Película "La Virgen Roja" en Movistar.
"El caso Hildegart"
Cristina Jarque
Hoy hemos visto la película "La Virgen Roja", dirigida por Paula Ortiz y basada en la historia real de una relación (madre estrago-hija) que eriza la piel. Coincidió con que hace unos días me reuní con mi querida colega Belén Doblás, y recordamos esa misma historia, la de Hildegart. Hildegart es concebida y educada por su madre Aurora para ser la mujer del futuro, convirtiéndose en una de las mentes más brillantes de la España de los años 30 y uno de los referentes europeos sobre sexualidad femenina. A sus 18 años, Hildegart comienza a experimentar la libertad y Aurora teme perder el control sobre su hija, así que decide asesinarla porque según la madre "su proyecto Hildegart había fracasado". La tragedia ocurrió en Madrid, el 9 de junio de 1933. Almudena Grandes escribió una novela llamada “La madre de Frankenstein” que se publicó en 2020 y que se basa en esta historia. Se dice que, mientras la hija dormía, la madre le disparó 3 balazos: uno en pleno sexo, otro en el pecho y finalmente el tercer disparo fue en la cabeza, así, sin piedad y a bocajarro, matando a la pobre chica indefensa, instantáneamente y sin poder defenderse. Hable de este caso tanto en París como en Japón, con motivo de la presentación de mi libro “La Madre Estrago” (“La Mère Ravage”) segunda edición. ¿Qué podemos aprender del “Caso Hildegart”? Creo que lo más relevante es poder demostrar que hay mujeres que tienen una manera enfermiza de posicionarse en su función materna. Son esas mujeres de las que hablo en mi libro. Todas y cada una de ellas, sin importar su estructura (neurótica, perversa o psicótica) tienen la idea de que dar la vida a un ser humano significa poseerlo como objeto. Aurora, la madre asesina del “Caso Hildegart” sentía que su hija era una muñeca de su posesión. Esta madre asesina es la que logramos leer en lo que nos enseña Lacan cuando habla de la madre como una potencia voraz, especie de cocodrilo a punto de cerrar la boca para devorar a sus crías. Esta figura nos resulta extrema y escalofriante porque representa un horror que no queremos admitir y que preferimos mantener en lo más profundo del olvido. Es nuestra peor pesadilla y la causa de la angustia más extrema del sujeto, expresada en sus dos extremos: el primero es el del total abandono, es decir, el desamparo más absoluto, donde la madre se caracteriza por ignorar al infante, de tal suerte, que el sujeto está indefenso y angustiado por la posibilidad de la muerte al no ser alimentado. El otro extremo es el de la madre que engulle al infante. En ambos casos tenemos el mismo destino funesto: la muerte.
Hildegart intentó varias veces separarse de la madre, pero la madre amenazaba con suicidarse y mantenía a la hija en un chantaje emocional que erosionaba su alma y mantenía a la niña pegada a la madre. “Pegada”, esta es la palabra que nos ayuda a transmitir le enfermiza función materna de una mujer como Aurora. Son mujeres que no saben ser mujeres, porque solamente son madres. La madre asesina no tiene vida propia, su vida está “pegada” a la de la hija. No encontramos separación de la subjetividad. La madre habla en plural: “nosotras sentimos”, “nosotras queremos”... La madre cree que la hija es una extensión de su propio deseo y que no tiene deseo propio. ¿Por qué Aurora mató a su hija? Porque vio que su hija se estaba separando del proyecto que la madre tenía para ella. En ese momento, la madre, decidió destruirla. Lo hizo de la misma manera que un artista decide destruir su obra cuando nota alguna imperfección en ella.
Quiero mencionar una anécdota simpática que me ha ocurrido recientemente en España. Una colega española me llamó para decirme que quería verme para contarme sobre una paciente mexicana que le había llegado a su consulta. Resulta que la analizante le dijo que tuvo que poner un océano entre su madre y ella porque su madre le cortaba las alas y no quería dejarla libre, ahogaba su deseo. La analizante dice que la madre es intrusiva y sofocante, controladora y manipuladora, pero que teme que le de el “tramafat”. Mi colega española quería saber qué es el “tramafat”. Fue entonces cuando recordé que en 1985, Héctor Suárez estaba realizando un programa llamado “¿Qué nos pasa?”. De repente me di cuenta de la importancia de lo que en psicoanálisis llamamos “El poder de las palabras”. Porque el “tramafat” es una palabra que no le decía absolutamente nada a mi colega española, pero para nosotros los mexicanos (de aquella época) tiene un significado que todos reconocemos. El “tramafat” era la palabra usada por el personaje de Doña Zoila interpretado por Héctor Suárez, y que hablaba precisamente de una madre estrago que chantajeaba a su familia diciéndole que iba a tener un infarto cuando no querían hacer su santa voluntad. El libro “La madre estrago” es una luz para que los lectores puedan salir de las garras de esas madres. Una luz para impedir ser destruidos por los chantajes emocionales de estas mujeres enfermas.
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