LaTE.
Presentacióndel libro EL FANTASMA en Toluca. También tuvo lugar la
videoconferencia en Toluca, desde España, con Cristina Jarque sobre La
madre estrago.
Mi gran agradecimiento a Carlos
Mayen, Itandehui Gonzalez, Enrique Espinosa Ponce, Antonio Orejel,
Calixta Gnóthi Seautón, Jess Bazä y a todos los colegas que estuvieron
presentes ayer. Ha sido una velada preciosa, de mucho intercambio y
aprendizaje.
LaTE - Lapsus de Toledo España
Monólogos femeninos (las voces de la violencia), Pensar el Cine, EnsoñArte, Cartel, Newsletter
LaTE en Toluca.
"Cuando el editor hace de límite" por Cristina Jarque
Cuando el editor hace de límite
Cristina Jarque
La película "El editor de libros" (título original Genius 2016 en Filmin) fue dirigida por Michael Grandage. La historia nos cuenta la relación entre el escritor Thomas Wolfe y su editor Maxwell Perkins (interpretados por Jude Law y Colin Firth). Es precisamente esa relación (editor y autor) la que me permite reflexionar, en este texto, sobre el conflicto entre la palabra, el deseo y el cuerpo. Thomas Wolfe nació en 1900 en Asheville, Carolina del Norte, fue hijo de una madre dedicada a una pensión y un padre cantero. Su infancia estuvo marcada por la inestabilidad, la ausencia del padre y la muerte temprana de un hermano. Wolfe dice que su infancia produce en él, una sensibilidad al pasado, al dolor y a la pérdida. Su obra más conocida, Look Homeward, Angel (1929), reconstruye esa infancia a través de Eugene Gant, que es el personaje principal. Sabemos que en la psicosis, el sujeto intenta reescribir su trauma originario, buscando en la palabra lo que perdió en lo real. Por eso, para algunos escritores, como Wolfe, la escritura no es un simple medio, sino una necesidad vital. Su prosa desbordante, su lirismo intenso, reflejan un deseo irrefrenable de dar forma (con palabras) a la experiencia: la pérdida, la memoria, el sufrimiento, las relaciones familiares. Podríamos decir que Wolfe busca en el significante un soporte simbólico para lo real. Pero ese intento de inscripción simbólica es tan voraz y tan ilimitado, que se desborda. Al ver la interpretación que hace Jude Law de Wolfe, podemos notar la angustia de ese "estar desbordado". Tiene una incapacidad para detenerse, es decir, no sabe cómo parar. Algunos biógrafos relatan que tenía un deseo insaciable de escribir, de hecho, escribió manuscritos de más de un millón de palabras. Cuando cayó enfermo, fue diagnosticado con lo que se describió como “tuberculosis del cerebro”. También se dijo que tenía tumores en el cerebro e incluso se le diagnosticó como enfermo mental. Murió en 1938 a los 37 años. Hay quienes piensan que esa “tuberculosis del cerebro” se puede leer como una metáfora de la fractura del sujeto, es decir, que el lenguaje devoró al cuerpo. En esta historia me interesa, especialmente, la relación con el editor, Maxwell Perkins, pues este hombre tiene para Wolfe la función de límite. El editor funcionó como un sostén simbólico que evitó, en un principio, que Wolfe se desbordase. Max recortaba, moldeaba y contenía la prosa salvaje de Wolfe y esto era lo que actuaba como límite. Pero cuando Wolfe rompe con Max, además de romperse la amistad, se rompió también el equilibrio: la pulsión creativa quedó sin contención y el vacío simbólico produjo un cuerpo enfermo, agotado y moribundo. Thomas Wolfe luchó por nombrar su dolor mediante la escritura y, mientras el editor está a su lado, la escritura logra salvarlo, pero cuando se queda solo (abandonado por el padre que hace de límite) entonces el lenguaje lo invade. Lacan dice que “no hay metáfora del falo que garantice el cuerpo”. La película es maravillosa porque nos enseña la vida de un sujeto atormentado que crea una literatura de sombras y paisajes interiores, de urgencia vital y de melancolía ancestral. Es un testimonio del conflicto del sujeto cuando pierde el sostén psíquico que lo precipita al vacío.
Cruce de Acusaciones. ¿Violación o venganza? Por Cristina Jarque.
¿Violación o venganza?
Cristina Jarque
Cruce de acusaciones es una película alemana (Filmin 2024) dirigida por Matti Geschonnec. Esta película nos confronta a hacer una profunda reflexión sobre los peligros que existen cuando ocurre un encuentro amoroso apasionado. Al escuchar a Katharina nos interrogamos: ¿Esta mujer habla de una violación después de cuatro años de relaciones adúlteras? Sabemos que Katharina es una exitosa presentadora de televisión y Christian es un poderoso empresario, también de éxito. El punto importante es: ¿quién dejó a quién? Ella dice una cosa y él dice otra. Las versiones no cuadran y por ello estamos ante una historia que nos hace reflexionar acerca de lo complicado que resulta creer que entendemos lo que ocurre en cuestiones de amor y sobre todo de pasión sexual. Christian permanece callado hasta el final del juicio. Cuando toma la palabra, deja pensando al espectador. ¿Ha sido una venganza de ella, o es él quien miente? Y aquí la película lanza su dardo final: la palabra “venganza” no clausura nada. Abre, más bien, un abismo. Porque si Katharina miente, ¿lo hace para castigar el abandono? ¿O para restaurar una dignidad herida? Y si, en cambio, dice la verdad, ¿por qué necesitó cuatro años para pronunciarla? El filme nos confronta con esa zona gris donde la pasión (cuando se mezcla con poder, dependencia y rencor) puede torcer la percepción de lo vivido hasta volverlo irreconocible incluso para quienes lo protagonizaron. En este tribunal simbólico, lo perturbador es que la película no revela un veredicto judicial. El guion no ofrece una "verdad oficial" sino que deja en manos del espectador la decisión de creer una versión u otra. Lo que es un hecho, es que queda claro que, muchas veces, nada es lo que parece.
Sobriedad amenazada por Cristina Jarque.
Sobriedad amenazada
Cristina Jarque
La presión social para beber alcohol es una forma de violencia silenciosa, especialmente contra quienes han elegido (o necesitan) ser abstemios. En estas épocas, de fiesta y de brindis, escuchamos frases como: “no me fío de los que no beben alcohol”, o "brindar con agua es de mala suerte". Son frases que descalifican y expulsan, a las personas abstemias, de la comunidad. Para quienes han librado batallas reales contra la bebida, esa presión cotidiana puede convertirse en una amenaza a su sobriedad, una especie de sabotaje social que minimiza el esfuerzo que implica mantenerse a salvo de una adicción. A veces, quienes más se burlan e insisten en obligar a beber, son alcohólicos que no aceptan su dependencia al alcohol. Lo preocupante es que esa normalización no proviene únicamente del entorno íntimo. Cuando figuras de gran influencia cultural, normalizan el hábitos de beber en exceso, el mensaje se carga de autoridad. Como por ejemplo, un reconocido cineasta mexicano, que actualmente está saliendo constantemente en las redes sociales, ha declarado en una entrevista que se va a ir a “poner pedo” con sus amigos. ¡ Menudo mensaje de ídolos de barro! En adultos ya formados puede sonar anecdótico; pero para jóvenes que admiran a estos creadores, puede convertirse en una invitación a unir creatividad, camaradería o éxito con la borrachera. No es que un artista no pueda tomar, sino que la celebración pública del exceso contribuye a reforzar un imaginario donde beber hasta perder el control es gracioso, inofensivo o incluso admirado. El resultado es un clima social que no solo dificulta que los abstemios sean respetados, sino que también empuja a los jóvenes a asociar la pertenencia con el consumo, perpetuando ciclos de normalización del alcoholismo que luego se presentan como elecciones libres, cuando en realidad son el efecto de una presión constante e invisibilizada.
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