Por Jorge Gómez Alcalá
Esta tarde vamos a proceder a inaugurar este coloquio singular. Era preceptivo que el discurso de apertura fuera pronunciado por el Presidente del Ateneo, Profesor Carlos París, pero por razones de fuerza mayor y ajenas a su voluntad, no ha podido ser así
Me disculpo en su nombre, y les transmito su enhorabuena por el evento.
Dije coloquio singular y lo es porque reúne a tres figuras de primer orden en los campos en donde han estado trabajando e influyendo.
No me voy a referir a la historia e importancia de cada uno de ellos, eso será tarea de nuestra reunión, sino y sobretodo a las relaciones entre ellos, entre los dominios de su saber, que en diferentes etapas han generado multitud de páginas que acogen a fieles y detractores.
Este coloquio tiene, además, un doble subtítulo.
Por un lado “Acto revolucionario y Acto Psicoanalítico”
Por el otro “Consciencia de clase y Subversión del Sujeto”
No se les escapa a ninguno de ustedes la importancia y significación de este doble subtítulo.
Por un lado el Acto en si, sea este social, como el que implica un acto revolucionario o sea éste estrictamente individual, que transcurre en el diván del psicoanalista y que atañe al Sujeto y a sus circunstancias particulares.
Con todo, tal como entendemos desde ambos lugares el significante Acto, implica una tendencia o camino que lleva a una ruptura. Ruptura con un tiempo anterior, con un pasado.
Y toda ruptura conlleva un coste, un precio. Algo a pagar.
En cuanto a la consciencia de clase, como la entendió primero Hegel, luego Marx, implica un salto en la dimensión subjetiva del sujeto de clase, un cambio cualitativo que va de la clase “en si” a la clase “para si”. Nos lleva a pensar en una revolución.
En una revolución tal como la pensó Marx y la llevaron adelante los primeros Bolcheviques.
El Psicoanálisis no es revolucionario. Pero también conlleva, supone, un salto subjetivo en la condición del sujeto.
Implica una forma diferente de ubicarse ante los objetos del mundo, lleva implícita la posibilidad de la cura.
A esto llamamos Subversión del Sujeto.
Si bien un acto subversivo no implica ninguna revolución, remueve la totalidad de las tradiciones con las que el sujeto humano se pensaba a si mismo. Produce una transformación. Algo que orientaba la vida de esa persona y que se movía en territorio inconsciente pasa al campo de la conciencia y produce efectos. Cambios que modifican la consciencia de esa persona.
Que la llevan a ser dueña de si misma.
Por esto que estoy planteando seria lícito preguntarnos cual es el estatuto posible de Freud, el creador del Psicoanálisis, dentro del marco de un pensamiento de izquierda, de un movimiento que se asume a si mismo como progresista.
Si nos referimos a estos dos grandes pensadores, Marx y Freud, poco hay que decir. Marx es anterior a Freud y éste critica la postura política socialista desde el marco de unas reflexiones sociales que la conciben como una ilusión. Y la ilusión, para Freud, es la proyección de un deseo, en este caso el deseo de una transformación radical que obtenga como resultado una sociedad de bienestar para las grandes mayorías.
Podríamos quizás ironizar que, en este caso es el propio Freud el que desde su posición liberal de pequeño burgués ilustrado tampoco comparte este deseo. Pero la formulación teórica es que el malestar es propio de la civilización como tal y por tanto no hay salida que no sea ilusoria.
También podríamos agregar que Marx y Freud son dos autores muy alejados en sus preocupaciones y sus posiciones teóricas y prácticas. Tienen algún elemento sociológico común como el de haber nacido en el seno de familias judías pertenecientes a la pequeño burguesía germánica y cohabitar en el mismo siglo aunque en épocas diferentes. Marx era mucho mayor que Freud, era de una generación muy anterior.
Desde el principio aparecen como dos tradiciones absolutamente separadas y que no tenían nada que decirse hasta que surgió la peculiar figura de Wilheim Reich, discípulo de Freud que aunque acabó rompiendo con él siguió utilizando parte de su aparato conceptual. Posteriormente se acercó al marxismo acabando por afiliarse al partido comunista alemán, del que acabarían por expulsarle.
Reich tenía un discurso que podríamos clasificar de delirante y una gran capacidad de liderazgo y de influencia, que marcó los orígenes de lo que luego pasó a llamarse el freudo-marxismo, corriente de pensamiento que encabezaron Herbert Marcuse, sobretodo con su texto “Eros y Civilización”, y Erich Fromm, autor de “El arte de amar” y el “Miedo a la soledad”.
“Eros y Civilización” se presentó precisamente como una síntesis entre Freud y Marx, y tuvo muchos seguidores entre la juventud de aquella época que llegó a llamarse “Contra cultural” y que defendía una sociedad no represiva ya que consideraba a la violencia la base del capitalismo.
Visto desde el siglo XXI, y con la perspectiva que da la distancia, podríamos considerar aquél intento de síntesis como basado en una mala lectura tanto de Freud como de Marx, o acaso una lectura superficial. Fue una moda cultural, que con el paso del tiempo, el avance del capitalismo y de los propios movimientos de izquierda, quedó abortado.
Aquí mismo, en España, tuvimos una figura relevante, Carlos Castilla del Pino, que publicó sobre los años 60, en esta misma línea de convergencia freudo-marxista, “Psicoanálisis y Marxismo”, siendo su nivel de comprensión del tema muy alto.
En esos mismos años, en Francia, surgieron varios intentos de buscar puentes entre Marx y Freud.
El primero fue el de Paul Ricoeur, quién formuló su concepción de los maestros de la sospecha, que incluía no sólo a Freud y a Marx, sino también a Nietszche, que había sido rehabilitado desde la izquierda, unos años antes, por George Bataille.
Lo que sostenía Ricoeur era que estos tres pensadores representaban desde distintos puntos de vista , la critica teórica radical a la sociedad burguesa, optimista y bienpensante del siglo XIX.
Marx denunciaba la explotación del hombre por el hombre y su profunda irracionalidad, oculta tras la máscara de progreso económico, político y social. Denunciaba el malestar que generaba el capitalismo y las injusticias que instalaba.
Freud mostraba como el progreso se hacia a costa de la represión, fundamentalmente la sexual, y los males que generaba sobre el sujeto, ya sea en forma de síntomas o de conflictos.
Nietszche, por su parte nos mostraba que detrás de la sociedad moderna sólo podríamos encontrar el profundo resentimiento de los débiles contra los poderosos.
Apoyando esta tesitura de Ricoeur encontramos el discurso de Michel Foucault, quien comprendía la coincidencia entre estos tres autores y los consideraba los críticos más lúcidos del Idealismo, los defensores más brillantes de un materialismo radical.
Luis Althusser, en la misma época, planteó un retorno a Marx que consistía en una nueva lectura rigurosa y sin concesiones, que volvería a vincular a Marx y a Freud.
Pero lo que plantearía Althusser es que lo que critican ambos es la ideología del capitalismo y lo hacen fundando dos ciencias teóricas, el materialismo histórico y el Psicoanálisis.
También deberíamos hablar del que me parece uno de los pensadores más lúcidos de los que han establecido un puente entre Freud y Marx.
Es Cornelius Castoriadis, de origen griego, afincado desde jóven en París y uno de los grandes teóricos de la izquierda del siglo XX.
Castoriadis se psicoanaliza y se forma él mismo como Psicoanalista. A partir del descubrimiento de Freud realizará una lectura crítica y rigurosa de este autor, como la que había hecho anteriormente con Marx.
Y en este sentido pienso que va más lejos que Marcuse, que Castilla del Pino o que Foucault,
En primer lugar porque su lectura de Freud no es escolástica, como tampoco lo era su lectura de Marx. No se basa en ningún momento en la sacralización de los textos.
Castoriadis no busca ni una síntesis ni un complemento entre estos dos autores.
Los trabaja a fondo, de forma rigurosa, para extraer de ellos todo lo que puede una persona interesada en comprender y transformar el mundo en el que vive. Y también porque prescinde de polémicas artificiales respecto a la cientificidad de uno u otro.
Lo que le interesa de ambos es que son pensadores rigurosos que quieren entender la realidad, y lo hacen, de una manera rigurosa desde la experiencia.
Castoriadis creó el famoso grupo Socialismo o Barbarie, junto a Edgard Morin y Jean Francoise Lyotard.
En 1964 se hizo miembro de la Escuela freudiana de París, fundada por Jacques Lacan.
Su libro más famoso fue “La Institución Imaginaria de la Sociedad”.
En esta época se casa con Piera Aulagnier, una gran Psicoanalista Lacaniana, y vive el mayo del 68 francés.
Abandona la Escuela de Lacan por diferencias con éste y crea el llamado 4º Grupo.
Daniel Cohn-Bendit reconoció públicamente que fue el inspirador del mayo francés.
Políticamente abandona el Partido Comunista al que pertenecía y se acerca al Trotskismo, al que el llama “Marxismo Revolucionario”.
Según Fernando Savater, la famosa frase “La imaginación al poder” que forma parte de los documentos que desencadenaron el mayo del 68, es una transcripción casi literal de su último artículo en Socialismo o Barbarie.
Finalmente tenemos al Filósofo y Psicoanalista Esloveno Slavoj Zizek, uno de los representantes más potentes y sugerentes del pensamiento actual. Pero Zizek planteará que son Lacan y Lenin los que darán el alcance universal a la obra de Freud y Marx.
En “El sublime objeto de la ideología” o en “El espinoso sujeto”o en cualquiera de sus numerosos libros podemos encontrar sorprendentes referencias que Lacan hará de Marx.
Antes de proseguir con Lacan quisiera hacer a los participantes en este coloquio algunas propuestas:
Primero: Olvidarnos de los prejuicios de algunos Marxistas contra el Psicoanálisis. No me refiero solo a las pretensiones estalinistas de crear una escuela al estilo de Pavlov o Betcherev o de los textos de los años 50 como los de George Politzer, con su conocida y recordada “Psicología Concreta”, sino también a los que son propios de algunos marxistas vinculados a la filosofía analítica.
Segundo: Olvidarnos de la vanas pretensiones de las síntesis freudo-marxistas. Marx y Freud hablan de cosas diferentes y cuando hablan de lo mismo no coinciden en la mayor parte de las ocasiones. Esto quiere decir que cualquier síntesis está condenada al fracaso porque lo que hace es conciliar teorías que no pueden complementarse.
Tercero: Leer a Freud. Lo mejor que puede hacer un lector comprometido con la tradición democrática y socialista, y por tanto con la verdad, es leer los textos de Freud dedicados a la crítica de la cultura. Son “El malestar en la cultura”, “El porvenir de una ilusión”, “Psicología de las masas y análisis del yo”, “Tótem y tabú” y “Moisés y la religión monoteísta”
Cuarto: Leer a los dos autores contemporáneos de izquierdas que mejor han trabajado estos textos, que son Cornelius Castoriadis y Slavoj Zizek.
Ahora si llega el momento de fijar la mirada en Lacan.
Algo tremendamente difícil, porque hay mil versiones de Lacan.
Las que les voy a dar nos muestra un maestro del pensamiento tremendamente original pero a la vez muy en continuidad con el pensamiento freudiano.
En los años 60 yo estaba terminando la carrera de medicina. La Psiquiatría no me atraía y no quería para nada convertirme en un expendedor de recetas que no curaban a los pacientes que me importaban: lo locos.
Procuraba entenderlos, de la mano de los libros de Freud que encontré en casa de mis padres. Los leía con dificultad pero con fascinación. El inconsciente: allí estaba todo. Allí comenzaba y terminaba todo.
En la Argentina de aquellos años se instalaba la carrera de Psicología. Para mi suerte estaba totalmente dominada por el pensamiento psicoanalítico. Si, también leíamos conductismo, reflexología soviética, la gestalt etc..Así que comencé a estudiar Psicología convencido que me iba a enriquecer y aportar mucho más que la especialidad de psiquiatría.
Y ya instalado en la década de los 70, con dos carreras en la espalda y con un ambiente auténticamente pre-revolucionario, comencé a simultanear mis dos grandes pasiones, la militancia y el Psicoanálisis.
Y por supuesto, con la sensibilidad social que caracterizaba a los jóvenes de la época, que devoraban los textos de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y leían también a los revolucionarios cubanos. Castro y por supuesto el Ché.
Lo que vino después lo saben todos, es ya parte de la historia, y de la mía en particular.
Lacan, llega a mis manos desde mis primeros maestros, primero allí, mezclado con el fragor de una batalla política y militar que estaba perdida de antemano y luego aquí, donde llego exiliado y sobreviviente a comenzar una nueva vida.
De la mano de Oscar Masotta y otros comienzo a estudiar sistemáticamente al maestro francés.
Sus textos circulaban bajo mano, ni siquiera estaban editados. Solo podía acceder a transcripciones de sus seminarios.
Lacan no era un sujeto “normal”, no se explicaba con facilidad, era siempre extremadamente complejo. No era catedrático, ni filósofo, ni profesor. Pero hacía hablar de él.
Su lectura no se parecía a nada de lo que conocía. Pero se necesitaba haber leído a Freud. Pero no sólo a él, también a Hegel, a los clásicos griegos, y tener nociones al menos de lingüística, de topología y como mas tarde comprendería una cultura muy amplia y profunda.
Lacan no tenía demasiados amigos, Conquistó auditorios pero los enmudeció. Demasiado fuerte era la ceremonia de su alocución, demasiado profética su enunciación.
Lacan pretendía hacer una re-lectura de Freud. Volver al maestro vienés, a su ortodoxia, en un análisis profundo de sus contenidos, de sus postulados, de sus interrogantes, y para ello utilizó las herramientas que estaban a su alcance.
Como nos comenta Catherine Clement, en “Vida y leyendas de Jacques Lacan”…..”Que sea ateo o no, tiene muy poca importancia. Sus discípulos son indiferentemente marxistas, sacerdotes católicos, protestantes, judíos. Pero les vapulea en tanto que apóstol. Cuando se dirige a sus discípulos, los trata con severidad, como el apóstol Pablo; con caridad, como Jesús en la montaña.”
En la obra de Lacan hay brujería y enseñanza. Las múltiples fábulas, sean estas paganas, antiguas, heredadas de Grecia y de Roma, o más secretamente cristianas, los juegos de palabras al infinito, las citas en chino, todo eso forma las facetas del mismo prisma: el estilo de Lacan. Incomprensible, difícil, esotérico, oscuro. Se mantiene siempre en lo que él denominó el “mediodecir”. Puesto que esta condenada verdad no se puede decir toda.
De este trágico malentendido, que constituye la función esencial del lenguaje, arranca toda la enseñanza de Lacan.
El lenguaje produce un malentendido: toda la práctica del Psicoanálisis descansa en su capacidad de entender otra cosa que el decir del paciente.
De entender, en el sentido consciente que enuncia el que habla, los cortes producidos por el inconsciente.
Supongamos, por tanto, una práctica terapéutica basada en el malentendido: ¿Cómo enseñarla?.
Lacan no ha dejado de practicar su estilo.
Nos dice en Escritos 2 “El Psicoanálisis y su enseñanza”:
“Todo retorno a Freud que de materia a una enseñanza digna de ese nombre se producirá únicamente por la vía por la que la verdad más escondida se manifiesta en las revoluciones de la cultura. Esta vía es la única formación que podemos pretender transmitir a aquellos que nos siguen. Se llama: un estilo”
Ahora bien, se espera de ésta reunión que seamos capaces de enlazar, bien o mal, eso ya es discutible, las enseñanzas del maestro francés, con los trabajos de Marx.
Sean éste “El Capital”, donde aparece el concepto de plusvalía que Lacan abordará en su enseñanza o los “Manuscritos filosóficos-económicos”, los famosos grundisses, en los cuales descubriremos una concepción del hombre que puede venir muy a cuento de las interrogaciones de Lacan. Ojo, dije hombre. No dije ni sujeto, ni individuo. Y esto es muy importante a la hora de poner en coloquio a Marx con Lacan.
En relación con la política, Lacan enseñaba sobretodo la desconfianza respecto de los ideales, de los sistemas, de las utopías.
No creía en las leyes de la historia. No mantenía la idea de un futuro esplendoroso, ni en un pasado glorioso.
No sentía nostalgia, ni esperanza, sino una gran sobriedad respecto de la `política.
Su verbo era irónico hasta el cinismo, plagado de sarcasmos y de burlas que subrayan que la política es ala vez cómica y asesina.
Pensaba que al final son siempre los pueblos los que pagan el precio de la política.
No creía en las revueltas políticas, ni en la lucha de clases. Tampoco Freud. No quería nuevos explotadores para el mañana.
Es decir, Lacan estaba en contra de todo lo que alienta la política.
Porque el psicoanálisis es el reverso de la política.
Alienta la cura, enfrentando al sujeto con su propio vacío.
El Psicoanálisis no existe allí donde no está permitido practicar la ironía. No existe donde no está permitido cuestionar los ideales sin sufrir por ello.
En definitiva, el Psicoanálisis es incompatible con todo orden totalitario y hace causa común con la libertad de expresión y el pluralismo de las ideas.
El liberalismo no es sin embargo, la condición política del psicoanálisis.
Veamos simplemente lo que ocurre en los EEUU y en la americanización en marcha que comienza a cristalizar en Europa.
Sin duda el psicoanálisis no es revolucionario, no deposita sus esperanzas en el cambio político.
Pero sin duda, también, el Psicoanálisis es subversivo, que no es lo mismo, es decir que va en contra de las identificaciones, los ideales, el denominado “pensamiento correcto”, y las utopías pasadas y futuras.
Más que operar desde la esperanza, procede de la ablación de esta esperanza, y, no sé si se percatan, pero un cierto alivio resulta de ello.
En fin, Marxistas, freudianos y lacanianos, y también algunos otros que no tienen posiciones definidas pero que les interesa el tema nos reunimos para explorar cercanías, proximidades, y también lejanías e incompatibilidades.
Les deseo suerte en el trabajo que hoy comenzamos.
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