Por Belén Rico
Hoy nos reunimos gracias a Teresa de Ávila, a
Teresa de Jesús, con un libro entre las manos “Cuatro mujeres: Cuatro
pasiones”, del que ella es una de las protagonistas.
Todas las escritoras que hemos tenido el
placer de participar en él somos conscientes de la enorme responsabilidad que
hemos contraído, somos responsables de una imagen nuestra, propia,
personalizada de Teresa. La idea que nos ha movido ha sido la de dar una
continuidad existencial a su vida, simpatizando con sus quehaceres, desde
nuestra particular creatividad. Dinamitando la trinchera de los años, quitando
el corsé de la historia y la leyenda, porque Teresa se nos presenta hoy como
una mujer alejada de todo cliché. Una mujer de primera fila, protagonista
absoluta de su propia historia, llena de desafíos personales, llena de
inquietudes y batallas por librar. Teresa como mujer desubicada de su tiempo,
demasiado avanzada, que tuvo que buscar salidas a su ser. Su biografía está
repleta de temas vitales porque Teresa fue una mujer de carne y su tiempo un
tiempo muy vivido, intenso y su vida una vida muy habitada, llena de sentires. Teresa
buscó un sitio en un mundo hostil para su género, no aceptó la realidad y no se
planteó el por qué. Era un no a los convencionalismos de la época. Fue Dama pionera,
precursora del futuro femenino. La historia europea le debe mucho, no sólo la
difusión del catolicismo sino la expansión de la cultura en forma de mujer. Teresa no se obedece así misma sino a Dios, del que
potencialmente se siente iluminada. Ella aprende y lo transmitió con la
determinación inflexible de una mujer y su ansia profética vinculada a lo
religioso marcando un rumbo en la historia. Teresa se volcó en aquello que
amaba, su hombre, esta vez no humano, sino divino. Por eso en este libro, Teresa
es un testimonio de vida, de superación de género, testimonio de una mujer con
sensibilidad, afecto, capacidad de sentir que consiguió convertir el amor en
devoción, convertir al amor, en el amo de su vida. Es un libro de pasiones en femenino, si, de
mujeres extremas como lo fue su pasión vivida, por ello, Teresa es una de
ellas, Teresa quería habitar su vida, palpitar, con la pasión como desmesura,
con comportamientos a lo grande, sin límites, sin muros. Como Teresa nos decía:
“ No le parece que ha de haber cosa imposible a quien ama”. La experiencia mística puede entenderse como
lo femenino en estado puro, entrega, desposesión, desprendimiento del si mismo
y donación de si. Al transformarse en Dama andante invita a los seres humanos a
acercarse a otro mundo, más allá de Dios donde moran impensables formas de
estar, de habitarlo. Teresa de Ávila despreció y huyó de un modo
mecánico de entender la vida, de un matrimonio carnal pactado por su padre. No
aceptó el casamiento con un esposo destinado y decide asemejarse a la Virgen
con mayúsculas y ponerse del lado del altísimo y absorber sus propiedades de
alta estima. Teresa elige ser de Dios y no de un hombre, aquí empezó a hacer
historia. El erotismo que fluye es sagrado, en el éxtasis se vive la soledad
colmada, cósmica, más allá de la vida terrena y el cuerpo abandona la
carnalidad.