría detenerse en un
detalle, ya que me parece que la diversión podría ser esa forma otra respecto
al trabajo, como si guardaran entre sí una relación de antónimos como
inarticulables donde el trabajo ha tenido como finalidad la producción de
bienes, como también a quien se dedica a ello, es decir quien trabaja, como
alguien útil, esto bajo esa herencia que para la cultura occidental nos
heredaron los griegos de la antigüedad con todo su devenir, para decirlo
rápidamente, pues el ocio, era y todavía me lo parece, como la representación
que daba identidad a la nobleza,
donde los esclavos eran esas personas que no podían no dedicarse a las labores
riesgosas y/o pesadas físicamente y/o del campo, como a actividades domésticas;
es decir como si por ser pobres, su condición fuese la del ser exclusivamente mano de obra, que ahora llaman
ejecutivos o algo parecido.
Pero como la relatividad es tan
plena, que ahora tenemos a nuestro servicio, hasta nuestra casa, sirvientes que
pueden darse el lujo de trabajar para nosotros, cuando lo demandemos, y habrá
ocasiones donde su servicio puede ser tan peculiar, que por ejemplo los
servicios sexuales, podrán poner en jaque no sólo la economía del demandante de
tales servicios, en cambio el servidor
de estos, podrá llegar en un auto de su propiedad, y del año en curso; y rentar
así su cuerpo hasta donde el poder de lo imaginario lo sostenga. Así la
dialéctica del amo y el esclavo, tendrá en consecuencia agregados en sus pies
de página... al vuelo,. pues no siempre la dialéctica se podrá sostener. Por
eso, creo que las perversiones, no son sino esa apuesta de la posesión, como
ejercicio de poder in situ e in vivo de lo inefable.
Ahora bien, actualmente hay tanta
producción y oferta de tantas cosas, de tantas posmodernidades que bien pudieran
ser inútiles si no estuviéramos enfrascados en la idea de que la venta como la
producción nos hace la vida mejor, así como si el desarrollo de la tecnología
fuese el leit motiv de nuestra
condición humana actual. Porque nos ahogamos en un mundo donde la gran mayoría
es pobre, pero con una sobre oferta de comida, que a veces es sólo basura,
porque estamos en un súper desarrollo tecnológico, donde los niños y adultos
"se divierten solos" con ipads o máquinas así, o bien, formamos parte
de ésa época (si es que así se le puede decir ahora) donde, estamos seguros que
ahora sí no sabemos a dónde o para qué trabajamos, si la diversión, está
regulada por un microprocesador. es decir, parece que ya no hay lugar para la
ocurrencia, pues ésta está siendo estrangulada como regulada magistralmente por
nuestro deseo de plenitud de control, o curiosamente sería mejor decir esa
forma de goce... perverso o bien, esa es una muestra de la cotidianeidad actual
(¿?).
Luego entonces, cabría decir, desde
la perversión que insistimos en poseer, eso que de suyo es inefable, por tanto
al apostar a poseer eso imposible por tener, controlar, o dominar su ser, donde
la frustración como su desilusión son inequívocas, tanto que podría ser parte
de la sinrazón de nuestro enorme
malestar de nuestra cultura, y vaya dificultad que eso genera para divertirse,
pues al parecer es ésa su falta en acto, porque la diversión es entrega a eso
que ocurre, sin expectativa de satisfacción calculada o anticipada, es ese acto
lúdico, que desde mi consideración, podría adquirir el grado de poema tal acto,
donde podría quedar anunciado a posteriori que hubo ahí un acto de escritura
que marcaría ése abandono del privilegio como de la fortuna, pues tales
categorías funcionan adecuadamente sí y solo si son para divertirse, pero no
para poseerse, ni para controlar.
Pues creo que justo porque la
regulación moral del ejercicio de tales simplezas se podría distinguir a la
perversión del ejercicio propio de la administración pública, pero como tal
parece que en lo general, no nos hacernos cargo de lo que a cada uno
corresponde, de uno a uno, según nuestra condición asumida, pues eso es una de
las imposibilidades de la vida, entonces
no podemos como cultura vivir sin gobiernos ni sin iglesias, puesto que
somos coparticipes en contubernio con esos actos perversos, por la apuesta de
un supuesto orden como de limpieza de nuestro mundo; pero resulta que ése
imperativo, sólo opera un poco en las avenidas principales, ya que las
secundarias por no ser tan visibles, son entonces, lugar de desecho y abandono
de sí y como del valor del otro, en tanto diferencia. Y ahí, podría sobrevivir
el sarcasmo y el dolo, donde la ironía sería la forma más amable de soportar la
podredumbre que nos habita como especie. Donde la diversión, sería esa forma
ingenua de sobrevivencia.
Por tanto, me es difícil pensar que
al tipo de trabajo que se refería Blaise Pascal, no fuera otro que el realizado
por la plebe, esclavos o servidumbre, y que por esta condición entonces requieren
trabajar para sobrevivir, donde el ocio sería no otra cosa, que su tímido
anhelo por alcanzarlo sin posibilidades reales, sin embargo la diversión,
estaría a su alcance, como respiro de solaz, pero no sin la descalificación de
que divertirse no tendría ningún efecto productivo materialmente hablando, como
tampoco indicaría nada bueno de quien
se divierte como alguien serio o que sea poseedor de eso que todavía llaman en
algunas escuelas y universidades como salud mental, que evidentemente conlleva
un precepto moral que no niega, es decir no hay ejercicio ético..
Hecho del cual, se pueden desprender
algunas puntualizaciones interesantes como la rapidez en determinar la postura
subjetiva psíquicamente hablando de quien se divierte, así como su valor moral
y demás adjetivos. Así sin más, de inmediato emerge como si tal nominación
desde el dictado del Otro, fuese su condición irrefutable. Es decir, no sólo es
difícil darse tiempo para divertirse sino además para preguntarse, y al parecer
son dos condiciones que atañen al sujeto del discurso en su relación con la
alteridad de manera franca y directa.
Propongo en consecuencia, con base
en lo ya dicho, que: quizá la diversión podría ser esa apuesta del ejercicio
discursivo no designado ni establecido, sino que se produce como ocurrencia, en
el sentido freudiano del término, devendría como función de bisagra entre lo
convenido social e institucionalmente por la moral y la ley, con la posibilidad
de anunciar una articulación de apertura a la alteridad como singularidad, y
por ende, del anticipo de un lugar como de una posible función del sujeto del
inconsciente, si es que esto produce un mínimo de dirección ética, pues ese
pasaje hace saber de esa producción sobre lo inefable del decir que al ocurrir,
hace reír pero también a veces, conmueve y hace llorar, pero no a todos, y no
es sólo por sensiblería, sino el sostenimiento de esa postura ética ( gozosa,
perversa o cercanas a ellas). Pero este tipo de diversión curiosamente dura,
sólo un instante, justo antes de que retorne la piedra a su condición, para
volver a problematizar o a gozar..
Decirlo todo lo anterior, sin
ambages y suponer que la diversión es sólo para entretener al infante como al
adulto para que sus costos como consecuencias de tal ejercicio no sean
considerables, suena bastante divertido para una escucha atenta, pero también
para un oído perverso, porque la angustia, como su sorpresa van de la mano, dado que parece que se divierten o
sorprenden de la caída del otro, cuando más bien ocurre que en el
advenimiento de la sorpresa produciría que su cálculo fallare, y que el otro se
preguntara sobre su deseo inefable, para poder leer que su lugar y función como
ése ser malvado e inhumano, es más bien, un ejecutivo de la orden del Otro,
para así poseer ése objeto que le fue prometido infantilmente como su juguete
predilecto, además de que ése objeto sería incólume en las posibilidades de
maltrato, o abuso para volver a reconstituirse caricaturescamente y sin fin,
siempre sin falta ninguna, como esa fantasía infantil, protectora como
destructora a toda prueba.
Sin embargo, podría argüir acaso que
el perverso se muestra como si leyera un texto donde todo es cálculo y medida,
que apenas se lee, porque lo lee como si fuera un recetario de fórmulas a
aplicar de manera ejecutiva, tal que lo inefable de la falta, como su discurso,
han sido y son esas referencias que por ser tan enigmáticas, generan ese deseo
de poseer su ser intangible, donde las palabras no son para hacer discurso,
sino que en la fantasía desbordada por aprehender eso, es que su ser consiste en la repetición calculada de la falta
donde la cercanía con la función del analista es tal que suponen que tienen
casi la certeza de lo que hablan, tanto que se ven caer en la intertextualidad
del canto de sirenas tan encantadoras ellas que sólo elevan su canto para hacer
saber que sólo son voz, que son ecos de voces tan añejas como tan inmemoriales,
que su representación aparece como divina, es decir fuera del registro de las
palabras como de las imágenes, pues quedan en falta como recurso para
aprehender esa coquetería, puesto que la coquetería como recurso de lo
femenino, bien podría ser otro nombre de la diversión, donde la maldad,
perversidad o como se le llame, se produce como esa oportunidad que tiene el
sujeto cada vez que se sorprende o descoloca (delirare o salirse del surco) por o para aprehender o no eso
inefable, por eso algunos requieren perder su lugar, para saber que lo tenían,
porque no lo poseían, sólo lo ejercían, pero no lo sabían, eso parece ser.
Por eso, este trabajo, no es otra
cosa que la enseñanza que la praxis de la ética nos muestra in situ la clínica, pues la ética desde
mi lectura, sólo se aprende en cada acto donde
deviene como sujeto a cada instante de su decir, en cada caída, en cada
sorpresa de lo no reconocido por sí mismo, para en consecuencia saberse otro,
desde ése lugar de la enseñanza de la diversión, pues es en acto, pues lo
inefable no se puede aprehender sólo se puede leer.
Entonces, el lugar del analista,
desde mi lectura, sería ése que al estar advertido de la imposibilidad que la
falta ofrece para su posesión, no puede no estar advertido de la importancia de
la diversión, justo para colocarse en ese lugar donde lo libertario del juego
de la ocurrencia, ofrece esa oportunidad para hacer saber de esas que hubieran
podido ser sus inscripciones, simplemente por ser leídas ya que cuando son pasadas por alto, no generaron
pregunta ninguna, ninguna sorpresa, entonces, pasa que la repetición será ése orden
a seguir indefectiblemente, pues eso está dictado para ser repetido, y mientras
más escrupulosa sea la repetición, mayor la exigencia de cumplimiento, y ahí
sí, al pie de la letra.
Por tanto, me atrevería a proferir
que el que inicia un análisis, sería ése que preguntándose por o de su falta, o
de su goce, entonces abriría la posibilidad de que pudiera advenir como ése
sujeto en falta, al dar cuenta de esa partición que bifurca su lugar en el mundo, donde por una parte, el goce sostiene
su oferta de que podrá alcanzar eso, ese
objeto que por faltarle sufre, pero que habrá siempre modos de recuperarlo,
como del deseo se asoman anticipadamente costos y consecuencias a asumir de ese
beneficio que ostenta, por hacerse
cargo de su deseo, pues la ganancia está en que sabiéndolo asumiría aunque no
le plazca esa letra que se inscribe en su cuerpo, para que de su lectura, pueda
hacer una vida, la suya.
Y precisamente será útil aquí la
figura de Sísifo, quien al dar cuenta del costo de subir y bajar con su piedra
se pueda detener antes de que la piedra vuelva a rodar hacia abajo, pues ése es
el instante de su pregunta, es el momento en que podría divertirse, aunque
fuese un poco, pues reírse de sí, es ése ejercicio donde no hay piedra ni
cuerpo, hay voz que ríe, porque como la risa descoloca, no sólo al que ríe,
sino al Otro, y ése poder de tal acto, no puede no tener algo de magia, donde
se escenifica en acto el abandono como la entrega a esa praxis, su carcajada
podría llegar entonces hasta cantar, bailar, brillar, pero si tal actuación es
señuelo y no entrega, eso se sabrá, pues ese acto pedirá siempre su costo, y si
no fue así, entonces, sólo tendría que asumir, que su acto fue una mueca, si
acaso. Aunque es evidente que lo puede denegar tal hecho, cuantas veces se le
demande, pues son tan legibles.
La diversión como el chiste por
decirlo de algún modo, patentizan en el acto mismo de su discursividad, la
caída no sólo del sujeto, sino la caída o evidencia de la falta del Otro;
aunque pareciese ésta, ya tan dicha, que sería suficiente con su enunciación,
pero evidentemente no es así. En principio, por la misma condición de caída o
de yecto-en-el mundo, dependiente o
en función de la alteridad, sea del lenguaje como de el otro encarnado o
divinizado, como ese ser en falta, errático, incierto, vulnerable, expuesto y
demás faltas que son precisamente lo que nos constituye como sujetos.
Lo que evidentemente le faltó leer a
Pascal y a muchos otros, fue el lugar de la falta como de la fractura, que en
esencia son la misma cosa, pero no podríamos pedírselo cuando el imperativo de
realidad en su época, era el religioso, tanto que trabajar como ocupaciones
habituales eran considerados del mismo registro que la diversión, es decir,
estaba prohibido pensar, discurrir, dialogar, preguntar eran actividades fuera
de lugar, puesto que todo estaba dicho, la verdad estaba escrita: "nacer, crecer, reproducirse como
especie y morir" .
Y claro, cuando está caída es la del Otro, no
es sin sorpresa, pues ante la fractura
de la repetición como de la insistencia de lo mismo, como discurso del amo,
ante lo cual es notable la emergencia del restablecimiento del orden
establecido religiosa y/o hasta científicamente hablando, y este
restablecimiento evidencia del trastrocamiento de la moral como esa
especularidad con la realidad social; para retornar a ese orden supuestamente
establecido, por lo tanto, hablar de estas cosas es muy serio pues van en
riesgo el sentido de la realidad, como de la conceptualización del deber ser,
que curiosamente están ahogándose hace tiempo, por lo menos desde la
instauración del supuesto orden que por ser de origen divino, no lo entendemos
todavía, los que habitamos este planeta, pues parece que como orden establecida invita a su transgresión,
que dicho sea de paso, es esa forma regulada de diversión que parece estar
regulada, por ese Otro, por eso, la palabra per-versión, no puede no ser
presentada aquí, está más que advertida en esto de lo humano, en tanto signado
o escrito, pues no lo leo de otra manera, al menos por hoy, en esta
temporalidad lógica.
Y este dictado, pareciera que
estuviera re-dictado por esa voz, que por no hacerse cargo de su singularidad, se construye como
institución, por ello el tono religioso es decir lo menos posible, porque es
desde su re-ligazón de la culpa para con la alteridad la invención de la
corresponsabilidad, pues esta pareciera que desde las teorizaciones de Freud,
es imposible de asumir como singulares, pues la "singularidad" se
podrá soportar sí y solo si, es compartida, mediatizada, edulcorada con los
matices de la alteridad, la compartición de la falta deviene entonces en ley,
en una de las formas de la repetición, eso que es insoportable saber cómo
asumir en tanto sujeto.
En ese punto el lugar como la
función del sujeto está por hacerse cada vez, pero cada vez es una
incertidumbre el sostén de su apuesta, o .de esa repetición dictada de otro
modo, como ese deber ser para la muerte sin pregunta, sin placer y sin
reflexión ninguna. Y que además es ese tiempo donde acuden como similares el
placer, disfrute, entretenimiento, recreo y demás; todas estas haciendo
referencia a hacer una pausa a lo que es
su status quo pro ante
Eso por una parte, pero por la otra,
pareciera que cuando el Otro habla, lo hace de manera tan hipócrita y mezquina,
que parece que requiriese indispensable, para asumir el costo de su palabra,
que la denegación perversa lo constituye, pues que los ángeles en su supuesta
pureza y candidez, serían necesariamente unos demonios, al estar advertidos de
que si tienen sexo, ya no tendrían diferencia etérea como identidad, serían
mortales y finitos.
Divertirse, y saber que la
diversión, puede ser una vía para hacer saber de sí, como del otro, quizá ya no
suene tan divertido para todos, divertirse como ese acto privilegiado de dar
cuenta de sí para ser otro, es propio de la función del sujeto, articulado en
esa construcción que nos construye, que es el lenguaje, pero
El perverso, parece que se divierte,
y hace como si estuviera cerca de la poesía, pero como parece que toma a las
letras como números, y no porque le guste el algebra, sino porque su parsimonia
es con referencia a no perder un estatus que tiene perdido a priori, pero como
de ello no quiere saber, sino más bien insistir en retornar a un pasado falaz y
fantástico de promesa por cumplirse sensible como instantáneamente, por eso los
posmodernos son bastante anticuados, y con una retórica paupérrima, para no
decir pobre, pobre con referencia a la riqueza del trato con el discurso de la
diferencia.
México D.F. Enero del 2015.
Juan Carlos Muñoz Bojalil
Conferencia
dedicada con todo mi afecto a Mireya Gamiochipi Cano.
A mi
amiga Wanda Weber, por su enorme trabajo argumentativo para este trabajo y por
sus ocurrencias sostenidamente lúcidas, por su amistad entrañable, y por su
ingenio y gracia incomparables.
Y a mi
amigo Manuel Centeno, porque nos divertirnos cada vez que lo encuentro tomando
el sol, y porque hablando con él, pude finalmente articular los elementos como
la deconstrucción de esta ponencia.
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