INTERVENCION en las JORNADAS DE LA FEP en San Sebastián. (febrero 2014)




El sentido de lo profano
Por Luigi Burzotta

Es necesario dar un paso suplementario con respecto a la definición del psicoanálisis, según la cual éste último va más allá del punto de vista médico, o como se le llama en estos tiempos, psicológico.
Para situar la especificidad del psicoanálisis, a menudo decimos, que ésta es, por definición, profana, porque en tanto que experiencia de discurso, refiriéndose al saber inconsciente, se distingue de la medicina, de la psicología o de la sociología (Ver el Anexo). Esta estrechez de perspectiva comporta el riesgo de cerrarse una vez más en torno a una defensa sectaria de la causa. Además, se impone la decisión: ¿ quién, asociación o movimiento internacional cualquiera que sea, puede atribuirse la legitimidad de esta defensa? Inmediatamente constatamos que se trata de una pregunta con respecto al poder.
Para escamotear este escollo conviene buscar el obstáculo al interior mismo de la cuestión psicoanalítica: Me refiero a esta pendiente sobre la cual puede llegar a veces, y con el fin de resolver un sentimiento de debilidad, la entrega a la búsqueda una de garantía, preferible a la condición de desamparo de una actitud gregaria, que proporciona protección y reconocimiento bajo la égida de un pastor de prestigio. Si se presta atención a esto, percibimos inmediatamente que la solidez del cercado delimita un espacio protegido, dentro del cual el lazo social se solidifica con el cemento de una ideología, sea ésta abiertamente sociológica o teórica, o supuestamente ortodoxa. En todo caso, todo lo que alimenta y refuerza el lazo transferencial de cada agrupación, enfatizando los rasgos específicos del lazo de pertenencia, mortifica todo espíritu de independencia necesaria para la investigación científica.



Les traigo aquí un ejemplo que remonta a una docena de años atrás. Permítame darles parte de un hecho personal y que marcó mi historia profesional. Se trata del comportamiento puesto en acto de la parte de uno de estos colegas eminentes quien partió de París hacia Roma, con la intención de animar a alguien, todavía zambullido en la duda, en la vacilación o la pereza, en cuanto a su inscripción a una Asociación internacional.

El proyecto había madurado con anterioridad y había sido compartido por algunos colegas italianos que buscaban el apoyo en esta institución de prestigio, con el fin declarado de poner  al abrigo sus propios analizantes en formación, de hecho soñando con reforzar su propia apariencia como polo de transferencia.
Mi aversión iba contra este proyecto como tal, porque yo lo veía totalmente sumergido en lo imaginario de la psicología de grupos, cuya dinámica ponía en evidencia cómo, en la época, este fenómeno ya concernía a cada uno de los miembros de este grupo romano, grupo con el cual yo insistía en la necesidad de promover un trabajo de cartel, aunque cada uno aspiraba a hacerse el perro del pastor con relación al otro (pequeño a).

En este clima, este personaje eminente evocaba, -en el curso de una reunión confidencial y amistosa de una tarde romana, con el fin, sin embargo, de atraerse la simpatía de la audiencia y de promover dicho proyecto-, una anécdota que aludía a su relación personal con Lacan, ya en los últimos años de su vida, y que evocaba la dificultad de dicho personaje de sostener, en el momento de la Disolución, el rol que había tenido en la Escuela freudiana. Esto debido a la sordera de Lacan en torno a cuestiones que debían revelarse cruciales y que habrían condicionado el futuro del lacanismo, como si tuviera la intención de dejar oír o dar a entender, el peso de aquello que heredaba por parte de Lacan, para hacer apreciar en todo caso su posición justa con relación al espíritu de la causa lacaniana.... Por discreción omito aquí detalles que van en el sentido de lo que Safouan en su último libro, La psychanalyse, llama “la saga lacaniana” y para concluir nuestro personaje declaraba que, a fin de cuentas, en su Asociación cada uno era libre de entrar como de salir.

Era verdad: ninguno obstáculo ha sido encontrado por los que quisieron tomar una decisión de entrar, pero el que, como yo, decidió quedarse por fuera, primeramente había sido animado por sus compañeros a aclarar su propia posición, percibida entre estupor y emoción, como incomprensible. Siendo el único, terminé por convertirme en un sospechoso y al final fui juzgado como una oveja negra, señalado con el dedo y desterrado debido a mi diversidad.

Conocía la institución de la que les hablo, en la medida en que había tenido el privilegio de participar antes en algunos de sus jornadas de estudio, ciertamente con buen provecho también para mí también, pero había preferido la posibilidad de poder establecer libremente relaciones constructivas basadas en el intercambio, con algunos de sus miembros italianos y franceses.

En efecto yo había constituido, -con algunos de ellos, pero también con colegas que venían de otras instituciones-, carteles de trabajo, reuniones periódicas regulares en algunas ciudades italianas: Roma, Florencia, Padua, Turín, Milano. La intensidad de este trabajo de investigación analítica había dado lugar, en la época, a dos coloquios, uno en Florencia, el otro en Padua.

Aunque esta experiencia  fue interrumpida por varios motivos, entre  los cuales y no el último, el forcejeo del que acabo de darles parte, debo decir que la procedencia de estos colegas que venían de realidades institucionales diferentes  de la mía, siempre ha sido fuente de estimulación intelectual en cuanto a la investigación psicoanalítica.

Pienso que conocer a otros colegas, asociarse para trabajar juntos en el respeto de la diferencia, es un modo de evitar la viscosidad de la lógica del grupo.

La Fundación Europea para el Psicoanálisis del cual formo parte desde su constitución y la cual me permite hablarles hoy, en lo que toca al estilo de sus encuentros, sigue una lógica que se parece mucho a la del nuevo grupo italiano que trabaja desde hace algunos años bajo el nombre de Inconsciente en Florencia.
Este grupo italiano, al igual que la Fundación, esta compuesto de modo heterogéneo en cuanto a la procedencia de sus miembros; el nombre de la ciudad que lo designa ha sido escogido justamente porque esta ciudad ha sido elegida como el lugar de nuestros encuentros, por razones logísticas evidentes y con el fin de permitirles a los colegas de la península encontrarse sin demasiada dificultad y cada mes.

En cuanto al espíritu laico que lo anima, el grupo italiano encontró en el concepto de inconsciente la razón científica a la base de su trabajo, que está totalmente concentrado en la clínica del psicoanalista.

Se trata de la postura en acto de un procedimiento que exige a cada analista que participa, habiendo atravesado no obstante una experiencia personal del control, que se libre de todo saber supuesto y renuncie también al saber que se le supone de golpe a un otro: todos aceptan asumir una posición de analizante, lo que equivale a decir que es cuestión de la posición del sujeto de la enunciación.
Que la posición propia al analizante  no sea extraña a al del analista es un hecho en el cual Lacan insistió a menudo, en la enunciación de su Seminario. Posición que debe también informar el acto analítico si es verdad que en la cura “la presencia misma del analista es una manifestación del inconsciente” (Seminario XI).

Así como Lacan lo evoca en su intervención breve en el último Congreso de la Escuela Freudiana, julio de 1978:
Tal y como lo puedo concebir ahora, el psicoanálisis es intransmisible.
Es bastante fastidioso. Es muy fastidioso que cada psicoanalista sea forzado
- porque es necesario que sea forzado - a reinventar el psicoanálisis.
Si dije en Lille que el pase me había decepcionado, es claramente por lo siguiente: Por el hecho de que sea necesario que cada psicoanalista reinvente, según lo que logró retirar de haber sido durante un tiempo psicoanalizante, que cada analista reinvente el modo en el que el psicoanálisis puede durar.
¿ Qué es eso, “que se logra retirar de haber sido durante un tiempo psicoanalizante”, si no es ese deseo, que ha sido desalojado gracias al deseo del analista? ¿ Porque, si es verdad que el deseo aparece en los intervalos, en las fisuras, en los intersticios del discurso, cómo explicar que, en el análisis, el deseo al principio sea del analista si el discurso es el del analizante? Ciertamente el deseo es del analista, pero habita el discurso del analizante.

Estar animado por un deseo de analista, en la práctica, quiere decir que ofrece su falta como cebo, el que sostiene el agalma, aquello que permite rastrear el discurso del otro, en sus vacilaciones, sus pausas, su necesidad de escudriñar los equívocos del saber inconsciente, si es verdad, como Lacan lo dice en la Proposición del 9 de octubre de 1967, que  El pasaje del analizante al psicoanalista tiene una puerta de la que este resto que hace su división es el gozne, porque esta división no es otra que la del sujeto, cuyo resto es la causa (Propuesta del 9 de octubre de 1967 sobre el Psicoanalista de la escuela, Otros Escritos, p. 254).
Pero para hacer esto jamás puede disociarse des su actitud de psicoanalizante.

Tal actitud fue aquella asumida durante el procedimiento puesto en funcionamiento durante nuestras reuniones en Florencia, cuya garantía científica reside en el saber inconsciente como ocupante de un lugar central, el analista pone en acto una clínica que le es propia, la clínica del deseo, y se libra así del callejón sin salida acostumbrado que tan frecuentemente se le asigna, que consiste en pensar que asumir esta función de psicoanalista depende de un título comprado de modo definitivo, sobre todo cuando es garantizado por alguna institución.

Un título que no puede dejar de revelar su naturaleza efímera cuando, en lugar de encontrar la verdad en su propia falta en ser, aquel lo ansia se dirige siempre hacia promesas de las garantías, a menudo reforzadas por un semblante, como erigido en su potencia pero para revelarse abstracto y sin consistencia.

De hecho es la no consistencia que debe guiarnos y cito de nuevo la continuación del primer pasaje de Lacan:
Traté a pesar de todo de dar a esto un poco más cuerpo; y es para esto que inventé un cierto número de escrituras, tales como S barrando el A, es decir lo que llamo el gran Otro, porque es el S, donde designo el significante que a este gran A, lo barra …


Anexo

Lo que el psicoanálisis inventa sobre el equívoco de la escritura inconsciente es un saber en disonancia con relación a los saberes predefinidos en los cuales se apoya todo otro discurso. ¿ Es tal vez por esto que llamamos profana, nuestra práctica?

Hoy, existen las numerosas prácticas terapéuticas que pretenden curar los síntomas haciendo abstracción de lo que las determinan, el inconsciente, que es así objeto de un desconocimiento evidente. Curiosamente, esta presunción, va hoy contra este sentimiento vago, pero generalizado, donde se percibe la aceptación de la presencia del inconsciente como algo imponderable pero real, que de manera confusa, condiciona la vida de cada uno, aunque la mayoría de las veces, se discierne también de no querer saber nada.

Nuestra práctica psicoanalítica se distingue por ser un trabajo que asume la tarea ética de querer saber. Querer saber, es el soporte del psicoanálisis que obtiene su fuerza de lo real del inconsciente, que determina los síntomas y todo nuestro malestar, enviándonos signos que escapan de toda comprensión.

Se trata de algo que es imposible de decir, pero que se deja sin embargo aproximar con el ejercicio de una escritura particular.
Es el juego combinatorio de la letra, que gobierna las formaciones mismas del inconsciente, como los lapsus, los chistes, etc. Este ejercicio de la letra no difiere de aquellos que, en otro lugar, en otros dominios, tienen que ver con lo real, está en la base de la invención: es lo que pasa en las formulaciones científicas o en la enseñanza del arte.

En la cura psicoanalítica, este juego permite anudar, por un instante, lo imaginario con el saber inconsciente, gracias al equívoco de la interpretación, que, apoyándose en la materialidad de la letra, inventa cada vez algo nuevo, lo que puede esclarecer  algún borde de la realidad en donde parasita el goce. A esto, el psicoanálisis puede así dar un poco de respiro y aliviar el sufrimiento de los síntomas, también porque favorece una relación que permite confrontarse con su propio fantasma; relación que en principio es cortada por el discurso que se opone al psicoanálisis.

Traducción
Francisco Rengifo

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