Conferencia impartida en la Embajada de México en Madrid
Por Cristina Jarque
El paciente es un hombre de 38 años al que llamaremos Fran. El hombre viene a consulta porque dice que se ha dado cuenta de que tiene problemas con su forma de relacionarse con las mujeres. La demanda de análisis se lleva a cabo a partir del día en el que Fran acude a escuchar una conferencia titulada "Frida Kahlo: el dolor de existir". En dicha conferencia se expuso la problemática de las adicciones y se habló sobre las relaciones amorosas de pareja, haciendo hincapié en la influencia fundamental que tienen los padres en sus hijos, a la hora de relacionarse en el amor. En dicha conferencia, se desarrolló la relación de amor y pasión entre los pintores mexicanos: Diego Rivera y Frida Kahlo, observando la historia familiar de cada uno de ellos.
También se habló de la relación de amor entre Diego Rivera y Angelina Beloff, una mujer de origen ruso a quien Diego conoció en París.
Esta mujer se quedó profundamente enamorada de Diego, situación que se demuestra en las 12 cartas de amor que le escribió al pintor desde París, y que fueron recopiladas en un libro llamado "Querido Diego, te abraza Quiela", escrito por Elena Poniatowska. Los temas centrales a tratar fueron el amor, la obsesión, la locura y el goce: experiencias fundamentales en la vida amorosa de todo sujeto, y que tienen un vínculo nuclear en su historia infantil. Ese núcleo se relaciona con los primeros amores que un niño o niña experimenta desde edad temprana, ya sea con los padres, los hermanos, las nanas, los profesores, los tíos, los primos, los abuelos, es decir: todas aquellas personas que estuvieron presentes en la historia infantil de los sujetos en cuestión.
Durante las primeras entrevistas, Fran comenta que lo que se dijo aquel día sobre Frida, le ayudó a comprender que él tenía grandes problemas en sus relaciones de amor, y que él cree que son causados por la madre, a quien califica de una madre cruel y desalmada.
La palabra desalmada nos indica una persona sin conciencia, sin humanidad, como la palabra misma lo dice: sin alma. Alguien cruel es una persona que se deleita con el sufrimiento del otro, que le gusta hacer sufrir a los demás. Esa es la definición que Fran nos hace de su madre.
Al hablar de su vida, Fran dice que su mujer no está a gusto con él, que se queja constantemente de ser infeliz y que amenaza con dejarlo. Al principio, dice Fran, no me importaba lo que me decía, pues trataba de no hacer caso cuando una mujer se quejaba de mi. Pero ahora ya me está afectando, pues todos los días me trae con la misma historia: que no es feliz, que yo no soy hombre suficiente para ella, que está viviendo una vida que no quiere vivir. Fran dice que la queja constante de la mujer, lo obligó a buscarse una amante, pero que ahora, la amante ha dejado de ser una solución para él, pues le ha confesado que se ha enamorado de él y quiere que deje a la esposa. Fran no sabe qué hacer y se siente completamente agobiado.
Los primeros seis meses de tratamiento trajeron cierta luz a las palabras con las que Fran había iniciado su demanda de análisis. Por un lado estaba el hecho contundente del lugar que ocupó la conferencia sobre Frida Kahlo que a todas luces había abierto en el paciente una puerta. Eso que podemos llamar el instante de la mirada. Y, que en este caso, podríamos articular como ese lapso de tiempo que permitió que se abriera en este hombre una posibilidad. La posibilidad que condujo a Fran a considerar un tratamiento psicoanalítico como una posible opción a su sufrimiento subjetivo. Fran habla del padre, dice que lo recuerda bebiendo vino. Fue la primera vez que el niño vio al padre ebrio. El evento se le quedó marcado porque después de aquella borrachera, el padre decidió regresar a su país de origen, ya que Fran cuenta que estaban viviendo en otro país, al que se habían mudado, en busca de mejor fortuna, pues su país de origen pasaba por un mal momento en su desarrollo económico. Así es como nos enteramos de que los abuelos de Fran eran emigrantes, palabra que cobrará lugar de significante importante en la vida del paciente. Yo me siento un emigrante, dice él, no soy de ningún lado. Fran comenta tener el sentimiento de ser un extranjero en cualquier sitio del mundo; alguien sin raíces, sin identidad, sin ton ni son. No soy de ningún lado, reitera el paciente adolorido, con cierto resentimiento en la voz. Cuando mencionamos el resentimiento, Fran acepta que su corazón está lleno de rencor, de rabia y de resentimientos enormes, tanto contra el padre, como contra la vida, pero sobre todo, dice él, contra la madre y contra la familia de la madre. El paciente recuerda que cuando el padre decidió regresar al país de origen, él era un niño que tenía aproximadamente 10 años de edad. ¿Por qué se había ido la familia de su país, por qué había dejado su tierra? El paciente dice que como muchas otras familias, la suya huyó del país por cuestiones políticas y económicas. Podemos observar que ambas situaciones: la política y la económica, serán relevantes en el caso de este paciente. Fran dice que los abuelos no querían irse, pero no les quedó de otra. Al llegar al país que los acogió, se instalaron rápidamente y se pusieron a trabajar con gran ahínco. El abuelo trabajaba tanto que parecía que esa era toda su vida: trabajar y trabajar. Fran recuerda que la abuela se quejaba del abuelo. Le hacemos ver que está apareciendo la mujer quejándose del hombre. Fran dice que si, que efectivamente, él recuerda que la abuela siempre se quejaba del abuelo y que la abuela le recuerda mucho a su mujer, siempre quejándose de él. ¿De qué se quejan esas mujeres? Fran dice que se quejan de lo mismo: de que los hombres trabajan y trabajan. Fran se da cuenta de que tanto él como el abuelo, son hombres para quienes el número uno en la vida es el deber, es decir: el trabajo. Esta primera relación que hace el paciente entre las mujeres de su historia, le ayuda a empezar a relacionar los acontecimientos entre la historia de amor de los abuelos y la suya propia. La diferencia, dice Fran, es que mi abuelo nunca cogió a una amante. El fue un hombre muy fiel, muy leal a mi abuela. ¿Por qué yo no he podido serle fiel a mi mujer?, ¿por qué yo no he logrado soportar su queja? Para responder esas preguntas, Fran empieza a visualizar las diferencias entre el matrimonio de los abuelos y el suyo propio. Es cierto que hay coincidencias, dice el hombre, las coincidencias son que las mujeres en ambos casos, son mujeres insatisfechas que se quejan de su vida y de su hombre. Pero también hay diferencias, dice él, como por ejemplo, el hecho de que la abuela siempre estaba dispuesta a complacer al abuelo. Parecía, dice Fran que la queja era algo que la abuela no podía evitar, pero en el fondo se notaba que amaba al abuelo, pues estaba muy pendiente de todo lo que el abuelo necesitaba y presta a darle aquello que ella creía que él quería. Lo que Fran dice es que la mujer del abuelo, vivía de acuerdo al deseo del hombre, como si el deseo de ella, era intentar satisfacer el deseo de él. A eso, Fran le llama el amor verdadero que existía entre los abuelos. Sin embargo, Fran agrega que entre su mujer y él, las cosas no son así, ya que ella, la mujer de Fran, no tiene interés cual ninguno en proporcionarle al marido lo que él necesita, ni encargarse de que el deseo de él quede satisfecho. Al seguir narrando la historia infantil, Fran recuerda que su padre estudió el bachillerato, pero no fue a la universidad porque no le gustaba estudiar. Así que el abuelo le propuso que trabajara con él, ayudándolo en su oficio. Abuelo y padre se asociaron poniendo una empresa propia. El abuelo administraba el negocio y el padre de Fran, le ayudaba en todo lo que se iba necesitando, básicamente en la mano de obra. Todo marchaba estupendamente, dice el paciente, la familia estaba muy contenta, el negocio era próspero, las relaciones entre mis tíos y tías eran buenas, el país les gustaba, se sentían arropados y tranquilos. Pero resultó que el padre embarazó a una mujer, la madre de Fran. A partir de allí, dice el paciente, todo se fue a la mierda. Le pedimos al paciente que cuente la historia de amor entre sus padres. Él dice que el padre conoció a la madre en una boda. Ella era hija de un hombre bastante reconocido en aquel país. Tenían muchas propiedades y tierras. Era una familia acomodada, de esas familias pijas, dice el paciente. Hay que decir, que la palabra pija es una manera de calificar a la gente de la burguesía, también se les dice pitucas o popis, según el léxico utilizado en diferentes países hispanohablantes, pero la idea es la misma: es gente con actitudes cursis, actitudes propias de las personas de clase social alta. Fran dice que sus padres se enamoraron profundamente, pero que la familia de la madre no estaba de acuerdo con esa relación. Especialmente el abuelo, pues parece que el abuelo es el que más se oponía, porque veía de menos al padre de Fran, lo veía para abajo, dice el paciente, haciendo alusión al hecho de que para ese hombre, el padre de Fran era poco para su hija y no quería emparentar con él. Fran dice que la oposición del abuelo materno radicaba en el hecho de que consideraba poca cosa, no sólo a su padre, sino a la familia entera, a quienes calificaba de inmigrantes de clase baja, pobres, tanto económicamente como en cuanto a formas, costumbres y educación. Fran dice que él atribuye, el rechazo del abuelo materno al padre, a causa de la carencia de estudios. Esa era la causa, según el paciente, de que el abuelo materno, no quisiera al padre. Decía que era un bueno para nada, sin estudios ni beneficio alguno. Además, como el padre tenía tendencias alcohólicas, el abuelo materno decía que era un borracho y un don nadie. Eso decía mi abuelo, dice Fran, pero agrega que en realidad, el padre no era ningún borracho. El paciente dice que el padre sólo bebía los fines de semana, que le gustaba el tequila, y que, aunque si bien dicen que algunas veces se le pasaba la mano, Fran cree que era por la tristeza que sentía de ser tan poco reconocido por el suegro, y sobre todo, tan repudiado por él, es decir: por el rechazo de toda la familia de la madre, que para el padre de Fran, era la mujer amada por excelencia. Fran acepta que el padre estaba muy enamorado de la madre. ¡Enculadísimo! agrega. El paciente dice que el padre siempre aseguró que como a la madre no iba a volver a querer a nadie en la vida. Aún cuando el abuelo materno y la familia se oponían al enlace entre los padres de Fran, los tortolitos se unieron para desafiar tanto al padre, como a todo el resto de la familia, que se oponía al idilio amoroso. Fran dice que se veían a escondidas, que desafiaban y se burlaban del padre, que transgredían. Como resultado de esos encuentros, la mujer quedó embarazada, y el bebé concebido bajo esas peculiares circunstancias fue Fran. Con lo que nos cuenta el paciente, podemos comprender la importancia tan grande que tiene para un sujeto las circunstancias en las que es concebido. Como hemos visto en todos los casos presentados en este libro, el deseo de la madre es vital en la futura vida psíquica del hijo. Ese deseo de la madre es un enigma, un misterio, y, es precisamente por ese lugar que tiene de enigma, que el sujeto pasará la vida intentando descifrar ese deseo, pues, el deseo de la madre marcará necesariamente el deseo del hijo. Es por eso, que se hace necesario, introducir el concepto del falo en la teoría psicoanalítica, pues es el significante fundamental para la comprensión del deseo de la madre y la manera como ese deseo, influye la vida amorosa y la elección de pareja del hijo. Decimos que el falo es el símbolo de la libido para los dos sexos: tanto el femenino, como el masculino. Los historiadores de la Antigüedad acuñaron el término de falo, al estudiar los rituales religiosos de los misterios de la cultura griega, en donde es sabido que se utilizaba el falo como imagen para simbolizar la potencia, el saber y la fecundidad, tanto para la tierra como para los hombres. Debido a ese símbolo que encarna, símbolo que es básicamente de poder, Lacan sitúa al falo en el centro de la enseñanza analítica, diciendo que es un significante privilegiado que se vincula directamente con el deseo inconsciente, y por lo tanto, con la particular manera de gozar de cada sujeto. Fran, al igual que todos los sujetos que acuden a psicoanálisis, sufre porque se da cuenta de que hay pensamientos y acciones de su conducta y de su vida que él no controla. Acciones que lo sorprenden y que no sabe de donde le vienen; actos que realiza que escapan a su control y que no sabe qué hacer con ellos. La problemática de Fran está relacionada con su propio deseo, pues como él mismo enuncia, muchas veces ya ni siquiera él sabe qué es lo que quiere. El deseo propio de Fran está confuso, obscuro, no encuentra manera de formularlo ni de construirlo. Fran dice que está cansado de hacer cosas que no quiere hacer en realidad, como por ejemplo, llevar esa vida doble, esa vida donde al tener dos mujeres: la esposa y la amante, se siente deshonesto y no está a gusto con su comportamiento. Pero al mismo tiempo, no sabe cómo cambiar el curso de esos acontecimientos. Es como si el deseo no me perteneciera, dice Fran, como si mis acciones estuvieran ordenadas por otra persona que no fuera yo. Fran dice que, no obstante, él tiene que obedecer esas órdenes, no puede decir que no a esos mandatos que se le imponen y tuercen su verdadero deseo. Dice mi padre, continúa el paciente, que cuando mi madre se enteró de que estaba esperando un hijo se puso histérica, que enloqueció. Fran dice que la madre no quería tener al bebé, que quería abortar porque tenía miedo de la reacción de la familia, que la madre temía lo peor. Y así fue, continúa el paciente, sus temores se volvieron una realidad. Fran dice que lo peor que le pudo pasar a la madre fue tenerlo, que él piensa que ella debió abortar, que fue una necia por seguir adelante con el embarazo. Con estas palabras, podemos darnos cuenta de la tristeza y el resentimiento que embargan la vida de este hombre. ¿Por qué no abortó aquella madre? Fran responde con una frase: por necia. ¿Qué quiere decir Fran al llamar a la madre necia? Pues lo que Fran quiere decir, es que la madre tuvo miedo, que la madre no abortó el producto porque fue una cobarde. El paciente dice que cuando la familia, especialmente el abuelo de Fran se enteró del embarazo, se enfadó muchísimo, pero que ya no pudo hacer nada. Las cosas ya no tenían remedio. El abuelo estaba impotente ante la situación, pues las cosas se habían salido de su control. Fran comenta que el padre dice que él nació para desgracia del abuelo. Dice que su nacimiento le jodió la vida a toda la familia de la madre. Podemos observar que en el discurso del paciente, sigue habiendo referencias en torno a ese deseo que marcó su nacimiento. La marca de Fran es una marca provista de sentimientos ambivalentes, donde están presentes: el amor, el odio, la venganza, el desafío, la tristeza, el miedo y la culpabilidad. Todos estos sentimientos y emociones, van a marcar directamente en la vida de este hombre, su lugar en el mundo y la función que va a ocupar el falo en su historia psíquica particular. Fran dice que cuando el padre comenta que el nacimiento de Fran le jodió la vida a toda la familia de la madre, lo hace con cierto placer enfermizo. Hay otro recuerdo: un recuerdo de infancia, donde Fran evoca el momento en el que su abuelo le dijo, que él vino a regar el tepache en su familia, el abuelo también dijo que Fran era el punto negro en el arroz. Sabemos que la expresión regar el tepache, significa lo mismo que el padre le decía a Fran, es decir, que el niño vino a joderle la vida a la familia de la madre. Estas frases quedarán marcadas en Fran, trayendo consecuencias importantes en sus relaciones amorosas subsecuentes. Fran dice que, efectivamente, esas palabras han marcado su vida, porque él siempre ha tenido esa sensación: que su presencia provoca molestias a los demás. Fran dice que cuando él llega a la vida de alguien, llega siempre a joderla, a regar el tepache. Es como si hubiera dentro de mi, una maldición, dice el paciente. También dice que siente que algo hay dentro de él que hace que todo se vaya a la mierda, tanto en su vida como en la de los demás. Con estas palabras dichas por el paciente, podemos introducirnos al concepto del gran Otro, que Lacan sitúa, escribiéndolo con mayúscula para diferenciarlo de ese pequeño otro que se escribirá con minúscula. El Otro, escrito con mayúscula, es un lugar; un lugar en el que se va a situar, todo aquello que es anterior y exterior al sujeto, y que lo determina, aún cuando el sujeto quiera o pretenda dominarlo. Por eso hay cosas que van a escapar al control del sujeto, como bien lo ha reconocido este paciente, al decir que él no puede controlar ciertos pensamientos y ciertas acciones que se le imponen, como si no fueran ni pensadas ni actuadas por él. Ese gran Otro se va a diferenciar del pequeño otro, porque el pequeño otro es el compañero imaginario, el semejante, en cambio el gran Otro es el lugar de la palabra, de la cadena significante que precede al sujeto y que lo determina en el discurso y en el deseo, la demanda y el goce. Por eso, para que un sujeto logre curarse de sus sufrimientos, necesita pasar por la palabra todo ese discurso que le precede y que está constituido en esa cadena significante que es el lugar del gran Otro. Hay que poner en palabras lo que el paciente cree que ese gran Otro le demanda, al mismo tiempo que lo que el paciente cree que ese gran Otro desea de él, y, finalmente, lo que el paciente cree que constituye el goce de ese gran Otro. La cura analítica se encamina a revelar esos saberes que convertidos en verdad para el sujeto, posibilitarán el descubrimiento de lo que llamamos su lugar en el mundo y la esencia de su ser. Al poseer ese conocimiento, el sujeto logrará encontrar la manera de hacer las paces con las marcas que la palabra ha dejado en su cuerpo y en su mente, y podrá vivir una vida que estará conducida por el deseo que habita la esencia del sujeto. Decimos que la ética del psicoanálisis, es precisamente la posibilidad que un sujeto tiene de poder vivir conforme al deseo que lo habita. Para poder vivir de acuerdo a ese deseo, ya sea de manera afirmativa o de manera negativa, lo importante es lograr saber cómo está estructurado ese deseo. Sólo así podremos tener la elección de decirle que sí, o decirle que no, a ese deseo inconsciente. Es por eso que el psicoanálisis se hace una experiencia nuclear en aquellas personas que deciden acudir a esta práctica. Así lo dice Fran, cuando nos habla de su análisis y de los efectos que está teniendo en su vida. Ya no soy el de antes, dice Fran; mi vida puede resumirse a un antes del análisis y un después de estar en él. Fran nos cuenta que es hijo único del enlace entre los padres, dice que la unión entre los padres duró tres años. La ruptura, dice el paciente, se veía venir desde el mismísimo momento de la boda, la voz de Fran se quiebra, el hombre se pone a llorar. Todo mundo concuerda con la idea de que mi madre nunca amó en realidad a mi padre, dice Fran entre sollozos. Ella estaba casada con su familia, con el abuelo. Para ella lo único que importaba era el qué dirán, cubrir las apariencias y darle gusto al abuelo, y, como el abuelo nunca quiso al padre, pues el matrimonio no duró. Fran dice que él tenía tres años cumplidos cuando los padres se divorciaron. Me quedé viviendo con mi madre, recuerda el paciente. Si soy honesto, dice él, no me acuerdo mucho de ese tiempo, pues estaba muy pequeño, pero lo que sí recuerdo es que tenía muchas pesadillas. Había una recurrente: Fran cuenta que soñaba con un monstruo marino. Veía sus dientes enormes, sabía que ese monstruo quería comérselo, que venía a por él. Fran dice que era un sueño aterrador. Recuerda que gritaba mucho, y que se despertaba bañado en sudor. La madre acudía a calmarlo. ¿Qué más recuerda? Fran dice que recuerda un olor: el olor de la madre. ¿Era algún perfume en particular? No, dice Fran. Era a alcohol. Cuando mi madre, me abrazaba, dice el paciente, olía a alcohol: a vodka.
Hacia los ocho meses de tratamiento aparece el siguiente sueño. Soñé que estoy en una lancha con una mujer, nos estamos enrollando, pero yo estoy nervioso, asustado. Luego veo a un niño. El niño está en la lancha junto a nosotros, el niño está dando de comer a los patos. La mujer coge al niño en brazos y lo mece mientras le canta, pero luego lo avienta al agua. El niño no sabe nadar. No lo veo, pero sé que el niño se está ahogando. Quiero salvarlo, quiero echarme al agua para ir a por él. En eso me despierto. El paciente dice que lo primero que le viene a la cabeza es que la mujer es su madre. Que avienta al niño al agua igual que su madre lo aventó a él. Fran se emociona y se echa a llorar. Luego dice que la madre lo dejó caer y que no se lo va a perdonar nunca, que la madre tiene la culpa de todo. Dice que el agua representa el alcohol. Que él es ese niño, y que se está ahogando por el rechazo de la madre, que ahora está desplazando al rechazo de su mujer. Dice que por eso se ha puesto de amante de otra, porque teme el rechazo de la esposa. Teme que la esposa lo abandone igual que la madre lo abandonó. Fran dice que ya no podría soportar otro abandono. En ese momento, el paciente se da cuenta de que hay una causa por la que es infiel: la causa es la angustia insoportable que le produce el hecho de pensar que la esposa pueda abandonarlo. Tanta queja de su mujer le hace sentirse amenazado. Fran piensa que si la mujer es infeliz a su lado, algún día va a dejarlo, va a darle calabazas. Por eso el hombre ha decidido tener una amante, otra mujer que pueda darle un poco de afecto en caso de que la mujer lo deje. Al poner en palabras lo que Fran llama su estrategia inconsciente, el paciente se da cuenta de lo incongruente de la situación. Lo que está haciendo, en lugar de remediar un sufrimiento que quiere prevenir, lo que está produciendo es que la circunstancia se precipite, es decir: que al tener una amante, Fran está propiciando que la esposa lo abandone. En otras palabras, que él mismo se está poniendo la soga al cuello. El surgimiento de esa verdad, pone al paciente en alerta, y a nosotros, nos permite articular el concepto teórico del goce lacaniano. El goce como algo más allá del principio del placer, el goce como una satisfacción que complace una parte obscura del ser humano: la parte de la pulsión de muerte que arrastra hacia la autodestrucción, es decir que es un gozar en el dolor, un gozar en el sufrimiento. Entonces el paciente comenta que como al año de haberse divorciado del padre, la madre conoció a un hombre: un amigo de la familia. Ese hombre, dice el paciente, pertenece a un grupo de gente adinerada, arrogante y soberbia que se reúnen una vez a la semana en restaurantes elegantes y caros, de esos restaurantes que están dentro de los mejores hoteles de la ciudad. Se reúnen con fines benéficos. Dice Fran que ellos pretenden reunirse para ayudar a los desvalidos y desamparados, que son altruistas. Pero que a él no lo engañan. Es gente mala, agrega el paciente. Como mi abuelo: prepotentes, soberbios, arrogantes, unos lobos con disfraz de corderos. De esos que creen que con tener dinero lo tienen todo, de los que les gusta el poder y sentirse superiores a los demás. Por eso hacen sus obras de caridad, para sentirse superiores. Fran dice que el abuelo estaba encantado con el nuevo novio de la madre. ¡Éste si te merece!, decía el abuelo frente al nieto. Un verdadero hombre en toda la extensión de la palabra, gente de buena familia, gente conocida, como nosotros. No como el padre de ese chamaco, decía el abuelo señalando a Fran. Sabrá Dios de qué andurrial salió él y toda su familia. Fran dice que tiene pocos recuerdos de aquellos días. Tengo muy borrada aquella etapa de mi vida, los recuerdos que tengo no son míos. Casi todo me lo ha contado mi padre. Las palabras del paciente nos vuelven a poner en contacto con lo que llamamos la novela familiar, que no es otra cosa, más que el hecho fehaciente de que el discurso que marca las historias de los sujetos y que tienen una influencia en sus vidas psíquicas, son palabras que vienen de otros. Esos pequeños otros que son los compañeros imaginarios que narran los hechos y que al hacerlo, pronuncian las palabras que se convertirán en significantes que irán dejando huella en la piel de los sujetos. Pero también de ese gran Otro, que es el lugar que antecede y predetermina las palabras y el discurso. Ese lugar que está hecho de lenguaje, y que propiciará que el sujeto se vaya dejando capturar, al mismo tiempo que se ordena y se construye el deseo que va a marcar al sujeto y lo va a constituir. Parece, dice Fran, que yo no le caía bien al nuevo novio de mi madre. Dicen que yo le hacía la vida imposible, que me la pasaba jodiéndolo. Supongo que estaría celoso, agrega el paciente, no lo sé, porque no me acuerdo. El hecho es, que el hombre le propuso matrimonio a la madre con la condición de que Fran no viviera con ellos. Así que una mañana, dice Fran que despertó en casa del padre. Le dijeron que la madre lo había abandonado. Que le había llevado con el padre porque ella se iba a casar y el niño le estorbaba en su nueva vida. El paciente dice que a partir de esos acontecimientos el padre se deprimió profundamente y que se dio a la bebida. Se emborrachaba todos los fines de semana, siempre con tequila. De aquellos tiempos, dice Fran, recuerdo que mi padre siempre estaba tumbado y que le cambió el carácter. Fran dice que el padre se hizo muy huraño y que estaba tan mal que los abuelos tomaron una decisión: regresar al país de origen. Fran dice que eso fue lo que hicieron. Dice que a los abuelos lo único que les importaba era que su hijo, (el padre de Fran) saliera de esa depresión en la que había caído, y, sobre todo, que se recuperara del alcoholismo, que dejara de beber. Fran dice que la madre no se opuso a que se mudaran de país. Dice que la madre facilitó todos los trámites legales y que estuvo completamente de acuerdo. Creo que mi madre se sintió aliviada, dice el paciente. Lo que ella quería era deshacerse de mi. Ya tenía planes de boda con el arrogante y presumido amigo del abuelo. Fran recuerda cuando se despidió de la madre, recuerda que él no paraba de llorar, estaba desconsolado, se sentía desamparado. Dice que sentía miedo, que tenía miedo de no volver a verla. Y creo, agrega Fran, que sobre todo, tenía miedo de que ella se olvidara de mi. Con estas palabras, volvemos a observar el lugar del falo en la historia de Fran, ya que decimos que el niño cree que es el falo de la madre cuando es pequeño, el niño quiere completar a la madre, quiere complacerla, quiere satisfacerla. Pero si la madre, como en este caso, rechaza al hijo de esa manera, las consecuencias en relación al amor y a las relaciones futuras del niño con las mujeres se verán altamente perjudicadas. Por eso Fran ha denominado el estrago de la madre, como un estrago de crueldad, por eso para este hijo, la madre es desalmada y cruel. La problemática de las relaciones amorosas de Fran con las mujeres, estuvieron marcadas por esos significantes: ser cruel y ser desalmada. Mujeres con esas características han estado presentes en la vida amorosa de Fran, ya que él, ha pasado repitiendo la escena del abandono, el desencuentro y el rechazo, una y otra vez, a lo largo de su vida. Fran sufre terriblemente, tal como sufrió de niño aquel abandono, ahora de adulto, vuelve a sentir ese mismo sufrimiento, en cada ocasión que se repite la escena infantil. Fran recuerda que la madre lo abrazó, le dijo que no llorara, que no se preocupara, que todo iba a estar bien. Le dijo que lo iban a cuidar sus abuelitos y que el deber de Fran, era cuidar de su padre enfermo por el alcohol. La madre dijo que el lugar de Fran, estaba junto al padre, pero que ella lo iba a invitar todos los veranos. ¿Cumplió su promesa aquella madre? Fran dice que cuatro años después de aquella despedida, la madre lo invitó un verano, pero cuando Fran llegó a la casa de la madre, ella lo presentó como un sobrino que vivía en el extranjero. Fue el peor verano de mi vida, dice el paciente. Nunca más quise regresar, fue humillante, hipócrita e inhumano, pero sobre todo, dice Fran, fue injusto y cruel.
El análisis está permitiendo que el paciente se percate de ciertas cosas a las que antes no les daba importancia, tales como las repeticiones y las coincidencias que existen en su historia familiar. Por ejemplo, dice Fran, que mis abuelos se fueron del país de origen, cuando mi padre tenía 10 años. Y luego, mi padre se regresó al país de origen cuando yo tenía 9 años, casi iba a cumplir los 10. Para Fran, esos hechos son una repetición. La repetición de abuelos y padres que emigran con un niño de 10 años. El paciente empieza a articular las causas. Dice que los abuelos emigraron por problemas: políticos y económicos, y que el padre emigró también por problemas: problemas de amor, porque la esposa lo dejó por otro. También observa el lugar del alcohol en la vida del padre, ya que el paciente se da cuenta de que el discurso dice que el padre emigró porque no podía parar de beber. Es decir, que hubo algo que el padre no pudo controlar: el abandono de la madre, la angustia de la pérdida de amor.
Fran dice que el padre no pudo soportar ese abandono y que cayó en el alcoholismo. Para Fran, el padre es un hombre débil, demasiado sensible y timorato. El paciente se ha refugiado en la fuerza y en el amor de los abuelos, que son los que le han proporcionado el motor para su deseo y, como dice Fran, el sostén de su autoestima. Sin embargo, también se percata de que existe una conexión entre el padre y él, algo que lo preocupa. Fran cuenta que alguna vez, estando ebrio, llegó a perder la conciencia. Fran dice que se le borraron las cosas, y que se quedaba en blanco. Después, cuando despertaba, se encontraba en algún lugar extraño. A veces amanecía con mujeres desconocidas que yacían desnudas a su lado. Pero otras veces, eran hombres. Fran dice que su mujer no lo sabe y que no quiere que se entere. Dice que es como si tuviera dos personalidades: el Fran ángel y el Fran diablo. Dice que el Fran ángel es una buena persona, alguien que agrada a los demás, que se hace querer. El paciente dice que su mujer ama al Fran ángel porque cuando Fran es generoso con ella, para ella, él es el mejor marido que una mujer puede tener: trabajador, responsable, amoroso, comprensivo. Además de ser también un buen padre, pues tienen un hijo. La mujer dice que el Fran ángel es el padre más bueno y amoroso que un hijo puede tener. Me gustaría ser siempre ese Fran ángel, dice el paciente. Pero a veces, sin que yo lo controle y sin que yo lo quiera aparece ese Fran diablo que hay dentro de mi. En cuanto aparece el Fran diablo, todo se va a la mierda. Fran dice que el alcohol es el responsable de que aparezca el Fran diablo. Y que cuando aparece ese monstruo que lleva dentro, se encuentra totalmente sometido a él. Como si tuviera una doble personalidad, la del Fran sobrio y la del Fran ebrio. Eso lo angustia muchísimo. Porque no me acuerdo de nada, dice Fran, es una angustia tan fuerte, que es infinita e inimaginable. ¿Cómo es la angustia? Es un nudo en el estómago, dice el paciente, que se me sube a la garganta y al corazón. Una angustia por no saber lo que ese monstruo, ese Fran diablo ha sido capaz de hacer estando ebrio. Las últimas veces han sido las peores. Creo que toqué fondo. ¿Qué pasó? Fran dice que estaba con unas putas, en uno de esos sitios donde bailan, y que parece que él empezó a coquetear con los hombres. Fran dice que los amigos le dijeron que empezó a hacer de puta. Está muy avergonzado y dice no acordarse de nada, pero después despertó al lado de un hombre. Fran dice que también estaba la mujer, la puta, por lo que al principio pensó que se la habían tirado entre los dos amigos, pero la mujer le dijo que también se habían enrollado entre ellos dos: el hombre y él. El paciente comenta sentirse muy confuso, tiene dudas sobre su identidad sexual, tiene muchas preguntas en relación a la prostitución. Fran dice que cuando el padre regresó al país de origen, se compuso del alcoholismo. Siguió bebiendo, dice Fran, pero con moderación. ¿Qué fue lo que pasó?, ¿qué fue lo que pasó que logró que el padre superara el alcoholismo?. Lo salvó el amor, contesta Fran, pero un amor raro, pues no fue un amor de una mujer normal, sino que fue el amor de una puta. Entonces, el paciente cuenta que, cuando el padre llegó al país de origen, empezó a frecuentar burdeles. Dice que el padre se enamoró de una puta y que se hicieron pareja. Fran dice que el padre se compuso del alcoholismo gracias a esa mujer. Dice que ella ya no ejerce en la prostitución, y que ahora vive con el padre, pero que tienen problemas familiares, porque la familia no acepta a la mujer. Fran se da cuenta de cómo continúan apareciendo repeticiones importantes en las historias de amor del padre. Antes, era la familia de la mujer la que no aceptaba al padre de Fran, y ahora, es la familia del padre de Fran, la que no acepta a la mujer. Fran dice que a él no le importa que ella haya sido puta, porque ver feliz a su padre es lo único que le importa. Fran continúa en análisis porque quiere resolver las preguntas que lo siguen atormentando: quiere saber por qué el Fran diablo lo arrastra a provocar peleas con su mujer, lo arrastra a perder a su hijo y lo arrastra a hacer de puta. El camino del análisis del paciente lo está llevando a ir entendiendo poco a poco, los derroteros de ese goce mortífero que lo lleva a la destrucción de su propio bienestar, a la destrucción de su verdadero deseo. Fran se está dando cuenta de que la lucha, es una lucha interna: entre ese Fran ángel y ese Fran diablo, que habitan dentro de él, y que él mismo ha mencionado al percatarse de que una fuerza inconciente poderosa que escapa a su control, quiere arrastrarlo a ese sufrimiento. Es muy probable, dice Fran, que la influencia del desamor de mi madre me ha dañado la mente y el corazón, mucho más de lo que yo quiero aceptar. Pero con todo lo que estoy conociendo de mi historia y de la estructura de mi mente y mis deseos, creo que voy a poder superar el estrago materno que me ha perjudicado tanto.
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