"Entre hojas muertas: el legado del dolor materno".
Dra. Cristina Jarque
En mi libro “La madre estrago” trabajo la idea del legado del dolor materno desde madres que, en lugar de sostener simbólicamente al hijo, lo invade, lo devora psíquicamente, o lo atrapa en un deseo no tramitado, haciendo imposible su separación y su subjetivación. Tomando esa perspectiva, quiero hacer una reflexión a partir de una película francesa de 2024, que he tenido la oportunidad de ver ayer. La película se llama “Cuando cae el otoño” y me ha parecido incisiva y profunda.
“Cuando cae el otoño” ha sido dirigida por François Ozon. El personaje de Michelle encarna, de manera conmovedora y trágica, la noción de la madre-estrago que llevo investigando y desarrollando desde hace más de 30 años. Es una madre cuyo deseo no está mediado por la ley simbólica, sino que se desborda e invade la vida de su descendencia. Michelle, aunque amorosa y llena de buenas intenciones, es percibida por su hija Valérie como una amenaza inconsciente, no solo por su pasado como prostituta, sino porque su deseo vital (su energía, su necesidad de ser amada, su independencia) nunca fue claramente limitado. La posición de la madre con la castración es complicada, con lo cual el campo de lo real invade su vida y sobre todo, invade su maternidad en forma de goce mortífero, obsceno y feroz. En este contexto, la madre no es solo objeto de amor o rechazo: es un poder que arrastra y deja marcas imborrables. Valérie, atrapada entre la necesidad de reconocimiento materno y el horror ante ese deseo incontrolado, responde con un rechazo feroz, intentando cortar de raíz el lazo que siente como opresivo y que la angustia. La película pone en escena cómo la madre-estrago no necesita actuar de manera violenta o explícitamente dañina: basta con la falta de límites claros entre madre e hija para generar un efecto devastador en la constitución del sujeto. Esta película puede ser abordada desde una lectura cruzada entre Freud, Lacan y la noción de madre-estrago, para pensar cómo la maternidad, lejos de ser un refugio seguro, puede convertirse en el escenario de un drama psíquico imposible de resolver, a menos que, el sujeto tenga el privilegio de ir al diván.
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