La procrastinación como defensa a la página en blanco por Cristina Jarque

 La procrastinación como defensa a la página en blanco
Cristina Jarque

Desde hace varios años, he asumido la función de directora de libros en la colección de psicoanálisis Lapsus de Toledo, en España. A lo largo de este tiempo, he tenido el privilegio de coordinar y acompañar la escritura de numerosos colegas que han participado en nuestras publicaciones. Esta experiencia me ha llevado a reflexionar sobre un fenómeno común pero poco interrogado: la procrastinación, especialmente cuando se trata de escribir. Nuestro libro "El Fantasma" marca la publicación número 40 de nuestra colección, y me llena de alegría constatar que estos trabajos no solo han sido una valiosa herramienta de difusión del psicoanálisis, a través del aporte singular de cada colega participante, sino que también han incentivado en muchos el deseo de escribir, ayudando a dejar atrás el síntoma de la procrastinación. ¡Mi más sincera enhorabuena a todos ellos! ¡Bravo por este paso hacia la palabra propia! Comparto aquí algunas reflexiones sobre la procrastinación a partir de mi trabajo con colegas escritores. Muchos autores entregan sus textos fuera de plazo, incluso si se les solicitó con un año de antelación. ¿Por qué ocurre esto? ¿Se trata simplemente de una mala gestión del tiempo? ¿O estamos ante un verdadero síntoma, en el sentido psicoanalítico? Sigmund Freud ya nos advertía que la procrastinación puede funcionar como una formación sustitutiva del síntoma, especialmente en el sujeto obsesivo, donde la postergación se vincula a la duda, la inhibición y el control. Desde esta perspectiva, diferir la escritura sería una manera de defenderse de algo más profundo: el deseo y el miedo que lo acompaña. El sujeto puede experimentar una ilusión de tiempo infinito: al ver el plazo lejano, subestima la tarea, la minimiza o la posterga. Pero más allá de esta capa superficial, aparece el miedo. ¿Miedo a qué? A exponerse. A no estar a la altura del ideal. A no decir “lo suficiente” o, peor aún, a decir demasiado. Como señala Freud, escribir puede implicar una forma de desnudez psíquica. En este sentido, procrastinar se convierte en una manera de evitar el encuentro con la angustia. He escuchado con frecuencia a escritores afirmar que necesitan la presión del último momento como motor de deseo. Lacan, por su parte, nos recuerda que el deseo es siempre deseo del Otro, y que toda producción simbólica implica una confrontación con ese Otro que juzga, evalúa o interpreta. Dejarlo todo para el final puede funcionar como una estrategia inconsciente para limitar esa exposición, como si el apremio del tiempo justificara lo inacabado. La procrastinación, entonces, puede leerse como una defensa psíquica: evita el fracaso anticipado, el juicio del Otro, la herida narcisista que podría implicar entregar algo “insuficiente”. Pero también puede convertirse en un modo crónico de inhibición, una forma de evitar el acto creativo, de no asumir una posición de autor, de no hacerse responsable del deseo que habita la escritura. La página en blanco no es neutra: refleja el vacío, la duda, la autoexigencia. Puede volverse un espejo implacable del superyó. Escribir implica dejar una huella, asumir una voz, posicionarse. No escribir (o postergar indefinidamente) permite evitar esa confrontación. En algunos casos, la consigna de escribir (ya sea interna o externa) es vivida como una orden ante la cual el sujeto se defiende pasivamente, algo así como una rebeldía silenciosa. Por ello, la procrastinación en la escritura no es simplemente una falta de disciplina, sino un fenómeno complejo que implica el cuerpo, el goce, el tiempo y la palabra. No se trata de "dejarlo para después", sino de un síntoma que habla del sujeto, de su lugar frente al deseo, al lenguaje y a la creación.