Soledad Godano
El tema de las perversiones me ha resultado tan
enigmático como complejo. En la clínica, nos encontramos diariamente a muchos
neuróticos; las obsesiones y las histerias se mezclan, se confunden y campan a
sus anchas en las consultas: las estructuras básicas se desdibujan en los
tiempos edípicos, y la sintomatología de unos y otros nos hacen bailar a su son
a través del discurso.
Podemos constatar y recabar un gran muestrario de
prácticas sexuales muy diversas, inclusas algunas consideradas perversas
(dependiendo de quién las considere, y desde qué punto de vista lo haga), pero
al hablar de perversión en tanto estructura, nos encontramos con un panorama
bien diferente, puesto que el perverso no suele llegar a la consulta. (Supongo
que ese será el motivo por lo que me resultó tan complicado escribir sobre él).
La teoría analíticaes muy compleja y abstracta y el ejercicio
de darle forma con la clínica resulta mucho más complicado cuando no podemos
ponerles nombre y apellido.
Como decía, la perversión ha tenido muchas lecturas
partiendo desde la historia de la psiquiatría, o de la utilización de la
palabra “perverso” que incluye para muchos
una categorización moral, por aludir a la perversidad, a la maldad, a la
desviación de lo que entendemos por sano o normal
(siendo tan inapropiada la utilización de una
norma para conocer a un sujeto).
En 1905, con sus Tres ensayos para una teoría sexual,
Freud convulsiona a la sociedad vienesa al introducir el concepto de perverso polimorfo refiriéndose a él
para explicar la sexualidad infantil
pregenital. Aún entendemos desde entonces, la conceptualización de la
perversión como todas aquellas conductas sexuales que se desvíen del fin de la
procreación, y que llevan a los seres humanos a obtener satisfacción.Lacan en
cambio,nos lleva por diferentes explicaciones, según si lo leemos en el IVº, Vº
o Xº seminario. Sus referencias y teorías en torno a la angustia, el tiempo
edípico; su relación con el goce del Otro y finalmente su conceptualización del
objeto a nos guían hasta llegar a la
perversión como tercer gran estructura nosográfica de posicionamiento
subjetivo: nos quedaríamos entonces con la psicosis, la neurosis y la
perversión.
Desde este enfoque, se plantea una seriación de las
estructuras, en la que la constitución subjetiva de un sujeto no es modificable. Así nos plantea Lacan
diferentes maneras de situarse en estas relaciones subjetivas; o dicho de otra
forma, se trata de los modos que un sujeto encuentra de ubicarse frente al
Otro, frente a la significación y
constitución subjetiva del mismo.
Así sabemos que las estructuras básicas, dependen de una relación simbólica
en la dialéctica también simbólica del paso edípico del ser al tener. Cobra
importancia el significante en relación a la falta y la completud del Otro
(significante fálico). Planteado así, se parte de momentos lógicos cruciales y
determinantes en la constitución del sujeto, y de diferentes maneras según las
cuales un sujeto se relaciona o no con lo simbólico de estas apreciaciones. Así cobra importancia la posible
intervención del significante llamado paterno (no del padre real) y su
intervención en la dialéctica.
Puesto que tanto nos cuesta ubicar en la clínica a un
sujeto de estructura perversa, he decido aportar una viñeta clínica que me
pareció adecuada para hablar de la sexualidad considerada normal o desviada, pero
que en todo caso representa un altísimo grado de angustia para mi pacienteR.
R tiene 30 años y lleva en terapia desde hace casi 3
años. El motivo inicial de consulta fue suapatía y la dificultad para dormir.
Se había quedado en paro, y sentía deseo
de nada. Al poco de comenzar la terapia, R me dijo que estaba desarrollando
una adicción al sexo. Cuando su novia se iba a trabajar, él se conectaba a
internet y mientras veía pornografía gay, se masturbaba de manera compulsiva.
Esto le causaba mucha angustia porque perpetuaba la erección durante varias
horas, impidiéndose llegar al orgasmo, y cuando ya se sentía demasiado cansado,
lo dejaba (en ocasiones sin eyacular).
Este hábito, pronto se transformó: en lugar de ver
porno gay, empezó a conectarse alos chats de internet, para encontrar un hombre
al que practicarle una felación. Pero en ningún casobuscaba entablar relaciones
con ellos e imponía sus propios límites: nada de conversación, sino el hecho
prácticamente consumado (es decir que el hombre en cuestión le espere desnudo y
dispuesto). No quería besos, ni que le tocasen a él, y noquería penetración. El
criterio de búsqueda sólo se basaba en el tamaño del pene, que tenía que ser
muy grande. De hecho los buscaba a través de una página en la que los hombres
sólo cuelgan fotografías de sus penes (y no del resto de su cuerpo ni de sus
caras).La mayoría de las veces, gozaba con la fantasía de quedar con ellos,
pero no la llevaba a cabo: sentía mucha excitación mientras buscaba un
encuentro, pero al comprobar que se podía realizar, se echaba para atrás.Estas
prácticas, (sobre todo cuando se materializaba el encuentro), siempre llevaban asociado un alto nivel de
angustia y culpabilidad.
Simultáneamente a dichos encuentros, R. convivía con
el alto nivel de exigencia sexual de su pareja. Su novia también veía bastante
pornografía y él temía no estar a la altura de los modelos y actores con los
que ella fantaseaba. Llevaban juntos mucho tiempo y ella era prácticamente la
única mujer con la que había tenido relaciones. R se sentía muy enamorado, y
para ella, él quería ser el “macho alfa”. Ella prefería mantener relaciones
sexuales con brusquedad, tal como las veía en los vídeos pornográficos que miraba
en internet, pero él no se sentía a gusto, y últimamente incluso le costaba
mantener una erección. Cuánto más
frustrado se sentía con ella, más encuentros generaba con estos hombres, (aunque
él no fuese consciente de esta relación entre la frustración y estas citas).
Pero decía que todo esto no le gustaba, porque le aleja de lo que quería (I.,
su novia).
En todo este proceso, siempre surgió en él la duda de ser
homosexual. Pero enseguida aseguraba que lo que le gustaba no eran los hombres,
sino sus penes. Y que además estaba enamorado de I. Para comprobarlo, había
intentado en 4 o 5 oportunidades mantener sexo con un hombre, pero nunca le había
resultado placentero. R. siempre gozaba de la fantasía de lo que quería hacer,
pero al llevarlo a cabo, el placer que sentía no daba la talla. Y eso reafirmaba su idea de que se siente heterosexual, y de
que sólo quedaba con hombres para castigarse, y no para obtener placer.
Cuando habla de sus padres, dice de su padre que no ha
estado nunca en su vida. Que es un hombre callado, introvertido que se sienta
en el sofá y no hace nada, ni habla con nadie. Sólo es capaz de recordar una
imagen de su infancia, antes de cumplir los 6 años, en la que se sentía
orgulloso de su padre, que era su ídolo. Y que aunque este no le decía nada
cariñoso, en sus ojos veía que su padre le quería. Pero es una imagen fugaz y
aislada del resto de sentimientos y recuerdos que tiene con su padre. Cuenta
que de pequeño,él nunca le acompañó a ningún sitio, ni jugó con él, ni le dijo
nunca que confiaba en él o que se enorgullecía. Por lo contrario, recuerda que
en una ocasión en la que iba a participar de una final de fútbol, oyó que su madre
le pedía que vaya a ver a su hijo jugar, y que la respuesta de su padre fue
“para qué, si total no va llegar a nada”.
En cuanto a su madre, dice que no tiene buena relación
con ella. Que se parece a él porque no sabe afrontar los problemas. Que es
extrovertida y cariñosa, pero con los demás, con la gente de la calle. Y cuando le pregunto si lo es con él también,
responde que cree que sí, pero que él no se lo permite. Dice que la ve débil
porque no sabe enfrentar los problemas: se aturde y se arruga, aunque admite
que es ella la que tiró de la familia. “mi madre es quién ocupaba la posición
de macho alfa”.Relata un episodio en el que, de niño, estaban sentados en la
mesa en familia, y su madre comentó frente a todos que estaba pensando en
llevar a su hijo al médico para saber si era normal que la tuviese tan pequeña. Desde entonces ha sentido esa inferioridad
y ese complejo, aun habiéndose desarrollado anatómicamente sin dificultad.Esta
sensación de inferioridad disparó mucho su nivel de angustia, cuando (en
ocasión de la citada crisis con su pareja) oyó a su madre decirle a I. “no me
extraña hija que te quieras separar, yo tampoco
podría vivir con él”.
Como puede verse en el resumen que he presentado, el
nivel de detalles con el que R. relata en cada sesión sus encuentros sexuales
(tanto los que mantiene con su mujer, como los que mantiene con los hombres con
los que se cita) es muy alto y minucioso. En una oportunidad, y -tras una
sesión en la que me había relatado paso a paso los encuentros homosexuales con
penetración que había tenido- , me llamó para adelantar la siguiente sesión. Al
verlo le pregunté cuál había sido el motivo de tal adelanto, a lo que me
respondió que le había gustado mucho la sesión anterior porque había sacado
algo de dentro. Le dije que había algo de exhibicionismo en esa afirmación, a
lo que me respondió que tal vez sí, por mostrar algo suyo y tan personal, pero
que le gustaba compartir el morbo. “Y
porque tú de esto no sabes, entonces
me gustó sentir que en esto, yo era el profesor, y tú la alumna.”Me dice
que al salir de la sesión, se cruzó con una mujer muy guapa, y que pensó que le
gustaría decirle “ven aquí que te enseño lo que tengo entre las piernas” sin
embargo, su complejo de pene pequeño no se lo permitió y pensó: “pero adónde
vas tú, con una tía tan buena?”. Textualmente cito:“Siento que es como si
hubieran 2 R. diferentes que viesen la vida desde dos puntos de vista
diferentes: el que deseo ser: el macho alfa, y el otro, el pasivo sumiso. El
macho alfa, me cuesta mucho mantenerlo, pero me siento mucho más a gusto. Y el
pasivo sumiso, es el estado natural, pero es el que me angustia. Cuando soy el
macho alfa, quiero ser el pene grande, y cuando soy el sumiso, lo quiero
tener.”
Se siente emocionalmente como un niño. Tuvo una pelea
con su novia y ante la posibilidad de
perderla dice “sentí frío, vacío. Como lo que sentiría un niño cuando su madre
le dice que no le quiere.” En relación a la transferencia prosigue dirigiéndose
a mí: “respecto a ti me siento como un niño. Saco mis inseguridades, mis miedos
y tú pensarás este niño no sabe ni para
donde va. Tal vez te vea como una madre; si yo tuviese una buena relación
con mi madre, le preguntaría las cosas a ella, y no a ti… Con mi madre me
siento incómodo. Me incomoda que mi madre me de besos o abrazos, no me siento a
gusto y no me sale devolvérselos. No lo siento, no me dejo llevar”. Le pregunto
entonces qué pasaría si se dejase llevar? A lo que me responde que seguramente
se sentiría muy bien.
R tiene muchos altibajos: cuando está bien, dice que
quiere ser activo en la vida, vivir en pareja, cuidar y ser cuidado por una
mujer. Que la idea de ser gay le parece imposible. El pensar en un hombre
abrazándole le parece horrible. Dice que ya no quiere buscar citas en las que
realizar felaciones a los hombre, porque no lo hacía para sentir placer, ni
para dar o recibir cariño, sino para castigarse. Quiere llevar el control,
tomar la iniciativa, y si finalmente no funciona su relación con I., buscar
otra pareja. Una mujer frente a la que no se sienta en desventaja. Tal vez
alguien más joven, más sumisa.Pero entonces vuelve el bajón y vuelve a buscar
sexo con hombre de manera compulsiva.
R quiere tener un hijo, piensa que le daría el cariño
incondicional que le falta. “Y aunque hay algo en mí que lo rechaza; yo quiero
ser el hombre de mi casa, un padre de familia, pero me da miedo de mí mismo. Me
da miedo de ser como mi padre. Mi madre siempre me dice que soy igual a él, y
siempre que lo hace se refiere a algo negativo. Mi madre me ha dicho algo que
me hizo pensar mucho; que yo iba a acabar como mi padre, recluido en el sofá
bebiendo para no afrontar las cosas.Mi padre y yo nacimos el mismo día: el 14
de febrero, día de los enamorados.”
Epílogo:
Finalmente quisiera volver a la visión freudiana de
principios de siglo pasado. Me parece interesante preguntarnos cuál era
entonces el papel de la sexualidad en la sociedad vienesa de 1900. Tomando en
cuenta las cuatro posiciones de la perversión: tales son el sadismo, el
masoquismo, el fetichismo y el voyerismo. Y cambiando de época y de contexto,
me gustaría reflexionar acerca de cómo podemos hablar de estas posiciones
teniendo en cuenta la relación actual que mantenemos todos con la sexualidad y
las prácticas sexuales. No somos acaso todos un poco voyeurs? Telespectadores
de relaciones sexuales mantenidas por una pareja en los programas
sensacionalistas de realidad continua, que alcanzan records de audiencia. O
toda clase de prácticas sexuales al alcance de un clic en internet. O incluso
la última revolución literaria con millones de ejemplares vendidos en todo el
mundo, en la que, a lo largo de tres largos volúmenes, la autora describe con
todo lujo de detalle los encuentros sexuales -dichos sadomasoquistas- de una joven pareja. Y en relación a la citada
trilogía, lo que más llama mi atención, no es la obra literaria en sí, sino el
efecto que ha logrado en el público que la lee. Y en la innumerable cantidad de
veces que algunos pacientes me han hablado de ella en el último año.
Este tema me resulta bastante representativo para
explicar lo que creo que no debemos descontextualizar. Me refiero a las
prácticas sexuales actuales y a lo que, hoy en día se puede considerar (en la
cultura europea occidental) como lo tolerable en el terreno de lo sexual. A diferencia
de la recatada sociedad vienesa de 1900, el repertorio sexual actual incluye,
dentro de los parámetros llamados normales, muchas prácticas con notas de
fetiche, de voyeurs. Y de esto último, sí que tenemos gran representación en
las consultas.
Y para concluir: leía recientemente acerca del sujeto
perverso: “El sujeto así posicionado supone haber comprendido qué es
aquello que le falta al Otro, al que ama, y toma la decisión de no retroceder
ante las exigencias que supone ocupar el lugar de objeto que propicia el goce
para ese Otro. Al hacerlo se rechaza la diferenciación y el límite entre
ambos, es decir, se pierde la perspectiva de hasta donde llego yo y hasta donde
empieza él, cuál es su deseo y cuál es el mío.
Se pierde así, en el sujeto perverso su propia posición como sujeto de
deseo, para asumir una posición de objeto de uso y goce del otro. Podríamos
decir que en un primer momento, asumir la tarea
de complementar al Otro, es colocarse en una posición de víctima, pues el
sujeto perverso, queda diluido en el
proceso.”
En cuanto a la viñeta
expuesta, añadiré que R., cuando no se siente presa de la angustia, se define a
sí mismo -y se siente-como un hombre castrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario