MUERTE DE UN AMIGO ADMIRADO: JUAN CARLOS PLÁ

Por Néstor A. Braunstein

Ayer, 27 de junio, fue un día de luto para todos los amigos del psicoanálisis en México. Se nos extinguió un compañero entrañable que estuvo con nosotros durante casi 35 años. El hombre justo, medido, ajeno a las pasiones y los desconocimientos, a las "políticas institucionales" que pretenden fabricar la memoria desconociendo la historia, dedicado a profundizar su pensamiento y a expresarlo poéticamente cada vez que se le permitía hacerse oír.
Es este el momento de la rememoración del amigo que estuvo a nuestro lado y, debo decirlo, particularmente junto a mí y junto a la siempre cálida presencia -nunca ausencia- de Talila en todos los momentos decisivos de mi existencia en nuestro, no por dorado menos doloroso, exilio de la vida en México.

Haré un recuento de los muchos momentos en que la vida nos acercó y de las razones del torrente de duelo que ahora me invade.

Ayer, 27 de junio, fue un día de luto para todos los amigos del psicoanálisis en México. Se nos extinguió un compañero entrañable que estuvo con nosotros durante casi 35 años. El hombre justo, medido, ajeno a las pasiones y los desconocimientos, a las "políticas institucionales" que pretenden fabricar la memoria desconociendo la historia, dedicado a profundizar su pensamiento y a expresarlo poéticamente cada vez que se le permitía hacerse oír.

Es este el momento de la rememoración del amigo que estuvo a nuestro lado y, debo decirlo, particularmente junto a mí y junto a la siempre cálida presencia -nunca ausencia- de Talila en todos los momentos decisivos de mi existencia en nuestro, no por dorado menos doloroso, exilio de la vida en México.

Haré un recuento de los muchos momentos en que la vida nos acercó y de las razones del torrente de duelo que ahora me invade.

¿Cómo conocí a Carlos, al querido Carlitos, como lo llamábamos en nuestra intimidad? Por una vía ¿(in)esperada? la de la letra, letra de los escritos, letra de LETTRES, las cartas que como tesoro conservo. Nos convocó y nos reunió, antes de nuestro primer encuentro, Marie Langer que incluyó textos que hoy son esenciales e históricos y que aparecieron en CUESTIONAMOS I y II, los volúmenes que ella compiló y donde aparecieron juntos los nombres de él y los muchos que poco después tomaríamos los caminos del exilio: Emilce Dio, Juan C. de Brasi, Juan C. Volnovich, Marcelo Pasternac, Armando Bauleo, Diego García Reynoso, la ya entonces exiliada Frida Szmud y, por supuesto, por encima de nosotros y a nuestro lado, la propia Mimi.

Por supuesto, Juan Carlos no era un desconocido para nosotros: habíamos leído sus artículos desde 1970 en la Revista Uruguaya de Psicoanálisis -cuyos ejemplares siguen en mi biblioteca- y habíamos simpatizado con sus denuncias en CUESTIONAMOS II acerca de la tortura y la manera en que en ella se implicaba la ética del psicoanálisis... antes de toda denuncia de faltas a la ética por parte de quienes, desde las fronteras y al margen de la institución oficial, la IPA, denunciaban la complicidad entre los torturadores, los regímenes represivos y las autoridades e instituciones de la disciplina que Freud trajo al mundo. Estas discusiones reaparecerían de manera insólita a partir de fines de los años '90 en nombre de la "catástrofe" de la etificación del psicoanálisis. Fue entonces cuando nuestras denuncias fueron utilizadas como armas contra nosotros y se publicaron los facsímiles de nuestras publicaciones como "pruebas" de nuestra conspiración contra los fundamentos de la profesión.

A fines del '76 Frida y yo recibimos una carta no exenta de angustia e incertidumbre de Carlos Pla en la que nos comunicaba su decisión de venir a México con Esperanza y sus cuatro hijos, del respaldo que ya había recibido de su asociación, la Internacional del Psicoanálisis y su pregunta acerca de lo que podríamos hacer desde el momento de su llegada. Como en los casos similares nuestra respuesta fue inmediata y le ofrecimos una solidaridad incondicional. El día de su arribo al aeropuerto (quiero recordar que fue en enero de 1977 pero no estoy seguro) allí llegaron: Esperanza, Juan Carlos y las cuatro encantadoras "criaturas" que nos fascinaron de entrada a los tres, a mí, a Talila y a Clea, mi hija, que aun hoy los recuerda con emoción y me dice, desde Buenos Aires y sin hesitar sus cuatro nombres: Rodrigo, Antonio, Sebastián e Ignacio "Nato", el chiquitín, quien es hoy un destacado antropólogo.

Desde antes habíamos comunicado al Círculo Psicoanalítico Mexicano las nuevas del arribo de Juan Carlos y Esperanza y de inmediato, de la misma manera generosa y amplia en que se hizo con nosotros, Armando Suárez, Marie Langer y los demás integrantes adhirieron a nuestra invitación para dar hospitalidad y también una oportunidad para la difusión de su itinerario en el psicoanálisis, un espacio para estos compañeros que escapaban de la represión al movimiento tupamaro y a quienes podrían estar ligados con los perseguidos en Uruguay. Para nosotros los motivos de festejar eran múltiples: llegaba un analista lacaniano, ciertos compañeros que no habían tenido análisis y no encontraban analistas confiables podían tenerlo, Clea era de la misma edad que estos niños y con una historia parecida, habitábamos a pocos metros del Círculo y podíamos pasar en un instante a gratos y embebidos encuentros al terminar las animadas reuniones en torno a Lacan en los tiempos en que Frida y yo dictábamos los primeros seminarios dedicados a su enseñanza en la ciudad de México. Recibimos con Talila y Clea a esta familia que sentimos, desde un principio como la nuestra. Siempre recordaba Carlos el momento en que con Talila subieron a un taxi y fueron juntos a (re) conocer la casa de Presidente Carranza en Coyoacán en la que habitarían los 34 años de su presencia en México hasta el día de ayer, ese día infausto en que el pionero que él fue se separó de nosotros.

Los recuerdos se mezclan pero no se confunden: la visita de Esperanza al Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro donde yo oficiaba como "Jefe del Servicio de Psicoterapia" y la transmisión de su saber sobre el psicoanálisis con niños, la difícil inclusión de ambos, Carlos y Esperanza, por la ambivalencia de algunos colegas de su institución (APM) ante la difusión de algunos principios y prácticas que amenazaban el orden jerárquico, el encuentro de "los Pla", con Fanny (Nona) Blank, con Silvia Bleichmar (¡ay!) y Carlos Schenquerman, sus vecinos en Coyoacán, nuestras conversaciones allí y en Valle de Bravo, nuestra fecunda convivencia y el descubrimiento de México, de la juventud ávida de nuevas palabras en psicoanálisis, de sus instituciones de enseñanza.

Y la gran ilusión, la máxima de Carlos Plá: la publicación de lo más profundo y lo más íntimo de su ser que no se terminaba de expresar en la intimidad del consultorio analítico, en el contacto con la locura recluída en los asilos; había un centro y ese centro -para muchos insospechado- de su vagabundeo anímico: la poesía, el arte sublime de la cristalización del lenguaje en escritura. En un gesto de máxima confianza e intimidad, un buen día, en nuestro departamento en la calle Nogales, Carlos nos dio, a Talila y a mí, el manuscrito de UN VIEJO BUICK, sus "tierras de la memoria" como hubiera dicho Felisberto, otro gran oriental. Me conmovió a punto tal que me decidió, por primera vez, a hacer un gesto que luego llegaría a ser frecuente, hablarle a don Arnaldo Orfila Reynal, el fundador y director de Siglo XXI, el patrocinador y albergante de tantos exiliados del Cono Sur, acerca de la publicación de este aporte a la literatura latinoamericana. Nada tardó don Arnaldo en valorar la obra y en querer conocer al autor. Pocas cosas me enorgullecen más que haberlos puesto en contacto, pocas cosas lamento más que saber que esa edición no tuvo las repercusiones que esperábamos, pocas cosas me hacen tener más esperanzas que la idea de que Esperanza pudiese guardar en el fondo de su caja de documentos los invaluables textos de ese gran analista y poeta (dos aspectos de la exploración de la psiqué) que fue Carlos Plá.

¿Y después? Después la íntima cercanía espiritual y el reconocimiento tácito de que nuestra amistad no debería interferir en los procesos analíticos de personas que nos eran próximas. Siguen entreverándose los recuerdos que van surgiendo "despacito y por las piedras" como él solía decir hablando del modo de cruzar los ríos. Recuerdo su participación en la presentación del Segundo Coloquio de la Fundación en el Helénico: "es difícil para un analista hablar de lo que hace porque inevitablemente su discurso se hace o es sentido como proselitismo y eso es contrario al discurso mismo que él enuncia y, sin embargo, ¿de qué otra cosa podríamos hablar?".

Años después, la presentación de GOCE que coincidió con el trágico final de la vida de mi padre. Conservo su carta, manuscrita, como todas las que tengo de él, y me conmuevo al releerla: ¡qué grandeza de alma, qué sensibilidad, qué fineza al reunir esos dos momentos de mi vida! No puedo dejar de destacar su participación en la presentación del libro y su actitud de celebración en medio de los elogios ambiguos (cuando no reverenciales, que viene a ser otra forma de lo mismo). Escuchaba y aun resuenan en mi las palabras no exentas de amargura de ciertos colegas mexicanos que no se mostraban nada contentos de que alguien se atreviese a publicar una obra de esa envergadura en aquella noche en la colonia Roma.¿Nos habíamos equivocado Carlos y yo al pensar que el libro valía la pena? Las múltiples traducciones, reimpresiones, referencias bibliográficas en decenas de volúmenes en distintos idiomas me hacen pensar que no... pero la última palabra no es nunca la de uno sino la del Otro. Carlos expresó su complacencia y celebró la aparición del libro sin reticencias ni falsos halagos, señalando puntos que restaban por desarrollar.

1998 y la muerte de Talila. ¡Qué momentos, qué necesidad de solidaridad, de participación sin matices plañideros, de afecto y de corazón unido al propio! Y allí Carlos, Carlos reuniendo en un haz todos estos recuerdos de más de 20 años de cálida distancia, de cercanía respetuosa, aportando su voz de consolación después de los tantos años en que Talila había soportado con estoicismo y sin ceder en la creatividad su lugar de exploradora del inconsciente, sin acallar su "palabra de analista", sin dejar de reconocer ni por un instante y con admiración lo que Carlos hacía por la vigencia del análisis lacaniano en México enfrentando con unos cuantos compañeros los intentos de silenciarlo.

Los contactos eran espaciados pero el amor al amigo no se decoloraba. Hace poco, en París, con Tamara, vimos la recepción de la crítica francesa a LA ZONA, personalísima creación de Rodrigo Plá donde se siente sobrevolar la vocación poética y política del padre. ¡Qué inmensa satisfacción la de hablar con Carlos, antes y después de ver el filme, para felicitarlo y para saber de la trayectoria de los otros! y en el velatorio, ayer, encontrar a Jerónimo, su nieto, y ver aparecer delante mío a esos "niños" del aeropuerto que nunca se habían separado de mi memoria y que tienen la misma actitud corporal, el mismo brillo en la mirada, de sus padres. Y saber que Rodrigo tiene ya listo su tercer largometraje y que el metraje de nuestras vidas es verdaderamente largo cuando así encuentra su continuación.

¿Y después? Busqué la respuesta en los ojos de Esperanza, en el gesto de llevarme a ver por última vez con los ojos la nobleza del rostro del amigo con esa barba blanca y esponjosa que nunca le había visto y las palabras de ella: "Sí, presentaré trabajos en agosto, seguiré trabajando por el análisis lacaniano en México, seguiremos sobre nuestros pasos que son nuestro destino". Con Esperanza en todos sus discípulos, amigos y compañeros.

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