LaTE. TOLUCA. Videoconferencia desde España. Domingo 14 de diciembre 12h de México). Informes Carlos Mayén, Itandehui Gonzalez.
La madre estrago (Introducción)
El libro "La madre estrago" se publicó por primera vez en España en 2008 y fue presentado por grandes personalidades de la intelectualidad española, entre ellos Miguel Marinas (1948-2022) un filósofo muy reconocido, que él mismo se denominaba amigo de los psicoanalistas. Después, en 2010, tuve el gusto de presentarlo personalmente en CDMX, de la mano de nuestro querido colega Néstor Braunstein (1941-2022) a quien seguramente muchos de ustedes conocen, pues era un psicoanalista de renombre mundial. Desde su primera publicación, este libro ha sido motivo de muchas presentaciones, tertulias, conferencias y debates. Lo he llevado a la televisión, a la radio y ha sido motivo de múltiples entrevistas. En 2011 fue traducido al francés y lo presenté por primera vez en París, en la Casa de México, y posteriormente en París Diderot, al lado de Gérard Pommier (1941-2023). A lo largo de estos 17 años, he sido invitada (tanto a presentar el libro como a dar conferencias en torno al estrago materno) en numerosas ciudades, incluyendo el Instituto Cervantes de Lisboa y el Centro Español de Lima. Este año volví nuevamente a París, al Espacio Analítico, esta vez invitada por Vannina Micheli-Rechtman. Como pueden ver, La madre estrago ha recorrido un largo camino. Y desde el primer momento, el título fue lo que encendió las alarmas: hablar de la madre estrago era y sigue siendo (según han dicho numerosos colegas) un acto de valentía. Porque si hay un tema delicado y políticamente incorrecto, es hablar de la destructividad materna. Del daño que puede venir de la madre. En una época donde se idealiza a la madre, donde se glorifica su figura, donde se espera que la maternidad solo encarne luz, amor, entrega y contención, escribir un libro que se atreve a decir: “Sí, existe el estrago materno”, es romper un silencio que muchos prefieren mantener. Pero el psicoanálisis no existe para agradar. Existe para decir lo que se calla, para mirar de frente lo que duele, para nombrar lo que amenaza con volverse síntoma, repetición y tragedia. El psicoanálisis es, ante todo, una ética del decir. Por eso, desde la primera página, este libro propone hablar de lo que casi nadie quiere hablar: la relación de la mujer con su maternidad, allí donde el lazo ha sido atravesado por la voracidad, por la posesión, por la falta de límites, por la ambivalencia afectiva, por la culpa, y por el deseo inconsciente de aniquilación. Cuando hablo de la madre estrago, hablo de una posición subjetiva ante la función materna. Es un concepto que aparece cuando Freud describe esos lazos femeninos que pueden arrasar, que pueden dejar al sujeto sin consistencia, sin bordes, sin un lugar donde sostenerse. El estrago es una forma de amor, pero una forma de amor que hace daño. Un amor que quema. Un amor que devora.
Recuerdo a una analizante que me decía: “Mi madre me destruyó”. Esta analizante no se refería a que la golpeó o la abandonó, sino a que la amó demasiado, de forma invasiva, sin permitirle existir fuera de su deseo. La madre estrago no necesita violencia física para devastar. Lo hace desde el exceso. Exceso de presencia, exceso de demanda, exceso de expectativa, exceso de sacrificio. Una madre puede asfixiar “amando demasiado”, porque ese amor no busca el bien del hijo, sino mantenerlo como objeto de su satisfacción, como objeto de su deseo, Lacan lo llama el lugar del objeto a, es decir el garante de su completud imaginaria.
El libro nació porque muchos analizantes me decían: “Siento que no puedo vivir mi propia vida porque sigo atrapada en la de mi madre”. El estrago habla justamente de esa trampa afectiva. Una trampa tejida con amor, culpa, identificación y deseo inconsciente. Una trampa que no siempre se nota, porque a veces, está hecha de ternura, de cuidados, de silencios y de mandatos invisibles.
Muchas veces vemos que cuando la madre estrago opera, no impide que el sujeto crezca, estudie, trabaje, tenga pareja… pero vive en deuda. Es decir, no tiene permiso de ser. No puede alejarse sin traicionar. No puede tener éxito sin despertar la envidia materna. No puede amar sin sentir culpa. No puede decidir sin escuchar (como si fuera una voz interna) el juicio de su madre. Hay analizantes que llegan al análisis diciendo que todo les sale mal, que nada les satisface, que no se sienten a la altura. Y en el fondo, lo que opera es el mandato de la madre: ese mensaje inconsciente que afirma “Sin mí no eres nada”. El estrago, entonces, desorganiza el deseo, confunde la identificación y coloca al sujeto en un lugar donde no puede separarse sin sentir que se muere. En ese sentido, el estrago se inscribe en la lógica de un deseo que no está regulado por una ley fálica, sino por una lógica del ilimitado, del “más”, de la ausencia de borde.

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