El lugar del deseo en la formación del analista
Por Cristina Jarque
Verónica vino a análisis cuando a su hijo de un año de edad
le diagnosticaron síndrome de déficit de atención con hiperquinesia. La demanda
de análisis se estableció a partir de que ella perdió el control no sólo de su
maternidad sino de su vida en general. En el transcurso de las primeras
sesiones Verónica pudo constatar que la
vida que estaba viviendo no estaba de acuerdo con su deseo. En un primer
momento nada apuntaba a que ella tuviera el deseo de devenir psicoanalista. El
transcurso del análisis de Verónica transcurría orientado hacia la comprensión
de los síntomas, el enlace de las transmisiones inconscientes, el
desciframiento de los sueños y el entendimiento de la organización discursiva
de su historia de tal manera que poco a poco el sujeto iba percatándose de los
significantes que habían determinado su lugar en el mundo. Hasta un preciso
momento que es cuando en el análisis de Verónica un significante se introdujo
en lo real.
Parafraseando a Lacan, Néstor Braunstein lo comenta en su artículo La herejía del eterno retorno publicado
en el libro El tiempo, el psicoanálisis y los tiempos: Cito: En el tratamiento analítico se gira. No hay
sino dar vueltas en redondo. Como los astros. Pero en ese girar se introduce
una diferencia. El momento donde se introduce un significante en lo real.
El significante que se introdujo en lo real fue la voz. Verónica relataba cómo
la hiperactividad de su hijo la angustiaba, pero no podía poner en palabras la
causa de la angustia. Hasta que surgió la frase "una voz que nadie quiere
escuchar". En ese momento el sujeto tiene una reacción de perplejidad. El
llanto cesa y la mirada se orienta hacia el interior de su ser. El corte de la
sesión a los 10 minutos de haber llegado confunden al sujeto que en un primer
momento se va enfadada pero abre el cuestionamiento de la causa de haber
interrumpido la sesión tan pronto.