EL FRACASO DEL OBJETO a EN LA PERVERSIÓN (Coloquio de la FEP en Madrid)




Hans Saettele
0. Punto de partida
En el seminario 20, Lacan dice acerca del estatuto del objeto a en el ser: “el objeto-causa de deseo es aparentemente algo pero se resuelve sólo por su fracaso, por no poder sostenerse en el abordaje de lo real”.[1] Un año antes había propuesto el término “fracaso fundador”: “Decir ‘saber no iniciático’ es decir saber que se enseña por vías que no son las directas del goce. Todas estas están condicionadas por el fracaso fundador del goce sexual, quiero decir, de aquel por el cual el goce constitutivo del ser hablante se separa y se aparta del goce sexual.”[2] Quiero tomar estas frases como punto de partida para interrogar nuevamente la cuestión de la perversión.
1.  La “vía directa”
Los fracasos típicos, como la eyaculación precoz, ligados a la articulación de la excitación con lo fálico, son siempre fuente de angustia. En ellos, la colusión entre dos regímenes de excitación[3] en el pasaje del acto sexual significan un fracaso en el sentido de un accidente. El perverso, en cambio, no fracasa. ¿Por qué? En el seminario 11, Lacan afirma: “Le pervers, … , est celui qui, en court-circuit, plus directement qu’aucun autre, réussit son coup, en intégrant le plus profondément sa fonction de sujet à son existence de désir.”[4]
El corto-circuito tiene como condición un saber hacer, el saber iniciático. Esto produce una articulación entre deseo y demanda que es diferente de la neurosis: “Si en el neurótico el deseo está en el horizonte de todas sus demandas largamente desplegadas y literalmente interminables, se puede decir que el deseo del perverso está en el corazón de todas sus demandas”, dice Lacan en el seminario 6.[5]
La posición cínica opone el “éxito” del perverso al “fracaso” del neurótico. Posición insostenible, porque la positivización del falo que permite mantener a distancia la angustia, tiene características diferentes en la neurosis. Como dice Roland Chemama, “el sujeto fóbico no se consagra… a la ilusión de un acceso directo al goce al que se engancha el perverso. Está dispuesto a pasar de atribuir el falo a todos a considerar que finalmente no es gran cosa.”[6] El perverso, en cambio, se consagra a la “restauración en cierta manera primera, a la restitución, al campo del Otro, del a, restauración por la cual el sujeto pretende proveer al Otro de algo que colme, que reemplace la falta fálica.”[7] El resultado es la idealización de la pulsión misma que le permite al perverso ocupar el lugar de “liberador”: posición paradojal, porque en el fondo, se rebaja a la excitación “común”, y al mismo tiempo “se eleva a las nubes, haciendo de la excitación un objeto de ideal transgresivo que la metamorfosea.”[8]
 
En la misma línea de reflexión, Lacan en el seminario 11, habla de un “efecto inverso del fantasma”: “C’est le sujet lui-même qui se détermine comme objet, dans sa rencontre avec la división de la subjetivité.”[9] Hay a propósito de este efecto inverso del fantasma una dificultad clínica. Como ejemplo, tomemos el caso del “Hombre en posición de Lotus”, publicado en 2007 por Marcel Czermak y de Cyril Veken.[10]  El caso no parece apuntar a una perversión, pero mete al otro a la vez en la angustia y en la impotencia por su inmutabilidad. De ahí que la autora del artículo se pregunta: ¿está estructurado sobre un modo perverso? Y responde: “Sin embargo, parece que no es el goce del otro lo que le interesa. (…) Está exterior a cualquier situación. Da la impresión que nada lo sostiene. ¿Qué sucede entonces con su relación al Otro, si no hay pacto que se sostenga?” Llega a la conclusión de que nada se inscribe en este sujeto y que el rasgo del caso es el “fuera de lugar”, una “ausencia/errancia determinada por el objeto que no cae”. Hay aquí también elisión del fracaso fundador del objeto a, pero sin que por ello se pueda hablar de estructura perversa. Lo interesante es que en la discusión del caso no deja de insistir la pregunta por la perversión. Se dice p. ej. que opera el mecanismo de la denegación en la “mise en suspicion” (puesta en sospecha) de las funciones simbólicas y del saber-decir; que la dimensión fálica con su fuerza de coerción en el otro sí está presente, sólo que se presenta bajo una modalidad negativa; que su identidad es asegurada solamente por la puesta en tensión de la mirada del otro (p.114). Como conclusión, diríamos que la adscripción a la estructura perversa no es lícita a partir del sólo dato del vuelco de la angustia en el otro.
El problema práctico es sin duda cómo hacer operar la diferencia entre la vía directa, perversa, hacia el deseo mediante la inversión de los dos términos del fantasma, y lo que Lacan formuló desde “La ética del psicoanálisis”, a saber el imperativo de “no ceder sobre su deseo”. El imperativo negativo del libertino, que invita a “no ceder”, logra dar “una fuerza y un valor al deseo a tal punto que éste parece ser cumplido y ser propiedad, sin objeción, de un sujeto. Es una posición perversa. Pero por este rasgo, todos sentimos que está en juego la problemática de la castración”.[11]
2. Simulación del corte y producción del fetiche
No hay otra definición del ser del sujeto, del S/, que la de ser corte de a. En la perversión, la puesta en contacto del S/ con el a se hace gracias a una conjunción que une, dice Lacan, en un solo término el “él lo es” y el “él lo tiene.” ¿Cómo es posible esto? Lacan explica en su seminario 6 que se produce ahí, en esta contracción, una “identification tout à fait spéciale à l’Autre, à savoir, que le “il l’a” soit en l’occasion un “ella l’a”. Cet “elle” est l’objet de l’identification primitive. Lui, il l’aura, le phallus – que cet objet se soit transformé en fetiche, dans un cas, ou en idole, dans l’autre.”[12]
El efecto inverso del fantasma implica una simulación: “Le lien est institué, si l’on peut s’exprimer ainsi, dans le support naturel. Nous dirons que la perversión se presente comme une sorte de simulation naturelle de la coupure” dice Lacan[13]. La “simulación natural” es una consecuencia directa de la imposibilidad de hacer frente al fracaso fundador del goce sexual: implica que el pasaje por el tercero se efectúe por la vía de la representación. Lacan lo documenta con el goce masoquista, cuya dimensión esencial es “la sorte de passivité éprouvée par le sujet quand il jouit à se représenter son sort comme se jouant au-dessus de sa tête, entre un certain nombre de gens qui sont là autour de lui, et qui, littéralement sans tenir le moindre compte de lui, discutent du destin à lui réserver.”[14]
Es entre dos disyuntivas cruzadas que se juega el destino del deseo. De un lado, el sujeto es o no es el “mauvais objet interne”, y del otro lado, el sujeto tiene o no tiene ese objeto.[15] Hace falta un “maître vrai” como dice Lacan, que está en algún lado en el lenguaje, no en una cara, en ningún semblante, y además, en el lenguaje mismo puede no estar en ningún lado. Ese “maître vrai” délègue au sujet l’usage limité du mauvais objet comme tel, en tant que c’est un objet qui n’est pas situé para rapport à la demande, un objet qu’on ne peut pas demander.” En este punto tiene su origen la configuración siempre particular de la modalidad del  “poder hacer”. En el caso de la perversión, esa modalidad se adquiere mediante la escenificación y el montaje, es decir mediante la producción del fetiche. La simulación natural del corte que se realiza en esta producción ocupa el lugar del síntoma: en la perversión, el sujeto ni le cree a su síntoma como en la psicosis, ni cree en su síntoma como en la neurosis, se ve empujado a la simulación del corte mediante la producción del fetiche.[16]
 3. Salida hacia el otro sexo
La positivización del objeto mediante su anteposición sintáctica y la simulación admitida como “natural”, producen el fenómeno de la perversión generalizada, y a partir de esta plataforma crece el fenómeno del cambio de sexo como socialmente admitido, ya no como monstruosidad. El concepto que da cuenta de este fenómeno es el “sinthôme”, el cual, en la perversión, escenifica la simulación natural del corte.
El travesti se sitúa de manera distinta a la del fetichista en el triángulo niño-falo-madre: se identifica al falo escondido bajo la falda de la madre. Esta posición se presta mucho más todavía que la del fetichista a la simulación, y es en esta posición donde cobra su relevancia el señalamiento de Lacan, de que “ce que le pervers met en scène dans son fantasme se presente sous un aspect qui est patent en clinique, c’est à savoir comme une séquence de movie, de film cinématographique… comme ces films-annonces qui sont faits pour susciter notre appétit…”[17]. Permítanme evocar brevemente el caso de un hombre que no sólo se hacía admirar y desear por otros hombres en sus espectáculos travesti, sino que hacía coincidir su goce con la angustia del otro, cuando uno de ellos se “la” llevaba en su coche. Acto perverso por excelencia, en el cual la reducción de la diferencia sexual al semblante se logra mediante la reducción del partenaire a una mirada, el cual “cae” como sujeto en tanto punto de angustia, en la anhelada coincidencia con el deseo del otro.
Lacan dice que el análisis nos ha enseñado como “replacer dans son contexte” el fantasma perverso, sea por la secuencia dramática, sea por la historia del sujeto, pero que eso no le quita el carácter fundamental de “des-inserción” de la cual se deriva la “gêne”, la pena, ante la ”face ridicule”, el “poca cosa”, de la salida perversa. En este hombre este aspecto apareció no tanto en sus espectáculos, deliberadamente cómicos, sino en un sueño, en el cual el sujeto pesca en un lago sucio unos pececitos que “mueven la cola arriba-abajo, y no derecha-izquierda”. Antes, contó que “lo que me gusta es hacer que los hombres heterosexuales se bajen el pantalón y se les pare, seducirlos, lo demás no me importa tanto”; pero el relato de este sueño desencadenó la pena que fue un momento-clave, porque mientras antes había sostenido que quería ser mujer, a pesar de saber que nunca podría serlo, porque “una mujer siempre es más que un hombre”, a partir de este momento, la angustia de castración se hizo presente. “(Si tuviera dinero), me pondría chichis, nalgas y me la pasaría en un muy buen salón de belleza, me pondría extensiones y maquillaría, mmm… no me lo cortaría”.
El transexualismo aparece como lo opuesto, porque el sujeto no retrocede aquí ante la amenaza de castración. En una mujer joven que durante un tiempo se dejaba penetrar por otras mujeres, pero afirma que el hombre estaba “dentro de ella” desde siempre y que sólo tuvo relaciones sexuales con hombres para aprender cómo se debe tocar a una mujer, todo el impulso “trans” se debía a que había convertido el goce femenino en un permanente punto de fuga. No pretende implantarse un pene, le basta con un palo que se pone en el pantalón. En cambio, quiere quitarse los senos. Hay en este caso “moulage imaginaire “: el cuerpo es vaciado de goce para hacer función de significante, lo cual implica algo parecido a la moldura de una estatua, con el efecto de “inanimado” que causa extrañeza. El falo está forcluido como significante, y el corte , en este caso, se limita a la adaptación del nombre propio (bautizarse hombre), a la eliminación de la marca del femenino y la neutralización de la oposición entre los sexos instalada en el lenguaje.
4. El corte en la carne
En el seminario 6, Lacan acentúa la “singular similitud de la formula trans-subjetiva femenina con la del perverso”[18], para discutir el problema de la menor frecuencia de perversiones en la mujer. El aspecto paradójico de este teorema se disuelve por el hecho de que las relaciones perversas, las mujeres las satisfacen en su relación con sus hijos – o con su propio cuerpo.
En el reciente libro de Alain Abelhauser encontramos ejemplos muy elocuentes de ambos aspectos.[19] En el síndrome de “Lasthénie de Ferjol”, que el escritor Barbey d´Aurevilly describió en 1882 en un cuento con el subtítulo “Une Histoire sans nom”, el rasgo esencial del cual está suspendido el goce, es el del “bombeo de sangre”. Este acto es cuidadosamente mantenido en secreto, y si es descubierto, se intenta sellar con una banalización como nos lo muestra el ejemplo de una paciente que, interrogada por Marcel Czermak acerca de este acto (“vous vous pompiez du sang”), responde: “Non, enfin, avec des aiguilles, je faisais de petites entailles dans les veines pour faire couler du sang. … on appelle ça de petites phlébotomies… anonymes.“[20]
Recordemos la frase de Lacan según la cual la relación del deseo al ser implica, y en estos casos más que nunca, la reducción del sujeto a un mero signo de a.[21] Se trata bien de un síndrome de mujer, porque, como ha señalado Roland Chemama, el proceso de extracción que se constata aquí es fundamentalmente opuesto al proceso de adjunción que caracteriza al perverso que escoge la via directa del goce.[22]  Y por otra parte, a diferencia del masoquismo, el goce no está en la sumisión y en la humillación, sino en el dolor mismo. El montaje, la simulación del corte, no tan “natural” en este caso, diríamos, se reduce a esto: hacerse sangrar debajo de la ropa.    
¿Se puede hablar en estos casos de un fracaso del objeto a? Si, en el sentido de que este objeto queda reducido al corte en la carne y al brote secreto de la sangre, y con ello no sólo ya no es asociable a una estructura de grupo (mirada y voz, seno y heces), sino que tampoco tiene ya en sí la función de a, la de ser objeto causa de deseo.

México D.F., marzo 2015


Lacan, Encore, Sém. 20, p. 87
[2] Lacan, … o peor, El seminario, 19, o peor, p. 171, 10 de mayo 1972
[3] Paul-Laurent Assoun, L’excitation et ses destins inconscients, p. 194
[4] Lacan, Les quatre concepts fondamenaux de la psychanalyse, Sém. 11, p. 187, 27 mai 1967
[5] Jacques Lacan, Le Séminaire, 6, cap. XXVI, “La fonction du splitting dans la perversion”, p.
[6] Roland Chemama, La perspectiva lacaniana sobre la fobia y la cuestión de la perversión, en: Elementos lacanianos para un psicoanálisis de lo cotidiano, Barcelona 2001, del Serbal, p. 184
[7] Jacques Lacan, Le Séminaire, 16, 39 avril 1969
[8] Assoun, p. 171
[9] Le Séminaire, 11, p.168
[10] Pascale Monduit “En posición du lotus. Névrose, psychose ou perversión?”, en: Les Jardins de l’Asile. Questions de clinique usitée et inusitée, Paris 2008 (ALI), p. 97- 119
[11] Isabelle Dhonte, “Le désir dans la subversión lacanienne du sujet: Ne pas ceder sur son désir”, en La Revue Lacanienne No 6, mars 2010, eres, p.
[12] Lacan, Sem. 6, p. 548
[13] Lacan, Sém 6, Le désir et son interprétation, 24 juin 1959, p.548
[14] Id, p.539
[15] Lacan, Sém. 6, p. 525
[16] Eric Porge, Lacan, un psychanalyste, p. 30
[17] Lacan, Sém. 6, p.517
[18] Lacan, Sém. 6, p. 530
[19] Alain Abelhauser, Mal de femme. La perversión au féminin, Paris 2013 (Seuil)
[20] María Paz Flores, Un cas de síndrome de Lasthénie de Ferjol. Phlébotomies anonyms: Une perversion bien feminine, en: Czermak/Veken, Les Jardins de l´Asyle, p. 244
[21] Lacan, Sém. 6, p. 531
[22] Ver la intervención de Roland Chemama en: Czermak/Veken, p. 259

No hay comentarios: