El análisis terapéutico
Por Christian Hoffmann
El análisis es
definido por Freud como terapéutico, tanto en el caso de que la demanda sea
didáctica, como en el caso de que la demanda consista en la curación de los
síntomas. Este acuerdo acerca del carácter terapéutico del análisis es hoy
generalmente compartido por los analistas, pero ¿acaso sabemos lo que es un
análisis terapéutico, son principio, su fin o su eficacia?
Freud acaba sus
conferencias de introducción al psicoanálisis con El análisis terapéutico[1],
en ellas presenta el mecanismo de la curación a partir de su
teoría de la libido, esto después de señalar que la neurosis no es apta al goce
y a la acción y que la causa principal de esa ineptitud consiste en que su
libido no está dirigida hacia un objeto real, entendiéndose, en oposición al
objeto del fantasma.
Así, en el primer
tiempo de la cura, la libido pasa del síntoma a la transferencia, y en el
segundo tiempo, consiste en liberar la libido de ese nuevo objeto para dejarla
disponible al sujeto para ciertas satisfacciones[2]. Y esto por medio de la interpretación
que transpone el inconsciente en consciente.
Desde Freud y con
Lacan, particularmente en el seminario “L'insu que sait de l’une-bévues’aile à
mourre (14/12/76 et 21/12/76)”, sabemos hoy que cuando el analista toma el
punto de vista simbólico y de la interpretación, puede mejorar un poco para el
analizant.e, por el hecho de poner el acento sobre el saber del inconsciente,
ese saber que Freud denominaba “nuestro mejor saber”. Para Lacan, esa gana de
saber, ciertamente inconsciente, en una estructura diferente del nudo borromeo,
lo que podemos entender en relación a la distinción entre RSI y a su estructura
de los bordes entre estos tres registros, de ahí lo real como imposible, un imposible entre RSI constituido como la
pérdida misma que constituye ese
anudamiento, a saber, el objeto a.
Lacan evoca entonces
la necesidad de otro corte para reencontrar la estructura del nudo borromeo en
el análisis, y es aquí dónde emplea el término de "contra-psicoanálisis"[3]apoyándose
en Freud: “Freud insistía para que por lo menos los psicoanalistas rehagan dos
cortes[4],
una segunda vez el corte”.
En El aturdido[5],
Lacan confirma ese “lazo doble” para obtener la caída del objeto a y la producción del sujeto.
Lacan se interroga
nuevamente acerca de esta cuestión de la doble vuelta en El momento de concluir (10/01/78), allí habla del fin de análisis:
“ocurre cuando hemos dado dos veces la vuelta, es decir, reencontrarnos allí
dónde estamos prisioneros; volver a empezar dos veces esa vuelta sobre sí
mismo, no estamos seguros de que sea necesario, basta con que veamos de lo que
somos cautivos, y el inconsciente es eso, es la cara de lo real (…) es la cara
de lo real de aquello que nos enreda. El análisis no consiste en que nos
liberemos de los síntomas, el análisis consiste en que sepamos porque estamos
enredados.”
En realidad este lazo
doble es necesario en el análisis para pasar de alguna manera del saber, a la
verdad. Tomemos como ejemplo el acontecimiento de la muerte de un ser querido.
Ese real es más a menudo percibido a través de la ventana del fantasma, lo que
le da ese sentido singular de acuerdo a la historia del sujeto, como por
ejemplo el sentimiento de abandono. El análisis puede permitir a ese sujeto de percibir
esa posición subjetiva en la que llora al muerto en su fantasma de haber sido
abandonado por este último a través de su desaparición. Tal autentificación de
la posición del sujeto en su fantasma puede producir un apaciguamiento, pero el
sujeto se queda en el absoluto desconocimiento (falso reconocimiento) de su
fantasma, que recubre su relación con la muerte.
Algo bien distinto
será descubrir en una segunda vuelta, que el muerto tenía una cita con lo real
de la muerte que no esperaba nada del fantasma, ni del goce de la muerte, es
decir de la castración. Esta segunda operación analítica supone levantar el
velo al fantasma que arrastra al sujeto a sumir la castración más allá de la
representación de su goce.
Dándole un sentido
fantasmático a la muerte, el sujeto aún no ha realizado, por ejemplo como
Leiris en su autobiografía,Fourbis[6], que le será
imposible describir su propia muerte. Por el contrario, el sujeto conserva
plenamente su Dasein que le viene del
objeto de su fantasma, por ejemplo el objeto anal cuando el duelo es recubierto
por un fantasma del abandono.
Percibimos aquí que
el acto del psicoanalista debe “acordarse con este objeto a”[7],
como lo puntualiza Lacan en El acto
analítico, y esto para obtener un levantamiento del velo sobre el fantasma,
permitiendo así el reconocimiento de la organización de toda una subjetividad
alrededor de, y con este objeto. Un sujeto puede regular toda su vida y sus
enganches con el objeto oral o anal, o lavoz, o la mirada. La transferencia
está impregnada de esto y es el analista quien debe velar por que el análisis
se desarrolle en otro registro que aquel del goce de ese objeto. El analizant.e
puede instalarse en el goce de tal transferencia y volver así el análisis
interminable. De ahí la necesidad, como lo indica Lacan, que el acto del
psicoanalista “sea acorde” a ese objeto
y a su goce.
Un análisis puede
permitir arrojar cierta luz al sujeto acerca de la naturaleza, por ejemplo
anal, del fantasma que determina una angustia de abandono, vivida hasta en la
transferencia. Pero la salida a la luz del fantasma no alivia aún al
analizant.e del peso de este último. Aún falta un acto de interpretación. Si un
sujeto vive, por ejemplo la pérdida de
una parte de su propio cuerpo (“esta separación es tan dolorosa como si
perdiese una parte de mí mismo”), una pérdida que está en el origen del objeto a, entonces el acto analítico
adecuándose a esta pérdida y a su goce fantasmático, puede permitir levantar el
velo del fantasma sobre el objeto a
que está en juego es este goce.
El destino del
fantasma, como le dice Freud, pertenece seguidamente al sujeto, essu
responsabilidad por ejemplo, si el objeto a
que está en juego es el objeto anal, de hacer, según Freud, la “defecación (…)
la ocasión de decidir entre la actitud narcisista, y la actitud del amor de
objeto. O bien cede dócilmente el excremento, se sacrifica, o bien lo retiene
para su satisfacción autoerótica y (…) por la afirmación de su propia
voluntad”.[8]
El análisis
terapéutico acaba así por la caída del narcisismo que envuelve la castración, y
por consiguiente el deseo y su goce. Un goce del que el sujeto puede sentirse
aliviado.
En definitiva y tal
como me lo contaba nuestro amigo A. Houbballah que mantenía ese propósito de Lacan: “El
análisis lleva al analizante a endosar su pérdida del objeto a”. Sólo queda por añadir que esta
operación lleva al sujeto a asumir su falta de ahora en adelante al nivel de su
ser. Este cambio de posición subjetiva puede llevarlo a asumir un placer en su
existencia más allá de la “miseria ordinaria”[9].
Esto es lo que se ve reflejado en la
escultura de Giacometti El objeto
invisible o Ahora el vacío
(1934).
[1]S. Freud, « L’analyse
thérapeutique », in Conférences
d’introduction à la psychanalyse, Gallimard, 1999, p. 576-577. S. Freud,
« Eclaircissements, applications, orientations », in Nouvelles conférences d’introduction à la
psychanalyse, Gallimard, 1984
[2] S. Freud, « L’analyse thérapeutique », in Conférences d’introduction à la psychanalyse,
Gallimard, 1999, p. 576-577.
[4] C. Hoffmann, « L’analyse sans fin de l’analyste et la
question des tranches d’analyses »,
in La cliniques lacanienne, N°
21, Erès, 2012.
[5] On retrouve cette idée de la deuxième boucle qui obtient la
chute de l’objet a, dans le texte de
Lacan « L’étourdit », in Autres
Ecrits, Seuil 2001, p. 485.
[6] M. Leiris, Fourbis, Gallimard
[7] J. Lacan, Op.
cit., p. 379.
[8] S.
Freud, « Sur les transpositions de pulsions plus particulièrement dans
l’érotisme anal », In La vie
sexuelle, Puf, 1969, p. 110.
[9] Freud
parlait de la sortie de la « misère névrotique » pour vivre dans la
« misère ordinaire ».
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