SUICIDIO.
“En medio del odio me pareció que había dentro de mí un amor invencible. En medio de las lágrimas me pareció que había dentro de mí una sonrisa invencible. En medio del caos me pareció que había dentro de mí una calma invencible.
Me di cuenta, a pesar de todo, que en medio del invierno había dentro de mí un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque no importa lo duro que el mundo empuje en mi contra, dentro de mí hay algo mejor empujando de vuelta”.
Albert Camus
Hay quien dice que un suicidio afecta íntimamente por lo menos a tres generaciones. En España el suicidio es la primera causa de muerte no natural. Las últimas estadísticas en España, hablan de 4000 suicidios por año. Camus decía que no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio y ese es el suicidio. Nietzsche decía que la idea del suicidio nos ayuda a pasar bien más de una mala noche.
El psicoanálisis descubre que la tendencia suicida de los seres humanos está presente toda la vida. La mirada psicoanalítica se convierte en la posibilidad de poner palabras a uno de los temas más enigmáticos de la existencia humana.
Lacan sitúa esta tendencia en la fase de miseria original HILFLOSIGKEIT (que es el desamparo a nivel de la desolación radical) que va del trauma del nacimiento al trauma del destete y que perdura como una huella de un trauma primitivo esencialmente suicida. Podemos observar que en algunos casos, cuando el suicida sobrevive o cuando deja una carta que intenta explicar su acto, se logra que el mismo sujeto sea quien hable de esta experiencia que resulta siempre intransferible y difícil de explicar, incluso para el mismo suicida, mucho más para lo seres queridos que se quedan vivos llenos de incógnitas. Cuando el suicida no sobrevive y tampoco hay carta, el legado entre sus seres cercanos es de mayor confusión y enigma.
Se intenta transmitir algo de lo que llamamos “la mirada del suicida” y “la mirada de su entorno”, yendo de lo universal a lo particular. Hace poco la comunidad psicoanalítica se vio alterada por la noticia del suicidio de un colega.
El colega en cuestión dejó escrita una carta que en un principio parecía dirigida solamente a algunos amigos cercanos, yo entre ellos, pero después, por alguna “causalidad” se hizo pública y todo mundo tuvo acceso a ella. Es posible que esa carta haya tenido lugar de testimonio y haya podido arrojar luz a lo que llamamos “la mirada del suicida”. Lo que es un hecho, es que recibí varios mensajes privados de colegas amigos que me comentaban lo que habían sentido en relación al suicidio de esta persona que había marcado las vidas de muchos de nosotros. Hubo quienes me dijeron que sentían una aceptación al acto, había en sus palabras comprensión y amor, decían que había sido un acto de valentía.
Otros estaban perplejos, llenos de incertidumbre, dudas, cuestionamientos.
Decían lo opuesto, que había sido un acto de cobardía.
La clínica nos enseña que esto es lo que ocurre ante el acto del suicido: hay quienes están en pro y hay quienes están en contra. No obstante, es cierto que todos los sujetos se cuestionan en algún momento el sentido de sus vidas y en algunos casos se plantean la posibilidad de poner fin a su existencia.
A veces ocurre en la vejez que es una etapa donde se realiza un balance sobre la vida, el sujeto puede sentirse solo, desamparado y no encontrar sostén ni deseo de seguir viviendo. Otras veces ocurre en el inicio de la adolescencia cuando el sujeto tiene que asumir la responsabilidad de su subjetividad separándose de la familia. Muchos suicidios se dan en sujetos melancólicos. Freud escribe en “Duelo y melancolía” que el melancólico introyecta el objeto y esto trae como consecuencias tendencias sádicas que recaen sobre el yo y que pueden llevar al suicidio.
Lacan en la conferencia de Ginebra dice que muchos hijos no deseados suelen suicidarse y habla de que en la melancolía hay un deseo puro que tiene tendencias a la inmortalización y eso solo puede darse en la muerte. Por ello el suicidio melancólico es una certidumbre de goce.
Cuando alguien importante muere, el melancólico sabe a quién ha perdido pero no sabe lo que ha perdido. Eso que ha perdido es a sí mismo pues al desaparecer alguien cuya falta colmaba, quien desaparece es su propio ser y esto puede desencadenar el pasaje al acto. El pasaje al acto es una salida de escena, el acting-out en cambio es una manifestación dentro de la escena que se dirige al otro. En mi opinión, el psicoanálisis apunta a la vida. Un recorrido analítico puede ayudar a alguien a saber qué hacer con la vida.
Saber qué hacer para no suicidarse. El amor puede poner un freno a la acción de la pulsión de muerte mediante la construcción del fantasma posibilitando la vía del deseo.
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