Conferencia impartida en el ATENEO DE MADRID el 8 de Febrero 2013
Por Soledad Godano
Antes que nada, quiero agradecer al Ateneo y a Jorge Gómez Alcalá por invitarme, y por seguir dedicándose y trabajando para que el psicoanálisis siga ganando espacios como este para el diálogo y la investigación.
Cuando hablamos de clínica, hablamos de excepcionalidad, de viñetas, de ejemplos, de subjetividad: Subjetividad proviene de sujeto. Porque cuando hablamos de la clínica, de lo que hablamos es de aquellos sujetos deseantes que acuden a una consulta a pedirnos ayuda.
Cuando recibí la invitación de Jorge, no tenía aún claro el sujeto de mi exposición (sujeto con minúscula). La teoría de la clínica resuena en nuestra mente, pero cuando tenemos en frente a un sujeto: es la clínica la que se impone con toda su SUBJETIVIDAD.
Y no existe el “copio y pego”. En psicoanálisis no hay protocolos de actuación ni cuestionarios: sólo la ESCUCHA, y la INTERPRETACIÓNque podamos hacer a través de la transferencia y de nuestras intervenciones: pausas no estructuradas guiadas por el discurso del otro que tenemos frente a nosotros.
Entonces, sólo existen interrogantes: NO TENEMOS RESPUESTAS, puesto que las respuestas SÓLO existen realmente, en aquel que nos interroga.
Después de darle muchas vueltas, para nuestro encuentro de hoy, he decido centrarme en una sola sesión… A diferencia de mi idea anterior, de presentar la evolución de un caso clínico. Esta tarde, me gustaría abrir un debate acerca de esta clínica, más que una conferencia, me gustaría plantear un simposio en el que podamos discutir esta viñeta que he traído.
Esta paciente de 57 años, está en tratamiento conmigo desde hace casi 2 años. La terapia ha ido evolucionando bastante bien. Y aunque el motivo de demanda inicial fuera a raíz de la relación tormentosa que tiene en el trabajo con su jefa (única figura femenina representante de autoridad en su vida, desde la muerte de su madre. Relación conflictiva, como con su suegra, sus nueras y sus hermanas , a pesar del hecho de elegir una analista mujer). Pronto gira el orden de su discurso hacia una doble vertiente: su relación con su marido, frente a quién siempre se sintió en inferioridad, y el duelo por la muerte de su padre.
En la sesión previa a la que quiero exponer, había salido por primera vez el tema de su sexualidad en una clave diferente. Anteriormente, siempre se había referido a su sexualidad de forma muy escueta, con vergüenza, y siempre hizo hincapié en su falta de deseo y en que solo mantenía relaciones por obligación.
Pero en esta oportunidad, a raíz de hablar sobre la trilogía de las “Sombras de Grey” (novela erótica muy comentada entre sus amistades), y que ella admite con mucho pudor haber leído (casi tragado).
Entonces comienza a hablar de su sexualidad con un cierto tono jocoso, desenfadado. Le sorprendía que hubiese sido un amigo de su marido que se lo recomendara y enviara. Él venía de Nueva York, dónde su mujer y todas las amigas de ésta estaban como locas con el libro, y se lo envió en PDF para el libro electrónico. Tras leerlo, se preguntó en repetidas ocasionessi este amigo sabría de qué iba el libro.
Al respecto, cabe mencionar que la paciente es una mujer muy guapa, y que ha tenido siempre un gran conflicto con su aspecto físico. Dice textualmente “mi belleza me asustaba, porque me miraban los hombres. Por eso prefería los inviernos, el frío. El ruido de los cerdos de las matanzas. En la calle no se aprende nada bueno me repetía siempre mi padre. Mi físico me condicionaba, la gente se paraba conmigo, y mi padre me repetía: con los hombres: el codo y no todo. Su padre había estado en la guerra y ella hizo referencia en varias oportunidades el hecho de que, con toda seguridad, su padre habría acudido muchas veces al servicio de una prostituta para satisfacer sus necesidades en tiempos de guerra.
Siguiendo con la sesión previa, a la que os voy a comentar, y a raíz de la trilogía, en tono mucho más jocoso y casi despreocupado, me contó que lo leyó, y que se sorprendió mucho. “Creo que el libro meayudó. Yo no me imaginaba algo así, y que pareciese tan normal”; porque en alguna oportunidad incluso sintió una especie de excitación. Y porque no creía que podía vivirse así el sexo.
Tras comentar la posibilidad de cambiar la forma de vivir sus relaciones sexuales con su marido, pensó en la posibilidad de recomendarle a él también de que lo leyese.
Habló entonces del dolor que sentía al mantener relaciones, y a qué no existía ninguna ayuda externa en sus relaciones. No utilizaban lubricantes, y ella tampoco le permitía a él que la estimulase antes de tener relaciones. “Es como si me doliese cuando me toca, aunque sea en cualquier parte del cuerpo: los pechos, o incluso un brazo”. En ese mismo contexto, ella dice “no me entra, me duele”, pero recuerda que la vagina posee la capacitad de dilatarse, como ella bien sabe porque ha tenido dos partos naturales."Y cuando tenemos relaciones así, yo me siento de “usar y tirar”. Como si solo fuera un agujero. A él tampoco le gusta que estéasí, pero yo no le dejo que me haga nada más. Vayamos al grano!"
Derivamos a un análisis más bien anatómico de las relaciones sexuales, desprovisto de su connotación más placentera, más “sucia”. De las características físicas que producía la excitación en el cuerpo, en las paredes de la vagina, etc. Y en esa conversación, surgió la posibilidad de comprar unas bolas de Kegel para ejercitar y reforzar el suelo pélvico, y así, entre otros, impedir las pérdidas de orina, y los inconvenientes producidos por la edad. (Cabe mencionar que estas “bolas chinas” tienen en el inconsciente colectivo, una connotación masturbatoria y la capacidad de producir placer). Pero a ella, el hecho de hablarlo en clave anatómica, la relajaba mucho, y le permitía “verse capaz”.
Tras esa sesión, ella se va muy contenta y envalentonada, y al salir de mi consulta, acude directamente a la farmacia a comprar las bolas de Kegel, y además, esa misma noche, y a una hora bastante tardía (y muy en contra de sus costumbres) me envía un mensaje contándome con entusiasmo de que ya tiene la bola en cuestión.
Ahora, nos adentramos a la sesión siguiente, 15 días después.
Nada más sentarse me dice “he estado muy mala”. Esa misma noche, después de verte, me metí en la cama y me empecé a sentir muy mal, de repente. Hasta hoy.”
Le digo que qué pena, con lo contenta que estaba cuando nos despedimos la última vez, y me dice que sí, que ni pudo probar las bolas, que qué pena haberlas comprado para nada. A lo que le pregunto por qué, si ya se encuentra bien. Porque no puede probarlas ahora? “pues no sé, es como que ya se pasó, ya se enfrió. Ni pude decirle a mi marido que se lea el libro:” le pregunto si es que no lo vio esa tarde, pero me dice que sí, que incluso le comentó que se había comprado las bolas, nada más llegar, pero que él pasó de ella. Es como si le hubiese dicho que me pondría un óvulo, o un tampón, algo que no iba con él.” Ella refiere con cierta decepción el hecho de que él no le prestase atención.
Después de escuchar su episodio de convalecencia, le digo que a mí me parece que esta vez, más que una gripe, parecía algo relacionado al tema de la última sesión. Y que tal vez, la posibilidad real que se le ofreció de sentir placer, la hizo enfermar. Se queda muy pensativa mirándome y tras un largo silencio, me dice que está muy de acuerdo conmigo. Que no lo había pensado así, pero que tiene sentido para ella.
Ella me dice que es muy rígida, muy estricta. Para ella siempre todo es pecado, vergüenza, temores. Es la imposibilidad más absoluta de sentir placer.
Aquí surge algo que me parece muy interesante en relación a su proceso edípico: Cuando era pequeña, tenía una relación excelente con su padre. Ella era su ojito derecho. A ella le gustaba anticiparse a las necesidades de su padre.
Pero con 9 años, la enviaron a un internado. Ella es la mediana de 3 hermanas, pero a la única que enviaron (en realidad, sólo fue ella porque fue la única en aprobar un examen que le daba derecho a una beca de estudios), pero despierta en ella la fantasía de que en realidad, ella no es hija de estos padres, sino que en realidad es hija de un hombre rico que le envía dinero a esta familia para que la críen y le den una formación (como un benefactor en la sombra).
Retomando su convalecencia me dice:“por culpa de la fiebre, recordé algo que me dio verdadero asco. Y es que una persona, a la que se quiere mucho en mi familia, es la mayor de mis primas.” Y hace hincapié en esto:“ella nació después de morir su padre. Mi marido no la quiere, no sé por qué. La pobre ha nacido y crecido sin el cariño de su padre, hasta ahora lo sigue diciendo. Y por eso ha tenido una vida muy tortuosa y tormentosa. Ella sólo quería que la quisieran y por eso se acostó con muchos hombres. Finalmente tuvo mucha suerte porque se quedó embarazada de un hombre con mucho dinero y tuvo sus hijos con él.
“Recuerdo que era la prima mayor que venía de Madrid, y ella abusó de mí. Yo habré tenido unos 8 años y ella es 3 o 4 años mayor que yo. Era la hora de la siesta y ella se tumbó a mi lado y me dijo que íbamos a jugar a un juego de tocarnos. Y ella me tocaba (por fuera, sin introducción de su mano, ni nada en la vagina) pero a mí me dolía. El roce de su mano me dolía. Es como lo que siento ahora cuando me toca mi marido. Y yo no recordaba nada de esto hasta que me dieron estas fiebres la semana pasada.”
“Yo sabía que eso estaba mal. No quería hacerlo, pero lo hacíamos. Me sentía humillada, avergonzada. No sabes lo que es el sexo, pero algo te hace notar que eso está mal. Es como cuando mi abuelo me acariciaba las piernas, de más pequeña aun, y yo notaba que eso no me gustaba, pero en realidad no tenía nada de malo. Esto es la sensación que tenía cuando mi abuelo me cogía en brazos y su mano me tocaba la pierna desnuda porque iba con vestiditos. Y lo mismo que cuando era pequeña, yo recuerdo que tenía mucho empeño por ver a mi padre anatómicamente. Yo quería ver cómo era eso.”
Me dice finalmente, volviendo a su relación actual que ella podría intentarlo con preservativos bien lubricados. Cree que le gustaría más. Yo le digo que es como poner algo entre los dos. Dice que sí, y queademás no le da esa sensación de asco que siente luego al sentirse húmeda cuando él acaba (sensación de humedad similar a la de la excitación).
Además, no cree que su marido quisiera usarlos, no le gustan. “Él se hizo la vasectomía, solo para dejar de usarlos. Pero a mí me gustaba más.”
Le digo que los compre y que lo intente, que además esa podría ser una forma de acercarse a él. Puesto que ella siempre leda largas y le dice que no le gusta el sexo. Le digo que sólo el hecho de comprarlos será una manera de hacerle saber que ahora sí que tiene interés en tener relaciones con él.
Dice que a él eso no le gusta. Que una sola vez ella tomó la iniciativa, pero que a él no le gustó nada. Y que ella se sintió avergonzada y humillada.
“Mi padre no quería tener hijas mujeres, porque decía que las mujeres tenían mucho peligro.”
Hasta aquí la sesión con esta paciente. Voluntariamente transcribí literalmente gran parte del discurso de esta paciente, puesto que en la literalidad del discurso es dónde hallamos la riqueza del mismo. Ahora quisiera abrir el diálogo para seguir planteando interrogantes al respecto de esta viñeta.
Muchas gracias a todos. Os invito a la reflexión acerca del papel de la sexualidad en el caso de esta mujer, a través de esta sesión tan clara y significativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario