EL ESPEJO DEL DESEO

Por Lola Burgos

Una de las diferencias principales entre la Psicología y el Psicoanálisis, es que la Psicología trata de los procesos conscientes y el Psicoanálisis trata a los procesos inconscientes. La Psicología trabaja desde y con el Yo y el Psicoanálisis trata de producir un “corrimiento” del Yo para que el sujeto del inconsciente surja. ¿Para qué queremos los psicoanalistas que el sujeto surja? La cuestión es que el Yo se defiende, se resiste y, en cambio, el sujeto insiste. Lo que Freud descubre es que, queramoslo o no, el inconsciente de todas formas insiste: aparece en los lapsus, los actos fallidos, los olvidos, los chistes y en los sueños y en los síntomas.


Y esas manifestaciones del sujeto del inconsciente son manifestaciones de un saber. Un saber ¿de qué? Un saber sobre nuestros deseos, deseos que a veces nos hacen daño, porque no nos gustan y queremos ocultarlos. Pero como insisten y de todas formas perforan nuestro Yo, tener la posibilidad de enfrentarlos, mirarlos a la cara, darnos un tiempo para comprenderlos y concluir qué queremos hacer con ellos, conforma la apuesta del Psicoanálisis, que como tal, no está exenta de riesgos. Pero el hecho de vivir no nos exime de otros riesgos peores.
El psicoanalista francés Jacques Lacan lee en el texto de Freud lo que explícitamente no dice, y así incrementa el saber sobre el Psicoanálisis. Entre los primeros ejemplos de esta relectura novedosa de Freud está la tesis sobre el “Estadio del Espejo”. No deja de ser curiosa la manera en que esta tesis apareció en los círculos psicoanalíticos de la época, que podemos decir que fue un acto fallido.

Corría el año 1936 cuando Lacan presentaba su conferencia “El Estadio del Espejo” dentro de las actividades organizadas en un congreso de psicoanalistas celebrado en Marienbad, República Checa, ( XVI congreso de la IPA en Marienbad). Nada más pasar 10 minutos de su alocución, Ernest Jones,el primer biógrafo de Freud y presidente de la sesión, interrumpía a Lacan aduciendo que había rebasado el tiempo asignado. Jaques Lacan no olvidará jamás esta afrenta y no entrega el texto para que se publique.

En todo caso lo esencial del texto está reflejado en una de sus primeras publicaciones psicoanalíticas, en 1938, que formó parte de la Enciclopedia Francesa, y que Lacan lo tituló “Los complejos familiares en la formación del individuo”, pero se publicó como “La familia”.
En este texto, habla del Estadio del Espejo como algo que complementa , que explica mejor la teoría del Complejo de Edipo. Los complejos familiares son la forma particular que tiene cada familia de organizar la realidad que le rodea, y es en ese reducto donde el sujeto del inconsciente se mira en su imagen en el espejo para construirse un yo imaginario, en el que el prójimo, todavía no existe.
En la estructuración del sujeto humano, hay un primer tiempo, que deja la marca en el psiquismo del bebe de una nostalgia del Todo, inspirado en la fusión del bebé y su función materna.

En un segundo tiempo aparece el “Estadio del Espejo” que explica la formación del Yo, y esta formación consta de dos etapas:

En un principio, cuando el bebé, alrededor de los 6 meses, se mira en el espejo, no se ve a él, no ve su imagen, ve a otro, ve a un otro que le fascina, porque lo ve completo, no tan indefenso como se siente él. Esa imagen de completitud que ve en el otro (su imagen) va a establecer el proceso de identificación, donde todavía no hay prójimo, no hay otro semejante, pero se vive como otro distinto; aquí el sujeto se confunde (se aliena, se hace otro) con su imagen. Solo después de esta identificación, aparece la vivencia del prójimo que se constituye en el drama de los celos, marcando la rivalidad fraternal. Es en el rival donde el sujeto se capta como Yo y donde comienza la lucha por el reconocimiento.

Hay un momento, de los 6 a los 18 meses, en el que el bebé está en brazos, sostenido por un adulto, mirándose al espejo; el bebé se queda parado y atento ante la imagen, e inmediatamente después manifiesta una jubilosa energía, se pone muy contento y no para de moverse: (se)reconoce como tal su imagen en el espejo. Probablemente en este momento encuentra la mirada del adulto, no sólo en el espejo, sino que vuelve la cabeza y mira al adulto y el adulto “sanciona”, refuerza con su asentimiento que esa imagen es él, es su Yo. Aquí tiene su origen el sentimiento amoroso, que al principio es amor hacia su propia imagen, tal como el mito de Narciso nos sugiere. Y es en este momento en que la lucha por el reconocimiento se convierte en el Deseo primordial de todo sujeto humano.

Ya después vendría el tercer tiempo, que es el Complejo del Edipo tal como lo describe Freud.
Es con el estadio del espejo que aparece el Deseo como Deseo de Reconocimiento; por tanto el Deseo no es deseo de un objeto concreto, sino de otro deseo. Querer ser reconocido es ante todo querer ser deseado (deseo que Fulanito o Menganita me desee). Los animales quieren objetos reales,
los seres humanos quieren los deseos de otros seres humanos. Por tanto el Deseo es el deseo del otro. Y lo que el Psiconálisis nos enseña es que cuando se llega a obtener el deseo, es solo un instante, y, sobre todo, el deseo se realiza o no se realiza, en el imaginario, en la imaginación del sujeto, en su realidad psíquica.
El sufrimiento del deseo viene a veces por confundir la realidad externa con la realidad psíquica. Cuando llegamos a la conclusión de que nuestros deseos dependen mucho de los deseos de las personas importantes para nosotros, nos damos cuenta de que en la mayoría de las ocasiones se trata de reconstruir, casi de inventar, el deseo que queremos para nosotros, sabiendo que hay una parte del deseo que no podemos elegir. Y es que no podemos elegir no desear, porque eso ya es una elección; y elegir o tomar una decisión es la expresión del deseo.
El sufrimiento del deseo también viene otra veces de confundir objeto de deseo y objeto de amor.Ya se ha señalado anteriormente que el deseo no tiene objeto, en todo caso el objeto es “querer ser deseado”. El filósofo francés de origen ruso Alexandre Kojève definió el deseo como “la presencia manifiesta de la ausencia de una realidad”. Esta ausencia( de una realidad que no tenemos) es la que nos mueve a buscar esa realidad, es la razón de que nos pongamos en movimiento. Por tanto la falta, lo que nos falta, es la causa de nuestro deseo. Pero ¿cómo conjugamos eso de “quiero ser deseado” con lo otro de “ no tengo aquello por lo que quiero ser deseado” ? Bueno, pues es en esta dialéctica, en esta lucha entre contrarios, en la que está inmersa el deseo humano, y también el amor.

La relación entre el amor y el deseo se establece de la siguiente manera: Creemos que vemos a alguien guapo, inteligente o gracioso y la consecuencia es que nos enamoramos. Pero realmente la cosa no funciona así, sino que vamos a ver a ese alguien guapo, inteligente o gracioso porque esos rasgos, u otros cualquiera, van a ser el criterio, la condición de amor (que decía Freud), la causa de deseo (que decía Lacan) por la que nos enamoramos de ese alguien, que, ahora sí, va a ser nuestro objeto de amor. Y ¿por qué este desbarajuste entre el objeto (causa) de deseo y el objeto de amor? Porque el objeto (causa) de deseo es, suele ser, inconsciente, como lo son también los rasgos, los atributos, las marcas que definen el deseo de cada persona. Y esos rasgos, atributos y marcas van a estar determinados por cómo nos miran y nos miramos en el espejo bruñido en nuestros orígenes familiares.

Elegimos nuestro objeto de amor básicamente de dos formas. O bien, a partir de cómo nos mira ese adulto, que nos sostiene, a través del espejo, que Freud llamará “Ideal del Yo”. O bien, a partir de cómo nos miramos a nosotros mismos en el espejo, que Lacan llamará “Yo ideal”.

Va a ser en la dinámica de los celos, en la relación especular con el otro en su vertiente de rivalidad, donde nos vamos a constituir como seres sociales y deseantes.Llegados a este punto, es importante establecer el matiz de diferencia entre la envidia y los celos: la envidia es el deseo de algo que no se posee y los celos es el miedo a perder algo que se posee. Ya Freud, en un artículo de 1922 titulado “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad”, habla de los celos como un estado afectivo, que como la tristeza, se considera “normal”, y que se componen, primero, de la tristeza y el dolor por el objeto de amor que se cree perdido; segundo, de la ofensa narcisista que llevan aparejada, en otras palabras, del orgullo herido; tercero, de la agresividad contra el rival; cuarto, del sentimiento de culpa del yo, porque “se ha hecho algo mal y por eso se ha perdido”.
Yrina, Soraya y Sherezade

Yrina, mujer y periodista, acudió a un psicoanalista después de la muerte de su hermano, homosexual de 25 años. Una de sus conclusiones más importantes para entender qué le había pasado en su vida, fue aquella que decía: “Vine al mundo sin ser deseada, supongo que de un ataque lascivo de mi padre. Ahí ya tengo una primera marca, marca de lo sexual. Creo que mi madre, en su “misticismo”, vivió eso como una mancha. Mi madre ya tenía sus ojos en su hijo pequeño... Yo, hija del pecado, disimulo mi potencia y me quedo en segundo plano. Años después, compruebo que la dedicación exclusiva, el ser único en el amor de mi madre, trae como consecuencia la muerte, y a eso se une que se cumple mi deseo de muerte hacia mi hermano, mi rival por el amor de mi madre. Conclusión: amar y odiar en exclusiva causa la devoración y la muerte, y mientras tanto la dedicación exclusiva supone la pérdida de autonomía y libertad”.

Yrina siempre había estado obsesionada por conseguir el amor de su madre; declara Yrina: “como sentía que nunca lo conseguí, busqué y encontré ese amor en las distintas jefas que tuve en mis sucesivos trabajos. Pero sumida en esa obsesión, apenas me percaté de que los hombres que me rodearon en mi infancia, mi padre, mi tío, mi propio hermano me querían, me deseaban, me envidiaban incluso. Empecé a tomar conciencia de eso, cuando en una reunión con mis amigas Soraya y Sherezade, estas se quejaban de las desventajas de ser mujer, lo complicada que es la vida para la mujeres, que hay que demostrar el doble lo que se vale, la doble jornada de trabajo, en casa y fuera de ella... A pesar de que yo estaba de acuerdo en lo que decían, dentro de mí no lo sentía del todo así. Para mí, ser mujer suponía tener más gracia y más salero, romper la monotonía del, a veces, mundo gris de los hombres.”

Yrina pudo comprender, a través del análisis, los celos que provocaba en su hermano, y que en su caso, al ser homosexual, esta situación se agravaba aún más. “ Me di cuenta que mi hermano, más que ser como yo, quería ser yo, en mi ser-mujer, y así tendría el reconocimiento de mi padre”.

“Esto del análisis ha sido algo muy fuerte para mí, porque la cosa fue más allá cuando me di cuenta de que los padres, mis padres, habían sido también seres humanos rodeados de miserias, de envidias y de celos. Esto lo ví más claro cuando empecé a analizar la relación que tenían con mis tíos. Cuando yo era pequeña, mi tío, hermano mayor de mi madre, y mi tía, su esposa, venían mucho a mi casa. Mis tíos me daban el cariño y la ternura a través de abrazos, besos y caricias que yo echaba en falta en mis padres. Aunque eran bien recibidos en mi casa, mi padre decía que mi tío era muy exagerado hablando, gesticulando y no quería que la cosa se desmandara y que había que evitar temas conflictivos. Luego pensando, caí en la cuenta de que mi padre, para cuidar su salud delicada, era muy comedido a la hora de comer, cosas que mi tío, con su temperamento exaltado, no le hacía ascos a nada. En cuanto a la relación de mi tía y mi madre, era la típica de “las cuñadas”, que se soportan, pero que cuando falta el hermano-esposo, la cosa se deshace.... Siempre se había dicho en la familia de mi madre, de lo cual mi tía hacía mucho alarde, que mi tía se llevaba muy muy bien con mi abuela materna, es decir, con su suegra y que mi abuela quería mucho a mi tía, porque “metía en vereda” a mi tío y sus locuras. Ahora me planteo que a mi madre, esa relación de mi tía y mi abuela materna, no la debía hacer sentir muy bien, !vamos, que los celos la corroerían por dentro!”.

“En honor a la verdad hay que decir, que mío tío envidiaba de mi padre la posición y el éxito que tenía en su trabajo, ya que mi tío nunca llegó a destacar en su trabajo. Y mi tía envidiaba de mi madre el porte, la altura y el estilo que tenía. Pero desde ahora, puedo ver que yo fui objeto de celos entre ambas parejas: yo era hija de mis padres, pero yo recibía y devolvía esas cariño corporal de mis tíos de una forma más clara, recibía el cariño de una pareja que no tenía hijos.”

“El reproche de envidia y de celos que yo sentía de mis padres, era, en relación a mi padre, que yo me divertía y disfrutaba siendo la acompañante y representando los papeles que mi tío inventaba en los teatrillos que se representaban en la reuniones familiares. Y en cuanto a mi madre, yo realizaba sus anhelos de belleza, porque yo no tenía el defecto en el ojo que mi madre padecía, y de estudios, porque pude ser la periodista que ella siempre quiso ser. Depués de todo esto, cuando leí las novelas de Harry Potter, donde se mencionaba que fue el amor de Lily, la madre de Harry, la que le salvó la vida del ataque de Voldemort, y que eso era una protección indestructible que proporcionaba a Harry su valentía y su decisión, no podía de dejar de sentir la envidia y la nostalgia que me producía el no haber tenido algo así.”

Hay un segundo momento en la vida de Yrina, que se desencadena con la llegada, a la redacción del periódico en donde ella trabajaba, de una nueva jefa, Pilar M., que sabe sacar lo mejor de Yrina y esto provoca en la relación con las amigas de Yrina, Soraya y Sherezade, una auténtica conmoción.

“Cuando llegó mi nueva jefa, Pilar M., ella y yo conectamos rápidamente. Y no me podía creer que esa situación podría afectar tanto a la relación que yo tenía con mis amigas más queridas. Porque lo que ocurrió es que se cambiaron las tornas. Y esta situación la entendí porque tuve que volver a la consulta de mi psicoanalista, ya que me dolía mucho el pensar que podía perder a una de ellas, a Soraya, como amiga.

La relación entre nosotras era peculiar, porque yo, como mi carácter majo y conciliador, hacía que entre ellas no se enzarzasen en disputas y enfados más de lo conveniente. Y yo con cada una ellas tenía una relación distinta. Soraya era una persona tierna y muy maternal, tanto con sus hijos como con los hijos de los demás. A mí me recordaba a mi tía, en ese dar besos, caricias y arrumacos que yo tanto eché de menos en mi madre. Sherezade era muy parecida a mí, de familia conservadora, religiosa y de funcionarios, siempre con muy buenas notas, haciendo un trabajo que nos gustaba... pero ella tenía la profesión que a mi padre le hubiera gustado que yo ejerciera, pero que yo no elegí: abogada. Esto, sin yo quererlo, hacía que mi relación con ella a veces fuera más distante que con Soraya”.

La relación de Yrina con sus dos amigas nos muestra un buen ejemplo de la relación “en espejo” que tiene con ambas. Soraya nos da cuenta del aspecto amable de la relación especular: Yrina ama a Soraya porque le representa el aspecto maternal que recibió de su tía: es un objeto de amor basado en un “Ideal del Yo” que tiene Yrina, el “ser una madre tierna”, que es un rasgo que Yrina siente que le falta. Sherezade, en cambio, nos muestra más el aspecto rival de la relación especular: Yrina siente celos de Sherezade porque es abogada, y eso es lo que el padre de Yrina quería para su hija, y son celos más que envidia, porque Yrina pudo haber realizado esa carrera, pero no lo hizo. Eligió ser periodista, que era el deseo de su madre, en el ánimo de encontrar su reconocimiento. Sherezade representa para Yrina parte de su “Yo ideal”, el “Yo ideal” que hubiera querido ser para su padre, y que la obsesión por captar el amor de su madre parecía que lo había camuflado.

“Pero como digo, la aparición en mi vida de mi nueva jefa cambió la tornas. Soraya se empezó a separar de mí y Sherzade y yo nos unimos más. Soraya era guapa, tenía armonía en las facciones, cumplía con el canon de belleza de nuestro medio social. Además, aunque había empezado más tarde que nosotras a estudiar la carrera, su proyección profesional prometía mucho. Pero una circunstancia familiar provocó que tuviera que aparcar por un tiempo su profesión. Eso coincidió con que yo empezaba a despuntar en mi trabajo, por la relación con mi nueva jefa: empecé a publicar más artículos en periódicos de ámbito nacional e incluso conseguí tener una columna propia en uno de los periódicos de más tirada nacional. También me invitaban a participar en tertulias en la televisión y eso requería más cuidado en mi imagen personal, lo cual supuso que mi atractivo aumentara. Y esa coincidencia en el tiempo entre la interrupción del trabajo de Soraya y el despegue de mío, hizo que Soraya dejara poco a poco de hablarme y las pocas veces que nos juntábamos su frialdad me congelaba. En el diván pude entender lo siguiente: yo estoy en “la gloria” porque ahora se cumple mi deseo, “todos”, los que están a mi alrededor y me importan, me desean. Pero ese lugar tiene trampa, porque si Soraya me desea, es que le falta lo que yo tengo,y entonces me envidiaría; pero ahora le falta lo que ella antes tenía, que era belleza y una profesión que le gustaba, entonces estamos en los celos, ahora tiene celos de mí.”

Esta situación entre Yrina y Soraya ilustra lo que Freud decía de que los celos suponen una ofensa narcisista, en el sentido de que se pierde una parte del yo que antes se tenía. Lo podemos pensar mejor cuando nos referimos al concepto de identificación en el estadio del espejo: cuando nos miramos en el espejo y todavía no hay prójimo. Cuando un yo tiene celos de otro yo, en el inconsciente la frase que define esta situación es “quiero ser tú”. Lo que el yo desea, lo que se quiere realmente, es ocupar en ese puntual y preciso momento el lugar de ese tú. Se desearía algo así como violar la impenetrabilidad de la materia, cómo si fuera posible que un cuerpo pudiera ocupar al mismo tiempo el lugar de otro cuerpo, pero como en nuestra realidad psíquica sí que puede ser posible, por un momento al menos, eso supondría destruir a ese tú.

Soraya desea que su gente la deseé porque tiene algo, ese algo es el objeto causa de deseo, que fue la marca que recibió en su novela familiar, que en su caso es la belleza y el interés por lo profesional. Su gente la desea por un tiempo. Ahora siente que ya no tiene ese deseo de los otros. Y ve que Yrina ahora sí lo tiene. Y ahí aparecen los celos: Soraya cree que Yrina le ha quitado (herida narcisista) esa belleza y lo profesional, cuando realmente se debería decir que Soraya cree que lo ha perdido y ahora lo tiene su amiga. En ese momento su único deseo es recuperarlo, y la forma que encuentra es queriendo ser Yrina. Aqui se confunde el objeto de amor, que hasta ese momento parecía que era Yrina, con el objeto de deseo, la belleza y lo profesional. Soraya quiere ocupar el lugar de Yrina y el instante de Yrina y eso supone, en la psique de Soraya, la destrucción de Yrina, por tanto, la rivalidad conYrina, la agresividad contra Yrina, el odio a Yrina.

Yrina continúa diciendo:”Tuve un sueño en el que me miraba en un espejo y me veía borrosa. Luego más tarde, me veía nítida y clara y me gustaba la imagen que me miraba a través del espejo. Después esa imagen se transformaba y se salía y me devoraba. Me desperté angustiada y recordé que hacía poco había tenido que releer las novelas de Harry Potter, de J.K. Rowling, para un trabajo en el periódico. Creo que en el primer libro, Dumbledore, el director del colegio de magos donde estudia Harry Potter, le habla del espejo de Oesed. Y le dice que el hombre más feliz de la tierra puede utilizar el espejo de Oesed como un espejo normal, es decir, se mirará y se verá exactamente como es. Entonces Harry de lo que se da cuenta es de que ese espejo muestra lo que queremos.... lo que sea que queramos... a lo que Dumbledore responde:”Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón. Para tí, Harry, que nunca conociste a tu familia, verlos rodeándote. Para tu amigo, Ron Weasley, que siempre se ha sentido sobrepasado por sus hermanos, se ve solo y el mejor de todos ellos. Sin embargo, este espejo no nos dará conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real o siquiera posible.” Y es exactamente eso lo que pensé que nos estaba pasando a Soraya y a mí.”



La dialéctica de los celos, cuando estamos en celo, encelados, celosos, muestra que antes, algunas veces teníamos esas marcas y ahora ya no. Entonces se trata de la lucha por conseguir esa marcas. Los celos son motor destructivo, de desconocimiento, cuando nos retrotraemos al estadio del espejo, y vemos en el espejo al otro completo y entonces se manifiesta la versión de la identificación, que nos lleva a querer destruir al otro, en el ánimo de ser ese otro porque tiene la marca deseable. El engaño, el desconocimiento, aquí está en la confusión del objeto de amor y objeto de deseo, que lleva a pensar que siendo el objeto, que antes era de amor, ocupando su lugar, identificándose con él pero penetrando en su materialidad, es decir, destruyéndolo, se va a poseer el objeto de deseo, el objeto que causa el deseo, esto es, el reconocimiento de los demás.

Los celos son motor constructivo, cuando siendo inevitable pasar por la vivencia psíquica anterior, se trasciende y SE SIGUE VIVIENDO y, o bien, se lucha, se trabaja por conseguir esas marcas, si realmente se desea o interesa, cuando esto es posible, porque el contexto en que vivimos nos lo facilita.... o bien, si es imposible de conseguirlo en cuanto tal, podemos quedarnos con la versión de la identificación positiva, del “Buen Amor”, donde realizamos nuestros deseos a través del otro. Por eso nos enamoramos y luego podemos seguir amando a ese otro. Un ejemplo podría ser el de Yrina, su madre y ser periodista: una hija puede realizar los deseos de una madre que en su propia vida no pudo llevar a cabo, pero solo en el caso de que esos deseos sean realmente los de esa hija, y no los deseos impuestos, como marca indeseable, por una función materna estragante.



Continúa Yrina: “ Lo sorprendente fue el cambio de relación que experimente con Sherezade, pero en este caso la relación fue a mejor. Nosotras nos unimos más. Por una parte, por supuesto que sentía pena por la pérdida de Soraya, que también suponía perder ese lugar de pacificadora en la relación que Sherezade y Soraya tenían, que era un poco paradójica. El que Sherezade fuera muy ordenada y Soraya más anárquica hacía que discutieran a menudo, pero se decían las cosas cara a cara, y eso a veces clarificaba la situacion, y otras veces resultaba insostenible y ahí entraba yo a pacificar. Pero por otra parte, al desaparecer Soraya del triángulo, la relación distante que yo tenía con Sherezade se acorta. Y la acorto yo también porque me doy cuenta de que ya me tocaba separar los celos que sentía por Sherezade. Me percaté de que hasta ese momento, yo sentía dentro de mí que ella habría sido la preferida de mi padre, porque era abogada, en lugar de serlo yo. Esto me hacía sentir culpable por no haber escogido el deseo que mi padre tenía marcado para mí, y esa culpa me hacía pensar que yo había perdido el amor de mi padre.”



“Con todo esto llego a pensar los siguiente: es cierto que he vivido algunos momentos en el que he sentido que toda la gente importante para mí me deseaba. Ese puede ser un momento de lo que llamamos felicidad, que es un instante en el que se hace materia “cuasi” física lo que antes estaba en lo imaginario. Pero es eso, un instante, instante que me recuerda a una novela que leí de Rosa Montero que se titula “La función delta”. El título hace referencia a una función matemática que se llama “la delta de Dirac”, de la cual yo entendí que metafóricamente expresaba que los momentos de felicidad, de amor, de alegría, de placer, de gozo, de plenitud, de satisfacción, duran un instante, pero ese instante es intenso, tan intenso que tiende al infinito. Esa intensidad, esa sensación de infinitud es lo que nos hace creer que es algo material, que lo puedes coger con las manos. Pero en realidad, tanto el deseo, eso que todavía no tenemos, como ese instante de felicidad, ambos, el deseo y su realización pertenecen a la realidad psíquica. Porque en ambos casos es un cuestión de lenguaje, de discurso,de palabras, de interpretación, de elección...Y ahí está la posibilidad de cambio y de florecimiento, pero también ahí está la posibilidad crisis y de hundimiento. Como ocurrió cuando una conocida mía, que no me había visto hacía tiempo yse quedó pasmada al verme más delgada. La expresión de su cara antes de hablar me indicaba que iba a decir algo en tono de desdén, pero al adelantarme yo y decir que me sentía muy bien, cambió la expresión de su cara y sus palabras fueron de admiración y halago.”



CONCLUSION
Al principio de este texto, se decía que tanto el deseo como el amor humanos están inmersos en una dialéctica, en una lucha entre contrarios. Nos dan vida e ilusión, pero también nos pueden llevar al pozo de la desesperación. Parte de este gran enigma se debe a que aquello que nos hace vincularnos a una persona y no a otra, escapa a nuestro control. Y que escape a nuestro control se debe en gran medida a que es inconsciente.

Surgimos como sujetos humanos a partir del amor, y del odio también. Y esas pasiones se transmiten a través de las palabras. Y habrá palabras que nos marquen especialmente, y esa palabras nos señalarán el camino de cómo amar y desear y qué elegir como objeto de deseo y a quién elegir como objeto de nuestro amor.
Hay dos cuestiones básicas a plantearse cuando hablamos del amor y del odio: el por qué y el cómo. Cuando hablamos del por qué nos estamos preguntando por las causas, “¿por qué me enamoro de ese tipo de persona que luego me decepciona?”. Las causas siempre son particulares, es decir, la respuesta no puede encontrarse en ningún tipo de manual, dependen de las historias y las experiencias vitales de cada persona. Cuando hablamos del cómo, nos estamos planteando la mecánica, cómo funciona algo, y el Psicoanálisis ha realizado dos descubrimientos fundamentales acerca de la mecánica del amor. En primer lugar, su carácter automático, vamos a elegir básicamente a alguien que se parece a nosotros o con quien tenemos cosas en común, o vamos a elegir a alguien que se parece a aquellas personas que nos criaron cuando eramos niños. Y en segundo lugar, el carácter desigual entre el amante y el amado: el amante siente que le falta algo y eso lo va a encontrar en el amado. Y eso que le falta a uno y que cree que el otro lo tiene, tiene que ver con el saber. El amante cree que el amado va a tener respuestas sobre él mismo. Vamos a amar a aquel que nosotros pensamos que conoce nuestra verdad más verdadera.

Entre aquellos que dicen que sobre el Amor está todo dicho y los que dicen que es un misterio sin resolver, están los que, como la que subscribe el presente escrito, piensan que sí es posible una búsqueda privada del amor: el diván del psicoanalista ofrece esa posibilidad. Porque el amor y el deseo cuando se colman, como se colman en el discurso, no acaban de colmarse del todo, y si se colman es durante un instante. Luego se pasa esa sensación y volvemos a sentir que el deseo nunca acaba de desear. Y además, no se puede dejar de desear, porque desear no desear es un deseo también. Encontrar la forma de satisfacer el deseo, que nunca se satisface del todo, es siempre particular, diferente para cada sujeto. Ahí encontramos la marca singular, el propio estilo que cada sujeto tiene la posibilidad de forjarse.


BIBLIOGRAFIA

Freud, S., “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad”, 1922, Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva.

Lacan, J., “La familia”, 1979, Editorial Argonauta.

Montero, R., “La función delta”, 1979, Editorial Debate.

Roudinesco, E., “La batalla de los cien años. Historia del Psicoanálisis en Francia”, 1993, Editorial Fundamentos.

Rowling, J.K., “Harry Potter y la piedra filosofal”, 1999 Editorial Salamandra.



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