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Próximamente, libro PULSIÓN.
Prólogo
Emmanouil Konstantopoulos
Cuando mi fiel amiga y colega Cristina Jarque me honró pidiéndome que escribiera un prólogo ( πρόλογος , προ - λόγος , que introduce el discurso) sobre el concepto freudiano de pulsión, hay un empuje, un motivo, un movimiento, un destino. ¡Uno podría decir! ¡Porque es impulsivo escribir sobre pulsión y específicamente para colegas fascinantes como los que forman el equipo de LaTE!
Entonces, es cierto que Freud escribió, entre el 15 de marzo y el 4 de abril de 1915 , este texto “Pulsiones y destinos de las pulsiones”, pilar de su “bruja metapsicológica”, pilar de su propia criatura que es el psicoanálisis mismo, dando a la noción de la pulsión, sino según nuestra hipótesis al propio psicoanálisis, ¡su destino! “La pulsión (Trieb) se establece desde el principio como un “concepto fundamental” (Grand-begriff) de la teoría psicoanalítica, al igual que el concepto de “masa” para la ciencia física. Aquí como allá, se trata de un concepto “convencional”, pero que necesariamente debe ser prepuesto para desarrollar el resto, como un a priori concreto . Este inicio constituye la plataforma epistemológica de la Metapsicología . “Las “pulsiones”, entidades metapsicológicas, adquieren durante la escritura de este texto una especie de vida, tanto a través del retrato que se les pinta como a través de los “destinos” que experimentan, de los cuales el cuadro elaborado por Freud reconstruye un tipo de dramaturgia .
Para nosotros, existe una encrucijada donde los grandes textos de la mitología y la dramaturgia griegas y los posteriores "acuerdos" con los latinos se encuentran con la epistemología freudiana incluyendo, entre otras cosas, la relación de una ciencia que Freud avanzó con la filosofía y las ciencias naturales cercanas a ella. Su tiempo. Es en este campo de encrucijada donde Freud, no sin dificultad, constituirá su propia criatura, su psicoanálisis. La pulsión, introducida por el propio Freud en el momento de mayor madurez para la definición de lo que se convirtió en la epistemología freudiana, se impone como una noción-destino que da al psicoanálisis la clave de su eternidad.
Desde entonces, cualquier excitación biológica, psíquica, patológica, estética, morfológica, epistémica, social, individual, endógena o exógena se verá obligada a afrontar su propia "suerte metapsicológica" para encontrar o no su destino pulsional. Como explica muy precisamente Paul-Laurent Assoun, podemos “entender la pulsión en el sentido analítico como una invención mitológica” . Pero precisamente “invención mitológica” no en el sentido de una “historia imaginaria”, una “expresión alegórica”, una “construcción de la mente” o un “fruto de la imaginación” sino, al contrario, como “la realidad misma de la psique inconsciente” .
Entre lo psíquico y lo somático, la pulsión es planteada por Freud como una noción de “encrucijada”, como una noción de “límite”, ¡o incluso como una noción de “destino”! Lo que empuja a la pulsión hacia su propio destino como pulsión son, inicialmente, sus cuatro parámetros que la caracterizan: el empuje, la fuente, la meta y el objeto. En segundo lugar, lo que Freud designa como destino de la pulsión son los mecanismos de defensa del mundo inconsciente: represión, inversión sobre la propia persona, inversión en lo opuesto y sublimación. Freud clasifica las pulsiones básicas como “pulsiones del yo” o “pulsiones de autoconservación” y “pulsiones sexuales”.
Para evitar cualquier psicologización de esta noción, pilar del psicoanálisis, "entre la mitificación y la aplicación", debemos avanzar en las investigaciones, especialmente con Lacan, creando una noción análoga en peso e interés clínico y epistemológico. Y esta noción no es otra que el deseo. Evitando cualquier comparación superflua entre Freud y Lacan, que buscaría saber si este último quería hacer avanzar su propia metapsicología con la noción del deseo y sus destinos o del deseo como destino, un interés muy imponente nos invita a respetar una comprensión ampliada y diferencial para comprender cómo la pulsión y/o el deseo son captados por sus destinos a través de las nociones de objeto pulsional, para Freud, y de objeto a, para Lacan.
Para Betty de Kitty.
La última vez que te vi.
Cristina Jarque
Para Betty de Kitty. Toledo, junio de 2024.
He encontrado una fotografía en el baúl de los recuerdos, estamos tú y yo en Puerto Vallarta. Me ha hecho pensar en aquel tiempo, hace ya la friolera de 39 años, cuando vivíamos una al lado de la otra, en aquellos preciosos condominios de Irrigación, en nuestro México querido. Corría el año de 1985 y recuerdo que la ventana de tu sala daba a la ventana de la mía, así que cuando no podíamos vernos en persona, hablábamos por teléfono, mirándonos a través de las ventanas de nuestras salas. Aquel día, fue la última vez que te vi. Colgaste el teléfono y me tocaste la puerta, venías en pijama, era tarde pero tenías que decirme algo muy importante y querías hacerlo en persona. ¡Era una noticia preciosa! ¡Yo estaba muy feliz por aquel logro tuyo! ¡Era un gran triunfo! Te abracé fuertemente y lloramos de alegría. Después te vi meterte en el ascensor, nos enviamos besos con las manos, las puertas del ascensor se cerraron llevándose consigo a una de las personas más importantes de mi vida. Ya no volví a verte consciente, los días después del accidente fueron una eterna pesadilla, me la pasaba todo el día en el hospital, siempre a tu lado, pero ya nunca despertaste. Ahora que lo veo desde la distancia, comprendo que la nostalgia que me invade se siente como un eco constante en el corazón, una mezcla dulce de recuerdos que deseamos que vuelvan pero que sabemos que ya nunca volverán. Tu muerte me dio la fuerza para irme lejos de aquella mentalidad retrógrada que nos asfixiaba. Los espíritus libres tenemos que volar porque si no volamos, nos quedamos atrapados y no logramos sobrevivir. Por eso, a ti, mi querida Betty, te he dedicado gran parte de mis libros. En ellos he querido darte voz, porque tu voz es la de muchas mujeres. Yo fui tu confidente, tuve el privilegio de escuchar tu voz y supe guardar en mi corazón tu fuerza. Esa fuerza enorme, la que posee un espíritu libre, la que tiene un alma femenina rebelde que nació adelantada a su época. Recordarte es recordar nuestras risas compartidas, nuestras confidencias a medianoche que se prolongaban muchas veces hasta el amanecer. Extraño los maravillosos momentos de apoyo mutuo en aquellos tiempos tan difíciles y complejos que vivimos y padecimos juntas. Éramos "las locas", "las rebeldes", "las ingobernables". ¡Ojalá en aquellos tiempos hubiéramos sabido que aquello por lo que luchábamos iba a convertirse en la lucha de muchas otras mujeres! Pero no lo sabíamos y tuvimos que cargar con los juicios de una sociedad, y de una familia, que nos condenaban al ostracismo y nos marginaban. O cambiábamos, ¡o cambiábamos! No había otra opción... ¿Por qué? Porque éramos espíritus libres y no encajábamos en aquellos cánones ideológicos, en aquella tiranía. Extraño tu presencia, tus abrazos que me ofrecían un gran consuelo y una calidez inigualables. La nostalgia es un viaje emocional que nos lleva a revivir anécdotas entrañables. Es un sentimiento que, aunque agridulce, reafirma el lazo inquebrantable que nos une con alguien, independientemente de la distancia, el tiempo o la muerte. Tu partida dejó un vacío imposible de llenar, pero tu recuerdo vive en cada rincón de mi ser. La nostalgia se cuela en los días grises, pero también en los momentos de felicidad, recordándome tu presencia constante y amorosa. Siento tu ausencia como un eco persistente, pero también encuentro consuelo en los recuerdos que atesoro. Cada instante que vivimos juntas es una joya en mi corazón, un testimonio del amor inquebrantable que compartimos. Aunque ya no estás físicamente, sigues siendo mi prima, mi amiga, mi hermana del alma, mi confidente y mi inspiración. Te extraño, prima querida, pero siempre te llevo conmigo, en cada pensamiento y en cada suspiro. Mientras yo viva, tú también vivirás en mis recuerdos y en el amor eterno que nos une.