Fratricidio en femenino
Cristina Jarque
La película Frieda Keller (2024), que está en Filmin y fue dirigida por Jonas Alexander Arnby, se inscribe en una genealogía del cine que interroga la mente femenina cuando el amor y la traición se confunden bajo el mismo techo.
Lecturas recomendadas: Fratricidio y La madre estrago de Cristina Jarque. En esta película estamos ante la historia real de Frieda Keller, una joven que carga con la desgracia de una hermana perversa: esa figura fratricida que, bajo la apariencia de protegerla, la entrega al sacrificio. El crimen mayor no es la violación, sino la decisión fría y calculada de una mujer que, para salvarse, entrega a su hermana al lobo. Lo siniestro está en el acto brutal del hombre, pero también en el deseo reprimido de la hermana: su goce radica en ver a Frieda humillada, violada, destruida. La hermana encarna una forma de mal femenino que Freud apenas rozó, pero que aquí se revela en toda su potencia: el goce del Otro femenino que no busca placer sino devastación. Esa mujer que se dice “salvada” se erige sobre la ruina de la otra. Freud lo anticipó en su texto de 1925 titulado "Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos", donde escribió: "Entre las mujeres, la rivalidad surge de un terreno afectivo donde el amor, la envidia y el odio se confunden; ninguna soporta en la otra aquello que ella misma ha perdido." La hermana de Frieda no soporta en ella la pureza que sacrificó, ni la maternidad que le recuerda su culpa. Su odio es el espejo de su envidia. Cuando Frieda queda embarazada, el fratricidio simbólico se consuma. La hermana, incapaz de tolerar la existencia de un hijo que la recuerda a su propia culpa, le prohíbe traerlo a casa, aun cuando le cobra un dineral por vivir con ella, dinero que Frieda paga con su trabajo de costura. La maternidad se vuelve entonces una escena de horror: Frieda ahorca a su hijo en un bosque, gesto desesperado de una madre estrago que, al matar al fruto de su violación, asesina también el deseo de la hermana que la había condenado. La muerte del niño es el punto de retorno de toda la cadena de traiciones: un acto de locura, sí, pero también un acto de verdad. Frieda es condenada a la pena capital pero con un buen abogado y el apoyo del pueblo, logra ser indultada. Frieda encarna el despertar político del castigo al hombre adúltero, pero el filme no deja de recordarnos que el mal no fue sólo masculino. Frieda Keller es el retrato de una mujer que paga por la culpa de otra; una víctima sacrificada en el altar del egoísmo fraternal. Su tragedia es un espejo oscuro donde el amor entre hermanas se revela como la forma más refinada de la destrucción.

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