Conferencias en Avila (por orden de intervención). TRAICIÓN, DESEO Y GOCE EN TERESA DE ÁVILA Y SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ



Por Cristina Jarque

Esta noche quiero plantear algunos acontecimientos y abrir cuestionamientos entre dos mujeres que han sido motivo de gran análisis y reflexión a través de todos los tiempos: Santa Teresa de Ávila y Sor Juana Inés de la Cruz. Quiero intentar que descubramos juntos, a través de las reflexiones que traigo para ustedes, el hilo conductor que nos posibilite encontrar los caminos y los puentes que están conectados entre ellas, para acercarnos a circunscribir y develar el deseo que las habitaba. Para ello, por un lado, comentaré algunas reflexiones que me he planteado en torno a la vida y obra de Santa Teresa de Ávila, para, por otro lado, mirar ese paralelismo que quiero proponer en torno a la vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz. La primera, una monja española poeta que nace en 1515 y la segunda, una monja mexicana, poeta también, que nace aproximadamente un siglo después, hacia 1648. Escuchemos las palabras de Teresa: No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo. Fíjense ustedes en la fuerza que tiene esta frase. Quiero que se transporten conmigo al corazón de la capital italiana, que cierren sus ojos e intenten visualizar la Iglesia de Santa Victoria, ubicada en Roma, y que se imaginen por un momento que estamos allí, sentados en una de las sillas de la iglesia, mirando de frente la magnífica y espléndida escultura de mármol de Bernini. Allí está, delante de nosotros, brillando en todo su majestuoso esplendor, esa magnífica escultura que, como todos nosotros sabemos, engalana la portada del Seminario número XX, el dedicado al concepto de Goce de Jacques Lacan, esta escultura inspirada en el éxtasis de Santa Teresa. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios continúa el poema. me encanta esta palabra que usa Teresa, la palabra requiebro, porque evoca el quiebre, la fractura, la falla. Eso que nos pone en contacto con algo que se rompe y que por ello duele. Es muy difícil intentar transmitir esa sensación y por eso me parece muy importante tener la posibilidad de decirlo aquí, en voz alta esta noche en esta tierra que vio nacer a esta gran poeta. Porque hace 500 años, la pluma de la monja dejó plasmado lo que constantemente tratamos de transmitir sobre el difícil y complicado concepto de goce en la teoría lacaniana. Bien dijo el mismo Lacan que los artistas nos llevan la delantera cuando se trata de poner en palabras lo que tiene que ver con el descubrimiento freudiano, es decir, todo lo relacionado con el campo de lo inconsciente. Lacan también nos advierte que ese goce femenino lo sienten algunas mujeres, aunque no todas y además (nos dice él) que las mujeres que lo sienten no saben cómo explicarlo ni cómo dar cuenta de ello. Veamos entonces cómo nuestra querida Teresa lo explica, cómo, con esa magistral creatividad poética tan suya, nos pone de manifiesto y nos coloca frente a los ojos una sensación: la sensación de ese goce que ella sentía. Dice que los días que duraba esto andaba como embobada, ¡lindo! Me parece a mí poder escuchar esta frase. Embobada, que denota algo del enamoramiento, algo del embeleso. Pero al mismo tiempo nos advierte que no es algo puramente placentero. ¡No! Lejos está de serlo pues dice ella no quisiera ver ni hablar, sino abrazarme con mi pena que para mí era mayor gloria que cuantas hay en todo lo creado.

JUANA DE CASTILLA Y TERESA DE AVILA: PASION SIN LÍMITES




Por Lola Burgos

            Lacan en 1967 dice una de sus frases impactantes y paradójicas: “el loco es el verdadero hombre libre”. ¿Libre de qué?  nos preguntamos. Lacan mismo lo explica, y dice que el loco es el que está libre del Otro, tanto en mayúsculas como en minúsculas porque no tiene nada que pedirle. Para mostrar lo complicado y para implicar al discurso psicoanalítico en las vidas de Juana y Teresa como vidas regidas por la pasión sin límites, me apoyo en los orígnes conceptuales de esta frase impactante de Lacan  y en las dos operaciones lógicas que utiliza él mismo para la concepción del sujeto: la alienación y la separación.            Ya en 1946 en “Acerca de la causalidad psíquica”, Lacan afirma: "Lejos pues, de ser la locura para el hombre el hecho contingente de las fragilidades de su organismo, es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia. Lejos de ser (la locura)"un insulto" para la libertad, es su más fiel compañera: sigue como una sombra su movimiento. Y el ser del hombre no sólo no se puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre sino llevara en sí la locura como límite de su libertad"
            Pero es en 1967, cuando en una conferencia que dirige a los psiquiatras en el Hospital de Saint Anne, Lacan expresa:
“Bueno entonces, para explicarles las cosas simplemente, hay hombres libres y
como lo dije desde siempre, porque lo escribí en el Congreso de Bonneval, los hombres libres, los verdaderos, son precisamente los locos. No hay demanda de objeto a porque él (el loco) lo tiene. Por ejemplo es lo que él llama sus voces. Y por lo cual ustedes están angustiados en su presencia y con toda razón, porque el loco es el hombre libre”. 
1967 es también el año en que Lacan se dirigía a elaborar la teoría de sus cuatro discursos, y fue cuando definió al discurso como lazo social. El loco es libre porque no tiene ataduras, no hace lazo social, no tiene el vínculo(libidinal, que diría Freud) con los otros semejantes ni con  el mundo exterior, también entendido el Otro como el Otro simbólico, de ahí que haya forclusión del nombre del padre, es decir que falte la ley del significante que hace corte entre lo exterior al sujeto  y lo interior del sujeto. Podemos decir que en el loco, el otro-Otro no existe para él. Pero el loco no está libre, ni mucho menos, de su mundo interior, de su Ello y de su Superyo, utilizando terminología freudiana, no está libre de su inconsciente, en tanto este inconsciente lo define Lacan como éxtimo, es decir, en tanto vivenciado como ajeno, exterior, pero a la vez algo que es íntimo del sujeto, algo que podemos llamar también en términos de Lacan, el goce Otro, esa pulsión de muerte que anida dentro del sujeto que al ser vivida como ajena es incontrolable. Y fijense que es este goce otro, esta extimidad,  lo que irrumpe, lo que sale al exterior para el loco, al lugar que está vacío y que tenía que estar ocupado por los otros o por el Otro simbólico, y que es vivido por el sujeto loco como alucinaciones o como delirios sin estructurar.