ANTÍGONA: PULSIÓN QUE CAUTIVA

Por Cristina Jarque
"Mi hermano es lo más importante de mi vida, yo daría la vida por él", esta es la frase con la que la analizante a quien llamaremos Monique, inicia su recorrido analítico, dándonos la oportunidad de reflexionar en torno a las Antígonas modernas, las del siglo XXI para poder hacer una lectura de la pulsión de muerte, tema que nos convoca en este artículo. Monique nos cuenta que es originaria de un pueblo de la "España profunda". Llama la atención que utilice ese significante para denominar el origen de su familia, gente dice ella, "que ha nacido, vivido y padecido las ideas de la España profunda".

Al preguntarle qué quiere decir, ella responde: "gente de pueblo que vive a la antigüita". Hija de padres conservadores y muy religiosos, Monique tiene un hermano un año mayor que ella, al que llamaremos Jorge, hermano al que adora e idolatra, que son las palabras textuales que ella utiliza al describir los sentimientos que la unen a Jorge. Educados en un ambiente muy estricto, ambos hermanos se solidarizaron para poder soportar la tiranía del padre y la indiferencia de la madre ante las injusticias y los maltratos que el padre perpetraba en los dos hijos. Para salir pronto de la casa de los padres, los dos hermanos se casaron a edad temprana, dice la analizante que primero se casó su hermano de 20 años y al año siguiente se casó ella, también con 20 años. Monique dice que tanto la esposa de Jorge, a quien llamaremos Sara, como el esposo de ella, a quien llamaremos Juan, siempre han estado muy celosos de la relación que mantienen los dos hermanos entre sí. Juan, el marido de Monique se siente muy minimizado por su esposa. Dice Juan que Monique pone a su hermano por encima de él y de sus hijos. Lo mismo ocurre con Sara la esposa de Jorge. Ella dice que los hermanos deberían ir a buscar ayuda con un profesional porque el amor que hay entre los dos hermanos es más allá de lo normal; Sara lo califica de incestuoso. Dice Monique que tanto ella como su hermano son indiferentes a las acusaciones que hacen sus parejas de ellos y que tampoco se sienten afectados cuando los hijos les hacen reclamaciones argumentando lo mismo: que parece que los hermanos dan prioridad al amor fraternal que al amor de pareja o entre padres e hijos. Monique dice que los hermanos están a gusto con la relación de amor, apoyo y solidaridad que hay entre ellos, que aunque nadie pueda comprender ese amor tan grande e intenso que se profesan, amor, dice ella, que va más allá de cualquier otro tipo de amor, ellos seguirán amándose más que a nada en este mundo, más que a las parejas, más que a los hijos, más que a los padres, más incluso que a ellos mismos. Monique dice que ella es capaz de dar la vida por su hermano y que para ella no hay nadie más importante en este mundo que Jorge, y que ese sentimiento es recíproco.

Quiero comentar que, como muchos otros colegas, he tenido la oportunidad de leer varios artículos sobre Antígona, artículos que revelan las lecturas que otros psicoanalistas han realizado en torno a la tragedia tanto desde Sófocles como desde otras miradas, entre ellas la lacaniana. Todas esas lecturas, todas esas posiciones, investigaciones, reflexiones y análisis son válidas e interesantes, pero personalmente me ha parecido innovador poder escribir sobre la lectura de Antígona hecha por una analizante, a través de su recorrido analítico. Eso es pues, lo que voy a intentar plasmar en esta escritura. Para ello, comenzaré con hacer una reseña sobre la historia de la protagonista de la tragedia que nos convoca en este artículo. Se sabe que Sófocles nació en Atenas alrededor del año 496 a. C. y que vivió casi noventa años durante los cuales escribió más de cien piezas dramáticas entre las que destacan "Edipo Rey" y "Antígona" que han sido referencias fundamentales para nuestro quehacer psicoanalítico. Antígona se representó por primera vez en el año 442 a. C. y desde entonces no ha dejado de representarse a lo largo de la historia de la humanidad, siendo un clásico fundamental para el pensamiento de la humanidad a través de los tiempos. Personalmente he tenido la oportunidad de ver varias veces la obra, pero me han impactado mucho dos representaciones: la que vi en París, en el año de 1993, en el teatro …. y la que montaron en el teatro de verano de Mérida en nuestra querida España. Para entrar en el análisis de la historia de Antígona, es necesario conocer su novela familiar (igual que hacemos con nuestros analizantes). Antígona es hija de Edipo y Yocasta y hermana de Polinices, Eteocles e Ismene.

Hay que decir que el destino de los hijos de este matrimonio trae la marca del incesto, lo que traerá consecuencias complicadas. La historia de Antígona se centra alrededor de un acontecimiento que es el enfrentamiento de sus dos hermanos varones en una batalla producto de la ambición por ocupar el trono de Tebas. Es Eteocles quien romper la armonía porque los hermanos habían acordado que se turnarían en trono de Tebas pero cuando le toca el turno a Polinices, Eteocles no quiere cederle el trono y Polinices decide hacer la guerra contra su propia ciudad para hacer valer el acuerdo que habían preestablecido ambos hermanos. Estos hechos nos llevan a decir que fue el capricho y la ambición desmedida de Eteocles lo que lleva a que los dos hermanos se enfrenten entre sí, trayendo como consecuencia que se dieron muerte uno al otro. Habiendo muerto ambos herederos al trono de Tebas, Creonte, el hermano de Yocasta asciende al trono y decide, por un lado, dar sepultura al cadáver de Eteocles, y por el otro, dejar sin honores el cadáver de Polinices. De esa manera, el cuerpo de Polinices queda tirado en el campo de batalla, yaciendo sin sepultura, expuesto a la mirada de todo el pueblo para convertirse en carroña de aves rapaces y perros hambrientos. La primera pregunta que nos viene a la mente es: ¿Por qué decide eso el tío Creonte? Dicen que la decisión de Creonte se basa en el hecho de que en Tebas, la ley condenaba a dar sepultura a los traidores. Polinices es considerado traidor de su Patria porque ha hecho la guerra contra su propia ciudad. Esa es la razón por la que Creonte condena a su sobrino Polinices. ¿Qué es lo que queda de la familia marcada por el incesto? Quedan las dos hermanas: Antígona e Ismene. Es importante constatar que el pensamiento de las hermanas estará marcado por una diferencia radical que las coloca en oposición: por un lado, Antígona está desesperada, angustiada, no puede soportar la idea de que su hermano quede sin sepultura, y, por el otro, Ismene piensa que hay que dejar la decisión a Creonte y desentenderse del asunto porque después de todo, es Polinices quien se lo buscó. Cabe destacar que de las dos hermanas, la que tiene un futuro que promete felicidad, amor, dinero y todo lo que se puede desear en tanto mujer y sujeto, es Antígona, pues es ella, Antígona, quien está prometida a Hemón, el hijo de Creonte y Eurídice. Podemos deducir que como Creonte y Eurídice son los reyes de Tebas, su hijo es príncipe consorte y futuro rey, con lo cual, Antígona al casarse con Hemón se convertiría en la futura reina de Tebas. Estos hechos son los que intrigan cuando se trata de esclarecer los motivos que tiene Antígona para renunciar a un destino tan prometedor, y es en sí, el meollo de todo el asunto. Se trata de arrojar cierta luz a la causa que motiva el deseo de Antígona, deseo de renunciar a una vida terrenal por lo que parece ser una reverenda estupidez, un capricho, una obcecación… ¿Será eso? ¿Se tratará simplemente de una cuestión de terquedad? ¿Será una competencia entre ella y su futuro suegro del tipo "a ver quién gana"? Estas son preguntas que se han ido estableciendo a través de las diferentes lecturas que cada quien hace de la obra y que, como todos sabemos, son respondidas de manera subjetiva y particular, intentando dilucidar una verdad que siempre será "no toda". Sigamos con los hechos contundentes: resulta que Antígona toma su decisión, una decisión inamovible, marcada por lo que Lacan llamará "un deseo puro". Antígona decide sepultar a su hermano Polinice a sabiendas de que su acto puede llevarla a ser condenada a muerte porque la ley de Tebas prohíbe enterrar el cuerpo de quien es considerado un traidor. Ismene aconseja a Antígona para que desista de su propósito pero Antígona argumenta su posición diciendo que puede padecer la muerte porque la muerte no es ningún sufrimiento para ella, comparado con el sufrimiento que representaría tolerar la idea de que el cuerpo del hijo de su madre se quedara sin tumba en este mundo. Parece que en este punto nos encontramos con la esencia del acto de Antígona. Hay algo que se juega en ella, algo profundo, difícil de entender pero posible de acceder poco a poco, si nos asomamos a ciertas verdades que llevan la marca del deseo inconsciente, en este caso, regido básicamente por la madre, es decir, por Yocasta. Antígona hace referencia al hijo de la madre, eso es lo que nos aclara este punto. La hija de Yocasta, producto del incesto familiar nos habla con su acto. ¿Qué nos dice? Voy a responder a esta pregunta con las palabras de Monique, la analizante que leyó Antígona y que trajo sus reflexiones personales a su análisis. Monique dice que ella piensa que Antígona rechaza casarse con Hemón porque tiene pánico a la maternidad. Para Monique, Antígona prefiere morir que aceptar convertirse en esposa y madre, porque, según la analizante, Antígona está horrorizada con el incesto familiar y, como se siente culpable, prefiere tener un acto generoso con su hermano Polinice, quien también es producto del mismo pecado incestuoso igual que ella, para preservar el renacimiento de su alma en la otra vida, allí donde Polinices podrá tener esa esperanza, la de otra vida en ese "entre dos muertes", en ese espacio adonde se supone que el alma va a renacer después de su muerte terrenal. Monique dice que Antígona necesita darle esa oportunidad al hermano, porque lo ama más que a nada en el mundo, porque según Antígona, se puede tener otro marido, o varios hijos pero los hermanos que se tienen son únicos e irremplazables porque sólo ellos pasaron por el mismo útero materno que les dio la vida. Es interesante escuchar la lectura que hace Monique de la tragedia porque más allá del hecho de que estemos o no de acuerdo con ella, lo importante es poder escuchar lo que nos dice la analizante para poder continuar con la escritura de estas reflexiones que nos permitirán observar las similitudes y las diferencias en el amor fraternal presente tanto en Antígona como en Monique. Para concluir la historia de Antígona diremos que lo que ocurre después es una precipitación de eventos trágicos que se van sucediendo uno tras otro, todos como resultado de la decisión de Antígona: Creonte descubre que su futura nuera ha desobedecido la ley y ha dado sepultura al cadáver de Polinices. Tiresias el adivino y ciego profetiza la cólera de los dioses y advierte a Creonte que no condene a Antígona pero Creonte no puede evitar hacer la ley así que no cede ni siquiera ante la súplica de su hijo Hemón, quien enamorado de Antígona pide al padre que no la condene a muerte. Cuando Antígona comprende que van a encerrarla viva en una tumba excavada en una roca decide ahorcarse. Creonte recapacita y da la orden de levantar el castigo de pena de muerte que recae sobre Antígona pero ya es tarde. Hemón encuentra el cadáver de su amada y se suicida atravesando su cuerpo con una espada y muriendo abrazado al cuerpo inerte de la mujer amada. Eurídice la madre de Hemón se suicida cuando se entera del suicidio de su hijo y Creonte es condenado a vivir con el suplicio de la culpabilidad que siente por todas las muertes de sus seres queridos. Continuemos ahora con la historia de Monique, nuestra Antígona moderna.

Los problemas de Monique surgen el día en que le diagnostican a su hermano Jorge una pancreatitis aguda y lo llevan de urgencia al hospital. Dice Monique que Jorge estuvo muy grave, al borde de la muerte pero que logró recuperarse. Los días que ella pasó en el hospital fueron un verdadero infierno porque su cuñada Sara quería quedarse a dormir junto a Jorge y Monique no quería permitírselo. "Soy yo la que debe cuidar de Jorge" le dice Monique a Sara, y Sara, como es de suponer, se enfada mucho, la insulta y le dice que es la esposa la que tiene que estar al lado de su esposo, no la hermana. La situación se pone muy fea porque por un lado hay gran incertidumbre en torno al pronóstico de Jorge, y por otro lado, los ánimos están caldeados porque las mujeres no llegan a un acuerdo y ninguna de las dos quiere ceder en su deseo de cuidar al enfermo. Dice Monique que Jorge logra regresar del coma al que lo habían inducido los médicos, así que decidieron preguntarle a él quién quería que se quedara a cuidarlo por la noche. Dice Monique que Jorge abrió los ojos con dificultad y ante la desesperación de Sara y de Juan, suplicó que fuera Monique quien lo cuidara. Sara y Juan abandonaron el hospital cabizbajos pero también enfadados y con un gesto de intensa impotencia y desaprobación. Para Monique cuidar a Jorge se convirtió en el principal objetivo de su vida. Cuenta que hizo del hospital su casa, allí se duchaba, allí comía, allí dormía, allí pasaba todo el día junto a la cabecera de su queridísimo hermano. Dejó tirada su vida de esposa, de madre, de hija y de mujer. Nada ni nadie era para ella suficientemente valioso como para apartar la mirada y la presencia de su amado hermano. La familia entera empezó a hablar sobre esta actitud que calificaban de "rarita". Primero cuchicheaban, pero conforme pasaban los días empezaron a hablar directamente de lo poco sano que era la relación entre los hermanos. Monique seguía defendiendo a capa y espada el amor fraternal. "¿Acaso nadie entiende el significado tan fuerte del amor fraternal?" Preguntaba mientras veía atónita la cara de desaprobación de todos sus familiares. Al escuchar la pregunta que Monique hacía a sus familiares en aquel hospital, no podemos dejar de evocar a otra hermana, una mujer cuyo amor fraternal la llevó a realizar un acto que cautivó y fascinó a Jacques Lacan: Antígona.

A través del psicoanálisis, Monique, la hermana de Jorge, va a poder articular algo del orden del deseo puro, ese deseo descrito por Lacan en el Seminario 7, el de la Ética del Psicoanálisis, cuando se refiere al deseo de Antígona, la protagonista de la tragedia de Sófocles. Recordemos que en ese Seminario, Lacan hace una aportación valiosísima a propósito de nuestro quehacer: la afirmación de que de lo único que se puede sentir culpable un sujeto, es de ceder ante su deseo. Con esta afirmación, Lacan apunta a una verdad difícil de comprender, porque muchos sujetos se confunden con esta frase, por eso me parece muy importante intentar esclarecer este concepto a través de este caso clínico. Antígona nos enseña lo que ocurre cuando un sujeto no está dispuesto a ceder en su deseo, es decir, que aunque otras personas intenten aconsejar al sujeto para que cambie de idea, si el sujeto tiene claro lo que quiere hacer, si su deseo es inamovible, se hace necesario analizar y reflexionar sobre las causas y eso es lo que vamos a intentar articular en esta escritura. Cuando el sujeto no quiere cambiar su decisión, podemos pensar que es un sujeto obsesivo que está empecinado en una idea fija, que es un cabezota, un terco o un obstinado. Mientras la decisión que toma el sujeto no trae consecuencias muy serias, esa obstinación puede incluso producir cierta hilaridad, pero cuando la decisión que está tomando el sujeto trae consecuencias más graves, entonces las cosas ya no son tan sencillas. Si la decisión de un sujeto conlleva consecuencias trágicas, ya sea para él mismo o para algún ser querido de su entorno, entonces esa decisión, ese deseo inamovible del sujeto es casi siempre inaceptable, o en todo caso, mucho más aún difícil de aceptar. Esto ocurre sobre todo para aquellos que tienden a ir en Pro del supuesto bien del sujeto. Pero… ¿Cuál es ese supuesto bien del sujeto? ¿Quién lo determina? Quiero arrojar una luz para tratar de responder a estas preguntas que son totalmente pertinentes tanto en el caso de Antígona, la tragedia de Sófocles como en Monique, la Antígona que ha venido a traer su caso al psicoanalista. Tanto en la Antígona de Sófocles como en Monique, nuestra Antígona moderna, la cuestión se centra alrededor de un punto esencial que es el que describe Lacan cuando nos habla del deseo. Lacan nos dice que un sujeto sólo se puede sentir culpable, es decir que Lacan apunta al surgimiento del sentimiento de culpabilidad que es tan importante en el tratamiento psicoanalítico cuando el sujeto traiciona su propio deseo, es decir, cuando el sujeto se traiciona a sí mismo. En ese momento de su enseñanza, el psicoanalista francés abre la pregunta tan conocida por todos nosotros, pregunta que hemos escuchado repetir una y otra vez en labios de los colegas que estudiamos e investigamos la enseñanza lacaniana, y que cada vez que se formula sigue dejando perplejos a muchos de los oyentes que la escuchan:

"¿Vives conforme al deseo que te habita?"

Por eso, para dar cuenta de qué deseo se trata, Lacan acude a Antígona. ¿Por qué Antígona? Porque esta mujer, con su acto, nos permite dar cuenta del enigmático y complejo, pero a la vez fascinante concepto de la pulsión que cautiva: la pulsión de muerte.

Regresemos a Monique. Allí está ella, la hermana amante del hermano, la hermana que nos hace recordar a Lucrecia y César Borgia o a Calígula y Drusila. Monique amante de Jorge, recitando a todo el mundo que su amor es un amor puramente fraternal, algo místico y espiritual, un amor asexual, completamente innocuo y, por supuesto, y sobretodo… de incestuoso… nada. No obstante el discurso de Monique, pronto y muy a su pesar van a caer sus palabras, derrumbando estrepitosamente tanto su mundo exterior como su mundo interior, de tal manera y con tal fuerza que el sujeto no va a encontrar otro remedio que acudir a pedir ayuda en calidad de urgencia. Resulta que después de que la hermana estuvo al "pie del cañón" al lado del hermano "codo con codo", cuidándolo devotamente, sacrificándolo todo por él, enjugando el sudor de su frente, alimentando tanto su estómago como su espíritu: uno con la comida del hospital que pacientemente le daba como si de un bebé se tratara, y el otro, leyéndole sus poesías y libros favoritos durante los 30 días que duró el internamiento de Jorge en el hospital. El tiempo fue largo, dice Monique, porque los médicos no atinaban en el diagnóstico. No se sabía si era una simple inflamación del páncreas o si era un cáncer, incluso no se sabía con certeza si el órgano afectado era realmente el páncreas. Debido a ello, Jorge estuvo hospitalizado un mes entero y Monique estuvo junto a él sin separarse de su lado ni un instante. Cuando por fin le dieron el alta, los médicos dijeron que la enfermedad de Jorge quedaba sin diagnóstico concreto, que parecía que se había inflamado el páncreas pero que después la inflamación se había desplazado al hígado. Total que después de un mes de estar internado y de habérsele realizado infinidad de pruebas y tratamientos, los médicos decidieron dar el alta argumentando que el paciente estaba en buenas condiciones de salud. Escribieron cartas con recomendaciones como por ejemplo no excederse en grasas, no beber alcohol, no fumar y tratar de vivir sin estrés. Dice Monique que el día que Jorge salió del hospital, Sara no acudió para llevarlo a casa, así que Monique llevó a su hermano a pasar la noche en casa de ella. Tanto Juan como sus hijos no estaban de acuerdo en la decisión que había tomado Monique. Todos pensaban que era mejor que Jorge se fuera con su esposa y sus hijos pero Monique intentó calmarlos diciéndoles que la estancia del hermano en su casa sería pasajera. Monique dijo a sus hijos que en cuanto Sara recapacitara, Jorge volvería con su familia, que era cuestión de tiempo y que mientras tanto había que ser pacientes y caritativos con el tío Jorge. Las palabras de Monique fueron de profeta, apenas habían pasado tres días cuando Sara apareció en casa de su cuñada para llevarse con ella a su marido. Monique comenta que desde que Jorge salió del hospital no es el mismo, dice que su hermano tiene la mirada fría, que ya no es tan dicharachero ni simpático como siempre ha sido, que está taciturno y melancólico. Por más que ella ha tratado de hablar con él, él no dice nada, ella quiere que él se desahogue con ella, que le cuente sus problemas, que le diga lo que le pasa, como siempre han hecho, pero él permanece ensimismado, cerrado en sí mismo sin querer tocar ningún tema, sin abrazarla, sin besarla, sin ser tan cariñoso como solía ser con ella. Monique está destrozada, dice que el hermano ha cambiado mucho, que la enfermedad ha modificado su carácter y lo ha transformado, dice que Jorge ya no la quiere igual que antes.

Jorge regresó a su casa, junto a su esposa Sara y a sus hijos, pero, efectivamente, como Monique lo ha percibido, él ya no es el mismo. Algo ha trastocado a Jorge parece que el haber estado al borde de la muerte ha traído consecuencias para él, que se traducen en cambios importantes en su diario vivir, al grado que dice Monique que se volvió loco porque empezó a salir de marcha, a echarse novias, a beber alcohol, a fumar porros… o sea, que según palabras de la analizante, se soltó el pelo. El padre y la madre estaban más sorprendidos que enfadados con el hijo primogénito que parecía estar viviendo lo que ellos llamaron "una adolescencia tardía", pero Sara no se lo tomó con tanta parsimonia, ella estaba muy enfadada, aunque su furia no se comparaba con la de Monique, esta última parecía estar más despechada y desgarrada aún que la propia esposa. Mientras los padres de Jorge y Monique se tomaron las cosas con calma e incluso con cierta diversión, ella, Monique, se sentía profundamente traicionada por su hermano.

Este es el momento en el que ella llega a análisis. Como podemos ver la entrada en análisis se hace a partir de un momento crucial para el sujeto que podemos definir como el momento en el que ella siente que ya no está siendo amada de la misma manera como ella ama. La analizante lo expresa ella misma con sus propias palabras: "Mientras Jorge estuvo casado con Sara, todo iba bien para mí, Sara no representaba un problema, ni tampoco sus hijos, pero lo que no puedo soportar es que ande por allí, ligando con otras mujeres, liándose sabe Dios con quién…" Monique sufre, se siente desgarrada por dentro, dice que tiene un dolor en el esófago que el médico le ha dicho que son acalasias. Dice que ella siente como si tuviera un puñal clavado en el pecho, un dolor continuo que le impide deglutir, pero también dice que no cree que es físico porque ese dolor le viene cuando piensa en el hermano y cuando está sin pensar e él, el dolor no viene… Y como el médico le ha dicho que puede ser psicosomático que ella cree que puede ser algo psíquico pues aunque Jorge no le ha clavado un puñal realmente, ella siente el puñal e su pecho y el dolor en su alma como si fuera de verdad. Lo que Monique vive como una traición, es lo que le va a permitir que a través del recorrido psicoanalítico, el sujeto logre descubrir que la preferencia que ella le daba al hermano mayor por encima de cualquier otro objeto de amor en su vida, era debida a una exigencia pulsional impuesta por un deseo que se le marcó desde la infancia. Monique va a dejar caer ese amor fraternal impuesto por el Otro y también autoimpuesto. La analizante va a descubrir en su tratamiento analítico los laberínticos pliegues inconscientes donde se han escondido los elementos que empujan su pulsión y su manera particular de gozar. Monique va a encontrar la posibilidad de zafarse, de liberarse de un hermano que la ha tenido sometida desde siempre a una esclavitud que antes del análisis parecía ser voluntaria, parecía ser deseo de ella. Es en ese punto donde la Antígona de hoy, logra dar un giro al empecinamiento de su deseo trágico. Juan, que ocupa el lugar de Hemón, en el caso de Monique logra ser restituido en la psique de Monique, quien a través de su análisis recupera el amor perdido por su esposo y lo jerarquiza ante el hermano. En el caso de Monique, el recorrido analítico dio paso a una rectificación en la posición del sujeto, es decir, que allí donde Antígona decidió poner de lado un futuro prometedor, un futuro que parecía hermoso y que sabemos que Ismene lo puso en palabras diciéndole lo que ocurriría si Antígona renunciaba a su terquedad de sepultar a Polinices, hermano de ambas. Sabemos que Ismene trató de aconsejar a su hermana, Antígona, diciéndole que pensara bien las cosas, que no merecía la pena que sepultara a Polinices porque si lo hacía, estaría condenada ante la ley. Ismene pone la miel en la boca de Antígona comentándole todo lo que le ofrece la vida: su matrimonio con Hemón, el hijo del rey Creonte y de la reina Eurídice, una vida de princesa al lado del príncipe consorte, unos hijos hermosos, una familia feliz. Ismene le dice que no le faltará de nada, que tendrá amor, dinero, reconocimiento, lujos… ¡Vamos! ¡Que lo tendrá todo! Pero Antígona no da su brazo a torcer, Antígona está decidida, es una roca, un roble, una mujer con un deseo inamovible, ese deseo que Lacan denominará el deseo de la heroína "un deseo puro". ¿Cuál es la pureza de ese deseo? Para mí, la palabra "puro" me remite a "perfecto". Un deseo perfecto, libre de imperfecciones, libre de fallas, libre de incertidumbres. Un deseo que es pura certeza, certeza pura. ¿Certeza de qué? Certeza de que se está haciendo lo correcto, certeza de que se está haciendo lo que se desea con toda el alma, y que pase lo que pase, digan lo que digan y hagan lo que hagan… Nada, absolutamente nada va a cambiar esa decisión que ya ha sido tomada. Eso es lo que yo entiendo en la frase de "deseo puro" que expresa Lacan en su enseñanza y que nos transmite desde la Antígona de Sófocles. ¿No es acaso eso lo que cautiva, lo que fascina? Si. Pero a la vez, atemoriza, pone los pelos de punta, estremece, sobrecoge… Porque la fascinación tiene que ver también con esa parte donde se encoge el estómago y se "enchina el cuerpo", donde se pone la piel de gallina. Confieso, dice Monique que esa fue mi primera reacción al leer Antígona. La analizante dice que fue una reacción de nerviosismo, de encrispamiento. "Vienen a mi mente varios sinónimos; estremecimiento, espanto, horror, terror, temor, susto, inquietud, sobrecogerse… Y al mismo tiempo mezclado con una fascinación, encanto, embeleso, estar cautivo, seducido, absorto…" Esos significantes son los que Monique puede articular para poder expresar los sentimientos que le produjo leer Antígona. Y es que esta paciente vino a análisis después de escuchar una conferencia que tuve la oportunidad de dar en Toledo que llevó como título: "El Greco: un hombre que vivió conforme a su deseo". En esa conferencia tuve la oportunidad de hablar del Greco, el pintor más reconocido de Toledo, para comentar que aún cuando muchas personas de su entorno deseaban que él renunciara a sus figuras estilizadas argumentando que parecían "locos desquiciados" y amenazando con llevarlo a la hoguera por hereje, el Greco se mantuvo fiel a su pincel y a lo que el motor de su deseo le inspiraba pintar, incluso desafiando las leyes del momento e invitando a que sus acérrimos enemigos conspiraran contra él. Para ilustrar la conferencia, me referí también a la tragedia que nos convoca en esta escritura, "Antígona de Sófocles". Cuando Monique escuchó aquella conferencia, el instante de la mirada se hizo presente, la transferencia se implantó de inmediato colocándome en el lugar de SSS, empujando al sujeto por un lado a leer Antígona y por otro lado a pedirme consulta. Desde las primeras sesiones, Monique dice que es muy turbador estar en contacto con la historia de Antígona o con historias similares donde vemos desplegarse ese "deseo puro", esa decisión absoluta, radical, completa, perfecta, inamovible. Ese "deseo puro" al que alude la paciente, en algunos casos, efectivamente es inamovible, como en el caso de Antígona, pero en otros, como en el caso de Monique, ese deseo experimentó un giro, dejó de ser inamovible, permutó. La clínica psicoanalítica nos permite articular ciertos conceptos teóricos que son de difícil acceso cuando no cuentan con una mirada clínica.

Alo largo del tratamiento de Monique, la analizante va articulando el amor intenso "casi incestuoso" dirá ella en un momento determinado de su análisis, asumiendo y aceptando que aún cuando en un principio le costaba mucho esfuerzo reconocerlo, lo que ella sentía por Jorge era un amor incestuoso. Cabe señalar que para esta analizante ha sido posible reconocer el lazo libidinal con su hermano solamente en la medida e la que ese lazo dejó de serlo, es decir, en el momento en el que ella ya no estaba atada de la misma manera al hermano, en otras palabras: que de alguna manera, el incesto psíquico había dejado de serlo. Quizá podemos decir que en algunos casos, cuando el sujeto logra dejar de vivir o de sentir el lazo afectivo que le produce culpabilidad, hay algo que cae del sufrimiento y también del goce, desanudando el empuje indomeñable de la pulsión tanática o destructiva. Monique nos cuenta que Jorge se divorcia de Sara y que Juan le ha pedido también a ella el divorcio. No es azar dice Monique que Juan decida castigarme cuando mi hermano castiga a Sara. Según ella, Juan tiene un vínculo con Sara y quiere solidarizarse con ella. Lo que es un hecho, es que Monique quiere que Juan la perdone, quiere rehacer su matrimonio, quiere aprender a amar a su marido más que a su hermano. Ella está preparada, ella tiene ese deseo… pero él le dice que no, que ya es demasiado tarde… El análisis de Monique continúa después de la negativa de Juan a darle una segunda oportunidad. Después de ese acontecimiento tan doloroso para ella, la analizante se mete de lleno en una etapa a la que ella llama la etapa de hacer el duelo. "Es necesario que me reinvente" dice ella, necesito rediseñarme para poder salir del agujero donde me he metido. Aparece un sueño revelador donde el protagonista principal es el tío Oscar, el hermano de la madre, en el sueño ambos están peleando pero después aparecen abrazados. En ese momento Monique se percata de que el amor de la vida de su madre ha sido siempre su hermano: el tío Oscar. Las asociaciones empiezan a precipitarse dando paso a un tiempo de comprensión e donde la analizante corrobora la identificación con la madre, el amor incestuoso que se oculta bajo el amor fraternal y el odio que se mueve debajo de todo ese entramado. El odio, según Monique, es el odio del padre hacia el cuñado. Por primera vez, la analizante se percata de que el padre se ha sentido siempre minimizado por la madre y relegado a segundo término en el corazón de ella. "Ahora entiendo lo que sentía Juan" dice Monique: "Juan sentía lo mismo que mi padre". Para Monique ha sido primordial articular que su propio deseo es en última instancia el deseo del otro, el deseo de la madre, que en este caso, ha sido la priorización del amor al hermano. A partir de allí, Monique puede ver que su lazo con Jorge es una repetición del lazo de la madre con el tío Oscar. ¿Qué quiero yo ahora que ya lo sé?" se pregunta ella. "Quiero encontrar la manera de que el amor de mi vida no sea mi hermano sino mi pareja" enuncia con vehemencia. Monique dice que fue Jorge su hermano quien la ayudó a liberarse de ese enfermo amor fraternal porque cuando Jorge decidió irse de "picos pardos", aventurarse a experimentar a nivel sexual con otras mujeres, "desmelenarse", volverse un ligón, un mujeriego y un Don Juan, permitió que Monique se fuera separando poco a poco de la exigencia de encerrarse en torno al hermano. Parece que ambos hermanos, tanto Jorge como Monique, necesitaban encontrar la manera de romper con esa patología. Cada uno lo hizo a su manera: Jorge se confrontó con la posibilidad de morir de una manera sorpresiva e inesperada y ese confrontamiento le hizo modificar patrones de conducta preestablecidos, predeterminados e incuestionables para él, hasta ese momento crucial en el que decidió dar un giro a su existencia, y Monique entró en la angustia de quien siente que pierde la mirada y la devoción del objeto de amor para encontrarse con una angustia aún más radical: la angustia que Lacan denomina la verdadera angustia, aquella que se siente cuando "la falta, falta". En el caso de Monique, lo que se ha podido articular a través de su recorrido es una esclavitud tremenda hacia el hermano, es decir el sometimiento absoluto de la voluntad y el deseo de ella a merced de la voluntad y el deseo de Jorge. Monique ha llegado al punto de comprender que no ha sido otra cosa que el "instrumento de goce de su hermano", palabras literales que trae a la sesión el día que se confronta a la angustia radical. La analizante dice que la mirada de su hermano es una mirada que todo lo invade, que su hermano inunda, irrumpe en su vida con una tiranía. "La tiranía es incestuosa" dice ella, porque el tirano sólo tiene poder cuando la víctima lo ama y yo amaba profundamente a Jorge. Pero ahora sé, continúa ella, que ese amor no era en realidad amor sino angustia. "Jorge me llevaba a una esquina y me acorralaba, no me dejaba salida, así estaba yo: atrapada sin salida. Esa era la manera en la que él se sentía amado por mí: angustiándome, imponiéndose, invadiéndome". Actualmente Monique ha encontrado un nuevo amor, dice que lo ama más que a su hermano y que está encontrando la manera de observar las alarmas que despide su psique cuando cae en el empuje de lo que ella llama "la necesidad de que me acorralen". Este caso nos permite concluir que el psicoanálisis aborda las consecuencias psíquicas y permite reconstruir la historia individual y desenredar madejas familiares esclareciendo los deseos inconscientes que confrontan al sujeto a descubrir esos saberes. Para concluir diré que tanto la tragedia de Antígona como la historia de Monique nos abren la posibilidad de seguir analizando y reflexionando en torno a las dos caras del deseo del sujeto, tan conflictivas como inseparables: una cara mira al placer y la otra cara mira al goce. Esto significa que el deseo del sujeto puede girar hacia un más allá del principio del placer, que es lo que sería ir hacia el goce, empujado por la pulsión, o bien dar el giro hacia el sometimiento al principio del placer, que sería una condescendencia con el principio del placer, lo que introduciría el deseo del sujeto dentro de la ley. ¿Por qué? Simplemente porque hay una ley fundamental en el psicoanálisis que es la ley del incesto. Esa ley que hemos estado tratando de articular a lo largo de esta escritura en torno a lo orígenes de la historia familiar tanto de Antígona, producto ella misma del incesto, como de Monique, que también es producto del incesto psíquico de la madre con el hermano. La ley del incesto prohíbe un objeto determinado, el objeto incestuoso, en este caso a Antígona le prohíbe el incesto con Polinices y a Monique el incesto con Jorge, pero también permite amar y desear otros objetos. La cuestión es tener la capacidad de salir del incesto psíquico hacia donde la pulsión indomeñable apunta constantemente, introduciendo al sujeto en espirales de angustia, pero como la clínica lo muestra, a la vez es difícil para el sujeto salir de ese agujero porque aunque angustia, a la vez hace gozar. Ese goce, que es producto de la pulsión indomeñada e indomeñable, es a lo que nos enfrentamos los psicoanalistas, día a día en nuestro quehacer. Podemos entonces decir que el momento de conclusión de un tratamiento psicoanalítico tiene lugar en el "après coup" es decir, en un momento posterior, cuando a partir de su propia manera de vivir la vida, un sujeto podrá dar cuenta de la manera en la que ha rectificado su posición subjetiva ante el goce y su forma particular de vivir día a día, la embestida de la pulsión que sigue arremetiendo en ese "encore", es decir: más… otra vez… más, aún más… todavía…

No hay comentarios: