Quiero expresar mi gran agradecimiento, tanto a Ana María García (una de las trece poetas hispanohablantes actuales más reconocidas a nivel munidal) como a la comisión de escritoras del PEN internacional del Perú. Ayer he recibido un texto escrito por Ana María García que me ha conmovido y emocionado profundamente. Este texto lo vamos a publicar en la Newsletter de LaTE de abril, pero quiero compartirlo también aquí. Gracias de todo corazón 💓

 

Visita de Cristina Jarque en marzo a Lima.
Ana María García.
El viernes 21 de marzo a partir de las cinco de la tarde tuvo lugar un acontecimiento muy especial. La protagonista de este acontecimiento, que podríamos tildar, entre otros muchos adjetivos (todos superlativos, por cierto) fue Cristina Jarque. Cristina iba a hacernos un regalo exquisito. Ella vino desde Toledo, donde vive, para ofrecernos una de sus interpretaciones más valiosas del monólogo, por ella escrito, sobre la persona de Sissi Emperatriz. Como sabemos, ella ideó estos monólogos para ayudar (ayudar es su esencia) a que toda persona fuera capaz de aproximarse, de manera sencilla al mundo confuso y atrayente del inconsciente y, de alguna manera dispusiera su espíritu y su conciencia para descubrir, a través de estos personajes, algo de su propio psiquismo. Años atrás, Cristina nos había contagiado de ese entusiasmo que la caracteriza y nos habíamos atrevido a hacer también nuestros Monólogos contra la violencia, como ella los ha llamado. Aquí en el Perú tuvimos varias puestas en escena en diferentes escenarios y con mucho éxito. Luego, en tiempos de pandemia, ganamos una de las ayudas que ofreció el Ministerio de cultura. De eso han pasado algunos años y recibir a Cristina, después de tanto tiempo nos llenaba de ilusión. Algunas de las participantes de entonces, algunos de los espectadores, que nos habían visto antes y otras amistades nos reunimos, llenos de expectativas para verla nuevamente.
La interpretación de Cristina colmó y superó nuestras expectativas. Sus palabras y la forma de decirlas, con sus gestos y ademanes, el tono de su voz, los altos y los bajos, y el contenido de su monólogo nos movió la imaginación, a tal punto que nos permitió ver, como en una película, la historia de Sissi y aproximarnos a sus angustias y afanes constantes en su camino hacia su libertad. En el caluroso aplauso íbamos agradeciendo cómo una interpretación de tal calidad nos había tocado infinitamente.
En la sala se sentía un solo latido, una emoción general exaltación y entusiasmo, de gratitud y reconocimiento, de manera profunda y sencilla se nos había transmitido un don. Todos dejamos de lado cualquier sombra para hacerla luz y amor. Cómo si todos hubiéramos resucitado a la esperanza.
Gracias Cristina.

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