INTERVENCION EN EL CONGRESO DE LA FEP EN ROMA 2014



LA TRANSFERENCIA EN LA FORMACION DEL ANALISTA
Por Lola Burgos
Si atendemos, por una parte, a la definición más popular de lo que es transferencia, que más o menos dice “uno se enamora del analista” y por otra, a la definición más popular entre los analistas lacanianos que es la que dice  que la transferencia es “suponer el saber al analista”, se puede entender mejor porqué me causó tanta sorpresa e impresión, ( es decir algo del lado de lo traumático) la intervención que tuvo uno de los analistas por lo que transité. Cuando ante mi comentario, en los albores de mi  propia autorización para atender pacientes, que versaba sobre cómo hacer para que los pacientes tuvieran  más transferencia conmigo, la intervención de aquel analista fue del orden de que la tranferencia se da o no se da, es estructural. Ante eso yo entendí, mi trauma fue, que hiciera lo hiciera, dijese lo que dijese no iba a valer para nada, porque unos pacientes sí tendrían transferencia conmigo y otros no. Está situación, en una mirada superficial, me tranquilizó porque  me liberaba de cualquier trabajo, responsabilidad, extra que tuviera que hacer para facilitar el trabajo del paciente,(aspecto que es coherente con el supuesto enamoramiento que yo tuviera sobre este mi analista); pero en el fondo me daba rabia porque no podia quedarse la cosa ahí, uno podría hacer algo o dejar de hacerlo para retener a los pacientes (aspecto que me llevaba a empezar a dudar del analista).


Hubo un momento posterior con este anlista en el que intervino diciéndome que no tuviera miedo a utilizar mi poder transferencial ante una situación en la que un familiar me pedía consejo sobre si en una situación de divorcio era adecuado acudir a terapia, y yo en ese momento ante ese familiar no me comprometí.
Desde ahora visto, puedo entender que con la primera intervención que me causó trauma, se me abrió una “falla en el saber”: yo quería ser carísmática, quizá imbuida más en un furor sanandi para ayudar a los pacientes, que en utilizar el poder de sugestión.
Decir que algo es estructural, desde nuestra perspectiva, es decir que nadie tiene la solución y que quizá en esto radica la fuerza de los analistas, esto es, el lado socrático de los analistas que ofrecen preguntas como soluciones. Lacan dice que es imposible eliminar los fenómenos de la transferencia ya que es constitutiva y se manifiesta siempre en relación a alguien con quien se habla.
A su vez, Lacan nos pone en alerta ante las diferencias entre la transferencia y la sugestión: utilizar el poder de sugestión significa intentar imponer al analizante un saber adquirido por el analista, y ocupar un lugar de prepotencia, un lugar de saberlo todo, en suma, ocupar el lugar del Otro. Ante esta situación lo que ocurre es que muchas veces el paciente responde con la llamada transferencia negativa, o contratransferencia, que es en realidad la resistencia del analista al propio deseo del paciente, resistencia a mantener abierto el circuito del deseo.
Esa “falla en el saber” tiene que ver con la pasión de la ignorancia que Lacan dice es la que mejor le iría al analista, es decir, se trataría de que el analista sepa ignorar lo que sabe cuando se pone delante de un paciente. Eso de saber ignorar lo que se sabe, no tiene que ver con la ignorancia crasa, con el déficit de saber, sino que el saber que elaboramos, que adquirimos, que aprendemos, nos viene a señalar, a indicar el no-saber, lo que nos queda por saber, que no es la negación del saber, sino la forma más elaborada del saber (solo sé que no se nada).
Con los dos momentos de intervención, entendí que ni se trata de buscar fans, de provocar furor, de mostrar el valor apostólico del analista haciendo ostentación de las propias virtudes y/o méritos, ni tampoco mostrar “la apatía del analista” siendo un espejo puro, sin accidentes, porque entonces se corre el riesgo de que la experiencia analítica se viva como “la del doble”, arriesgandose a provocar  horror y angustia incontrolable, dando lugar a la huida del paciente.
Freud decía que el propio análisis representa el medio más apropiado para adquirir la convicción de la existencia del inconsciente y experimentar las vicisitudes de la transferencia; resultando por ello de tránsito ineludible para todo aquél que pretenda conducir a su vez la experiencia.
Podemos señalar tres modos de pensar la transferencia desde Freud y Lacan, enumerando los aspectos que resaltan cada uno de ellos en diferentes momentos de sus respectivas enseñanzas:

-La transferencia desde el punto de vista imaginario, que tiene que ver en la perspectiva freudiana con los primeros tiempos del psicoanálisis, donde la transferencia se presenta como sorpresa ( Caso Ana O. y Breuer), como obstáculo, como repetición, como identificación con el analista, y desde la perspectiva lacaniana como lo imposible de decir, como resistencia del analista.
-La transferencia desde el punto de vista simbólico, que desde la perspectiva freudiana se trata de no responder a la demanda de amor (sino sostenerla), de atemperar el furor sanandi, de reglamentar la formación por la vía de la estandarización, y desde la perspectiva lacaniana se trataría de pensar el psicoanálisis como una experiencia dialéctica en la que prima el diálogo socrático, y de tomar conciencia de que el analizante coloca al analista en el lugar del Sujeto supuesto Saber.
- Y la transferencia desde el punto de vista real, donde Lacan pone de manifiesto que la transferencia también es la puesta en acto de la realidad sexual del Inconsciente, (cuando señala que el analista acaba ocupando el lugar de objeto a, intentando un saber hacer conlo imposible construyendo a partir de ahí la solución misma,) y señala también que la transferencia debe ejercerse en dos vertientes: el saber ocupar el lugar el objeto a, que es un saber arrancado al fantasma, y el saber hacer, que es un saber hacer con el síntoma. Otra forma de decirlo, vislumbrar la transferencia como un acto creador, algo que el sujeto construye como una ficción propia, como un estilo particular, el sinthome en palabras de Lacan.

En la época en que dicta el Seminario de la Transferencia, Lacan plantea que el teatro es más que una metáfora del psicoanálisis, de la cura analítica: es un modelo. Pero ¿tragedia o comedia?. Lacan  expresa que la experiencia analítica para cada analizante supone partir de una experiencia trágica para llegar a una experiencia cómica. Y habría cuatro puntos límites que el teatro permite franquear,  y que la experiencia analítica también permite sobrepasar. Dos son los que ofrece la tragedia: el miedo y la compasión; y dos los que ofrece la comedia: el pudor y el ridículo. En este seminario XI se dice que en el análisis, el amor, por medio del franqueamiento que permite, está al servicio del deseo. Pero se trata de un deseo nuevo, que no es el deseo inicial que introduce al amor, sino un deseo que se descubre en el amor.

Y aquí traigo a colación una retazo clínico particular: aquella paciente que me llega con pánico a hablar en público, síntoma que yo tuve durante muchísimo tiempo, y en el que en mi caso se trató de pasar de ese miedo trágico que se materializaba en un quedarseme la mente en blanco y un terror y pavor a equivocarme y por tanto a sentir que era tonta por no saber decir lo que se esperaba de mi, fenómenos semejantes a los que presentaba mi paciente.  Y la compasión, que tiene que ver con el franqueamiento de las identificaciones, lo relacionaba con una frase que decía mi madre sobre mi recién acabada la carrera: “mi pobre hija la psicóloga en paro”. El transfondo de eso era que en esa supuesta compasión, se escondía cierta envidia por yo tener unos estudios que ella por el contexto en cual creció no puedo llevar a cabo.
En cuanto a los puntos de la comedia, el pudor relacionado con el sentimietno de vergüenza al exponerme al público, tenía que ver con ese gesto de reproche, que encubría celos, por parte de mi  padre ante las escenas en que yo me divertía y disfrutaba siendo la acompañante y representando los papeles que mi tío inventaba en los teatrillos que se representaban en las reuniones familiares.
Lo rídículo se sobrepasa cuando a pesar de las equivocaciones o de que se diga algo que pueda no gustar, eso se hace porque realmente tiene que ver con el propio deseo, y así ya no afectan trágicamente  los reproches o críticas que se puedan provocar.

El sujeto que aterriza en un análisis se plantea parecidas cuestiones a las que se planteó el analista en su propio análisis; en el recorrido se trataría de sostener al analizante a que encuentre sus propias respuestas, su propio estilo, su propio saber hacer con el objeto a y con el síntoma. Pero ese sostén lo puede dar el analista siempre y cuando haya atravesado ese recorrido planteado por esas mismas preguntas y haya encontrado su propias respuestas.

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