"Cuando el editor hace de límite" por Cristina Jarque

 

Cuando el editor hace de límite
Cristina Jarque
La película "El editor de libros" (título original Genius 2016 en Filmin) fue dirigida por Michael Grandage. La historia nos cuenta la relación entre el escritor Thomas Wolfe y su editor Maxwell Perkins (interpretados por Jude Law y Colin Firth). Es precisamente esa relación (editor y autor) la que me permite reflexionar, en este texto, sobre el conflicto entre la palabra, el deseo y el cuerpo. Thomas Wolfe nació en 1900 en Asheville, Carolina del Norte, fue hijo de una madre dedicada a una pensión y un padre cantero. Su infancia estuvo marcada por la inestabilidad, la ausencia del padre y la muerte temprana de un hermano. Wolfe dice que su infancia produce en él, una sensibilidad al pasado, al dolor y a la pérdida. Su obra más conocida, Look Homeward, Angel (1929), reconstruye esa infancia a través de Eugene Gant, que es el personaje principal. Sabemos que en la psicosis, el sujeto intenta reescribir su trauma originario, buscando en la palabra lo que perdió en lo real. Por eso, para algunos escritores, como Wolfe, la escritura no es un simple medio, sino una necesidad vital. Su prosa desbordante, su lirismo intenso, reflejan un deseo irrefrenable de dar forma (con palabras) a la experiencia: la pérdida, la memoria, el sufrimiento, las relaciones familiares. Podríamos decir que Wolfe busca en el significante un soporte simbólico para lo real. Pero ese intento de inscripción simbólica es tan voraz y tan ilimitado, que se desborda. Al ver la interpretación que hace Jude Law de Wolfe, podemos notar la angustia de ese "estar desbordado". Tiene una incapacidad para detenerse, es decir, no sabe cómo parar. Algunos biógrafos relatan que tenía un deseo insaciable de escribir, de hecho, escribió manuscritos de más de un millón de palabras. Cuando cayó enfermo, fue diagnosticado con lo que se describió como “tuberculosis del cerebro”. También se dijo que tenía tumores en el cerebro e incluso se le diagnosticó como enfermo mental. Murió en 1938 a los 37 años. Hay quienes piensan que esa “tuberculosis del cerebro” se puede leer como una metáfora de la fractura del sujeto, es decir, que el lenguaje devoró al cuerpo. En esta historia me interesa, especialmente, la relación con el editor, Maxwell Perkins, pues este hombre tiene para Wolfe la función de límite. El editor funcionó como un sostén simbólico que evitó, en un principio, que Wolfe se desbordase. Max recortaba, moldeaba y contenía la prosa salvaje de Wolfe y esto era lo que actuaba como límite. Pero cuando Wolfe rompe con Max, además de romperse la amistad, se rompió también el equilibrio: la pulsión creativa quedó sin contención y el vacío simbólico produjo un cuerpo enfermo, agotado y moribundo. Thomas Wolfe luchó por nombrar su dolor mediante la escritura y, mientras el editor está a su lado, la escritura logra salvarlo, pero cuando se queda solo (abandonado por el padre que hace de límite) entonces el lenguaje lo invade. Lacan dice que “no hay metáfora del falo que garantice el cuerpo”. La película es maravillosa porque nos enseña la vida de un sujeto atormentado que crea una literatura de sombras y paisajes interiores, de urgencia vital y de melancolía ancestral. Es un testimonio del conflicto del sujeto cuando pierde el sostén psíquico que lo precipita al vacío.

Cruce de Acusaciones. ¿Violación o venganza? Por Cristina Jarque.

 

¿Violación o venganza?
Cristina Jarque
Cruce de acusaciones es una película alemana (Filmin 2024) dirigida por Matti Geschonnec. Esta película nos confronta a hacer una profunda reflexión sobre los peligros que existen cuando ocurre un encuentro amoroso apasionado. Al escuchar a Katharina nos interrogamos: ¿Esta mujer habla de una violación después de cuatro años de relaciones adúlteras? Sabemos que Katharina es una exitosa presentadora de televisión y Christian es un poderoso empresario, también de éxito. El punto importante es: ¿quién dejó a quién? Ella dice una cosa y él dice otra. Las versiones no cuadran y por ello estamos ante una historia que nos hace reflexionar acerca de lo complicado que resulta creer que entendemos lo que ocurre en cuestiones de amor y sobre todo de pasión sexual. Christian permanece callado hasta el final del juicio. Cuando toma la palabra, deja pensando al espectador. ¿Ha sido una venganza de ella, o es él quien miente? Y aquí la película lanza su dardo final: la palabra “venganza” no clausura nada. Abre, más bien, un abismo. Porque si Katharina miente, ¿lo hace para castigar el abandono? ¿O para restaurar una dignidad herida? Y si, en cambio, dice la verdad, ¿por qué necesitó cuatro años para pronunciarla? El filme nos confronta con esa zona gris donde la pasión (cuando se mezcla con poder, dependencia y rencor) puede torcer la percepción de lo vivido hasta volverlo irreconocible incluso para quienes lo protagonizaron. En este tribunal simbólico, lo perturbador es que la película no revela un veredicto judicial. El guion no ofrece una "verdad oficial" sino que deja en manos del espectador la decisión de creer una versión u otra. Lo que es un hecho, es que queda claro que, muchas veces, nada es lo que parece.

Sobriedad amenazada por Cristina Jarque.

 

Sobriedad amenazada
Cristina Jarque
La presión social para beber alcohol es una forma de violencia silenciosa, especialmente contra quienes han elegido (o necesitan) ser abstemios. En estas épocas, de fiesta y de brindis, escuchamos frases como: “no me fío de los que no beben alcohol”, o "brindar con agua es de mala suerte". Son frases que descalifican y expulsan, a las personas abstemias, de la comunidad. Para quienes han librado batallas reales contra la bebida, esa presión cotidiana puede convertirse en una amenaza a su sobriedad, una especie de sabotaje social que minimiza el esfuerzo que implica mantenerse a salvo de una adicción. A veces, quienes más se burlan e insisten en obligar a beber, son alcohólicos que no aceptan su dependencia al alcohol. Lo preocupante es que esa normalización no proviene únicamente del entorno íntimo. Cuando figuras de gran influencia cultural, normalizan el hábitos de beber en exceso, el mensaje se carga de autoridad. Como por ejemplo, un reconocido cineasta mexicano, que actualmente está saliendo constantemente en las redes sociales, ha declarado en una entrevista que se va a ir a “poner pedo” con sus amigos. ¡ Menudo mensaje de ídolos de barro! En adultos ya formados puede sonar anecdótico; pero para jóvenes que admiran a estos creadores, puede convertirse en una invitación a unir creatividad, camaradería o éxito con la borrachera. No es que un artista no pueda tomar, sino que la celebración pública del exceso contribuye a reforzar un imaginario donde beber hasta perder el control es gracioso, inofensivo o incluso admirado. El resultado es un clima social que no solo dificulta que los abstemios sean respetados, sino que también empuja a los jóvenes a asociar la pertenencia con el consumo, perpetuando ciclos de normalización del alcoholismo que luego se presentan como elecciones libres, cuando en realidad son el efecto de una presión constante e invisibilizada.
 

 

Cristina Jarque en Toluca.

 

TOLUCA. Videoconferencia sobre LA MADRE ESTRAGO, el domingo 14 de diciembre 12h de México.
Consideraciones
Conforme fui construyendo la escritura del libro "La madre estrago", las ideas han ido surgiendo, sostenidas siempre por el motor del mismo deseo: el deseo de poder transmitir, el abanico de posibilidades, que se abre ante un sujeto que decide emprender un tratamiento psicoanalítico.
Es sabido, que los psicoanalistas hablamos desde un lugar que no sólo se ubica en el discurso teórico; por el contrario, el verdadero lugar desde donde se habla, es desde ese lugar que se ocupa, cuando se ha pasado por la experiencia analítica personal. Dar cuenta de lo que ha ocurrido en un análisis, es la tarea que me he propuesto llevar a cabo mediante esta escritura, pues sabemos que lo que conlleva, son cuestiones particulares, que no se repiten de la misma manera de un caso a otro caso. Las consecuencias de un análisis, son resultados singulares, que se van dando en cada paciente, por eso decimos que, tanto efectos, como consecuencias, son una cuestión exclusiva de cada quien. Sin embargo, lo que si es cierto, es que podemos observar que al final de un análisis, se puede percibir un estilo propio de cada sujeto, que se nota en su particular manera de vivir la vida después de haberse analizado. Es por eso, que muchas personas hablan de un antes y un después de la experiencia analítica, porque hay una modificación en las actitudes de los sujetos, que es a lo que hemos llamado la rectificación subjetiva. La rectificación subjetiva, implica precisamente, una transformación del sujeto en relación a su particular manera de vivir la vida, de amar, de sufrir, de enfrentar los obstáculos y los problemas que acarrea la existencia humana, tal como la concebimos a partir del lenguaje, en el que todos los sujetos vivientes, estamos inmersos. En este libro, he querido hablar del estrago materno, porque, a través de mi experiencia clínica, he podido constatar que la influencia del padre y de la madre, va más allá de las personas que encarnan esas funciones para los hijos. Lo que quiero decir, es que, el padre y la madre, ocupan una función y un lugar que son fundamentales en el desarrollo psíquico del hijo, y como hemos podido constatar en todos los casos que estoy presentando, una de las funciones que tiene la madre, es la de tener el poder enorme de transmitir la figura paterna, de autoridad y de ley para los hijos. Por eso hablo del estrago, como ese daño, esa devastación que viene de la estructura parental propiamente dicha, pues abarca la relación que preexiste entre la madre y el padre, es decir entre la mujer y el hombre que van a engendrar al hijo, además de la relación que preexiste entre ellos dos, con sus propios padres. Como se ha podido advertir, la historia psíquica de un ser humano, va a estar vinculada a una novela familiar que abarca varias generaciones y que va a ser transmitida en el discurso, a lo largo de la vida del sujeto en cuestión. Esas palabras que se dijeron, esconderán significados enigmáticos en esos agujeros del discurso mismo, es decir, en lo que llamamos el entre líneas, que son los significados de aquellas palabras que no se dijeron, que se quedaron en silencio, pero no por ello, ausentes. Es el entramado, el conjunto de hechos determinados que rodean la vida del sujeto y que van a marcarlo y a estructurarlo, tal y como hemos podido dar cuenta en los casos presentados en este libro. Estos casos, son casos anónimos, y si llegamos a sentirnos afines a alguno de ellos, es porque, al final de cuentas, la experiencia del sufrimiento humano, tiene varios puntos de afinidad, como todos podemos constatarlo, día tras día. Es mi deseo que, ciertamente, existan muchas personas que al leer este libro, logren identificarse a alguno de estos casos, para que de esa manera, puedan comprobar, que hay salidas y hay soluciones sanas al estrago, a la devastación, al sufrimiento intenso y turbulento que se produce en el interior de ciertas almas atormentadas y fracturadas. Porque, aún cuando en algunas ocasiones, creamos que ya no tenemos escapatoria, aún cuando pensemos que todas las puertas se han cerrado, siempre hay una luz, si es que nuestro deseo es querer verla. Quiero finalizar con una frase que escuché de labios de Don Pedro Juan, un hombre que tuvo el privilegio de vivir conforme a su deseo. La frase no es de él, pero a mí me ocurre, como a todo el mundo, que al haberla escuchado de sus labios, se la he adjudicado:
"No dejes que las lágrimas de la noche, te impidan ver el amanecer, porque al final de cuentas, siempre tenemos la posibilidad de encontrar nuestra verdad, mediante un profundo análisis de las cosas".
 

 

Cartel en Toledo. Leer a Freud. DOS MENTIRAS INFANTILES.


 

Cartel en Toledo. Leer a Freud. "Dos mentiras infantiles" a cargo de Susana Alcalá. ¡Ha sido un cierre de curso precioso!
Consideraciones
El texto explica que algunas mentiras infantiles no son simples imitaciones de los adultos, sino expresiones de conflictos afectivos profundos. En el primer caso, una niña de siete años toma dinero del padre para comprar pinturas, pero su gesto tiene un significado inconsciente: "tomar dinero equivale a ofrecer amor", aprendido en experiencias tempranas con una niñera y un médico. Al ser descubierta, vive el castigo como un "rechazo amoroso", lo que marca su carácter y su futura relación angustiada con el dinero.
En el segundo caso, otra niña miente para "engrandecer la figura del padre", a quien idealiza y del que depende emocionalmente. Sus engaños buscan defenderlo de la realidad de sus limitaciones. Ambas historias muestran que ciertas mentiras infantiles ocultan una verdad inconsciente y que anticipan conflictos psíquicos y síntomas que se desarrollarán en la edad adulta.

Próxima reunión de cartel: miércoles 14 de enero 18h.

 LaTE. CARTEL EN TOLEDO. Leer a Freud. PERSONAJES PSICOPÁTICOS a cargo de Carmen Soto. (Miércoles 14 de enero 18h).
Introducción
Cristina Jarque
En "Personajes psicopáticos en el escenario" (1904), Freud plantea que el teatro funciona como un laboratorio donde el inconsciente puede circular con una libertad que no ocurre en la vida diaria. Cuando el espectador se enfrenta a un personaje que actúa sin frenos (un villano sin culpa, un antihéroe entregado a su deseo, alguien que desafía normas morales, religiosas o sociales, es decir, un transgresor) ocurre un fenómeno de identificación paradójica: el público goza con aquello mismo que condena. Freud observó que estos personajes encarnan pulsiones que el neurótico reprime: agresiones, deseos sexuales prohibidos, fantasmas de desobediencia o venganza. Son figuras que se aventuran en territorios que "el Pepito Grillo" interior vigila y censura. Se vuelven fascinantes, precisamente, porque no muestran culpa ante lo prohibido. Su libertad, tan temida como anhelada, produce un efecto de alivio psíquico en el espectador. Es un otro quien realiza y padece la acción, y ese desplazamiento permite al sujeto gozar sin sentir que traiciona sus principios. El escenario es, en ese sentido, una especie de “espacio de transferencia” donde el deseo reprimido encuentra un modo de manifestarse sin consecuencias. Freud subraya que esta identificación es un mecanismo profundamente inconsciente. Lo que el yo rechaza, el teatro lo devuelve bajo la forma de un personaje ajeno, otorgando al espectador un permiso secreto para asomarse a su propia sombra. El encanto de estos personajes no proviene de su maldad, sino de su capacidad para vivir fuera del cerco neurótico. Representan una versión liberada del deseo, una posibilidad intolerable en la realidad pero permitida en la ficción. De este modo, el teatro se convierte en un lugar donde el público explora zonas prohibidas de su psiquismo, desplazando la responsabilidad a ese otro que encarna la acción. La escena autoriza al inconsciente a mostrarse. Y al identificarse con quien no conoce límites, el espectador encuentra, por un instante, el eco de su propia verdad reprimida. Es en ese espacio intermedio (entre la fascinación y la repulsión) donde Freud sitúa el poder del drama: permitir que lo inconsciente hable a través del cuerpo y la voz de un personaje que, sin saberlo, está representando también al público que lo observa.