LA DIFERANCIA [1].

Por José Eduardo Tappan Merino

Problematizarse los orígenes de lo humano ha sido una preocupación de diferentes disciplinas, entre ellas el psicoanálisis. En sus consideraciones sobre el tema ha  propuesto una perspectiva particular y propia no siempre clara o sin contradicciones. Ya que tiene que considerar simultáneamente un conjunto de fenómenos entre los que destaca, el asunto de los orígenes de lo psíquico, más allá de una pesquisa de corte ontológico. Cuando en psicoanálisis aparece la pregunta sobre la ontología, sobre los orígenes del “ser” (ser-humano), existen respuestas rápidas debido a que se traslada la pregunta ontológica al orden estructural, decimos entonces que se puede “ser” a partir de tres posicionamientos estructurales de lo humano, encontrándose previamente determinados por la constitución de una falta, que se instituye a partir de la operación simbólica que es llamada: “Significante del Nombre del padre”.
Que según Lacan, es el Significante de la diferencia en su forma más pura, es a partir de él que nos sujetamos y somos atravesados por el lenguaje y se produce un sujeto (Sujeto como categoría estructural que lo hace distinto a una persona, individuo), con lo que humanamente solo se puede “ser”: psicótico, perverso o neurótico, a partir de la manera en que opera ésta diferencia.
Aunque no quiera el psicoanálisis hacerse cargo de su contradictoria actitud, se trata de una propuesta clasificatoria y diagnóstica, clara y precisa, establecida con criterios que supuestamente han sido ampliamente discutidos por una comunidad psicoanalítica. Como queramos verlo el diagnóstico es en realidad una respuesta de carácter ontológico, se asegura que se “es” algo: psicótico si se ha forcluido el “Significante Nombre de padre”; perverso si se ha denegado o neurótico si se ha reprimido. Con lo que la psiquiatría descansa, de la supuesta crítica que ejerce el psicoanálisis, gracias a que éste último emplea un doble discurso, los criterios diagnósticos y taxonómicos, que por supuesto pretenden no serlo, ya que el diagnóstico ... en psicoanálisis ...  es imposible... pero en síntesis son formas de diagnóstico que dan cuenta de las diferentes posibilidades para los seres humanos de “ser”. Este “ser” a diferencia de la filosofía no es inamovible es de carácter “estructural”, y se “es” en tanto siendo.

Continuando con la necesidad de preguntarnos sobre el demiurgo, sobre cómo se constituye lo humano, si es que lo humano no es algo que simplemente es el efecto espontáneo de la acción de la naturaleza y la maduración biológica, si es que es menester un acto simbólico que inscriba esta condición del “ser”. La estructura es una construcción teórica que intenta comprender como a partir de un elemento esencial y primero, surgen el conjunto de las determinaciones psíquicas, no obedeciendo a criterios culturales, sociales o históricos. La estructura es por lo tanto una concepción transcultural y transhistórica, es también un argumento encubiertamente ontológico, por las mismas razones. Ya que esta estructura fundante, mantiene su lugar de ser la primera determinación encabezando y dirigiendo al resto de las determinaciones, por lo que tiene este carácter y un peso ontológico. Ya que las estructuras fundantes determinarán nuestras formas de ser y de estar en el mundo.

En las preguntas sobre el origen de la condición humana, buscar la vía genética nos ofrece respuestas mucho más simples, ya que en realidad no hay nada que preguntarse, todo se encuentra previamente esclarecido, claramente sabido y determinado; somos el efecto de la maduración biológica que debe ser acompañada de un adecuado desarrollo psicológico, dentro de una familia funcional, de lo contrario se presentarán las patologías que las psicoterapias deberán corregir. Somos buenos y sanos por naturaleza, por lo que las perturbaciones que interrumpan el correcto orden del crecimiento, psíquico, físico y social redundarán en patologías que harán que enfermemos mental o físicamente.

Sin eludir la pregunta ontológica, quizá debemos dirigirnos más allá de éstas o quizá más acá, sobre aquello que apuntalará al “ser”, lo que será su condición de “ser”, en cuanto “siendo”. Si se entiende la condición del “ser” como substanciado, como esencialidad anquilosamos las preguntas y tenemos las respuestas antes de buscarlas. Sin embargo si lo que buscamos del “ser”, no son más que rastros, manifestaciones, lo visualizamos como efecto, como falta, como en tránsito, entonces el estructuralismo deja de ser una trampa y nos permite cuestionarnos sobre nuestros propios tropiezos, sobre nuestros desencuentros, síntomas, inhibiciones y malestares entonces estamos en el camino adecuado, comprendiendo que no somos las víctimas de las casualidades sino de las  causalidades.

Lacan para explicar todas estas cadenas de contingencias, propone que es el “Significante Nombre del padre” el elemento sobre el que se descansa y se constituye el aparato psíquico, se trata de un corte necesario, esencial, sostenido por el “deseo de la madre” de algo más que su vástago. Tema que ocupa a Lacan a lo largo de varios de sus seminarios. El significante Nombre del padre, nos dice lacan, es la diferencia en su forma más pura, ya que el significante no significa nada, no es una palabra, en este sentido únicamente podrá existir un significante como efecto de la diferencia: placer/displacer, si/no, presencia/ausencia, mismo/distinto, yo/otro, masculino/femenino, etc. En este sentido el significante no es uno de los pares de opuestos, sino la operación que los constituye como opuestos: la diferencia entre éstos. Con lo que el lenguaje es una cadena significante, en la que las palabras, son simplemente las representaciones con su imagen acústica, que aparecen en los fenómenos del habla. Entendiendo que la diferencia entre habla y lenguaje es que la segunda es de carácter estructural, y por lo tanto transhistórica y transcultural, mientras que la primera está articulada al espacio y al tiempo, al léxico se constituye en idiomas o dialectos que podemos aprender.

Por otro lado, y es el tema del que nos ocuparemos en el presente artículo, se trata del empleo para entender ese corte, de un mecanismo que Derrida llamó de la diferancia, en el significante que se propone dar cuenta de la diferencia originaria, simultáneamente que se trata del principio mismo y la condición del diferir. Diferencia entre el orden de la naturaleza con el de lo humano, como ruptura con la pura continuidad, introduciendo lo discontinuo, frente a los principios de la mismidad aparece de manera inédita la otredad. Diferenciar, es separar, cernir, abrirse camino en lo mismo. Podríamos pensar que el Significante Nombre del padre, no es otro significante en tanto tal, sino se trata del que marca la diferancia, que puede ser entendida como una operación que genera por un lado una diferencia y por el otro y de manera simultánea una posibilidad de diferir, realizar una posposición es decir, incluir la perspectiva de diferir una acción.

“El análisis semántico permite que nos aproximemos a comprender en qué consiste esta aventura, este juego de la diferencia (diferancia). Diferir tiene dos sentidos (esto es válido tanto en francés como en español): el primero remite a postergar, dejar para más tarde, especifica una determinación temporal. Derrida usa para ello el término de temporización. El segundo sentido de diferir que es también el más utilizado, tiene que ver con lo diferente, con lo no idéntico, en esta acepción destaca la importancia de la repetición, del espaciamiento...”[1]

Diferir implica dos posibilidades, mostradas por la Dra. Frida Saal: a) posponer, b) espaciamiento inscribiendo una temporalidad, como en la controversia. Con lo que la diferancia implica la posibilidad de la diferencia en tanto separa y agrupa, mientras que difiere, como cuando se difiere de un punto de vista por tener otro distinto, se difiere para más tarde la resolución del problema. La diferancia es entonces simultáneamente diferir y diferenciar. Matriz de las posposiciones, de los aplazamientos, de los cambios, de los límites y las delimitaciones como de las diferenciaciones posteriores cronológica y lógicamente. La condición necesaria para que pueda aparecer la pulsión en sustitución del instinto.

 La diferancia es un concepto que da cuanta de la operación que se pone en juego a partir de la inscripción del “Significante Nombre del padre,” para que sea posible la constitución del aparato psíquico, se trata de la constitución del cero en el eje de las coordenadas que orientan nuestras clasificaciones: placer-displacer, bueno-malo, arriba-abajo, agradable-desagradable, salud-enfermedad etc. que constituyen los significantes, los cimientos y condiciones de nuestra propia normatividad. Se trata, en términos derridasianos, de la diferancia que puede ser entendida como una operación que al diferir una acción, simultáneamente genera una diferencia, la diferancia, por ello, es la condición de lo simbólico, y mucho más que un efecto de la oposición de significantes, tratándose de la posible relación entre elementos binarios y polares, el significante en estado puro: Lo que para Freud era el fort-da como la posibilidad de inscribirnos: presencia-ausencia, (fort-da), no-sí, pero que es posible a partir de un primer “no”, que como negación, lo que implica para su ejecución de una afirmación fundamental, a la que Freud llamaba: Bejahung.

La Bejahung crea una posición desde la cual se tiene una perspectiva que ordenará el mundo, por ello es vista como la condición que hace posible el juicio (en su más clara acepción kantiana) de atribución y de existencia, con lo que se produce el juicio como una articulación de la diferencia en el espacio: entre lo interior y lo exterior, entre allá y acá y en el tiempo: inmediatamente y más tarde. La Bejahung es la articulación al otro y al Otro. El cumplimiento de la función del juicio sólo se ha hecho posible por medio de la negación (uno de las consecuencias de la diferancia). Ningún “no”, proviene de lo inconsciente, es su causa, lo funda en cuanto a que es producido por la diferencia, con lo que se hace posible el “sí” y el “no”, algo de la naturaleza de la afirmación, que es un “sí”, y es anterior a esta diferencia cuando reinaba un automatismo instintivo. En realidad el “no” es propiamente una autoafirmación, una aceptación, el primer juicio de existencia. La Bejahung se revela entonces como un proceso primordial de afirmación a partir de la negación de la que surge la diferencia, que permite el juego de la “inclusión” y la “exclusión”, el cual, en un segundo tiempo, podrá precisamente pasar del organismo bilógico al cuerpo erógeno (simbólico), es decir estructurar el cuerpo, la realidad, de los objetos, etcétera. El campo de la Bejahung constituye un dominio en el cual aparecen ahora las discordancias, las diferencias y los contrastes, se trata del  primer campo donde se sitúan las determinaciones inconscientes. Como lo propone Kant, este “no” es el rehusamiento (weigerung) al orden de los instintos, lo que permite salir del anonimato instintual, aquella desobediencia mitológica de Eva, que trajo a los hombres el fruto del árbol de la ciencia, del árbol del bien y el mal, saliendo de ese mismo automatismo servil en el que se encontraba Adán. El lenguaje y el deseo tienen que ver con la inscripción de una diferencia y de una distancia frente al Otro, que le permite al sujeto circular por el lenguaje del Otro, y la forma en que puede o no sujetarse a partir de las diferencias y distancias al deseo del Otro, con ello la diferancia es el primer rastro de una afectación, por el afecto del Otro, que es un afecto potencializador, comandando, como decíamos, el conjunto de las determinaciones, es decir, a todo el conjunto de las operaciones psíquicas.

" ... "diferencia" (diferancia) designa la causalidad constituyente, productiva y originaria, el proceso de ruptura y de división cuyos diferentes o diferencias serían productos o efectos constituidos"[2]

La diferancia es por consiguiente la posibilidad de que exista una relación, la condición necesaria para que exista una articulación, se trata de un gozne que permite el juego dialéctico de contrarios. Con lo que constituye a la subjetividad y le es propio el conflicto, heredero de estas tensiones y luchas entre contrarios. La diferancia tiene el papel estructurante más importante, como decíamos, la diferenciación y la posibilidad de diferir, factor de factores del resto de las diferencias y que será tomada como prototipo; con lo que la diferancia es en realidad un corte, una marca que genera un efecto multiplicador, al que llamamos orden simbólico y que deviene de la desnaturalización. Este corte constituirá la articulación del conjunto de significantes que posteriormente entren en juego, una suerte de determinación. La diferancia se convierte en realidad en los cimientos mismos de la estructura psíquica.

La diferancia es la materia prima que constituye el a priori, lo que se encuentra antes de la experiencia determinando y posibilitando a la experiencia misma. Con la diferancia se introducen las nociones de espacio, tiempo y lugar, aquello que consideraba Kant como condiciones que hacen posible la experiencia y el conocimiento, la construcción de una realidad psíquica. Comprendiendo que el a priori, se erige como la medida que dirige y organiza esa experiencia. En efecto, es la diferancia la distancia subjetiva que separa al sujeto del objeto y del Otro, evitando la fusión con el Otro o, en otras palabras, la con/fusión con el Otro, que se trataba de un estado anterior al orden introducido por la diferancia. El sujeto surge entonces de esta relación,  precisado de la posibilidad de producirse un lugar, crearse un espacio y habitar en el tiempo. Diferir significa dilatar el anhelo. Posponer es salir del plano de la inmediatez, escapar de la esclavitud del estímulo, del arco reflejo, de los instintos, de la causalidad perteneciente al orden de las necesidades, es decir introducir el tiempo, e introducirse en él como deseante. Diferancia decíamos implica diferenciar, separase y tomar distancia, habitando un lugar, permitiendo a la subjetividad contraponer, contrastar y comparar dondequiera que sea posible la experiencia. Abrirse brecha, crear la parcela en la que pueda caber nuestra existencia, un lugar para el sujeto en el mundo, una delimitación que implica la constitución de una comarca simbólica.

“La diferfancia, pre-abertura de la diferencia ontico-ontológica y de todas las diferencias que surcan la conceptualidad freudiana, tales como las que pueden, es sólo un ejemplo, organizarse alrededor de de la diferencia entre el “placer” y la “realidad”, o derivarse de ella. La diferencia entre principio de placer y principio de realidad, por ejemplo, no es sólo, ni en primer lugar, una distinción, una exterioridad sino la posibilidad originaria, en la vida, del rodeo, de la diferencia (Afschub) y de la economía de la muerte”[3]

La diferancia es la resultante de abrirse una brecha, abrirse paso. Entre la unicidad, para establecer la otredad, entre la vida y la muerte, marcar una diferencia, tomar un tiempo y de alguna manera tomar distancia. Por ser un acto, se trata de una imposición de un sujeto sobre un otro (aún no-sujeto o aún no sujetado al lenguaje), es una imposición (in-posición). Pero el otro en tanto Otro, hará actuar al cachorro humano, frente a la imposición, éste no es un “ente” pasivo, aunque sí cautivado y afectado por este acto. Quedará con una afección efecto a su vez del deseo del Otro. Ahora bien, el sujeto, sujetado por vía de la diferancia, al lenguaje, al deseo, y a la falta, actuará con un muy reducido margen de posibilidades pero posibilidades al fin, viviéndose después, una vez constituida la cadena de determinaciones en la que nos atrapamos.

La diferancia como nombre de una operación que inscribe y no cesa de reinscribirse, desde Lacan podría ser definida como significante primordial. Sin embargo, es condición del orden significante, por lo que es la condición primera en un sentido lógico, primera en alcanzar el estatuto de hacer al significante sin ser ella misma propiamente un significante, aunque funciona como significante, por lo que es un elemento sin-sentido, sin-significación. Quizá se trata del significante puro en tanto no tiene significado, no es posible que haga signo. Constituye el sistema de significantes, en cuanto se encuentra en su articulación y en su condición de inscripción se sitúa en un tiempo lógico de la estructura, la primera presencia del significante en cuanto significante, es decir en cuanto diferencia. La diferancia es entonces la condición y parámetro del resto de las diferencias. El significante prístino pensando lacanianamente, que lo que inscribe es la más pura diferencia: como diferencia en sí, para sí y por sí misma. Propone Lacan que “el significante como tal, sirve para connotar la diferencia en estado puro”[4] El significante en estado puro, o bien el significante de la diferancia por ello no significa nada, es un significante que es mucho más que un efecto de la oposición de significantes, es la posibilidad de la relación entre significantes binarios y polares, para que exista cualquiera: placer-displacer, vida-muerte, actividad-pasividad, causa-efecto, indeterminación-determinación, ya que la diferancia es por consiguiente una relación, una articulación, un gozne que permite el juego dialéctico de contrarios. Pero que la condición de la existencia de cualquiera de los polos, se encuentra determinada y existe únicamente por el opuesto, no puede haber ausencia, sin presencia, o noche sin día, o bueno sin malo. Cada uno es interdependiente del otro en una relación dinámica y profundamente conflictiva. Con lo que se constituye la subjetividad como un efecto de una delimitación, de una diferenciación, de un corte, que en realidad se constituirá, en su condición de diferancia como la estructura misma y la consistencia de la cadena de significante, por ello la diferancia crea una suerte de determinación sobre el resto de los significantes, y de la manera en que seremos atrapados por la cadena significante.

La diferancia decíamos implica diferenciar, separase y tomar distancia, con lo que puede hacerse un lugar, que le permite en su subjetividad contraponer, contrastar, comparar la experiencia. Abrirse brecha, crear la parcela existencial, en la medida en que se desdibuja la necesidad, para entrar en el reino del deseo, como efecto de este corte, de esta desnaturalización. Este significante de la diferancia, no podrá ser articulado aunque se encuentra articulando el orden simbólico, el acto que evoca será reprimido, sepultado para que desde ese lugar fundado por esta represión propiamente dicha, determine las posibilidades del sujeto de ser en el lenguaje, ya que sabemos que un sujeto es lo que representa a un significante frente a otro significante. “La represión originaria se especifica por no poder ser dicha en ningún caso, por estar en la raíz del lenguaje”[5]

Pero se trata de procesar ese significante cuya encomienda es ser diferancia, ya que como propone Lacan “Nuestro punto de partida, el punto al que siempre volvemos, pues siempre estaremos en el punto de partida, es que todo verdadero significante es, en tanto tal, un significante que no significa nada”[6]  y que es un punto de partida y de llegada. Para terminar pongamos atención a uno de los elementos que apareció al comienzo del artículo. Una de las dimensiones que pone en juego a la diferancia que es lo que Lacan llama “Significante Nombre del padre”, al significante del corte, de la castración en la madre frente a la promesa de completud imaginaria que recibió, en la que un hijo a manera de falo sería ese significante que le taponara “su” falta. Pero es ese deseo otro de la madre, esa posibilidad de no encontrar en el hijo lo que le falta, lo que pondrá en circulación y generará una posibilidad para operar como la “función paterna”, para inscribir ese corte en ella, que fungirá como diferancia en la criatura gracias a la operación del “Significante Nombre del padre” con lo que podrá advenir como sujeto.

Con lo que queda claro, que la diferancia[7], no tienen ningún otro empleo que la posibilidad de generar las determinaciones lógicas que inciden sobre el sujeto en su estructuración psíquica a partir del lenguaje, permitiendo su posicionamiento frente al deseo del Otro, frente a la verdad de su propio deseo como alienado. Con las estructuras que son efecto, de la manera en que se haga circular por la subjetividad, gracias a la diferancia.



Bibliografía.

Derrida Jaques. La escritura y la diferencia. Ed. Anthropos. Barcelona 1989.

Frida Saal en su trabajo Lacan <> Derrida. En: Helí Morales A.  Escritura y Psicoanálisis. Ed. XXI. 1996. pp. 80.96.

Lacan J. Seminario III, las psicosis. Ed. Paidós Barcelona. 1984.

Lacan J Seminario IX. La identificación. Clase 6/12/61

Rabinovich Norberto. El Nombre del Padre. Ed. Homo Sapiens. Col. la cínica de los bordes. Mendoza Argentina 2ª Edición. 2005.


[1] Frida Saal en su trabajo Lacan <> Derrida.
[2] Frida Saal. cita a  Derrida J. La differance. op. cit. p.44.
[3] Derrida J. 1989. p 273
[4] Lacan J Seminario IX. Clase 6/12/61
[5] Lacan J. En Rabinovich Norberto. El Nombre del Padre. Ed. Homo Sapiens. Col. la cínica de los bordes. Mendoza Argentina 2ª Edición. 2005 p.42
[6] Lacan J. Seminario III. p. 264
[7] Más sobre el tema de la diferancia de donde se tomaron estas notas aparece en: Tappan José Eduardo una oscura claridad, 2006 Escuela Libre de Psicología Puebla. Y en la revista Erinias No 5 de la misma Escuela Libre de Psicología.

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