Cristina Jarque: El caso Asunta (desde la mirada de la guardia civil). Sábado 21 septiembre 12H. Moncloa-Aravaca, Madrid.



Nuevo monólogo de Cristina Jarque.
"El caso Asunta" (desde la mirada de la guardia civil).

Soy la guardia civil que llevó "El caso Asunta". El "Caso Asunta" es uno de los crímenes más escalofriantes que han sacudido a España en la última década. El 21 de septiembre de 2013, el cuerpo de Asunta Basterra, una niña de 12 años, fue encontrado en una cuneta cerca de Teo, en la provincia de La Coruña, Galicia. Lo que en un principio parecía un trágico accidente pronto se reveló como un asesinato brutal, perpetrado por las dos personas que más deberían haberla protegido: sus padres adoptivos, Rosario y Alfonso. Puedo decir que desde el momento en que entré en la casa de los padres, sentí una extraña mezcla de tensión y frialdad. Había algo en el ambiente que no cuadraba, algo que me ponía en alerta. Como guardia civil, había visto de todo, pero el caso de la desaparición de una niña siempre toca una fibra especial. En esos primeros instantes, cuando aún no sabíamos lo que realmente había sucedido, lo que más me impactó fue la aparente calma de Rosario. Estaba tan rara, que me hizo dudar inmediatamente de ella.
Los padres que pierden a sus hijos suelen estar al borde de la desesperación, agitados, sin saber qué hacer ni dónde buscar. Pero Rosario era diferente. Recuerdo que pensé que probablemente se estaba conteniendo, que tal vez esa era su manera de lidiar con la angustia. Sin embargo, a medida que avanzaba la investigación, me parecía cada vez más sospechosa.
Pasaron los días, yo iba analizando nuevas pruebas y también interrogaba a los padres. Algo no me encajaba. Las contradicciones en sus testimonios, los silencios prolongados, las miradas esquivas… todo parecía indicar que ocultaban algo. Pero aún así, la idea de que una madre pudiera asesinar a su propia hija era demasiado brutal para que yo pudiera asumirla o aceptarla. Tenía que haber alguna explicación, alguna circunstancia que yo no entendía. Recuerdo que conforme avanzaba la investigación empecé a obsesionarme con la idea del móvil, en caso de que resultara verdad mi sospecha. No cabía en mi mente la causa que podía tener una madre para cometer un acto así.
Asunta había sido adoptada por Rosario y Alfonso cuando era apenas un bebé en China. Rosario, una abogada de familia acomodada, y Alfonso, un periodista, eran vistos como un matrimonio ejemplar en la sociedad gallega. Sin embargo, detrás de esta fachada de perfección, se ocultaban tensiones, secretos y resentimientos que acabarían en una tragedia.
El matrimonio de Rosario y Alfonso estaba en crisis desde hacía tiempo. Rosario había iniciado una relación extramatrimonial, lo que llevó a su divorcio en 2013. A pesar de la separación, Alfonso nunca dejó de querer a Rosario, y según se supo más tarde, deseaba desesperadamente reconciliarse con ella. Este deseo de reunificación se convertiría en un factor clave en el asesinato de Asunta.
Conforme avanzaba la investigación yo me encontraba cada vez peor. El hecho de que hubiera padres con una esencia perversa, una especie de seres monstruosos que pudieran haber sometido a su hija a una muerte tan lenta y tan dolorosa me producía arcadas. ¡No podía con ello! Empecé a tener síntomas, no paraba de llorar y también de vomitar. ¡Fue una época terrible para mí!
Las pruebas ahora ya eran claras, pero esa claridad no hacía las cosas más soportables. Comprendí lo que significa eso de que la verdad es insoportable y que la claridad, ciega, por cruel, por dolorosa. No podía dormir, tenía pesadillas constantemente pero allí estaban las pruebas irrefutables. Todo apuntaba a ellos, y especialmente a la madre. Recuerdo el momento exacto en que la verdad se hizo ineludible, cuando ya no había espacio para la duda. Estaba revisando una de las pruebas clave, con los resultados del laboratorio frente a mí, cuando sentí un nudo en el estómago. Fue como si una sombra helada me recorriera el cuerpo. Me dije a mí misma: ¡La madre es la asesina! Ese día sentí una mezcla de incredulidad, pero sobre todo de repulsión y también una tristeza profunda. ¿Cómo podía una madre hacer algo así? Asesinar a la niña que había adoptado, que había cuidado, que había visto crecer… El pensamiento me llenaba de horror. Me resultaba casi imposible procesarlo. Estaba furiosa, pero más que nada, me sentía devastada por la traición implícita en ese acto. Nos hacen creer en el amor de una madre, en el instinto de protección hacia un hijo, y esta madre lo había destrozado todo. Ella había roto el lazo más sagrado que existe.
Mi trabajo es ser profesional, mantener la calma y seguir adelante con la investigación, pero no puedo negar que ese día sentí algo más que simple indignación. Sentí un odio visceral hacia esa madre, así que al darme cuenta de este sentimiento, pedí ayuda a una psicoanalista. Supe que tenía que poner mi mente en manos de una profesional para que me ayudara porque este caso me estaba consumiendo, matando literalmente. Empecé a sentir una gran desconfianza en todos los seres humanos y me di cuenta que no era por lo que esa madre le había hecho a la sociedad, sino por lo que le había hecho a su hija, una niña que había confiado en ella y que seguramente la amaba. Pensé en la soledad y el miedo que la niña debió haber sentido en sus últimos momentos, y me rompió el corazón.
Según la investigación, Rosario y Alfonso habrían conspirado para asesinar a Asunta por dos posibles motivos. Uno de ellos es la simple pero horrenda idea de que la niña ya no era deseada. A medida que crecía, Asunta se convirtió en una carga para Rosario, quien probablemente veía en la niña un recordatorio constante de su fracaso matrimonial y personal. En lugar de ser la solución a sus problemas, Asunta era ahora un obstáculo en la nueva vida que Rosario quería construir.
Otro motivo, aún más siniestro, era la posibilidad de que Asunta hubiera descubierto secretos familiares que sus padres no podían permitir que salieran a la luz. Asunta era una niña inteligente y curiosa, y es posible que hubiera presenciado o escuchado cosas que la hacían peligrosa para Rosario y Alfonso. En un acto de desesperación y paranoia, los padres adoptivos podrían haber decidido que la única manera de proteger sus secretos era eliminando a la niña. Cuando me enteré de que Rosario se había echado un amante, tuve la idea de que era muy probable que Rosario ya no amara a Alfonso y que ya no quería ser madre. Alfonso por su parte, quería recuperar a Rosario y por eso le ayudó a matar a la niña.
Posteriormente supimos que el asesinato de Asunta fue premeditado y ejecutado de manera meticulosa, lo que deja claro que fue un crimen fríamente calculado. Se comprobó que Rosario y Alfonso administraron a la niña, durante meses, pequeñas dosis de lorazepam, con el objetivo de debilitarla física y mentalmente. La noche del 21 de septiembre de 2013, esta dosificación alcanzó su punto culminante porque fue una dosis letal que la dejó inconsciente y, en esencia, indefensa. Luego, utilizando una cuerda, la asfixiaron hasta matarla.
Después de asesinarla, llevaron su cuerpo a una zona boscosa en las afueras de Santiago de Compostela y lo dejaron en una cuneta. Intentaron encubrir el crimen reportando su desaparición y fingiendo preocupación por su hija, pero la verdad no tardó en salir a la luz. Las contradicciones en sus declaraciones y las pruebas forenses llevaron rápidamente a su arresto y posterior condena.
Yo tenía una sensación de desesperación por no haberlo visto antes. ¡Eso era lo que decía una y otra vez en mis sesiones de psicoanálisis! ¿Podría haber hecho yo algo diferente? ¿Podría haber salvado a Asunta? Estas preguntas me atormentaban mientras revisábamos una y otra vez cada detalle del caso, buscando entender cómo una madre podía planear y ejecutar un acto tan cruel y despiadado. En mis sesiones de psicoanálisis me daba cuenta de que yo no podía salvar a todo el mundo. Mi trabajo era intentarlo, pero tenía que aceptar que no siempre podría. Finalmente, cuando Rosario fue detenida y condenada, sentí alivio pero también sentí una profunda tristeza. Sabía que la justicia había hecho su trabajo, pero no había consuelo en ello. Asunta estaba muerta, y nada podía cambiar eso. La imagen de Rosario, era contradictoria, a veces estaba impasible y fría, y otras veces lloraba como si ella fuera la víctima. Me di cuenta que detesto los llantos de víctimas así porque mi profesión me ha enseñado que esa función de víctima (en personas como Rosario) encubren una perversidad inimaginable. ¡Es una máscara! Intentan engañarnos con esas lágrimas de cocodrilo. Esa imagen se me quedó grabada en la mente y en el corazón, un recordatorio constante de lo peor que la humanidad puede ofrecer.
El "Caso Asunta" no es algo que pueda olvidar fácilmente. Como guardia civil, he visto muchas cosas, pero ninguna como esta. Me enseñó una lección amarga sobre la fragilidad de los vínculos humanos y sobre el abismo que puede abrirse en el corazón de una persona. Al final del día, no podía dejar de pensar en Asunta, en esa niña que había sido traicionada por quienes deberían haberla amado más que a nadie. Mi único consuelo era que habíamos hecho todo lo posible para que su muerte no quedara impune, aunque en el fondo sabía que eso nunca sería suficiente para mí.
 "El caso Asunta" me hizo pensar en una de las tragedias más antiguas y conocidas de la literatura occidental: la historia de Medea, escrita por Eurípides en el siglo V a.C. Medea es una mujer que asesina a sus propios hijos para vengarse de su esposo, Jasón, que la ha abandonado por otra mujer. Medea representa la encarnación de la furia y el dolor femenino llevado al extremo. Medea, al igual que Rosario, se encuentra atrapada en una situación donde las emociones, los deseos y las traiciones la llevan a cometer un acto inhumano.
Al igual que Medea, Rosario pudo haber visto en Asunta un símbolo de todo lo que había perdido. Medea mata a sus hijos para hacer sufrir a Jasón, sabiendo que es la única manera de infligirle el dolor que ella misma siente. En el caso de Rosario, matar a Asunta pudo haber sido una manera de liberar su propia frustración y rabia acumuladas, un acto de venganza no contra Alfonso, sino contra sí misma y la vida que sentía que se le había escapado de las manos.
La colaboración de Alfonso en el crimen también recuerda el papel de Jasón en la tragedia de Medea. Aunque no es él quien comete el acto, es su egoísmo y su falta de empatía lo que desencadena la catástrofe. Alfonso, desesperado por recuperar a Rosario, fue cómplice del asesinato, cediendo ante la influencia de una mujer que, como Medea, había sido consumida por su propio dolor y resentimiento.
El juicio por el asesinato de Asunta fue uno de los más mediáticos de la historia reciente de España. Las pruebas contra Rosario y Alfonso eran abrumadoras: los registros de compras del medicamento, las inconsistencias en sus declaraciones y las pruebas de ADN en la cuerda utilizada para estrangular a Asunta. Ambos fueron condenados a 18 años de prisión por asesinato con alevosía, aunque mantuvieron su inocencia hasta el final.
El juicio también reveló la complejidad de las motivaciones detrás del crimen. A diferencia de muchos casos de filicidio, donde el asesinato de un hijo puede estar motivado por razones como la enfermedad mental o la desesperación económica, el caso Asunta parecía impulsado por una combinación de desprecio, miedo y, quizás lo más perturbador de todo, la conveniencia. Asunta había dejado de ser útil para sus padres y, en sus mentes distorsionadas, su muerte se convirtió en una solución.
Para mí, este caso se convirtió en un recordatorio perturbador de hasta dónde pueden llegar los seres humanos cuando se sienten atrapados, desesperados o simplemente indiferentes hacia el dolor de los demás. El asesinato de Asunta por sus propios padres es una traición a la naturaleza más básica del vínculo entre padres e hijos, un vínculo que se supone inviolable.
Rosario se convirtió en un símbolo de una madre estrago, una madre destructiva, una mujer que, consumida por sus propios demonios, fue capaz de cometer el acto más cruel e impensable. Y como Jasón, Alfonso Basterra se dejó arrastrar por el deseo y la desesperación, convirtiéndose en cómplice de un crimen que destruyó su vida y la de su hija.
Al final, el "Caso Asunta" no es solo la historia de un asesinato, sino una tragedia moderna que nos enfrenta a las oscuras profundidades del alma humana, donde el amor, el odio, la venganza y la desesperación se entrelazan en un acto final de destrucción. Tardé mucho en recuperarme del dolor que sentí con este caso, pero al final, gracias al psicoanálisis, comprendí que la muerte de Asunta fue una herida en la conciencia colectiva, un recordatorio de que, a veces, los monstruos no son extraños que acechan en la oscuridad, sino las personas que deberían amarnos más que a nadie. Desde entonces, tengo especial cuidado al elegir a las personas a las que dejo entrar en mi vida porque son esas personas, a las que más amamos, las más cercanas, las que, si deciden traicionarte, te pueden asestar un golpe que suele ser mortal. Por eso, Asunta me conmueve porque ella no tuvo elección, pero ella me enseñó que, cuando esté en nuestras manos, hay que poner especial cuidado en saber elegir muy bien a las personas a las que les vamos a abrir la puerta de nuestra vida.

LaTE - Nuevo libro Monólogos Femeninos, volumen 3. Publicado en España el 4 de septiembre de 2024.


 

Dedicatoria especial.

Dedico este libro a mi hija, Ana Jarque.

 

Recuerdo que cuando naciste pude comprender que ambas teníamos que atrevernos a volar lejos de aquel nido tóxico en el que habíamos nacido. Tú fuiste mi inspiración para escribir el libro de "La madre estrago" porque lo que yo más deseaba en aquel momento, era poder ser para ti una madre muy diferente a la mía. Lo que yo deseaba era tener la capacidad de escuchar tu deseo y apoyarte a realizar tus sueños, los tuyos, no los míos. En aquella época empecé a analizarme y comprendí que para mí, era vital que tú crecieras en un ambiente diferente al mío: que allí donde yo fui obligada a hacer aquello que una buena familia mexicana supone que una mujer debe hacer, tú pudieras ser un alma libre. Pronto entendí que no podíamos hacerlo en nuestra tierra, así que emigré. Crucé el océano para que ambas encontráramos un lugar en el mundo.

Han pasado 33 años de nuestra partida. Hemos vivido en París, Barcelona, Lima y Tenerife. Hemos vuelto a México creyendo que iban a readmitirnos, pero no fue así. Estuvimos en CDMX y después en Acapulco pero aquella familia no pudo reconciliarse con dos mujeres que eran espíritus libres. Nos llamaron de todo, rescato aquello de "indomeñables". No era posible entrar al clan porque rompíamos las reglas y los esquemas patriarcales y machistas. Vivimos momentos de intensa violencia, no solamente de los hombres de la familia, sino, lamentable y sorpresivamente, sobre todo, de las mujeres del clan. Tú ya eras adulta, así que pudiste vivir en primera persona lo que yo había sufrido años atrás. Nos desheredaron, no solo económicamente, sino también de todo el legado familiar. Recuerdo cómo nos cogimos de la mano y volvimos a Europa. Han pasado 20 años desde la última vez que nos fuimos de México. Primero fuimos otra vez a Francia y finalmente nos quedamos en Toledo. Aquí, en esta ciudad española empezamos a echar raíces. Dicen que para separarse de los orígenes es necesario volver a ellos para dejarlos definitivamente. Creo que eso es lo que hicimos la última vez que fuimos a México. Tú te convertiste en mi maestra. Tu fuerza y determinación te transformaron en una guerrera valiente. Para mi gran alegría, te tatuaste unas mariposas en la espalda que eran el testimonio de tu transformación. Me enseñaste a enfrentar la traición con la cabeza en alto. Con el tiempo decidiste que tu lugar era Francia. Recuerdo cuando te fuiste con una maleta y un corazón lleno de esperanza, enseñándome cómo se deja atrás todo lo que nos había hecho daño. Hoy, te miro y siento un orgullo inmenso. Me enseñaste a ser un fénix y renacer de mis cenizas. Nuestra historia es un testimonio de que el amor siempre es más grande que el miedo. En este libro he escrito sobre catorce mujeres que han tenido que enfrentarse a situaciones violentas por el solo hecho de haber nacido mujeres. La posición femenina y el goce femenino acarrea mucha agresividad, no solamente a los hombres, sino también a las mismas mujeres. Los sujetos, a nivel inconsciente se preguntan sobre la feminidad y la envidian, por eso surge la agresividad y la violencia. Todas estas mujeres de las que escribo son parte nuestra, hija querida. Pienso que si nosotras seguimos vivas y no hemos terminado en tragedia, como algunas de ellas, es porque tú me enseñaste que el verdadero tesoro es el amor propio y la independencia.

Para ti, mi "Ana Brave" dedico mi escritura en este libro, que habla de mujeres. Mujeres, en posición femenina, como nosotras.