El cuerpo, como pre-texto

Por Juan Carlos Muñoz Bojalil

Elegí para esta exposición una lectura, que si bien pareciera una remembranza, ésta misma no deja de ser una palabra, que me evoca (e in-voca, de: in boca dil Altro) pertenencia o el pertenecer a… y que a partir de un cierto tiempo, no deja de imponérseme cada vez, y de manera tan sorpresiva, que en su mostración como producto obligado de alguien, de esa especie única que habla y escribe, además de hacer otras linduras, y, con ello no podría negar que existe una insistencia pulsional, en ser un texto cuasi-testimonial,
pero no por ello, me imagino, que fuese del todo ajeno al campo del conocer, si así se le pudiese llamar a eso que estudiamos en el ámbito universitario, aunque no lo sea en su rigor institucional; sino justamente por el ejercicio pleno de la diferencia que la escritura posibilita. Luego entonces este texto es un entramado irreprochable (al menos así me lo parece de entrada), con respecto a la extimidad de la escritura, donde el cuerpo es ése vehículo o ducto que como significante nos hace hablar, sentir, diferir, diferenciar y apasionarnos hasta, con y para la muerte, y que para algunos es ése el momento culminante de la vida misma, evidenciada de manera suprema, en acto-ahí.

El cuerpo es entonces no otra cosa que un pre-texto, porque es justo para mostrar que el ser del cuerpo es en otra parte, es ese yo, que desde su idea de adjudicarse como singular, sorprende por su cualidad fundacional u originaria de estar-ahí, de manera contundente, entonces por ello adviene como un cuerpo socializado, que solo deja rastros, vacíos y/o huellas, es decir escritura, para hacernos pensar o imaginarizar que ahí podría advenir un sujeto.

No niego que lo que aquí expongo de manera ex-profeso es sobre eso que da por llamársele yo (obvio, que es aquí, desde el cuerpo), pero con un recordatorio obligado, que anuncia una articulación desde ese yo en tanto imaginario hasta el yo como función de lo simbólico (en Lacan), para llegar a otro de sus lugares, y que se ubica en esa primera persona del singular. Así las cosas puedo ir diferenciándolo del de la primera persona en plural, ése, al que se le llama nosotros, esto para situar lo que me trae hoy aquí. Para mí (como para ése yo, mi, me, conmigo, y en ese sentido, ese yo, ya es toda una variedad), no es esto entonces cualquier cosa, esta exposición, es entonces un acto, en el sentido amplio de la palabra. Es decir, el paso que el sujeto en tanto parlante, circula, o va de un lado a otro, para ubicar su lugar como su función en el discurso, como el significante que representa a ese sujeto para otro significante, y con tal movimiento que produce la exigencia de un significante fundador, el (S1) El Uno, ése, que es sin falta, mítico; ese significante inaugural que a partir de su enunciación mítica-lógica, ordenaría el discurso y por ende lugares, funciones, atributos, y demás consignas, para recurrir de manera irremediable en tanto referencia fundante para los sujetos, como para las palabras y las cosas… Es decir, ese significante nos es extimo (es decir, nos es tan íntimo como extraño). Ese Uno, sería no otra cosa, que esa modulación que en la voz se transmite, que se ha transmitido para nosotros, para ése mi, para darnos un nombre que nos diferencie, como para que nos reconozca-mos y ser entonces recibidos en el mundo del lenguaje. Así leído, suena hasta ideal.

Así la cosa, podré-mos empezar hasta ahora con la primera persona del plural, porque es imposible ser-solo para sí, pues no es sin ése que le antecede, además, como su función lógica de alteridad, y en ello, posibilitar un discurso con ese otro saber que se reconoce en este caso tomándolo como anuncio pero también como pretexto, por que gracias a ello nos nombraríamos por un instante, acaso, como nosotros (si me lo permiten; aunque y precisamente, no-todos, porque siempre cabe el lugar de la resistencia, como de la diferencia o como se le llame, o bien, hasta como tercero excluido, necesariamente, donde al Otro, no podrá negársele ahí su lugar). Luego entonces, hablar desde ese lugar o pronombre otro, que es el nosotros, es al parecer un lugar común, pero también es de lo más extranjero, es tan extimo como nos es el lenguaje, ese Otro, que aún y cuando ese yo se engañe, porque en principio, desde que el Otro no tiene un cuerpo que lo sostenga como tal, pero habla y hace hablar y escribir en el mejor de los casos, a esos otros yoes, esos que finalmente… somos nosotros.

Por tanto jugaré-mos aquí, con estas primeras personas del singular y del plural. Sin olvidar claro está que el lugar y el nombre del tú y de los otros, no les cité aquí por negarles un lugar sino por que los supuse como implícitos a partir del que se hace portavoz en su momento para hacerse escuchar por el otro. Es decir, este texto no es otra cosa que una convocatoria para que el tú como el yo en su alternancia implícita y/o explicita, tanto en ese como yo, como en el otro, desde su en-sí como para el en-mi y viceversa; para que como Otro, otros, nosotros, ellos, hablemos, hablen, hable ¿pero, que hable de qué, o quién, o por y para qué…? Podría atreverme a posibilitar un anuncio nimio de respuesta, al decir, que para que se generase un alguien con nombre, precisamente por la asunción de su decir ante sí y ante el otro y por supuesto, también el Otro, y, no puedo negar además que, justo ése sería, entre otros, uno de sus nombres, aquel, que es del autor, ése que convoca a decir-nos-lo, a leer-nos-lo, a escribir-nos-lo. Pero cosa curiosa, pareciera que hasta por antonomasia, tal autor, no podría no adjudicársele o adquirir la figura de ser un Otro para otro, entre tantas otras, pero habrá una que por mera relación de transferencia, para encantarse éste aquí conocido como otro (con minúscula), con que le hable al oído (o lo que es lo mismo, que le dé un soplo de vida, léase voz, pues ésa es su metáfora) sobre su no-lugar, algo así como certificar su anonimato, para quedarse este otro como nadie o lo que es lo mismo, hablado, o apalabrado en nombre de todos, como aparece con harta frecuencia en las invectivas, diatribas o arengas de ciertos políticos, o personajes que hablan para ese otro, ya sea como yo, nosotros, o hasta su anónimo, pues ahí perdieron su nombre, oscurecido desde siempre, pues parece insistir desde aquel llamado Homo Faber con el Austrolopitecus, hasta ésta supuesta posmodernidad, donde domina ese Homo Sapiens Sapiens, entonces, somos todos estos homos, muy similares, pero principalmente en eso, que es nuestra humanidad, si, la de nosotros. Por ello no puedo negar que a partir de aquí, podría desarrollar-se tal vez un aspecto importante sobre la clínica de la locura, sin excluir, claro está a la psicosis, como una de sus presentaciones, pero ello nos llevaría a otro lugar y a otro tiempo, pero eso si, no quería dejar de subrayar esta observación. Y no dudaría un momento si esta propuesta, pudiera a posteriori de-mostrarse con funciones topológicas, y sé que al decirlo pueda quizá para algunos de nosotros sonar de manera desmesurada, pero y…por qué no.

Así entonces, no se puede negar, al menos a priori, que hay un pasaje o un espacio de incertidumbre, entre la evocación y lo establecido de ese dicho, entre quien se anuncia como portador de la palabra, como voz-ahí y sus consecuencias. Hecho este que no se reduce a la mención de la espacialidad o temporalidad cronológica o no, ni solo a la pura mención de los lugares de diferencia, ni de emisión o recepción, sino a una producción que nos es de nueva cuenta íntima como ajena, que casi no nos pertenece, ni como reconocimiento; pero que por otra parte, no podemos negarle cierta familiaridad (unheimlich), podría decir que ahí están los cuerpos signados, desde ese yo, hasta el nosotros, en y con nuestras familias; tanto en sus silencios como en sus goces, la palabra, ahí se muestra no solo como insuficiente sino como innecesaria, así como también en la grandilocuencia noticiosa de los horrores de lo humano contra sí mismo, pero irreconocido por sí mismo, un si pero no, para sí, que queda finalmente para repetirse en ese mi, me, y hasta conmigo.

Sin embargo, el Otro, se deja leer, cuando insiste en presentarse con su dicho, ése es, cuando “se dice”, alusión clara de su impersonalidad, pero no por ello inexistente, el Otro se dice a sí mismo, de esa manera y asumida por nosotros, para que podamos hablar de él solo así, habla por el medio que es el “nosotros”, desde ese yo hasta ese tú, y por eso: ese como nosotros. Escapa cada vez, que se le quiere nombrar como otro, y como discurso científico, quizá más bien sería mítico, pues no es alguien a nombrar, es simplemente una voz, es en tanto se dice, eso es así, porque eso, se dice así y no de otra manera. Pues permite que el otro se engañe con que pudiera tener existencia y/o ser como ente, o estar-ahí, pero el Otro solo se habla, porque su voz se-es-así, de manera tal, que se muestra como mal-dicha, y justo ahí donde el sujeto muestra su deseo en tanto carencia del saber de sí y por ende del nosotros como yo en tanto función, es decir, como si el Otro no tuviese esa misma falta, y que sin embargo al mismo tiempo tuviese la palabra que a éste como otro le hace falta, es decir como si poseyese la verdad de su decir como eso que habla de sí, como demandando que el Otro pudiese advenir como su amo, y con ello el otro no ser o bien, no hacerse responsable de su decir, como de su hacer, así el Otro puede ser identificado como el tesoro de los significantes, por ejemplo, que sobra decir, que en este texto, ese Otro, así, se re-produce enormidad de veces aquí. Así entonces, esta sería una clara resistencia para pasar a otra cosa., por eso, el discurso de inéditos, podría ser enloquecedor para la consecuencia de ése orden establecido, aun y cuando éste “orden”, fuese perverso o pervertido, la cosa es la repetición de lo mismo, apostar a no saber de sí, ni de mi, ni de ti, ni del Otro, sino para nadie en tanto todos, identificados precisamente como ninguno, como una prolongación del ser como primitivo infans, donde el adolescente es postergado, pues se sabe de su ser, por preguntar-se, y por ello es claramente repudiado como repudiable. Así “lo adulto”, por decirlo de algún modo, sería precisamente aquel que no se pregunta, ni cuestiona al otro, ni al Otro, pues saber le significa un peligro, y es justo ése que aparece en la curva normalizadora como su moda estadística, o en otras palabras, ése al que alguna psicología lo identifica como lo normal, la mayoría o el promedio del deber ser, entonces, en ese caso las colas siempre estarían locas, tontas o malas.

Por lo tanto, ello, me hizo suponer que llevar un cuerpo parlante a un escenario académico (en este caso el mío, desde ese yo, que así les habla) es por una parte un atrevimiento histérico como posiblemente histerizante, y por otra, un acto que no deja de ser riesgoso para intentar acaso hacer discurso pues su pureza es inhumana y dejaría de tener la característica discursivante, si se me permite decirlo de esta manera (además sin denegar otros discursos que se muestran también desde su literalidad), pues no es sencillo el que se piense siquiera en un intento de transmisión para que se sostenga la palabra, en tanto ese significante que representa a un sujeto para otro significante donde supondré que el sujeto se mostraría en la articulación de estas dos personalidades, por decirlo de algún modo, donde quien habla no puede excluirse, pero tampoco, representar a los otros como si fuese nosotros, pues es un juego, por su movimiento pleno de incertidumbre Y me hace suponer que es justo en ese intersticio donde se podría producir esa posibilidad de inéditos como actos actings, sorpresas, chistes, lapsus, como ese t®opos de singularidad creativa como ese discurso de lo inconsciente que nos representa, sea este en un dicho, un rasgo, o un trazo (es decir, significante). Eso que le da un nombre al que habla, pero también en su escritura, aunque sea de otra manera. Esa es mi apuesta para este texto.

Por eso creo que los cuerpos si y solo sí, como parlantes, son solamente pre-textos, están ahí para que el sujeto diga de sí, ése que advendría en su lugar como otro, que ya no como Yo, sino como su nombre, trazo o rasgo es eso lo que le da la palabra, ya como sujeto, aunque ello pueda serle provocador, por incierto y en apariencia desestructurador, para no decir enloquecedor, genera un lugar como una función discursiva a ejercer-se y por tanto a asumirse o no como eso que le hace hablar de tal manera y no de otra. Es decir, algo que tiene que ver con eso que se llama estilo, o en dado caso, diferencia, para-ser-otro. Cosa curiosa esta, pues a partir de un juego discursivo con nuestra locura, esa que viaja del yo (al menos como cuerpo) hasta el nosotros, parta que el sujeto se posibilite como ser otro, en el discurso del ser, como del inconsciente; y me supondría que así las cosas, no podría negar-se, mi o nuestra extimidad con la locura, con eso loco, que nos habita, pues me supongo que está ahí, para que de ello advenga su decir como otro, eso creo que apuesta de algún modo a decirnos que, eso es enfrentar el real que le corresponde a cada quien, a saber de su locura, de sus limitaciones, como de su relación con lo inefable.

Llegando entonces a este punto, la escritura, como la voz ocupan su lugar en el que habla, es decir, si hay un cuerpo parlante que exhibe a un sujeto de discurso, como por ejemplo ahora, que les dirijo la palabra, hay ya ahí una certificación como antecedente innegable de la historia y sus efectos, pero también de la incertidumbre como cantidad de movimiento como demanda de ubicuidad, (siendo éste un tiempo como espacio lógico o topológico, es decir, que no se reduce al tiempo cronológico del archivero informativo). Luego entonces, si ello se sostiene de alguna manera, al menos por lo que así puede representarse aquí, lo escrito, sería esa posibilidad del yo en tanto Je, justo por que éste se desplaza y condensa como efecto del desconocerse, y que no deja de insistir, pues no hay al parecer más alternativa, que la de ser como palabra en acto, es decir un texto que hace hablar desde esa singularidad que le exige así su presencia para ser y estar en el mundo. Porque al no ser así, este sujeto podría identificarse con eso que produce como deseo desde si, el ser-para-si, entonces es un ser-mortífero, como decir que el Otro tiene una voz que le habla, como un cuerpo que está-ahí para-sí de manera metonímica como plena, entonces ahí lo que se presenta es la ausencia de sí, no hay nadie que advenga para reclamar su lugar como su función, pues está ahí, puesto para aquel como para todos nosotros, pero, que sin embargo demanda ahí, un lugar que no fuera del todo inefable.

Creo que de esa manera “callada” los denominados como psicóticos demandarían fuera de sí, que ese Otro se calle, que le deje hablar, y que curiosamente tampoco le quiera tocar más allá de su cuerpo tan fragilizado y escindido como poseído, por esas voces; pero además conlleva una advertencia subrayada, y es que ése lugar estaría destinado para nadie, y ya sea éste o ésta mejor o peor, puesto que no es para alguien en tanto sujeto deseante, porque ese lugar sería exclusivamente para que se le escuche en tanto voz que habita un cuerpo y que por ende le hace gozar con lalengua, con su plenitud de sentido, pues tal dispositivo no está construido por el psicoanálisis para el ser del analista (aunque en ello vaya parte de la cura del mismo), sino justamente para aquel que habla desde el lugar de la certeza, que es entonces apalabrado, por esa vox pópuli (en tanto Vox Dei), que por partir del nosotros, nos es francamente inaudible, pero no por ello sin efectos ni sin consecuencias. Sería entonces la exigencia para tal dis-posición, como atreverse a escuchar la voz de Dios, pero que hable, para que se le escuche, pues eso es lo que le hace falta. Aunque cabe aclarar, que no solo los psicóticos demandan de esta manera, hay entonces, un problema clínico fundamental a plantear, para con la pertinencia o no, de las llamadas estructuras clínicas, y que por supuesto, aún está por aceptarse a discutir, pues no podría obviarse la perversión de este decir sobre los decires que nos atañen, y ello para las pretensiones de este texto, ya es demasiado, sino es que desmesurado.

Por otra parte, el lugar de la voz, me atrevería hoy a proferir, que sería esa alternativa sine qua non, para hacerse apalabrar como un otro-ahí, por advenir. Y apalabrarse (como voz) para consigo mismo, con ese que supone como Otro-ahí, para que se escenifique la castración simbólica de su decir-hacer, de ese, su palabrerío significante que de manera metafórica le hará caer de ese lugar,”privilegiado de goce” para hacerle saber que ése es uno de sus posibles lugares, es decir el de la caída, caída de eso que suponía ser. Para hacerse un lugar como otro, en tanto otro. Así, creo que no podrá negársele en este pasaje o movimiento de lugares como de funciones, a eso que en el sujeto se asumió por el ejercicio de la escritura, porque ahora eso se lee, desde sí, para sí y para el otro y se sostiene como discurso, con toda la tonalidad y diversidad que ello produce. Así, asumiré al menos, que una función de la voz, tendría que ser un pasaje para la escritura del ser que habla, es decir como ese sujeto reconocido por sí y para sí, del inconsciente.

Por otra parte quisiera decir que la apetencia gozosa que nos hace ser, por la vía del decir sobre sí con respecto innegable o irrefutable, del otro en mi y en sí (léase desde eso que Lacan llamó goce), para dar cuenta de los orígenes del saber, tiene entonces una íntima relación con eso que es el descubrir, con el sorprender-se, como con el crear y re-crear-se en ello y es ahí donde los mitos nos llevan de la mano para con esa Madre (con mayúscula), con la locura y la muerte; para llegar a decir finalmente que a suponer que esos son nuestros orígenes como especie son nuestros más directos, para no decir los más naturales y en ello siempre sorprendentes, que por gozosos no pueden no ser ominosos como inéditos cada vez, es decir para cada quien que se atreviese a dar cuenta de su otredad en si y con el otro, para con el Otro. Eso que donde era podría advenir otro, que no yo.

Cabe no olvidar que si bien, la palabra hablada ha sido históricamente privilegio de la razón, hoy, con base en lo dicho por el psicoanálisis como por pensadores como Foucault y Derrida dan cuenta de que la escritura, no se le puede constreñir ya al plano de ser sucedánea de la voz, son más bien dos entidades diferentes, que se pueden articular, pero que en esencia marcan una línea que podría ser la huella (escrito), de la diferencia entre unos y otros en un determinado momento, como yo y tú, donde el nosotros se disuelve precisamente por insoportable, a menos que la locura sea una apuesta donde el Otro nos ocupe, pero de cualquier forma la alteridad de discurso se altera, no hay más que generación de silencio y de demanda bizarra de no ser y no estar en el mundo del lenguaje.


“Creéis que he venido para jugar con vosotros, cuando he venido

para enmarañar el juego. Creéis que miento porque creéis que juego con
vosotros. Cuando suponíais tenerme, y soy yo quien salta por encima de
vosotros, no lo he hecho adrede. Me escapo eternamente, y no lo hago
adrede. No me buscáis donde estoy, ni cuando estoy, ni donde voy. Gano
todas las jugadas , y, si pierdo, es por variar un poco. Igual que la llama
enloquecida por sí misma, me arrastro, después me elevo, y después
penetro en mi ceniza, de la que surgiré de nuevo, cuando quiera . Muero,
sabiendo cuando resucitaré. Y, sin embargo, al morir sangro; pero
vosotros no veis la sangre; y cuando no sangraba la veíais”

Montherlant “El genio y los engaños del divino”




Bibliografía:

- Derrida, J. “La tarjeta postal, De Sócrates a Freud y más allá” 2ª edición en español 2001, Ed Siglo xxi, México.

- ……… “La escritura y la diferencia” 1ª edición en español 1989, Editorial del Hombre Antropos. Barcelona, España.

- Descartes, R. “Discurso del método”, “Meditaciones metafísicas” 1ª edición en la Colección “Sepan Cuántos…”, 1971, Edit Porrúa, México.

- Foucault, M. “El nacimiento de la clínica”, Edit Siglo xxi, 13ª edición en español, 1989, México.

- ……………. “Hermenéutica del sujeto”, 1ª edición en español, 1987, ediciones La Piqueta, Madrid, España.

- Lacan. J. “Las formaciones del Inconsciente” Seminario 5, 1ª edición en español 1999, Ediciones Paidós Ibérica, España.

- Lenkersdorf, C. “Filosofar en clave tojolabal”, 1ª reimpresión 2005, Editorial Miguel Angel Porrúa, México.

- Levinas, E. “Entre nosotros” (ensayos para pensar en otro) 1ª reimpresión 2001, Editorial Pre-textos, España.

- Muñoz Bojalil, J.C. “Un cuerpo (de-para) escritura” Tesis para obtener el título de maestría en el CIEP, Mayo del 2004, México.

- Poizat, M. “Vox populi Vox dei” Voz y poder, 1ª edición en español, 2003, Ed Nueva Visión de la colección Freud-Lacan, Buenos Aires, Argentina.
México D.F. a 24 de Septiembre de 2004

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