Por Alfonso Gómez Prieto
Teresa
de Ávila: El goce místico (Cristina Jarque)
Reflexiones
sobre la vida de Teresa de Ávila (Lola Burgos)
¿Y si
pudiera hablar con ella? (Rosa Almoguera)
Santa
Teresa de Jesús. En el arte: La transverberación. En la mística y, por consecuencia,…
el éxtasis (María Magdalena Ferrero Corral)
Teresa
de Ávila. Mujer escritora en tiempos adversos; el camino a la santidad a través
de la mística (Elvira Velasco). Son los
títulos que en el libro “Cuatro mujeres: Cuatro Pasiones” trabajan las autoras,
mujeres, todas ellas sobre el personaje de Teresa de Ávila.
De
pasiones y sensualidades apasionadas se trata en estos trabajos. El hecho
pasional convoca al goce en femenino y a una dinámica del exceso en la figura
de Teresa de Ávila. Es la vivencia de estar a merced de otro y el sometimiento
a una fuerza arrolladora. Como un corcel desbocado, Teresa afectada por la
pasión es forzada a transitar un recorrido afectivo que la liga exclusivamente
a un único objeto de amor-pasión, Dios. El término pasión define el lazo entre
sujeto y objeto y emerge como un desborde dentro del vínculo. Hay un avallasamiento
pulsional con vivencias de confusión perdiéndose la dimensión de lo que se
espera del otro. Este
movimiento pasional, en el caso de Teresa de Ávila, es asimétrico porque está
el apasionado y el que recibe, sin la misma reciprocidad, el anhelo del otro.
La
pasión es entonces como un cuerpo extraño que se instala y habita en el sujeto
y le lleva a un “fuera de sí”. Este amor
fuera de límites tiene entonces un doble filo: el que conduce a la
desorganización, el exceso y el sufrimiento y a la enfermedad, y el que al
contrario conduce a una mas o menos adecuada organización de lo pulsional y del
malestar por medio de la relación afectiva que el sujeto establece
psíquicamente con otro que no es imprescindible sea real. Es en
estas formas de amor y pasión extremas donde encontramos el filón que para el
psicoanálisis representa el amor y goce
místico, una de que cuyas figuras emblemáticas es Santa Teresa de Jesús. Teresa
de Ávila fue una figura cuestionada socialmente, investigada por la
Inquisición. Teresa es lo que hoy llamaríamos una transgresora de los deseos de
su amado padre, entrando en un convento donde sufrirá graves trastornos:
algias, parestesias, anorexia, vómitos y una invalidante parálisis que la
postrará en cama, dándola finalmente por muerta, recuperándose de modo
imprevisto y viviendo a partir de entonces sus experiencias místicas y pudiendo
ser reconocida tras una intensa vida dedicada a la reforma y transformación de
la orden de las carmelitas.
Vivo
sin vivir en mí,
Y de
tal manera espero,
Que
muero porque no muero(…)
Esta
divina pasión,
Del
amor con que yo vivo,
Ha
hecho a Dios mi cautivo,
Y
libre mi corazón;
Y
causa en mi tal pasión
Ver
a Dios mi prisionero,
Que
muero porque no muero.
Muchas
interpretaciones se han hecho sobre los fenómenos que vivió Teresa: desde la
catalogación de sus iniciales trastornos dentro de la clasificación de
“histeria”, de epilepsia o de otras mas graves (por el carácter alucinatorio de
sus vivencias pudo ser tratada de “loca”) hasta la consideración de estos
amores como análogos a los de una pasión humana cualquiera.
Algunos
textos de Teresa, donde expresa su amor a Dios, su “dulce Esposo”, parecerían
ir en este último sentido: “Dios está dentro de mi y yo toda engolfada en el”,
dirá recordando la vivencia de pérdida de límites y de plena sensorialidad de
la experiencia amorosa.
Estos
versos van también en este sentido.
Yo
toda me entregué y dí,
Y de
tal suerte he trocado,
Que
mi Amado para mí,
Y yo
soy para mi amado,
Cuando
el dulce Cazador
Me
tiró y dejó rendida,
En
los brazos del amor
Mi
alma quedo caída.
En el
caso que fuera la sexualidad lo que está aportando cierta carga al amor de
Teresa, ello no le quitaría ni un ápice de la fuerte espiritualidad con que
está investido ni lo apartaría de lo religioso.
Lo
cierto es que Teresa de Jesús, tras esa experiencia de relación íntima con ese
Dios alrededor de la que girará su vida, dejará de ser tratada por la
Inquisición y por la Ciencia médica del momento, y será finalmente reconocida
por la sociedad y las altas instancias religiosas de la época.
Las
experiencias místicas intentan poner palabras a una sensorialidad
indescriptible: “gota de agua en el mar infinito”, “matrimonio o desposorio”,
“amoroso lance” y otras nominaciones. Llama la atención este amor o sensualidad
más allá del lenguaje de la razón común, una unión sustancial donde los
sentidos interiores parecen desarrollarse al máximo y el Yo pierde sus
referencias y se habla de “dilatamiento y ensanchamiento del alma”.
Lo
interesante es que estamos de lleno en un territorio único difícilmente
objetivable, en un camino que conduce al sujeto a conectar con lo mas íntimo de
sí por medio de una especie de “visión interior” que le permite percibir y
alcanzar lo mas pulsional de su naturaleza, aquello de más, inconsciente, donde
no habita el lenguaje lógico, y a partir de ahí crear y organizar un mundo que
el lenguaje común difícilmente puede traducir. Se trata probablemente de
experiencias excepcionales que pueden estar como potencial en todo sujeto si es
capaz de transgredir psíquicamente ciertos límites.
¿Dónde
nos encontramos? y es lo que podrán leer en las autoras del libro que aquí les
presentamos. De la sexualidad más determinada y concretada socialmente en la
trama simbólica común, lo permitido y prohibido donde se construye un yo social
pasamos a los territorios íntimos indefinibles del sujeto, a lo más
inconsciente de su mundo, donde se encuentra desnudo el yo perceptivo, el yo
primigenio. Pensamiento alejado de lo consciente, de carácter sensorial y muy
impregnado de pulsionalidad, allí donde la conciencia funciona por medio de la
intuición como capacidad de conocimiento perceptivo inmediato y directo de lo
inconsciente.
Esa es
también la doble faceta que impregna cualquier tratamiento psicoanalítico: lo
mas pulsional e inconsciente, mediatizado y capturado por la intuicición como
visión interior, será encauzado y elaborado por el entramado lógico del
pensamiento. Por medio del razonamiento y viceversa, durante la elaboración que
el sujeto irá realizando, en algunos momentos “saltará la chispa” de lo
pulsional propiciado por la interpretación del terapeuta y en ese punto habrá
creación y se producirá poesía. Ambos, razonamiento e intuición funcionan
dialécticamente durante el tratamiento.
¿A
dónde nos lleva el libro de estas autoras unidas por Cristina Jarque? Al
ilimitado mundo de la pulsionalidad humana que oscila de lo mas biológico hasta
la vertiente mas psíquica donde el pensamiento chisporrotea cargado por lo pulsional
y crea obras sublimes como las de Santa Teresa de Jesús.
Emerge
esta pasión como un paliativo temporal de la vulnerabilidad de la propia Teresa,
de allí su desesperada solicitación al otro que se convierte en el depositario
de una promesa de reparación de daños psíquicos precoces. Es un ejemplo
histórico donde vemos, en mi opinión, que bajo la pasión, puede ocultarse una
fragilidad y un desamparo primordial, aunque la apariencia externa pueda lindar
con lo grandioso. Frente al vacío del desamparo estaría la plenitud de la
pasión. La representación del otro como un “todo” y la vivencia de difusión
lleva a una verdadera orgía sensorial. La pasión no quiere saber nada de
transitoriedad para que el ejercicio permanente de lo excesivo obture cualquier
filtración de la angustia.
Y de la
mano de esta pasión las autoras nos llevan hacia el goce suplementario
femenino, enigmático y diferente. Es un goce no localizado en un órgano
concreto es un goce terrible y sin límites que lleva incluso al temor de la
mujer a diluirse en él. Es un goce más allá de las palabras Es también un goce
transgresor de la ley. El goce absoluto está prohibido para el sujeto, pero la
mujer es como si tuviera la posibilidad de saltarse la ley al menos en parte y
lograr un goce externo a la palabra, gozando de forma silenciosa y muda. Es un
goce más allá del falo, fuera del lugar de lo ligado a la naturaleza. Es lo que
tiene que ver con los bordes, con los límites mismos de lo simbólico. Este goce
femenino está cerca de un fenómeno de desborde al goce fálico.
Los
hombres de cada época histórica, por lo general, estaban interesados sólo por
ese goce fálico, el poder, las batallas, los bienes terrenales, el dominio y la
posesión. Teresa de Ávila fue una mujer muy avanzada para su época, muy culta,
inteligente y sensible y que pudo acceder, en mi opinión, a ese goce femenino
del que nos habló Lacan: sería una forma de poder en el “no poder”. Es el más
allá de lo fálico.
Lacan
dijo sobre el goce suplementario femenino “Hay un goce de ella, a esta ella que
no existe y que nada significa. Hay un goce en ella del cual quizá ella tampoco
sepa nada-eso ella lo sabe. Lo sabe, por supuesto, cuando eso le sucede. Eso no
le sucede a todas”.
A-Mor: no muerte. Son los más intensos amores
del humano, aquellos que despreciando la realidad común pueden precipitar a un
sujeto a agitados mares donde ondulan desde las olas más sublimes a aquellas
más destructoras. La idea tradicional de que se pueda enloquecer de amor es un
mito profundamente arraigado en las fantasías del humano, ya que seguramente no
es nada exacto afirmar que alguien pueda padecer una enfermedad mental tan sólo
por un amor desmedido. ¿No puede, pues, el amor más pulsional o la desmesura de
lo sensorial precipitar a un sujeto con cierta predisposición a un estado de
desorganización psíquico?. ¿Es posible entonces fantasear con la idea de que en
algunos casos de enfermedad mental aguda o incluso también somática pudiera
colocarse como diagnóstico causal: Locura de amor?. La ciencia y la razón no
acepta semejantes tesis y achacan la enfermedad mental a causas objetivables y
cuantificables: trastornos de la bioquímica cerebral, del funcionamiento
hormonal. La ciencia ha puesto siempre en otro lado ciertos fenómenos humanos:
La imaginación, la fantasía, los sentimientos, la subjetividad y
particularmente el amor, por no responder a los parámetros de exactitud y
fiabilidad que considera necesarios.
Evidentemente
la locura de amor pertenece desde esta óptica al campo de la literatura o de la
fantasía.
Definitivamente
el amor no entra en el registro de la ciencia. “La ciencia teme el vuelo de la
poesía y de la imaginación; tiene miedo hasta del amor” R. Benayoun.
Entre
las formas comunes del pensar, la mal llamada normalidad y la enfermedad mental
grave hay un terreno de nadie, inclasificable donde hay posibilidades de
enloquecimiento y de transgresión usual. En estos terrenos se encuentra como
espada de Damocles la posibilidad del trastorno psíquico, pero también existe
todo un potencial de creación y de transgresión de los cauces comunes del
pensamiento. Genio o locura es el clásico dilema en el corazón de la mente
humana y son en los bordes donde encontramos también las formas de pasión más
increíbles, propias de las locuras de amor.
El amor
llevado a la transgresión de los límites puede, evidentemente, desorganizar el
mundo psíquico y el campo relacional de un sujeto, pero paradójicamente,
también el amor en estos confines de lo sensorial y pulsional posibilita, en
ocasiones, la adecuada organización psíquica, aunque esta organización psíquica
novedosa pueda ser calificada de anómala, fuera de norma, que no es desde luego
como anormal.
Para
concluir y después de todos los pensamientos que en mí ha evocado la figura de Santa
Teresa de Jesús y ya en los inicios de este siglo XXI la pregunta que quiero
compartir con ustedes se refiere a ¿qué podemos decir de ese goce suplementario
del que hablaba Lacan para constatar la especificidad del goce femenino que
seguimos esperando como más frecuente desde el lado de las mujeres?.
No
podemos decir que la civilización actual haya facilitado un acceso a ese goce
suplementario porque más bien introduce
a las mujeres en una mayor adquisición de bienes, en una mayor libertad,
en un mayor acceso a los bienes fálicos y en eso consiste su liberación bien
ganada y merecida. Eso no es una desgracia, pero es verdad que limita las
preguntas sobre ese otro goce. Del lado de las mujeres no le resuelve mucho la
relación con ese goce suplementario ni con las exigencias del amor. La mujer es
obvio que ha sido objeto de una injusticia social a lo largo de nuestra
historia, pero que esa situación que se va tratando de superar, esperemos, no
fije a la mujer en un combate reivindicativo que se transforme en devoción
ideológica y que las privara de cultivar en todo su esplendor el campo
femenino.
Que
liberadas de los conflictos con el hombre, las mujeres puedan mirar hacia
dentro y se redescubra una y otra vez su feminidad.
Es
maravilloso escuchar a las mujeres, leerlas como a las autoras del libro
“Cuatro mujeres: Cuatro pasiones”, pensar junto a ellas, en ese espacio de
entre mujeres en el que ellas me han permitido participar y en mi escucha como psicoanalista
descubrir con fascinación la maravilla de ser mujer y deleitarme junto a vosotras
en la aventura de la auténtica feminidad.
Me
despido de ustedes, he dejado detrás de mí ideas con relación a lo femenino, al
amor, al goce a la locura pero siempre luchando porque lo femenino tenga un
derecho a existir con plenitud. Invoco a las mujeres para que puedan hablarnos
de ello, porque el mundo necesita de la mujer femenina y autónoma. La mujer es
ella hoy el presente y la esperanza y se yergue digna y siendo una nueva
promesa de metamorfosis positivas por los tiempos que a la humanidad aún le
faltan por transitar.
Con
mujeres como Teresa de Ávila, nada que temer, simplemente avanzar.
Alfonso
Gómez Prieto
Ávila
17 de Abril de 2015
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