El Quinto discurso de Jacques Lacan

Por Jorge Gómez Alcalá

Nuestras Jornadas, llevan por título “El fin del capitalismo”.
La palabra fin o el significante, como nos gusta decir a los lectores de Lacan, lleva en si misma una doble lectura, que como todos vosotros percibiréis nos dirige a una doble significación, por cierto muy del gusto del ilustre psicoanalista francés.
Fin como finalidad, objetivo, meta. Y fin como conclusión, finalización, terminación.
Es curioso pero a la hora de escribir este texto me salta a la vista y a mi comprensión el hecho claro, de que ambas significaciones van estrechamente unidas.

Más aún, la convicción de que el problema de la finalización del capitalismo, está absolutamente condicionado justamente no sólo por las condiciones de su aparición, como nos diría Carlos Marx, sino por los objetivos que lleva implícitos, que no son otros que los que tiene el sujeto, cada sujeto individual, como marca imborrable de su deseo inconsciente.

Todo esto lo percibió en su momento Lacan, en diferentes momentos de su obra, que como ustedes conocen no sólo la encontraremos en sus “Escritos”, publicados en la Editorial Siglo XXI , si no también en su palabra hablada, en sus seminarios, que poco a poco se han ido publicando a lo largo de los últimos años.

Lacan estuvo siempre preocupado por la transmisión del psicoanálisis, por sus dificultades y para solventar dicha problemática y aproximarla al método de las ciencias físico-matemáticas desarrolló lo que hay conocemos como sus famosos “Matemas”. Que no son otra cosa que formulaciones algebraicas y fórmulas matemáticas.
Estos “Matemas” se van haciendo cada vez más y más complejos a lo largo de su obra, tanto, que nos resulta verdaderamente difícil seguirlos y entenderlos.
Podemos percibirlos como una genialidad, sólo accesible para unos pocos iniciados o como una auténtica locura, que incluso transgrede los fundamentos lógico-matemáticos.

Al fin de cuentas allí están, y en muchos casos, como el que hoy nos trae  aquí, podemos utilizarlos para mejor comprender la índole del sistema capitalísta, estructurado para dar satisfacción, goce que no placer, a la criatura humana.

Con posterioridad trataré de dar cumplida cuenta de la diferencia conceptual y sustancial entre estos dos significantes, (goce y placer)  ya que ello nos explicará no sólo el porqué de la consolidación del capitalismo como sistema económico y de relación social entre los seres humanos, sino también y con igual contundencia la índole del sufrimiento psíquico del sujeto, de su malestar y de lo que conocemos como enfermedad, no sólo mental.

Por todo ello, y con el fin de sintetizar podemos decir que el “Matema” lacaniano es una escritura de aspecto algebraico que contribuye a formalizar  la teoría psicoanalítica.
.No es una simple abreviatura, sino que tiene la ambición de denotar una estructura realmente en juego en lo que llamamos el discurso psicoanalítico y, a partir de allí, en los otros discursos posibles en la relación entre los seres humanos.

Una de las funciones del “Matema” es permitir una transmisión del saber psicoanalítico, transmisión que se vincula con la estructura, más allá de las variaciones de lo imaginario, y que escapa a la necesidad del soporte de la palabra del autor.

Los 4 discursos, establecidos por Lacan en su seminario “El revés del psicoanálisis”, proponen en una forma extremadamente reducida y sintética un sistema de relaciones entre manifestaciones muy complejas y masivas.

Se trata en efecto de inscribir en forma algebraica la estructura de los discursos denominados por Lacan: discurso del Amo, discurso de la universidad, discurso histérico y discurso psicoanalítico.

Estos diferentes discursos se encadenan y se sostienen unos a otros en una lógica enteramente determinada por el juego de la letra.
Un interés no despreciable de estas fórmulas es superar la errónea oposición entre un psicoanálisis del sujeto individual y un psicoanálisis de lo colectivo, incluyendo en esto el sistema en el que vivimos.

La definición del significante como lo que representa a un sujeto para otro significante sirve de matriz para el establecimiento de los 4 discursos.
Esta matriz ordena los 4 términos en un orden circular estricto.
S1,S2 ,$ y a. No está permitida ninguna conmutación, es decir no se permiten intercambios entre dos términos en el interior del círculo.
Los 4 términos son: S1, el significante amo. S2, el saber, $, el sujeto. a, el plus de gozar.

Los 4 discursos se obtienen simplemente a través de una operación bien conocida en matemáticas y en teoría de los grupos bajo el nombre de permutación circular, en el sentido de que los 4 términos van a ocupar por turno 4 lugares definidos por la matriz del discurso del amo.

     El agente                            El otro  
( la verdad)                       la producción


Cada discurso se transforma por medio de un cuarto de vuelta en otro discurso. Más precisamente, estos 4 lugares son los vértices de un tetraedro orientado: se trata de una figura geométrica de 4 caras y 6 aristas. Si las aristas están orientadas, sólo existe una sola posibilidad de orientarlas de modo de poder circular sobre el tetraedro.

Aquí, y esto es muy importante para explicar los fines que tenemos al desarrollar estas fórmulas, Lacan suprime una de las aristas entre los 2 vértices inferiores. Lo que bloquea la circulación: es lo que llama la impotencia propia de cada discurso.








Discurso del Amo                                    Discurso de la Universidad


 S1                                S2                            S2                            a
  $                                   a                             S1                            $





Discurso Histérico                                   Discurso del Analista


 $                                   S1                              a                             $
 a                                    S2                             S2                          S1





Es uno de los rasgos del discurso corriente de nuestros días, el capitalista,  prometer a todos la satisfacción de todos los deseos, con la única condición de poner un precio, de borrar la diferencia entre el objeto de deseo (objeto deseado inconscientemente desde siempre) y el objeto del consumo.

¿Puede el psicoanálisis ser solidario y cómplice con tales representaciones? Pues no. Si en el discurso del psicoanalista el sujeto se las ve con el objeto de su deseo, lo importante es el lugar donde eso trabaja.
Al objeto sólo lo encuentra en el trabajo de la cura.
En contrapartida Lacan escribe

                          
                              $                            S2
                              S1                           a



Esto le permite dar cuenta de un discurso en el que el sujeto se encuentra a la vez sujeto a su objeto y en posición de semblante, es decir, en posición de creerse no sujetado a nada, amo de las palabras y de las cosas.
Aquí la alienación se redobla con un desconocimiento radical.

A éste discurso, obtenido formalmente por torsión del discurso del amo Lacan lo designa discurso capitalista. Su quinto discurso.
El discurso capitalista es entonces una perversión del discurso del amo y deja al sujeto enganchado a la posibilidad de anular la imposibilidad estructural de encontrar la felicidad plena.

Todo es posible para el sujeto en esta época del capitalismo, donde la tecnología ha desarrollado y desarrolla constantemente formas de sugestión que hacen que el sujeto crea que puede acercarse y fusionarse con su objeto de deseo o reencontrarlo en los objetos de consumo.
Eso si, como dije antes a costa de un precio, el dinero.

Para decirlo de forma sencilla y que les quede a todos claro, al participar en la construcción del sistema capitalista y entregarnos a él aunque sea de forma impuesta, hemos vendido sencillamente el alma al diablo.
Ese es el equivalente metafórico de esa locura que es creer que es posible renegar de la falta, de esa falta constitutiva e intrínseca a nuestro ser que es la imposibilidad estructural de ser completos. O sea lo que queremos imaginar como felicidad.
Lo que se pierde en esta operación es el deseo.

Para desear es necesario una distancia imposible de flanquear con el objeto. Eso realimenta nuestra capacidad de desear y de vivir.

Si ese deseo se ve colmado por los innumerables objetos sustitutivos que el sistema pone a nuestra disposición, aparece un agotamiento y una frustración, con lo de agresividad que esta conlleva.

En definitiva, es la época de la Depresión.
Pero no sólo se apodera de nosotros este sentimiento. Además de meter algo mortífero en su cuerpo el sujeto también se siente confuso, extraviado, sin saber como ni de que manera salir de esta situación.

En cuanto a la perversión quiero deciros que no penséis en ella como una simple aberración de la unión sexual frente a los criterios establecidos, sino que es una pasión humana en la que el deseo se sostiene en el ideal de un objeto inanimado.

Pone en juego la primacía del Falo, ese significante que desde Freud es el centro de los avatares del sujeto hablante, porque fija el goce, ya les hablaré de ello, a un objeto imaginario.
Y lo fija en el sitio en lugar de la función fálica simbólica que organiza el deseo bajo el efecto de la castración y de la falta.

La castración es el concepto que nos explica aquello que en el castellano de la calle oímos como que, lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible.
Para el perverso nada es imposible.
Desde el contexto moral o natural, algo nos sugiere que existe una ley o norma de la que el sujeto se apartaría.

Al psicoanálisis le corresponde el mérito de una descripción específica de la perversión, articulada en forma definitiva por Freud en 1927, a propósito de un caso de fetichismo, el que permanece como modelo a partir del cual pueden aclararse las otras formas de perversión.

En el caso del sistema capitalista, la distorsión que produce ese discurso con relación al orden del discurso del Amo hace creer al sujeto que si, que es posible la unión o el encuentro entre el sujeto y el objeto, que es factible ese absoluto que sólo aparece o debiera aparecer como fantasma, para que me entiendan, como una fantasía, en el sujeto normal o incluso neurótico.
Fantasma que resulta necesario para mantener ese objeto fuera de nuestro alcance  y para que pueda operar como objeto causa del deseo.

Ya tenemos entonces por un lado, siempre desde la perspectiva psicoanalítica, definidos con bastante claridad los conceptos de capitalismo y de perversión.
Ambos van entrañablemente unidos, hasta poder decir que el único malestar que el sujeto sufre es el capitalismo mismo.

Nos queda por desarrollar el tercer concepto, el goce, o también lo que Lacan llama el plus de gozar.

No se entendería la permanencia del capitalismo como sistema con su contexto de perversiones que le son inherentes si no explicamos que es lo que lleva al ser humano a construir semejante monstruosidad.
La barbarie capitalista se apoya en el goce de los hombres……y los políticos se encargan de gestionarla, podríamos añadir.

Hace pocos meses organizamos unas jornadas en la sede del parlamento europeo de Madrid, dedicadas a desnudar a la democracia como una formula encubierta de dominación y sometimiento del ser humano.

Pero volvamos al goce…
La noción de plus de gozar viene a tomar su lugar para el psicoanálisis, en el marco de una teoría del objeto causa del deseo, que Lacan denomina objeto a.

Para Lacan el sujeto no puede asegurar su ser en el nivel de la cadena de significantes, que empero, lo determinan. El hombre está determinado por la palabra. Antes fue el verbo, como señala acertadamente el cristianismo.
El sujeto se ve remitido sin cesar de un significante a otro significante, y en el fondo sólo se sitúa en el corte entre los significantes.
De ahí que se sostenga más bien en el fantasma, o sea, en su relación con el objeto de deseo. Pero el objeto que causa su deseo se revela él mismo marcado por el sello formal del corte. De ahí que sea difícil hablar de él.

Por esta razón Lacan, a lo largo de su obra, propone diversos caminos de presentación de este objeto.
Lo hace cuando leyendo “El banquete” de Platón” se refiere a la noción de Agalma. Lo hace también cuando sitúa el objeto “a” como “plus de gozar”, por homología junto al concepto de plusvalía en Marx.

Para Marx, la plusvalía se define a partir de una sustracción
Lo hace sustrayendo la amortización del capital constante que el capitalista tiene, fábrica, máquinas, instrumentos tecnológicos, etc .Entonces, el valor de cambio de una mercancía corresponde al tiempo de trabajo que conlleva su producción.

El capitalista paga un salario que corresponde a la fuerza de trabajo necesaria, el cual es menor en su valor al tiempo empleado para la producción del objeto.
De esta manera el capitalista obtiene un beneficio, que llamamos plusvalía, equivalente a la diferencia entre el valor de la mercancía y el valor del trabajo.

Sólo se apropia parcialmente porque el sistema le obliga a reinvertir en la producción. De esta manera el concepto de plusvalía nos sirve como modelo de un objeto del que nadie puede gozar plenamente, aunque todo parece indicar lo contrario.

Hablando de Marx y de su teoría de la plusvalía, Lacan nos señala que esto es posible a partir de efectos del lenguaje, que hace que el trabajo mismo se convierta en una mercancía como las demás.

También nos enseña Lacan que hay similitud entre lo que revela la obra de Marx y lo que hace aparecer el discurso psicoanalítico: una renuncia al goce. Y eso es exactamente en lo que consiste la cura.

En “Más allá del principio del placer” y en obras posteriores a 1920, Freud descubrió que hay algo más profundo que la dialéctica establecida entre placer y displacer,
Lacan lo retoma en el Seminario 16 “De un Otro al otro” y nos habla de un goce, algo que va más allá del principio del placer y que lleva implícito al cuerpo.
Pero ese goce absoluto es imposible para el hombre.
El hombre se relaciona más bien con una pérdida de goce, como se ve que le sucede al amo, en la obra de Hegel en su teoría del amo y el esclavo.
Porque para convertirse en amo, el hombre renuncia al goce de la vida ya que sólo lo es si la arriesga,
El objeto a viene a simbolizar esta pérdida de goce.

Lo que causa el deseo del sujeto es el objeto a, en tanto signo de un goce irremediablemente perdido.
Cree reencontrarlo en todas las adicciones que vemos en la clínica, a las drogas, al juego, al consumo, al sexo, al coleccionismo, al deporte, y así hasta lo que ustedes quieran.
El sistema capitalista propicia que el sujeto  pueda creer que es posible reencontrarse con ese objeto irremediablemente perdido y gozar inefablemente de la sensación de satisfacción que ello le comporta.

El psicoanálisis freudiano y lacaniano plantea la originalidad del concepto de goce en el hecho mismo de que nuestro deseo está constituido por nuestra relación con las palabras.
Se diferencia así del uso común del término, que confunde el goce con las suertes diversas del placer.
El goce concierne al deseo y más precisamente al deseo inconsciente, lo que muestra que esta noción desborda ampliamente toda consideración sobre los afectos, emociones y sentimientos para plantear la cuestión de una relación con el objeto que pasa por los significantes inconscientes.

Para concluir, estos tres conceptos, capitalismo, perversión y goce aparecen anudados entre si a nivel de la estructura del sistema, y lo hace de tal modo que opera a nivel de lo inconsciente en el psiquismo humanos, convirtiéndonos en sujetos apresados que ya no pueden elegir al verse impulsados por el propio sistema en una vorágine consumista para obtener aquél objeto que promete colmar nuestra falta original.

Para ello desata una competencia feroz entre los propios sujetos, una competencia fuertemente cargada de agresividad que tiende a la eliminación del otro, vivido como competidor y eliminado como semejante.

Pero de esto hablaré en la ponencia del domingo.
Hoy sólo quería hacerles llegar unos apuntes sobre las finalidades del capitalismo. Mañana hablaré sobre como veo yo las posibilidades de que este sistema llegue a su fin.

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