INTERVENCIÓN JORNADAS DE LA FEP EN TOLEDO (Junio de 2013)

FRIDA KAHLO: PASIÓN QUE CAUTIVA
Cristina Jarque
Psicoanalista en Toledo

En el homenaje que Lacan hace a Marguerite Duras en 1965 nos dice lo siguiente:  "Pienso que un psicoanalista sólo tiene derecho a sacar una ventaja de su posición, la de recordar con Freud que en su materia, el artista siempre le lleva la delantera, y que no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino". Quien mejor que Frida Kahlo, la conocida pintora mexicana, para enseñarnos con su vida y con su pintura a reflexionar en torno a las pasiones que un sujeto siente a lo largo de su vida. Hay historias, como la de Frida, que nos permiten respirar un ambiente de pasión extremo porque nos hacen comprender que estos sujetos viven de una manera que parece tener cierto movimiento único y particular, algo que no sabemos explicar lo que es pero que se caracteriza por poseer una fuerza que impulsa al sujeto a destacar. Frida Kahlo pintó su soledad, su cuerpo destrozado, su desasosiego, sus celos, su amor por el famoso muralista mexicano Diego Rivera y su sangre. Pintó su fuerza. Personalmente siento gran placer en hablar de esta pintora mexicana. Sobre todo porque el hecho de haber nacido en México me permite comprender una serie de cosas que están inscritas en la sociedad mexicana, cosas que tienen que ver con el lugar que tiene la mujer, con lo que llamamos el rol femenino. Frida escribió un diario íntimo que ha sido publicado con un comentario muy interesante de Carlos Fuentes. En ese diario la pintora expresa sus más íntimos sentimientos, pensamientos y deseos, invitándonos a entrar en la posibilidad de analizar y reflexionar una serie de situaciones que pueden ayudarnos a esclarecer la esencia misma del sufrimiento y el anhelo femeninos.

En el libro "Una lógica de la psicosis" Gérard Pommier dice que la cuestión del ser no es más que el enigma de la pregunta ¿quién soy para el Otro? El ser designa esa carencia de lo que le corresponde en su cuerpo en el registro de las pulsiones. Es por eso que la pregunta por el ser, por el ser de goce, se puede plantear en términos significantes pero no tiene respuesta en ese registro. Para Frida Kahlo la respuesta del ser de goce del que nos habla Gérard Pommier, se despliega en imágenes llenas de fuerza y de pasión que deja plasmada en su pintura. En el Diccionario de psicoanálisis bajo la dirección de Roland Chemama y Bernard Vandermersch, se define la pasión como una emoción poderosa y continua que domina a la razón. La pasión dice Roland Chemama, es una modalidad particular de la relación con el objeto. En ese sentido podemos pensar que es, o bien, una debilidad o bien, el signo de un alma elevada. Para los filósofos la pasión sería una debilidad si lleva consigo la ceguera por el decaimiento de la razón y sería un signo de alma elevada cuando la intensidad produce una fuerza viva que hace posible el cumplimiento de algo grande. En el caso de Frida tenemos la segunda opción porque ella convirtió su pasión en una fuerza viva que hizo posible el cumplimiento de algo grande.

Podemos resaltar cosas importantes en la vida de Frida. Nos damos cuenta de que no estaba unida a la madre. Frida decía que su madre era activa, inteligente pero calculadora, cruel y fanáticamente religiosa.

Sabemos que la madre tampoco sentía gran apego hacia Frida. Matilde Calderón González (1876-1932) era originaria de Oaxaca, de padre indígena y madre española. El padre de Matilde se llamaba Antonio Calderón y era fotógrafo. Dicen que la madre de Frida presenció el suicidio de un antiguo novio y que eso la marcó toda la vida. Dicen también que nunca amó a su marido, de allí que Frida la considerara cruel y calculadora ya que para Frida el padre era el objeto de amor por excelencia en su vida.

Las historias familiares nos sirven para hilar los acontecimientos en la vida de los sujetos. Observando los vínculos amorosos entre padres e hijos podemos ir deduciendo las causas de la elección del objeto de amor futuro, en este caso, el lugar de Diego Rivera.

Diego era opuesto al padre de Frida. Los rasgos indígenas de quien fue llamado el sapo estaban más del lado materno, del origen oaxaqueño. Era un hombre mujeriego, seductor, egoísta y bebedor. Entre ellos surgió un lazo de amor fuerte pero no exento de sus tormentos.

Algunos biógrafos de Frida dicen que el amor de Diego no fue un amor destructivo para ella. Dicen que Frida se sostenía en su elefante y él se sostenía en su paloma, que la fuerza de ella era la fuerza de él y que su encuentro les ayudó a crear como pintores, a ambos y a aligerar el sufrimiento.

Por eso la historia de Frida es una historia que conmueve porque el sufrimiento en ella se hace evidente al padecer intensos dolores y fuertes enfermedades, donde parece que sólo el amor de Diego y su pintura le aligeran la carga de su dolor.

En Frida tenemos entonces lo real del dolor del cuerpo, lo real del dolor de la enfermedad física. Sabemos que le dio poliomielitis, sabemos que tuvo aquel accidente trágico, sabemos que no pudo concebir hijos por la secuelas de ese accidente donde una vara de acero del bus le atravesó la vagina y le salió por el útero. Pero además de los dolores físicos tenemos los psíquicos, aquellos dolores que nacían del interior de su alma de mujer porque su hombre le era infiel, incluso con su propia hermana. Frida en tanto sujeto en posición femenina era una mujer insurgente, revolucionaria que no se conformaba con su condición femenina de sometimiento en un México que estaba en pleno cambio donde la gente en la calle gritaba a boca en cuello ¡Viva la Revolución! Frida se identificaba a esa palabra, ella misma se decía ser una revolucionaria y así vivió: revolucionada por dentro y por fuera, demostrando su inconformidad con el rol de mujer al que la destinaba la sociedad y demostrando su insatisfacción con el rol de mujer al que estuvo destinada su propia madre. Tuvo grandes afecciones físicas y psíquicas. Pero en su ser de mujer, contó con dos grandes sostenes en su vida: el amor del padre, y el amor de Diego que motivaba en ella el deseo de pintar. Ambos hombres, el padre y el marido, fueron sus principales pilares en torno a la motivación por su arte y su creación. Ambos hombres, fueron también los más fieles admiradores de la obra de Frida Kahlo. Hay grandes enseñanzas que podemos obtener si observamos con atención algunos detalles de la historia amorosa de Diego Rivera.

Existe un libro llamado "Querido Diego, te abraza Quiela", escrito por Elena Poniatowska. Este libro nos relata el contenido de 12 cartas que fueron escritas por Angelina Beloff que fue una pintora rusa exiliada en Francia. Amante de Diego, a quien conoció en París, le dio un hijo al que llamaron igual que el padre: el pequeño Diego.

La historia de Angelina Beloff es bastante triste. Dicen que vivió toda su vida enamorada de Diego y que regresó a México para saber por qué el pintor la había olvidado en París después de haberle prometido mandarle el boleto de avión para que se reuniera con él en México.

Dicen que cuando se llegaron a encontrar en una obra de teatro a la que ambos acudieron, Diego que llevaba del brazo a Frida, pasó al lado de Angelina y ni siquiera la reconoció. Mucho se ha escrito sobre el corazón roto de Angelina, el engaño de Diego y el rol de Frida en el triángulo amoroso. A nosotros como psicoanalistas nos interesa observar el hecho de que Diego siguió repitiendo el mismo patrón de conducta de infidelidades y engaños.

Se sabe que incluso (como ya lo he mencionado) fue infiel a Frida con su propia hermana, situación que llevó a la pintora mexicana a pedir el divorcio, aunque después volvieron a casarse. Pero había otro tipo de lazo entre ellos que de alguna manera los sostenía, ayudándolos a sobrevivir y a crear. Es posible que ése fuera el nudo clave de su relación amorosa, cosa que no se llegó a dar con Angelina Beloff. Aquí podemos visualizar una de las diferencias entre el amor y la obsesión. Vemos aquí la pasión del lado de la obsesión.

La obsesión de Angelina por Diego impidió que ella pudiera enamorarse de otro hombre. La pregunta enigmática en torno a lo que podía tener Frida que no tenía ella la mantuvo atada a esa relación tormentosa. Por otro lado, tenemos también el tema del alcoholismo. Se sabe que cuando Frida nació no fue bien recibida por la madre. La madre había perdido a su primer hijo, un varón.

El nacimiento de Frida no la compensó. La madre seguía deprimida anhelando un hijo varón. Se dice que quizá ese deseo materno influyó en la pequeña Frida llevándola a convertirse en un sujeto rebelde e inconforme con su destino sexual. Frida no era feliz de ser mujer. Se quejaba de su condición y de su rol femeninos. En las fotografías se vestía con ropa de hombre y aparecía con el cabello corto a la usanza masculina. Todos conocen el famoso bigote de Frida que es un sello característico de la pintora.

También es conocida su ambigüedad sexual, las relaciones homosexuales, su condición bisexual. El rechazo de la madre obligó al padre a sobreproteger a Frida. La pequeña recién nacida fue destinada a ser amamantada por una nodriza que era alcohólica. Muchos se preguntan:

¿Habrá influenciado esa nodriza que ocupaba el rol materno el futuro síntoma de alcoholismo de Frida?

Se sabe que tenía una gran tendencia hacia la compulsión oral: bebía mucho tequila y fumaba en exceso. Sabemos que la vida amorosa de muchos sujetos está marcada por el rechazo o la aprobación de los padres o de aquellas personas que ocuparon la función de los primeros portadores de amor y cuidados al bebé recién nacido. Las observaciones demuestran que el deseo humano se inscribe de acuerdo a aquello que carecemos.

Es lo que no tenemos lo que deseamos tener o conseguir. Si Frida no tuvo el amor de la madre, es muy posible que ese amor es el que quisiera tener, pues ése era el amor que le faltaba. Diego pudo haber sido elegido a partir de esa necesidad del lado materno. Muchos rasgos de Diego se asemejan a la madre de Frida. Ambos de origen indígena, ambos morenos, ambos con carácter fuerte, egoístas, crueles y calculadores (según las palabras literales que Frida utilizaba para hablar tanto de la madre, como de Diego).

Analizando en profundidad, podemos ver que también ambos se colocaron en el lugar de los que produjeron tristeza y melancolía en personas que los amaron. Angelina Beloff es el ejemplo en el caso de Diego Rivera. El novio que se suicidó es el ejemplo en el caso de Matilde Calderón, la madre de Frida.

Parece que Frida logró, después de todo, hacerse amar y aceptar por su madre en la piel de quien era para ella su vivo retrato: su marido, Diego Rivera. Dicen que la muerte de Frida no fue accidental y hay quien piensa que se suicidó con una sobredosis de morfina. No dudamos de que el cuerpo roto y fragmentado de Frida le produjera un dolor tal, que no hay palabras para expresarlo. Muestra de ello la tenemos en su obra que nos expresa aquello que las palabras no pueden. Quizá no hubiera tenido una vida tan larga sin ese amor que la sostuvo y la guió durante todo su sufrimiento existencial. La mano de Diego que la guiaba con su amor a ser una superviviente, a aguantar y a seguir creando hasta el último aliento.

Es sabido que Frida Kahlo interesó mucho a los surrealistas. Frida escribe: "Se me tomaba por surrealista. Ello no es correcto. Yo nunca he pintado sueños. Lo que yo represento es mi realidad, mis temas, son mis sensaciones, mis estados de ánimo, mis reacciones ante la vida". Podemos decir que el centro de interés de su pintura es el inconsciente en tanto es el cuerpo parlante, ese cuerpo que habla y cuya escritura es plasmada por Frida en la tela. Como ella misma dice, no pinta sueños porque lo que pinta es su propio universo, ese universo donde está lo real de la pasión, lo real del amor, lo real del cuerpo y del sufrimiento, eso que se inscribe en el lugar de lo indecible y que Frida no dice… pero pinta y al pintarlo lo evoca, lo plasma y de alguna manera… lo dice. Lo dice porque las imágenes del cuadro, se atan, se hilan y se leen como significantes. Son asociaciones significantes que dejan un resto y ese resto es del orden de lo indecible, del orden de lo traumático y de lo real, eso real que es del orden de lo insoportable para el sujeto. Por eso la pintura de Frida es algo que apasiona a los psicoanalistas porque Frida nos permite hilar las ideas freudianas. Nadie mejor que ella para observar la diferencia entre el cuerpo de la medicina y el del psicoanálisis. En una pieza teatral titulada "Frida Kahlo, la pasión" la protagonista frente a uno de sus cuadros expresa: "He pintado mi columna vertebral para los médicos, pues ellos no la pueden ver en sus radiografías". Esto pone en evidencia la distancia entre este cuerpo que es objeto de la medicina y que la ciencia "manipula" y el otro cuerpo, el cuerpo del discurso del psicoanálisis que es siempre un cuerpo que tiene que ver con la palabra y que se articula al inconsciente.

En el artículo "De síntomas y mujeres" publicado en el libro El goce de lo imposible: obsesiones, Néstor Braunstein habla de la diferencia entre el síntoma y el sínthoma, diciendo que para todo hombre una mujer es sínthoma.
Entremos pues, a hablar de ese sínthoma, con "h", el que en francés denominamos sinthome. Muchos colegas han coincidido en decir que para Frida Kahlo la pintura tiene una función de sinthome. Esta es una idea con la que yo comulgo. Sabemos que en su teorización del sinthome, Lacan articula la idea de una reparación. A partir del caso de Joyce, Lacan comenta que Joyce se sostiene al hacerse un nombre. De esa manera observamos la importancia de ese nombre pues el sujeto se va a sostener por la escritura que va a tomar su forma a través del nombre que el sujeto se ha hecho. De allí surge la frase de "hacerse un nombre" y la idea de que con ese nombre que será el nombre propio que el sujeto se ha hecho a sí mismo, dicho sujeto podrá hacer circular con ese nombre su obra y entrará de esa manera en el mundo de los intercambios siendo reconocido por el otro y haciendo que su obra entre en lo social. Es en ese sentido que el sinthome va a restaurar el nombre del sujeto porque ese nombre hace lazo social como sinthome. Frida Kahlo hace circular su nombre en lo social y podemos ver que ese nombre la sostiene porque ella es un sujeto que vive con una amenaza constante de desaparecer, de extinguirse (quizá por eso necesita mirarse constantemente en el espejo para constatar que está allí y que no desaparece). Las exposiciones que hace en vida de su obra tanto en París como en EUA permiten que su nombre circule y que ella haga lazo social haciendo la función de restaurar y sostener un cuerpo que cada vez se identifica más con el desecho y una psique que cada vez tiende más a desaparecer.

La vida de Frida es dolor, sufrimiento, pasión extrema, utilizando la palabra pasión en el sentido del padecimiento exacerbado. Día a día, Frida Kahlo iba desmoronándose y desapareciendo pero había una constante: el dolor extremo, la agonía más tormentosa imaginable. El pie se le ulceraba, la espalda se le torcía, ansiaba tener hijos y lo que tuvo fueron 4 ó 5 abortos. Se sabe que guardaba un feto humano anónimo en un frasco con formol. Padecía unos dolores agudísimos que le obligaban a depender de la morfina; se bebía una botella de coñac o de tequila al día contra el dolor (en los últimos 3 años, que fueron los peores, eran dos botellas de alcohol). Le practicaron más de treinta operaciones, la enganchaban a aparatos, el cuerpo se le llenaba de escaras debido a las escayolas. Le amputaron la pierna derecha. La enumeración de sus tormentos produce asfixia: es como contemplar a la vista el dolor de la vida, el dolor de existir.

Por eso, nuestra colega Lola Burgos en el libro Cuatro mujeres: cuatro pasiones dirá que la vida de Frida Kahlo nos demuestra, nos deja patente, las dos caras de la existencia humana: por una parte, la más evidente en su caso, es la cara que nos hace preguntarnos porqué estamos en la vida, si parece que en el caso de esta mujer es para sufrir de manera radical… Por otra parte, cómo precisamente de ese sufrimiento, y gracias a que fue apoyada, primero por su padre y luego por Diego Rivera, Frida fue capaz de reconstruirse a sí misma y sobreponerse y vivir la vida, porque quizá lo único que merece la pena al final, es vivir la vida y darse cuenta y sentir que se ha vivido. Quiero concluir diciendo una frase que pone la piel de gallina porque pone de manifiesto el tema de la pasión que nos convoca en estas jornadas. Cuando le amputaron la pierna Frida escribió: "Pies para que los quiero… si tengo alas para volar". Muchas gracias.

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