CUATRO MUJERES: CUATRO PASIONES



Por Lola Gómez
 
Diecinueve autoras dan forma a este magnífico libro. “Mujeres llena de vida, de pasión, hermanas del alma, almas cercanas” como dice Cristina Jarque en la Introducción, diecinueve voces que hablan de mujeres, cuyas vidas han hecho historia, y han calado muy hondo en multitud de mujeres anónimas, Teresa es una de ellas. Al inicio del siglo XVI  los ilustrados  prolongan  el debate medieval sobre la cuestión de la inferioridad de lo femenino en cuanto lo masculino. Mantienen que el sexo femenino, sufre de deficiencias mentales y físicas.  Los médicos, con el consentimiento de filósofos y teólogos, forjan una apología  para relegar a la mujer a las cuatro paredes de la casa. Según sus impresiones, la inferioridad femenina proviene de los efectos psicológicos de sus humores y secreciones, que son frías y húmedas. Y sobre todo porque ponen en duda el control de sus emociones y de su  racionalidad. Estos argumentos de la deficiencia natural femenina justifican así el discurso del sistema patriarcal de la época. En esta sociedad castrante de voluntades femeninas viene al mundo Teresa de Avila. Mujer fuerte , avanzada en su época que no quiere ser esposa y madre esclava, motorizada por su fervor pasa a otro sitio, es decir se convierte en transgresora de su mundo.Por eso escribe :”La libertad está en la celda”, En esa celda su alma intrépida, aventurera, obtiene fuerza suficiente para salirse del mundo sin salir de él. Buscadora de vida, de voz. Beligerante contra el silencio obligado de una sociedad implacable con la pasión femenina. Se sirve de un arma para pasar a la otra orilla, su arma es la palabra, la palabra escrita, la palabra hablada, la palabra que  ella sabe  que cura, y que además transciende.


 Gracias a su   deseo de transmitir su experiencia interior, sabemos que su vida está unida al amor a Dios. En su celda, lucha con sus miedos, de los que siente y de los que no siente. Tiene miedo de ella, de su soledad, de no encontrar a Dios, de encontrarlo, y gracias a esos miedos construye su castillo interior, como morada de esa gran  pasión que nace de su fuerte deseo de unión con lo divino. Es en ese castillo, donde tiene todas sus experiencias místicas mediante el camino del éxtasis, es donde se sumerge en el orden de lo inefable, en algo llamado transverberación. Y así lo recoge a través del  Libro de la Vida,  capítulo 29, donde expresa como su corazón es traspasado por un dardo de oro candente, sus versos son sencillos, de estilo enérgico y apasionado, nacidos del amor ideal en que se abrasaba Teresa, amor que era en ella manantial infinito de mística poesía. Lo que la santa describe es lo que Lacan viene a nombrar como goce, es decir aquello que el sujeto desea, nada ver con el uso  común del término, que confunde el goce con los signos diversos del placer. El placer excita nuestra satisfacción y alegría,  deleita nuestros sentidos, tiernas caricias como un manjar delicado, un lecho cómodo, un gusto que satisface la sensualidad. El Goce es algo que va más allá, algo que trasciende lo consciente, y nos arrastra con ceguera hacia un lugar de sufrimiento.
 Además de la propia obra de Teresa y del “Extasis de Santa Teresa del gran Gian Lorenzo Bernini , hubo otra pintora Josefa de Ayala Figueira, más conocida como Josefa de Óbidos,  que captó ese momento de éxtasis en su pintura “La transverberación de Santa Teresa” en el año 1672, quedando su lienzo como testigo de esa fuerza inconsciente que atravesaba el cuerpo y el alma de Teresa, para poder ser admirado por todos nosotros.

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