"Voz bastarda" por Dra. Cristina Jarque.

 

Voz Bastarda
Cristina Jarque
Su voz es bastarda, fuera de lugar, desbordante en su crudeza. Es una voz que no quiere ser escuchada, una voz que, a pesar de su fuerza, siempre ha querido ser silenciada. Es una voz que desafía, que grita las verdades que muchos prefieren negar o ignorar. No es una voz suave ni complaciente, tampoco se adapta a las normas impuestas y por ello, aquellos que la oyen se sienten incómodos, porque les recuerda algo que prefieren no enfrentar: la realidad que no encaja en sus mundos, esos mundos que ellos creen perfectos, ¡pobres necios!
Por esos necios, a lo largo de los años, esa voz, ha sido rechazada, desplazada. Le han cerrado puertas, le han dicho que no tiene cabida, la han cancelado.
¿Por qué? Se pregunta, ella.
¿Acaso su voz enuncia una verdad que resulta demasiado dolorosa para ser escuchada?
¿Es por eso que resulta insoportable? Pero es precisamente esa verdad lo que la define. Es una voz que habla de las injusticias que se ocultan, de las realidades incómodas que se prefieren ignorar. Habla de las heridas de la sociedad, de los ecos de violencia y de dolor que no se quieren ver, porque es importante decir, que hoy en día, vivimos en una sociedad que señala la violencia, ¡sí!, pero solamente desde un ángulo, desde lo que llaman “lo políticamente correcto”. No obstante, si se habla de la violencia desde otro ángulo, entonces esa voz es una bofetada, un golpe en la cara de quienes prefieren vivir en el confort de la ignorancia. Pero, como todas las voces que se han intentado silenciar a lo largo de la historia, la suya no se apaga tan fácilmente. Aunque la rechacen, aunque la excluyan, aunque la cancelen, sigue ahí, viva, resonando en las sombras, porque siempre hay alguien que quiere escuchar esa voz. Alguien que tiene la lucidez de ver y que no se asusta. La voz bastarda es la de un águila, que en su soledad, ha aprendido que el rechazo es solo una forma de violencia más, una forma de despojarla de su derecho a existir. Pero esa violencia nunca ha sido suficiente para callarla. La voz bastarda no pide permiso. No está hecha para ser aceptada, está hecha para ser rechazada, cancelada, marginada y excluida. Pero también está hecha para ser una llamada, un grito en la oscuridad, un eco que resuena en los rincones donde la verdad se esconde. En su desobediencia, hay un poder indomable, una resistencia que no necesita ser validada por aquellos que prefieren callarla. Porque, al final, la verdad, aunque incómoda, tiene un camino propio y, por más puertas que cierren, siempre encontrará una rendija por donde escapar. Y aunque el mundo la rechace, aunque la acuse de ser inoportuna, su voz sigue siendo una, entre tantas, que se niega a ser ignorada. Porque en la quietud de la exclusión, se forja una nueva forma de existencia, una existencia que no depende de ser aceptada, sino de ser fiel a su propia verdad. Así, la voz bastarda, la que nadie quiere oír, continúa su lucha, aún en el exilio. Y aunque no siempre será escuchada, siempre será la que diga lo que otros no pueden ni se atreven a pronunciar.
 

 

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