LA TRANSFERENCIA EN LA FORMACION DEL ANALISTA
Por Lola Burgos
Si atendemos, por una parte, a la definición más popular
de lo que es transferencia, que más o menos dice “uno se enamora del analista”
y por otra, a la definición más popular entre los analistas lacanianos que es
la que dice que la transferencia es
“suponer el saber al analista”, se puede entender mejor porqué me causó tanta
sorpresa e impresión, ( es decir algo del lado de lo traumático) la
intervención que tuvo uno de los analistas por lo que transité. Cuando ante mi
comentario, en los albores de mi propia
autorización para atender pacientes, que versaba sobre cómo hacer para que los
pacientes tuvieran más transferencia
conmigo, la intervención de aquel analista fue del orden de que la tranferencia
se da o no se da, es estructural. Ante eso yo entendí, mi trauma fue, que
hiciera lo hiciera, dijese lo que dijese no iba a valer para nada, porque unos
pacientes sí tendrían transferencia conmigo y otros no. Está situación, en una
mirada superficial, me tranquilizó porque
me liberaba de cualquier trabajo, responsabilidad, extra que tuviera que
hacer para facilitar el trabajo del paciente,(aspecto que es coherente con el
supuesto enamoramiento que yo tuviera sobre este mi analista); pero en el fondo
me daba rabia porque no podia quedarse la cosa ahí, uno podría hacer algo o
dejar de hacerlo para retener a los pacientes (aspecto que me llevaba a empezar
a dudar del analista).
Hubo un momento posterior con este anlista en el que
intervino diciéndome que no tuviera miedo a utilizar mi poder transferencial
ante una situación en la que un familiar me pedía consejo sobre si en una
situación de divorcio era adecuado acudir a terapia, y yo en ese momento ante
ese familiar no me comprometí.
Desde ahora visto, puedo entender que con la primera
intervención que me causó trauma, se me abrió una “falla en el saber”: yo
quería ser carísmática, quizá imbuida más en un furor sanandi para ayudar a los
pacientes, que en utilizar el poder de sugestión.
Decir que algo es estructural, desde nuestra perspectiva,
es decir que nadie tiene la solución y que quizá en esto radica la fuerza de
los analistas, esto es, el lado socrático de los analistas que ofrecen
preguntas como soluciones. Lacan dice que es imposible eliminar los fenómenos
de la transferencia ya que es constitutiva y se manifiesta siempre en relación
a alguien con quien se habla.
A su vez, Lacan nos pone en alerta ante las diferencias
entre la transferencia y la sugestión: utilizar el poder de sugestión significa
intentar imponer al analizante un saber adquirido por el analista, y ocupar un
lugar de prepotencia, un lugar de saberlo todo, en suma, ocupar el lugar del
Otro. Ante esta situación lo que ocurre es que muchas veces el paciente
responde con la llamada transferencia negativa, o contratransferencia, que es
en realidad la resistencia del analista al propio deseo del paciente,
resistencia a mantener abierto el circuito del deseo.
Esa “falla en el saber” tiene que ver con la pasión de la
ignorancia que Lacan dice es la que mejor le iría al analista, es decir, se
trataría de que el analista sepa ignorar lo que sabe cuando se pone delante de
un paciente. Eso de saber ignorar lo que se sabe, no tiene que ver con la
ignorancia crasa, con el déficit de saber, sino que el saber que elaboramos,
que adquirimos, que aprendemos, nos viene a señalar, a indicar el no-saber, lo
que nos queda por saber, que no es la negación del saber, sino la forma más
elaborada del saber (solo sé que no se nada).
Con los dos momentos de intervención, entendí que ni se
trata de buscar fans, de provocar furor, de mostrar el valor apostólico del
analista haciendo ostentación de las propias virtudes y/o méritos, ni tampoco
mostrar “la apatía del analista” siendo un espejo puro, sin accidentes, porque
entonces se corre el riesgo de que la experiencia analítica se viva como “la
del doble”, arriesgandose a provocar
horror y angustia incontrolable, dando lugar a la huida del paciente.
Freud decía que el propio análisis representa el medio más
apropiado para adquirir la convicción de la existencia del inconsciente y
experimentar las vicisitudes de la transferencia; resultando por ello de
tránsito ineludible para todo aquél que pretenda conducir a su vez la
experiencia.
Podemos señalar tres modos de pensar la transferencia desde
Freud y Lacan, enumerando los aspectos que resaltan cada uno de ellos en
diferentes momentos de sus respectivas enseñanzas:
-La transferencia desde el punto de vista imaginario, que
tiene que ver en la perspectiva freudiana con los primeros tiempos del
psicoanálisis, donde la transferencia se presenta como sorpresa ( Caso Ana O. y
Breuer), como obstáculo, como repetición, como identificación con el analista,
y desde la perspectiva lacaniana como lo imposible de decir, como resistencia
del analista.
-La transferencia desde el punto de vista simbólico, que desde
la perspectiva freudiana se trata de no responder a la demanda de amor (sino
sostenerla), de atemperar el furor sanandi, de reglamentar la formación por la
vía de la estandarización, y desde la perspectiva lacaniana se trataría de
pensar el psicoanálisis como una experiencia dialéctica en la que prima el
diálogo socrático, y de tomar conciencia de que el analizante coloca al
analista en el lugar del Sujeto supuesto Saber.
- Y la transferencia desde el punto de vista real, donde
Lacan pone de manifiesto que la transferencia también es la puesta en acto de
la realidad sexual del Inconsciente, (cuando señala que el analista acaba
ocupando el lugar de objeto a, intentando un saber hacer conlo imposible
construyendo a partir de ahí la solución misma,) y señala también que la
transferencia debe ejercerse en dos vertientes: el saber ocupar el lugar el
objeto a, que es un saber arrancado
al fantasma, y el saber hacer, que es un saber hacer con el síntoma. Otra forma
de decirlo, vislumbrar la transferencia como un acto creador, algo que el
sujeto construye como una ficción propia, como un estilo particular, el
sinthome en palabras de Lacan.
En la época en que dicta el Seminario de la Transferencia,
Lacan plantea que el teatro es más que una metáfora del psicoanálisis, de la
cura analítica: es un modelo. Pero ¿tragedia o comedia?. Lacan expresa que la experiencia analítica para
cada analizante supone partir de una experiencia trágica para llegar a una experiencia
cómica. Y habría cuatro puntos límites que el teatro permite franquear, y que la experiencia analítica también
permite sobrepasar. Dos son los que ofrece la tragedia: el miedo y la
compasión; y dos los que ofrece la comedia: el pudor y el ridículo. En este
seminario XI se dice que en el análisis, el amor, por medio del franqueamiento
que permite, está al servicio del deseo. Pero se trata de un deseo nuevo, que
no es el deseo inicial que introduce al amor, sino un deseo que se descubre en
el amor.
Y aquí traigo a colación una retazo clínico particular:
aquella paciente que me llega con pánico a hablar en público, síntoma que yo
tuve durante muchísimo tiempo, y en el que en mi caso se trató de pasar de ese
miedo trágico que se materializaba en un quedarseme la mente en blanco y un
terror y pavor a equivocarme y por tanto a sentir que era tonta por no saber
decir lo que se esperaba de mi, fenómenos semejantes a los que presentaba mi
paciente. Y la compasión, que tiene que
ver con el franqueamiento de las identificaciones, lo relacionaba con una frase
que decía mi madre sobre mi recién acabada la carrera: “mi pobre hija la
psicóloga en paro”. El transfondo de eso era que en esa supuesta compasión, se escondía
cierta envidia por yo tener unos estudios que ella por el contexto en cual
creció no puedo llevar a cabo.
En cuanto a los puntos de la comedia, el pudor relacionado
con el sentimietno de vergüenza al exponerme al público, tenía que ver con ese
gesto de reproche, que encubría celos, por parte de mi padre ante las escenas en que yo me divertía
y disfrutaba siendo la acompañante y representando los papeles que mi tío
inventaba en los teatrillos que se representaban en las reuniones familiares.
Lo rídículo se sobrepasa cuando a pesar de las equivocaciones
o de que se diga algo que pueda no gustar, eso se hace porque realmente tiene
que ver con el propio deseo, y así ya no afectan trágicamente los reproches o críticas que se puedan
provocar.
El sujeto que aterriza en un análisis se plantea parecidas
cuestiones a las que se planteó el analista en su propio análisis; en el
recorrido se trataría de sostener al analizante a que encuentre sus propias
respuestas, su propio estilo, su propio saber hacer con el objeto a y con el
síntoma. Pero ese sostén lo puede dar el analista siempre y cuando haya
atravesado ese recorrido planteado por esas mismas preguntas y haya encontrado
su propias respuestas.
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