RELACIONES ENTRE SABER Y VERDAD

Por Lola Burgos

En el título del artículo se utiliza la palabra “verdad” en plural, no en singular,  porque ¿hay una Verdad, La Verdad en mayúscula, o existen varias verdades en minúscula?
Ya los filósofos presocráticos griegos se planteaban esta cuestión. Heráclito decía: “ Todo fluye, nada permanece”, en referencia a que todo en la naturaleza es cambio, y que la verdad no podía ser establecida y enunciada, sólo indicada y mostrada. En cambio, un contemporáneo suyo, Parménides, argumentaba que existe la verdad más allá de los sentidos, más allá de las opiniones, y que es alcanzable a través de la razón.
Vamos a intentar dar un poco de luz sobre estas ideas estableciendo diferentes conceptos de verdad en función del campo del saber donde nos movamos, y después, precisamente, relacionaremos los términos saber y verdad.
Si nos vamos al diccionario de la RAE, se define el término verdad con tres acepciones:
-         Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas se forma la mente.
-         Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o piensa.
-         Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma, sin mutación alguna.
Estas tres acepciones nos trazan el camino por donde quiero transitar. La primera acepción nos remite a la verdad en conexión con la razón, relacionando la realidad con nuestra actividad intelectual. La segunda nos vincula la verdad con los aspectos más subjetivos del ser humano, la afectividad y la interpretación de esa realidad por parte de las personas. Y la tercera acepción nos habla de la verdad como inamovible, como algo que siempre es igual, y ¿cuál es esa verdad, al fin?  (La muerte)
En primer lugar, hablemos de la verdad como adecuación a la realidad. Aquí estamos hablando del concepto de verdad desde el pensamiento científico: en realidad este concepto de verdad no es muy distinto, en esencia, de la actividad intelectual normal nuestra de todos los días. Su aspiración es alcanzar la coincidencia con la realidad, es decir, con aquello que existe fuera e independiente de nosotros y que, según nos lo ha mostrado la experiencia, es decisivo para el cumplimiento o fracaso de nuestros deseos.
Existen otros campos del saber, a parte de la Ciencia, como son la Religión, la Filosofía y el Arte, que difieren de la Ciencia en sus métodos y en sus fines. Sin ánimo de ser exhaustiva, podemos decir que el Arte persigue la ilusión, es decir, conceptos, imágenes o representaciones sin verdadera realidad, o sin una realidad previa, que están sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos, y utiliza como método, sobre todo, la intuición, es decir, la percepción íntima e instantánea de una idea o una verdad, tal como si estuviera a la vista, comprendiéndola instantáneamente, sin razonamiento.
La Filosofía trabaja en parte con los mismo métodos que la Ciencia, y también reconoce la intuición; su fin, el poder procurar una imagen completa, total y coherente del Universo.
La Religión crea una concepción del Universo incomparablemente completa y concreta: explica el origen y génesis del Universo, asegura protección y dicha final en la vicisitudes de la vida humana y orienta las opiniones y los actos de los seres humanos. Utiliza como método, principalmente, la revelación, como manifestación divina,  y la adivinación, como manifestación por medio de sortilegios, de lo futuro o lo oculto.
La Ciencia tiene como meta la coincidencia del saber con la verdad, utilizando como método la investigación, en tanto pregunta permanente respecto de la realidad, de lo real. La Ciencia no se erige como saber absoluto e incuestionable, no es una hipótesis explicativa única, sino que avanza a partir de recortes de la realidad, no llegando nunca a dar cuenta de todo.
Podemos decir que, al principio la verdad, es un no saber, un “no sabemos”, una saber inconsciente, un saber que no conocemos. Después, a través de un proceso de descubrimiento o de invención o de creación, aparece, se produce o se establece un saber. Y de este modo, la verdad queda asimilada al saber. O también podemos decir que el saber ocupa el lugar de la verdad y así, de este modo, se puede trasmitir (la verdad). Por tanto, la verdad no tanto se aprende en sentido estricto, sino que se descubre, se crea o se inventa. Es el saber el que se aprende. Por decirlo de otra manera, en el saber hay dos  aspectos: el que se sabe y el que hay. “El que se sabe” corresponde al saber y “el que hay” corresponde a la verdad.
El camino de la Ciencia es lento, penoso y vacilante. Pero tampoco es cierto que vaya ciega de un experimento a otro, de un concepto a otro, que trueque un error por otro. Y, además, por lo menos en las Ciencias que tiene más recorrido en el tiempo y acumulan más saber, ( la Física por ejemplo), hay un núcleo central que sólo es modificado y perfeccionado, pero no eliminado y cambiado por otro.
Freud decía que la contribución del Psicoanálisis a la Ciencia era precisamente la extensión del método científico, la extensión de la investigación, al terreno psíquico, es decir, que la mente y el intelecto sean objeto de investigación científica. Pero si tanto en la Ciencia como en el Psicoanálisis se planean hipótesis y se utiliza la observación, observación que luego confirmará o refutará dichas hipótesis, hay algo que el Psicoanálisis no puede utilizar, y que la Ciencia sí, y es la investigación por experimentación.
Lacan hace una crítica a la Ciencia desde el Psicoanálisis, diciendo que la Ciencia en sus pretensiones de objetividad, extrae al sujeto (del inconsciente) de la Ciencia, es decir, hace coincidir el saber y la verdad, poniendo en primer plano la conciencia como sede del conocimiento, del saber. La conciencia puede conocerse y puede conocer la verdad, es la vía de acceso a la verdad.
Y esto en parte es así, pero hay que tener en cuenta otros aspectos , que son aquellos a los que hace referencia  el Psicoanálisis. El sujeto, según el Psicoanálisis, se refiere a otra cosa. La revolución freudiana cobra valor a partir de la diferencia que establece entre el Yo, sede de la conciencia, y el sujeto (del inconsciente) que opera y actúa, es decir, tiene efectos en la realidad subjetiva. Freud se detiene en fenómenos en los cuales  el Yo no se reconoce como agente, como actor, donde ve esfumarse su pretendida unidad: sueños, actos fallidos, lapsus, síntomas... fenómenos en los que cuando se le pregunta a la persona sobre ello, contesta algo relacionado con un  “no sé, no quería decir eso, me he equivocado”.
La verdad en Psicoanálisis no se trata de realidad de hechos, sino del efecto que tienen esos hechos en el sujeto y de la interpretación que hace el sujeto de esa realidad. Es decir, estamos hablando de realidad psíquica, que para las personas es tan real como la realidad externa.
En los albores del Psicoanálisis, cuando Freud estaba construyendo la teoría psicoanalítica, estableció que todos sus pacientes neuróticos en su infancia habían padecido realmente, de manos de adultos cercanos, experiencias sexuales del lado del abuso, que les provocaron traumas sexuales y que eso constituía una de las causas de los síntomas neuróticos. Tiempo después, corrigió esta hipótesis y estableció que realmente no importaba si en la realidad de los hechos habían sufrido esos abusos sexuales, sino que el sujeto neurótico interpretaba ciertas vivencias infantiles relacionadas con el sexo, que encontraban sus sentido traumático a posteriori.

 Para que exista trauma psíquico se necesitan dos vivencias, a modo de ejemplo: a los 21 años un chico va a decir algo a la gente de su clase, un recado que le ha dicho el profesor, se vuelve y cuando empieza a hablar se da cuenta que todo sus compañeros lo están mirando y en ese momento empieza a tartamudear, se bloquea y no puede decir lo que tenía que decir....Analizando después esta cuestión, recuerda que cuando era pequeño, mucha gente de su familia le animaba a hacer “teatritos”, que tenían como público su familia, además era el pequeño y causaba gracia entre sus familiares. Pero esta situación no encontraba el reconocimiento, e incluso más bien la reprobación, de su padre, al que no le gustaba que su hijo hiciera “esas tonterías”. Hasta ese momento, a los 21 años, esa primera experiencia, cronológicamente hablando, no había revestido para nuestro chico, ningún problema. Es en el segundo momento, cuando, junto con la primera experiencia, esa situación toma el valor de “trauma”.
Lo que Freud capta es que los niños acceden al saber, se comportan como científicos por primera vez en relación con el sexo, con el saber sexual. Ellos se plantean la pregunta: ¿de dónde vienen los niños?, que es lo mismo que preguntar de dónde vengo yo, de dónde venimos, dónde estamos y a dónde vamos, preguntas filosóficas por excelencia que abren la cuestión del saber y la verdad en el ser humano.
La verdad nace de lo dicho por las personas y de cómo lo dicen (enunciado y enunciación). Nosotros ponemos en palabras lo que nos ocurre, lo que nos ocurrió y lo que nos ocurrirá. Pero para verificarlo, muchas veces no se puede ir a comprobar si estos hechos ocurrieron en la realidad o no, sino que se investiga, se comprueba, esencialmente, en relación con lo dicho otras veces por el sujeto, en otros momentos.
Un ejemplo del estatuto de la verdad en Psicoanálisis lo tenemos en los niños, en cómo manejan ellos los conceptos de verdad y mentira. Cuando un niño dice que no ha hecho o dicho algo, incluso cuando nosotros hemos sido testigos de ello, es decir, cuando está negando la evidencia, más que entrar a discutir si eso  es verdad  o no, se trata de entender qué está queriendo decir con eso. Y muchas veces lo que está expresando de esa manera es su deseo de no ser regañado por haber sido pillado en falta, por haber hecho algo que no debía. También, cuando los niños llaman mentiroso a un adulto con frases del tipo “ me dijiste que me ibas a llevar al parque y luego no me llevaste... eres un mentiroso”.... en ambos casos, el niño compara lo dicho y lo ocurrido con su propio deseo, con su realidad subjetiva. El niño no lo compara con un criterio externo de realidad ( negar la evidencia) ni con un criterio intersubjetivo, que sería tener en cuenta las razones del adulto de porqué no le ha llevado al parque en esa ocasión.
Jacques Lacan, en sus Escritos de los años 50, nos da una versión de la verdad con los siguientes calificativos:
-La verdad es compleja: se refiere a que no se puede adquirir por una comunicación rápida y dicha de una solo vez, de forma unívoca. La verdad pide ser dicha de muchas maneras, se la capta por un recorrido.
-La verdad es humilde en sus oficios: supone quitarle el trono de las mayúsculas, porque muchas veces la verdad en las personas y en la naturaleza no tiene que ver con lo más esplendoroso y brillante, sino con el horror y la cruel realidad.
-La verdad es ajena a la realidad: no tiene que ver directamente, para el sujeto, con los hechos ocurridos, sino con la vivencia e interpretación de los mismos.
-La verdad es insumisa a la elección de sexo.
-La verdad es pariente de la muerte.
-La verdad es más bien inhumana: ignora el orden de las cosas, en el sentido de que los hombres queremos dar sentido a nuestra realidad, necesitamos poner orden, y muchas veces la realidad, la naturaleza e incluso los otros se escapan a este nuestro sentido.
Como conclusión, ¿Qué nos queda entonces desde el Psicoanálisis en relación a la verdad? Pues nos  queda que al final es mucho más una cuestión de elección subjetiva, de que nos  toca elegir con qué versión de la verdad nos quedamos en un momento determinado de nuestra vida. Y esa será nuestra verdad.

BIBLIOGRAFIA.
“Diccionario de la Lengua Española”, Real Academia de la Lengua, de, Espasa Calpe.
“La verdad sobre todo: Una historia irreverente de la filosofía”, Matthew Stewart, Editorial Taurus.
“Conferencia 24: El estado neurótico común”, en Sigmund Freud Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva.
“Conferencia 35: En torno de una cosmovisión”, en Sigmund Freud Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva.
“La Ciencia y la Verdad”, en Escritos 2 de Jacques Lacan, Siglo XXI editores.
“Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”, Jacques Lacan, Editorial Paidos.
“El banquete de los analistas”, Jacques Alain Miller,

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